Las
derechas se encaminan hacia la gobernación de Andalucía. No se lo
esperaban pero las urnas hablaron y la oportunidad de desbancar a los
socialistas del poder no la iban a desaprovechar. Costara lo que
costara, cueste lo que cueste: ya habrá tiempo de dirimir y de limar
asperezas, incluso con los ultras, a los que, por su bien, hay que
domesticar, con permiso del poeta.
Tendrán
que cultivar la alianza. Y como todo estreno, habrá días de vino y
rosas, pan de la boda, decisiones estratégicas en busca de eficacia,
recelos y zozobras, cien días, mensajes triunfalistas, dudas,
impulsos, doctrina de cambio político, escenarios idílicos donde
antes se palpaba la catástrofe, testimonios de admiración al pueblo
andaluz que hasta hace poco eran lo contrario... Antes derroche,
ahora inversión.
A
priori, no será fácil esa gobernación; pero hay que conceder los
márgenes correspondientes. Porque se abre un nuevo ciclo y el tiempo
es una baza importante. Que tengan presente que el victimismo, en
todas sus modalidades de justificación, inexperiencia y disculpas,
es un factor que se agota. Que recuerden una palabra que servía de
bandera o estandarte: regeneración. A favor del pacto, el derechío
mediático cada vez más ansioso y que no dudará en utilizar el
inédito escenario para catapultarlo al ámbito nacional, donde las
heridas de una censura legítima no terminan de cicatrizar y menos si
algunas medidas del ejecutivo cuajan y abren expectativas de
credibilidad o confianza.
Hacia
la gobernación, pues, con hechos para contrastar: cuando se anunció,
un ejemplo, por el Gobierno de Sánchez que el Salario Mínimo
Interprofesional (SMI) ascendería a 900 euros, removieron la CEOE y
hasta el Fondo Monetario Internacional (FMI), poco menos que el
apocalipsis, acento de Pablo Casado incluido al posicionarse en
contra desde la tribuna parlamentaria. Y cuando se ha sabido que la
primera medida del pacto de las derechas andaluzas era incrementar
las retribuciones de los altos cargos un 50 %, la tibieza de la
respuesta, al menos la circulante en redes sociales, ha sido bastante
notable. Por supuesto, los cimientos de la CEOE y del FMI no han
temblado. Y se ve que en la aflicción causada por la pérdida del
poder apenas ha dejado margen para la reacción, incluso entre
quienes militando en la misma formación bien que se enzarzaron no
hace muchos meses en una pugna personalista sin cuartel. O que han
estado muy ocupados con el tránsito y los preparativos para la
travesía del desierto.
El
pacto hará ver que fuera hace mucho frío y que para recuperar,
además de obrar sin prisa y sin pausa, es necesario reilusionar
desde la el respeto a los liderazgos y la unidad de acción. Aunque
sirvan en bandeja las primeras contradicciones.
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