Tomás
Méndez Pérez nos ofrece las Canarias de los balcones, nada que ver,
por cierto, con el concepto empleado en un debate ideológico-político
reciente a propósito del modelo territorial. Aquí sigue asomando
más gente que banderas, salvo en época de fiestas o celebraciones
varias. Aún es posible observar, como escribe Carmen Camacho en
Diario
de Sevilla, “vecinas
en las barandas, toldos, ropa tendida, tiesto y charla al fresco”.
Esa es la vitalidad de los balcones que “son la calle en la casa,
la casa en la calle, una fracción liminar y en lo alto”, dice
Camacho.
Balcones abiertos y
descubiertos, clasificación a partir de la cual el autor establece
trece subtipos diferentes de la primera modalidad y cinco de la
segunda, con profusión fotográfica y breves textos
histórico-descriptivos, dan contenido al libro que hoy presentamos,
un estudio riguroso, exhaustivo y científico del balcón canario,
tal como apunta el profesor Arbelo García en su prólogo, que
concluye despejando las dudas sobre los orígenes del balcón
tradicional canario.
Miren por donde,
quienes creíamos en antecedentes andaluces, debemos beber en otras
fuentes: en el norte peninsular, Cantabria, Euzkadi, Navarra, Aragón,
Asturias, Galicia e incluso Catalunya, es donde hay que situarlos. El
prologuista remata precisando que Méndez, basándose en una amplia y
variada documentación, establece “el máximo esplendor del balcón
canario en la centuria del siglo XVIII, época en la que aparece con
mayor frecuencia la ornamentación en los cojinetes con motivos, de
tipo vegetal, o geométricos. No obstante, alude a la existencia, más
bien aislada, de balcones parecidos a los nuestros en el sur y en
Levante. Como en Cazorla, por ejemplo, al norte de Jaén donde se
contemplan “balcones de madera con balaustres torneados y cubiertos
con un pequeño tejadillo”.
Pero nos interesan,
sobre todo, las vicisitudes de las balconadas de las islas, hechos a
los que se refiere el autor, como las solicitudes hechas al rey
Felipe II por los regidores de San Cristóbal de La Laguna y Santa
Cruz de la Palma para que fuesen regulados su construcción y su uso,
en previsión de incendios y de conflictos entre vecinos de
salubridad e higiene. El monarca llegó a prohibir la dotación como
tal.
Hasta el movimiento
surrealista, en su célebre reunión de Tenerife en 1932, se ocupó
de los balcones tradicionales aunque éstos no salieran bien parados
en sus reflexiones y críticas artísticas.
Vicisitudes también
registradas en América y de las que habla con profusión el que
fuera catedrático de Historia del Arte Hispanoamericano de la
Universidad de Madrid, Enrique Marco Dorta, quien visitó varios
países invitado por artesanos canarios.
Y otro testimonio
analítico muy valioso, el del profesor de Historia de América de la
Universidad de La Laguna, doctor Manuel Hernández González, quien
informa a Tomás Méndez de la profusión de estos elementos
constructivos y distintivos en ciudades de distintos países, desde
Estados Unidos a Puerto Rico, desde Cuba a Venezuela y Colombia. En
ciudades como San Juan, La Habana, Maracaibo, Coro, Bogotá,
Cartagena de Indias, los balcones proliferan acaso para probar de
alguna manera una proyección de la geografía, de la arquitectura y
del costumbrismo de las islas.
En
Balcones
tradicionales de las Islas Canarias, Méndez
Pérez se ha esmerado para describir las fachadas de las casas con
balcones y hacer una síntesis de sus promotores, a lo largo, como él
mismo dice, de pagos, lugares y pueblos de las islas. Su obra no es
un minucioso rescate de fotografías antiguas o actualizadas sino un
canto a los valores patrimoniales de las islas, un relato riguroso
desde el punto de vista cronológico, complementado con una
clasificación que permite contrastar la variedad de la tipología:
balcones cubiertos, cerrados de tablas, con y sin escaleras; balcones
de mampuesto y cristales; los cerrados de cristales, con balaustres y
cojinetes; aquellos cerrados de celosías; los cubiertos, de
antepecho de mampostería, de tablas o de cuarterones; también los
hay de listones verticales y cruzados y ejemplos gráficos de
balaustres planos recortados también aparecen.
Las páginas se van
sucediendo y despiertan el interés textual y visual del lector que
va descubriendo rincones desconocidos o de otra época, que va
recreándose en testimonios de un patrimonio histórico y artístico
que refleja la creatividad y el tesón de los canarios.
Un glosario de términos
que facilita la lectura y comprensión de la amplia terminología que
se deriva del estudio de los balcones isleños -volvemos a remitirnos
al prólogo del profesor Arbelo García-, suplementa una obra de
doscientas páginas de indudable interés bibliográfico.
La escritora y actriz
grancanaria Josefina de la Torre, vinculada a la Generación del 27,
se hubiera sentido encantada con su lectura. Ella, que imaginó a la
persona amada, “Tú en el alto balcón de tu silencio...” que
olvidó la señal para su barco hasta perderse en la niebla de un
encuentro y dejar sembrada la incertidumbre. Desde cualquiera de
estos balcones, hubiera escrito o declamado con elegancia
estilística.
Y es que siempre fueron
elementos aptos para la inspiración poética. Que se lo digan al
autor realejero Juan Marrero González, con uno de cuyos poemas,
“Balcones canarios”, seleccionado también para su libro por
Tomás Méndez Pérez, concluimos esta presentación:
“Adustos
y recios balcones canarios
en donde la tea al cedro
hermana,
la fuerza del Cuzco a la
paz castellana...
Firmeza y nobleza de los
campanarios.
En tórridos días
templados solarios,
el aura bebiendo en la
fresca mañana,
luciendo claveles con
gracia gitana,
en noches de luna
rezando rosarios...
Así os he visto y os
tengo guardados
adentro del alma... Cual
templos sagrados,
adonde el recuerdo es
gozo y tristeza...
El libro más bello de
niño leído:
del mar a la cumbre mi
valle florido
llenando mis ojos de luz
y belleza”.
Adustos y recios, sí
señor. Templos para albergar los preciados bienes de los recuerdos.
Desde donde la contemplación de la luz y la belleza se convierte en
un ejercicio sugerente.
La
lectura de las páginas de Balcones
tradicionales de las Islas Canarias, también.
Compruébenlo.
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