Jueves 20 de diciembre de 2018, Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias. Presentamos el libro Balcones tradicionales de Canarias del que es autor y editor el maestro y calígrafo orotavense Tomás Méndez Pérez. Esta es la primera parte del texto leído. Mañana domingo publicaremos la segunda:
Primero fueron los
patios; luego, los balcones.
Casi inopinadamente,
cuando una tarde recorría la Villa clásica y señorial, en busca de
dinteles, jambas, postigos y carpintería artesanal, atravesó el
zaguán abierto y quedó embelesado cuando contempló la belleza y la
armonía de aquel patio. Muchos encantos. Tantos, que allí mismo
brotó la idea de reunirlos y plasmarlos documentalmente. Dedicó los
domingos y festivos a un recorrido por las localidades de la isla.
Salió en busca de esos espacios sobresalientes, frondosos,
pletóricos de frescura, bien decorados con elementos de distinto
tipo pero, sobre todo, con profusión vegetal que revelaba, está
claro, un esmerado cuidado de las más variadas especies. Viajó por
las islas para fotografiar sin descanso. En Fuerteventura y Lanzarote
contó con la colaboración de sus respectivos cabildos que cedieron
testimonios gráficos registrados en sus archivos.
Ahí,
en esa chispa y en ese recorrido, al cabo de numerosos disparos
fotográficos desde muy distintos ángulos, surgió el libro titulado
“Patios singulares de las Islas Canarias” (Publicaciones
Turquesa, Santa Cruz de Tenerife), aparecido en 2008. Fue prologado
por el abogado, ensayista y escritor, Alfredo Herrera Pique, quien
fuera senador del Reino, director del semanario 'Sansofé' y
presidente del Museo Canario. Quienes han accedido a ese volumen
seguro que dan fe de la calidad de la edición, en la que llama la
atención la hermosura de las fotografías en color, obtenidas por el
autor en un 95 %. Seguro que algunos de ustedes recuerdan con agrado
la presentación del libro, en marzo de 2009, a cargo del inolvidable
doctor Enrique González González.
Primero, los patios
canarios. Alguien tenía que inmortalizarlos y le tocó a Tomás
Méndez Pérez que cursó el bachillerato, por cierto, en un colegio
al que rendimos tributo en este mismo Instituto hace unos meses con
la presentación de una publicación sobre su historia: ¡quisimos
tanto a ese colegio de segunda enseñanza, “Gran Poder de Dios”!
Tomás apuntaba desde
niño las maneras de un dibujante que se curtió primero en la
academia de José María Perdigón y luego en la Escuela de
Magisterio de La Laguna, donde el pintor Mariano de Cossío le
aleccionó adecuadamente. Ya era maestro titular de enseñanza
primaria en 1950. Tres años después, ingresa por oposición en el
cuerpo de magisterio nacional, en Las Palmas de Gran Canaria. Ejerció
en Moya, en La Caleta de Interián, en Los Silos, y desde 1959 hasta
su jubilación en 1993, en el colegio “Nuestra Señora de la
Concepción”, en La Orotava natal.
Varias distinciones,
algunas de ámbito nacional, adornan su desempeño profesional. Y
para que nada falte en este apresurado recorrido biográfico, su
especialización en caligrafía propició que ejerciera como perito
calígrafo durante treinta y ocho años en los tribunales de justicia
de Tenerife.
Colaborador
habitual de los rotativos tinerfeños El
Día y
La
Tarde, es
miembro y socio numerario del Instituto de Estudios Canarios y del
Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias. Autor de varios
libros: “La ermita del Calvario y su Real y Venerable Hermandad de
Misericordia”, “Antología de semblanzas del Teide”, “La
influencia y presencia de los portugueses en el poblamiento de
Garachico”, “Garachico, cinco siglos”, “Antecedentes
históricos del Teide y Las Cañadas”, publicado en el año 2000,
“La Orotava, cien años en blanco y negro (1858-1958)” y el ya
mencionado “Patios singulares de las Islas Canarias”. En todos
ellos, vuelca su genuina pasión científica y estética por la
naturaleza, por la historia y por los valores patrimoniales de
nuestra comunidad.
Y
hoy Méndez Pérez nos convoca aquí porque ahora toca hablar de
balcones, los que ha ido localizando, describiendo y clasificando
(las tres tareas básicas), junto a su esposa, a su nieto y a sus
amigos del colectivo cultural “La escalera”, destinatarios de la
dedicatoria de un libro cualitativamente editado, Balcones
tradicionales de las Islas Canarias, (éste
es su título) y que ha prologado el profesor de Historia Moderna de
la Universidad de La Laguna, Adolfo Arbelo García, quien sienta
algunas premisas del “balcón como elemento destacado de la
arquitectura doméstica isleña que se expande con rapidez con el
paso de los siglos por todas las islas”.
Escribe el profesor
Arbelo que “el estudio, sustentado en una investigación exhaustiva
y minuciosa, constituye una aportación imprescindible y necesaria
que desde hace tiempo demandaba la historiografía sobre el
patrimonio isleño”.
En
efecto, el autor inició el trabajo de campo con una modesta cámara
fotográfica, la Kodak
174, retirada
del mercado, por cierto, tras un controvertido pleito judicial.
Recorrió Tenerife de punta a cabo e incursionó en las tripas
visibles de otras islas para contrastar los remates y los alardes de
las edificaciones ya fuera en ámbitos rurales ya en tipologías
urbanas. Mejor o peor conservado, restaurado o de nueva confección,
no hubo balcón que se resistiera a Tomás Méndez Pérez, si se nos
permite la expresión. Los de haciendas agrarias, los situados en
ermitas, conventos o iglesias, los de casonas de la elite insular o
los de viviendas más modestas, los de haciendas agrarias o los de
casas capitulares, de sectores intermedios y clases populares, fueron
auscultados desde todos los ángulos para brindarnos una obra
original, cien por cien atractiva.
Es
como si hubiera querido sublimar este precioso poema titulado
‘Balcones’, del guatemalteco Hugo Cuevas-Mohr, uno de los
primeros autores de videopoemas en youtube.
Dice:
“Construimos
paredes
para atraer el
horizonte.
Fabricamos techos
para acercar el cielo.
Abrimos ventanas
para darle paso al
tiempo.
Labramos puertas
para palpar al mundo.
Creamos balcones
para ser más
infinitos...”.
La secuencia es
extraordinaria y los dos últimos versos, “creamos balcones/para
ser más infinitos…”, culminan una concepción existencial. En la
vida nos planteamos retos y avances, probamos, queremos y anhelamos…
Al final estamos ahí, en los balcones, para contemplarlos y para
gozar o padecer, desde posiciones privilegiadas, los logros y los
sinsabores. Imaginamos una infinitud que no precisa adjetivos, que
vamos explorando y que admiramos sin cesar.
(Continuará).
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