Terminemos
el año hablando de turismo. De un aspecto esencial y concreto como
es la formación, en el que hay que detenerse con ánimo de
sensibilizar a instituciones, organizaciones y profesionales, que
todo no va a ser estadísticas -aunque fueran positivas- ni
rentabilidades ni promociones exitosas ni nuevos productos ni empleo
precario. La formación, a medida que crece el negocio y en el sector
debe primar la competitividad, resulta primordial, sobre todo si se
quiere innovar.
Y
es que el turismo, en efecto, desde hace décadas se ha convertido en
una actividad estratégica para la productividad económica de
España: supera el 11 % en el Producto Interior Bruto (PIB) nacional
y genera un volumen de empleo directo del 11,29 %.
Sin
embargo, tratándose de un destino turístico de primer orden y de
que su 'know how' (conocimiento, saber cómo) empresarial es valorado
en todo el mundo, la situación de los estudios universitarios o
profesionales específicos no es debidamente reconocida, hasta el
punto de que la Red Interuniversitaria de Posgrados en Turismo
(Redintur) integrada por veintiocho universidades españolas que
imparten la docencia oficial de posgrado en Turismo, ha solicitado
por tercera vez al Gobierno de España que acepte la creación del
Área
de Conocimiento en Turismo a
incluir en el catálogo reconocido por la Ley Orgánica de
Universidades. En las dos ocasiones anteriores, 2014 y 2016, no hubo
siquiera respuesta de la Secretaría General de Universidades.
Los
datos, extraídos de hosteltur.com,
hablan
por sí solos: en España existen diecinueve institutos y cátedras
que desarrollan tareas de investigación y formación turística.
Desde la década de los noventa hasta nuestros días, los
investigadores españoles han publicado más de cuatro mil
trescientos artículos en revistas científicas de turismo. Hay
registradas más de tres mil quinientas comunicaciones y aportaciones
en congresos y convenciones del sector. Hay unos dos mil doscientos
libros publicados y más de tres mil capítulos en publicaciones
colectivas. Ya son quinientas noventa y una las tesis doctorales en
materia turística, en tanto que la dirección o participación en
proyectos nacionales e internacionales supera el millar de registros.
Algunos
empresarios y expertos consideran que, pese a este bagaje, es
incomprensible que el Turismo no sea reconocido oficialmente como un
Área de Conocimiento. Ello
genera inconvenientes, claro. Por ejemplo: complicar el acceso a la
investigación y a la docencia de personas que se han doctorado en
Turismo. O lo que es igual: tienen limitada su carrera profesional y
su acceso al cuerpo de profesores universitarios. Si se tiene en
cuenta que en nuestro país en los pasados 2001 y 2007 fueron
implantados los másteres oficiales y los programas de doctorado y
que durante los últimos quince años más de mil doctorandos han
defendido sus tesis en la práctica totalidad de las universidades
españolas, el interés por la investigación y la formación de los
expertos está fuera de toda duda. Pero, claro, luego quedan fuera
del sistema como consecuencia de esa ausencia en el Área
de Conocimiento.
Consecuencias
negativas, evidente: se resienten el sector y las empresas. Las
contribuciones de los expertos a la configuración de políticas
públicas orientadas al sector, limitadas. La transferencia de
conocimiento e innovación del ámbito científico al empresarial,
muy condicionada. Riesgo de fuga de capital humano hacia otros
sistemas universitarios, también. Pérdida de presencia de expertos
e investigadores españoles en foros turísticos internacionales,
clarísimo.
Por
lo tanto, hay bagaje para que el turismo sea incluido en el catálogo
de áreas de conocimiento el sistema universitario español, donde
hay hay consignadas ciento noventa. Se requiere ahora voluntad
política para dar un paso que ha de ser definitivo. Objetivo
inmediato en el nuevo: que los buenos en “hacer” sean reconocidos
en el “saber”.
¡Salud
y suerte!
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