En
plena sacudida que significa la sentencia penal del Tribunal Superior
de Justicia de Andalucía (TSJA) sobre el fraude de los Expedientes
de Regulación de Empleo (ERE), la militancia socialista española
acude este fin de semana a sus núcleos de organización para decidir
sobre la propuesta de un gobierno de coalición con Podemos. En pleno
temblor -aunque vaya remitiendo- algunos ex altos cargos
institucionales y orgánicos del PSOE -apoyados por varios barones
tratando de no hacer más ruido- derrochan manifestaciones públicas
que cuestionan la conveniencia de esa alianza política. Para
confirmar aquel viejo dicho, 'toda mala situación tiende a
empeorar', la Unión Europea (UE) y la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) advierten de los
riesgos derivados de la incertidumbre política española en sus
previsiones económicas y de la necesidad de reducir su elevada deuda
pública para afrontar los reajustes presupuestarios y los consabidos
balances fiscales.
Vaya
escenario. Cierto que el PSOE afrontó en el pasado trances
delicados, acreditando una fortaleza que para sí ansiaban otras
organizaciones políticas, de modo que siempre se destacó su temple,
su cordura, su madurez y el sentido de la responsabilidad histórica
para superar las crisis que traspasaban los negros nubarrones de una
renuncia, de unas resoluciones judiciales, de las sombras de su
financiación y de posiciones políticas que mantener en situaciones
al límite para favorecer la gobernabilidad.
Pero
lo de ahora parece algo más que una etapa de alta montaña. La
sentencia es durísima, como se ha dicho, aunque el catedrático de
Derecho Constitucional, Javier Pérez Royo, la haya criticado
severamente, al producirse, en su opinión, “una quiebra entre el
relato fáctico y la fundamentación jurídica”, esto es, que “en
el marco de la Ley de Presupuestos, los delitos que la sentencia
atribuye a los ex presidentes son delitos imposibles. El Tribunal
puede estar convencido de que los Gobiernos presididos por Manuel
Chaves y José Antonio Griñán engañaron al Parlamento, pero eso no
es delito. Se trata de una sentencia que raya con la "ignorancia
inexcusable".
Pero
bueno, las interpretaciones apenas merman el demoledor efecto que
puede tener en una opinión pública muy disgustada con la política
en general, entre otras razones por casos como el fraude andaluz. Por
eso, hizo bien la secretaria general del PSOE andaluz y ex presidenta
de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, que ha vuelto a dar una
lección de saber estar, al transmitir un mensaje pidiendo perdón,
admitiendo que hay gente que se aprovechó, reconociendo el dolor
personal que le produce la situación de quienes ha quedado
acreditado judicialmente que no se enriquecieron así como el
bochorno y la vergüenza que despiertan un caso de esta naturaleza
para un partido político -pese a que la resolución del TSJA no lo
señala ni apunta a una posible financiación irregular- y la erosión
que sufrirá en el tejido social. Pero es inevitable, a la espera de la firmeza de la sentencia: caiga sobre los infractores todo el
peso de la ley.
Este
sí que es un trance histórico. Se trata -a la espera de otras
repercusiones- de una coyuntura enmarañada o enrevesada que requiere
de solidez interna, de discursos y acciones moralizantes, debatidas y
practicadas democráticamente para superar los cesarismos que es lo
que parece aflorar, a sabiendas de que la inexistencia de mayorías y
los cauces políticos de nuestros días obligan a actuar -sobre todo,
en escenarios diablescos- con sosiego, reflexión y coraje, sobre
todo cuando está en juego la intrincada la gobernabilidad de un país
que, dadas las circunstancias, parece exigir un encaje de bolillos.
1 comentario:
Interesante comentario.
Pero el Partido Socialista necesitaba una revisión a fondo sobre lo acontecido. Chapeau por la presidenta andaluza. Pero temo por las negociaciones Pedro y Pablo. Pues hemos votado al Partido para que formara un gobierno estable, no inestable como comentan los ciudadanos. Enhorabuena.
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