El otoño político canario llega con el contenido del informe de la Diputación del Común sobre la situación de las residencias de mayores en las islas. La controversia está servida, entre el detalle de las deficiencias y la gestión en su conjunto. Cuando en determinados ámbitos se habla tanto de inversiones y de planes de actuación, para superar carencias históricas o de abandono prolongado, cuesta digerir que los servicios sociales sigan teniendo estructuras débiles o recursos insuficientes, en definitivas, un modelo inapropiado que, al cabo de los años, se sigue revelando como un punto de partida cuestionable desde casi todas las aristas.
Esta es la madre del cordero, con seguridad. Disponer de un modelo aceptado por todos, bien dotado, funcional y operativo. Lo que está en juego es la atención a los mayores, a quienes han llegado a la senectud y precisan de asistencia y cuidados plurales que hagan más llevadero ese período de su vida.
Ya se ha comprobado que las administraciones, por las razones que sea, sigue viéndose en dificultades para afrontar la tramitación de los casos de dependencia. Pareciera que el funcionamiento de los centros de mayores está conectado a tales complicaciones. Eso nos conduce a que el modelo no es idóneo, sencillamente. Y ya llevamos unos cuantos años. Cierto que no es fácil liberarse de las prácticas asistencialistas e implantar una nueva estructura que sea capaz de superar clichés sensibles que terminan devorando su propio funcionamiento.
Pero, por eso mismo, hay que insistir en que los responsables políticos e institucionales deben hacer todo un ejercicio de realización diáfana que permita concebir unos horizontes más extensos y operativos en los que ya no predominen los corsés y los quistes que maniatan o condicionan las prestaciones que cabe exigir a departamentos directamente relacionados con un segmento de edad muy concreto.
El informe de la Diputación del Común pone blanco sobre negro un déficit inquietante y peligroso que exige ideas y aportaciones constructivas de quienes están en condiciones de aportarlas, sobre todo desde el ángulo técnico. Tiene que haber concepciones y desarrollos que favorezcan un modelo efectivo que vaya más allá de la cultura del favor y de la caridad.
Es la hora de que partidos políticos ganen credibilidad a base de hechos concretos que la ciudadanía aprecie y contraste. Canarias, también por una mejor atención en las residencias de mayores, necesita unos servicios sociales apropiados. Es la hora de concentrarse en la dotación de soluciones estables y sostenibles. Porque no es cuestión de prolongar y resignarse a las defieiencias crónicas.
Y las soluciones son políticas, sin duda.
2 comentarios:
Así también lo creo yo. Las soluciones son sólo políticas.
Excelente reflexión.
El problema es que siempre ha habido dinero para mejorar las cárceles pero nadie quiere hacerse responsable de la calidad de vida de nuestros mayores cuando necesitan ayuda.
Las residencias públicas son muy pocas y a las privadas les interesa mas la cuenta de resultados que el bienestar de sus clientes. A las que son de fundaciones sin ánimo de lucro, en lugar de ayudarlas para que puedan seguir atendiendo a los mayores, se las abandona a se les da solo una limosna y así quitarse responsabilidades.
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