La
reordenación de las líneas y frecuencias de TITSA en la vertiente
norte de la isla deja insatisfechos a todos. Algunos alcaldes han
expresado abiertamente sus discrepancias, representantes sindicales
también afirman que las cosas no se han hecho bien de modo que hasta
dudan de la viabilidad económica y logística de la medida y algunos
usuarios se quejan... pero tragan: ya saben de la resignación
isleña.
Hasta
se ha terminado hablando de “presión política” para criticar
esta reestructuración que tiene un lado, el de los recursos humanos,
bastante controvertido. Se da por hecho que los responsables habrán
estudiado a fondo las opciones de redistribución de efectivos,
medidas compensatorias y contrataciones excepcionales por la vía de
urgencia pero lo cierto es que se escuchan voces de incertidumbre y
protesta.
En
una información periodística que cita fuentes sindicales, a
propósito de la “presión política”, se señala que es grave lo
que pueda ocurrir tras las elecciones autonómicas y locales del
próximo mes de mayo
pues “la
red norte se dejaría aparcada de nuevo porque no es viable. Es un
derroche preelectoral y que nosotros pagaremos más tarde. Ya lo
hicieron en 2012 y lo pagaron los trabajadores con un ERTE que costó
cinco millones de euros al año durante cuatro años”.
Los
ediles, claro, escuchando las quejas de los vecinos y lamentando, a
su vez, que no hubiera reuniones previas para conocer mejor el
alcance de las variaciones. Fueron invitados, eso sí, a los actos de
presentación. Algunos declinaron su asistencia y la mayoría de los
consultados están en desacuerdo.
El caso es
que, en plena ebullición del descontento por las colas y tapones,
cuando se pone de manifiesto que las carreteras del norte son
manifiestamente insuficientes para absorber el tráfico de un parque
automovilístico que no para de crecer, las intenciones del Cabildo
para potenciar el transporte público y paliar las deficiencias en
movilidad por carretera, la reordenación de TITSA -resignación
incluida- empieza a ser muy contestada. Habrá que dar un tiempo,
ciertamente, para ver cómo se desenvuelven los usuarios y, sobre
todo, si las modificaciones operadas surten efectos positivos y
aquéllos los notan. No parece, ahora mismo, que ese sea el destino,
entre líneas que desaparecen, frecuencias que se revisan, paradas
que se suprimen y reajustes en los trayectos. La gente teme,
sencillamente, que las cosas empeoren, que haya opciones todavía más
incómodas y que, en definitiva, sigan llegando tarde. Intentarán,
claro, que una buena campaña publicitaria calme los ánimos y
persuada, fomentando la resignación, de las bondades del sistema.
Entonces,
parafraseeemos al poeta y confiemos en que un día habrá una isla
que no sea atasco vial permanente.
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