miércoles, 6 de diciembre de 2017

CON ÁNIMO DE REFORMAR

Treinta y nueve años cumple hoy la Constitución Española. Es un aniversario sacudido por la controversia de quienes la cuestionan, de quienes quieren reformarla, de quienes se resisten, de quienes abogan por otro modelo o forma de Estado...
Pero la Constitución nació con vocación de resistir las crisis, incluso las más difíciles de vislumbrar. Por eso, hasta donde haya racionalidad política, cualquier planteamiento revisionista debe ser fruto, cuando menois, del mismo consenso que presidió su elaboración, allá a finales de los setenta del pasado siglo.
Cierto que las circunstancias son distintas pero las exigencias, las mismas. España ha disfrutado, con la Constitución, de un largo período de estabilidad. La siempre difícil convivencia ha ido madurando, pese a los vaivenes y las diferencias. Pero la solidez de los cimientos ha permitido sortear los temporales. Claro que los de la crisis y de la corrupción dieron lugar a un escenario en el que no solo cobraron fuerza nuevos actores con tendencias a la radicalidad o al populismo incontrolado sino en el que han ido surgiendo ambientes de desazón, de desconfianza y hasta de escepticismo, reflejados en un ambiente muy extendido de desafección política, de rechazo y de incredulidad.
Con esa vocación pervive casi cuarenta años después. Con los mismos valores que la inspiraron. Pero aceptando que hay otras realidades que requieren un examen profundo para proceder a su adaptación. Ahora, por fortuna, hay elementos que serían muy útiles en el proceso de revisión: experiencia, madurez política y espíritu de diálogo. Todo ello debe confluir en un análisis concienzudo que se traduzca en propuestas aptas para ser debatidas con la máxima fluidez y con el propósito de alcanzar el acuerdo más satisfactorio posible. Sin prisas, sin sobresaltos, sin atajos improvisados.
Estamos de acuerdo en que la reforma es necesaria. Se trata de mejorar el texto aliviando tensiones y cualificando las bases democráticas que han demostrado, por cierto, su firmeza. Mejorar para alargar las vías que nos dimos y en las que todos cabemos. La libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo siguen siendo valores primordiales, luego todos los demás derivados deben responder a las demandas sociales y políticas que enrarecen el presente y requieren un tratamiento adecuado para el futuro, para otro largo período en el que sea posible convivir y avanzar por la senda de la modernidad y del progreso social.

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