lunes, 30 de julio de 2018

GOBIERNO SIN MARGEN

El Gobierno de Pedro Sánchez ya empieza a catar el acíbar de su fragilidad parlamentaria. Sabía que iba a actuar en un escenario donde hay demasiados elementos tentadores para poner al desnudo la debilidad de sus soportes. El desgaste, entre otros factores, está servido en bandeja. Y entre el afán del derechío que aún no ha digerido las consecuencias de la censura, las apetencias de otras opciones políticas que quieren sacar tajada de la endeblez y la pretendida ganancia en los caladeros de las aguas revueltas, los socialistas comprueban que ni siquiera la supuesta bondad de las medidas económicas orientadas a la estabilidad financiera sirve para persuadir a quienes creen que aquí vale todo, máxime cuando el pueblo se va de vacaciones y dedica escasa atención a estas cosas. Leña a Sánchez, que ya va delante en las encuestas y se nos escapa, habrá circulado como consigna.
Porque no era el único efecto de la derrota en el Congreso de una proposición razonable y bien construida sino el simbolismo de una inferioridad numérica y del bloqueo subsiguiente lo que está en juego. Hasta la presión mediática, para ir abonando el terreno de unas elecciones anticipadas por las que suspiran los mismos que no hace mucho tiempo pedían actos de responsabilidad a los socialistas o se ponían de uñas con la posibilidad de una convocatoria de comicios por aquello del incremento del gasto público y tal y tal.
El caso es que la iniciativa del Gobierno consistente en reajustar ante la Unión Europea el calendario de déficit público, de modo que fuera posible obtener un montante de seis mil millones de euros para el año próximo, no prosperó al contar solo con el apoyo del grupo parlamentario del Partido Nacionalista Vasco (PNV). El margen de gasto, repartido entre inversión autonómica y gasto social, parecía equilibrado con la propuesta gubernamental que entrañaba una mayor flexibilidad: dos mil cuatrocientos millones de euros para las comunidades autónomas; otros tantos para la Seguridad Social y el resto para el propio Estado.
Nada: ni los supuestos beneficios para la ciudadanía ni los intereses generales promovieron impulsos de respaldo. Al Gobierno le queda un margen para idear una alternativa en el plazo de un mes pero ya sería en términos más restrictivos, por tanto de menor impacto económico favorable para la ciudadanía. Habrá que comprobar si el ajuste presupuestario es conveniente para el crecimiento económico.
Como habrá que comprobar si convencen las argumentaciones de quienes han votado en contra o se han abstenido. Después de resultar difícilmente explicable esta posición: ¿en qué perjudicaba? Sobre todo, porque en plenas vacaciones asistiremos a los primeros escarceos presupuestarios que también servirán para ir diseñando otro escenario de dimes, diretes, obstáculos y bloqueos. Los Presupuestos Generales del Estado (PGE) 2019, desde luego, serán una auténtica piedra de toque de la estabilidad de la legislatura.
La firmeza de Sánchez y de sus políticas económicas se verán entonces amenazadas por la anteposición de intereses políticos y partidistas y por la creciente rivalidad entre los grupos parlamentarios a medida que se acerquen los comicios. Será curioso y paradójico contrastar -aunque ya en política nada tiene que extrañar- que medidas concebidas para facilitar cierto despegue económico -ya veremos cómo se plantean los citados Presupuestos- ni siquiera pasarán un primer corte. ¿Qué dirán?

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