El
Ayuntamiento de San Sebastián (Guipuzkoa) fue el primero, allá por
2013 si no traiciona la memoria, que aprobó sus presupuestos
dotándolos de una perspectiva de género. Trataban de contrastar su
impacto sobre las mujeres y los hombres, prestando atención a otros
factores de discriminación como la edad, el nivel de renta y el
estatus migratorio, al tiempo que servían como soporte de promoción
de la igualdad. Es un proceso progresivo, evidentemente, que arranca
de determinadas consignaciones o actuaciones y va registrando avances
si existe voluntad política plasmada en planes de igualdad.
También
tiene su experiencia el Ayuntamiento de Madrid, después de haber
creado hace dos años una Comisión de Evaluación del Impacto de
Género que engloba a los distritos, a varias áreas municipales y a
la denominada Plataforma de Impacto de Género Ya, de modo que ya ha
materializado hasta un 59,1 % de sus presupuestos generales con
impacto positivo de género. El desglose estadístico es interesante:
un 28,72 % del gasto total está dedicado a la erradicación de
violencia machista; un 38,64 % incide en la autonomía económica en
las mujeres y en la corresponsabilidad; y un 22,64%, en el fomento de
la participación sociopolítica y cultural de las mujeres.
Las
corporaciones españolas está siguiendo, en buena medida, los surcos
abiertos en Australia en los años ochenta del pasado siglo, cuando
este concepto, presupuestos con perspectiva de género, trataba de
garantizar el cumplimiento del principio de igualdad entre mujeres y
hombres.
Seguro
que varias comunidades autónomas y otros ayuntamientos del país han
recogido este enfoque en sus respectivas contabilidades
presupuestarias pero, para extenderlo y consolidarlo, representantes
de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) y
entidades locales y supramunicipales, funcionarios y técnicos de
administración local, han intensificado sus estudios y reuniones de
modo que, trimestralmente, podrán tener un estado actualizado del
seguimiento y de los exámenes que efectúen según la información
que aporten los propios ayuntamientos. La FEMP aprobó en su día una
resolución que arrancaba de esa premisa, relativa al cumplimiento de
dicho principio, precisamente, aplicable a toda actuación pública.
“Los presupuestos -decía- son el instrumento principal a través
del cual se materializan las políticas. Por ello, se trabajará, en
el marco de sus competencias, en el estudio y definición de
mecanismos dirigidos a facilitar el análisis y la evaluación del
impacto de género en los presupuestos municipales
El
objetivo parece bastante claro: por un lado, propiciar un análisis
normativo que materialice la institucionalización de la
incorporación del enfoque de género a los contenidos
presupuestarios. Y por otro, disponer un aprendizaje y desarrollo
metodológico -incluida la formación específica- que impulse la
redacción de directrices e indicadores comunes que favorezcan la
elaboración de memorias de impacto de género a consignar en las
cuentas municipales y su traducción en las políticas que se quiera
aplicar.
Quedó
dicho que se trata de un proceso progresivo en el que no hay que
desfallecer. Sería muy positiva la incorporación activa de otros
agentes sociales, entre los que hay que incluir, claro, el propio
Ministerio de Igualdad. Los presupuestos con enfoque de género deben
ser otro paso de gigante para alcanzar la pretendida igualdad.
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