Nos
hemos mantenido a cierta distancia de la actuación de
infraestructura marítima en el Puerto de la Cruz, caracterizada por
una controversia que se eterniza. Respetamos y hasta hemos apoyado
la voluntad o la aspiración secular de un pueblo que quiere contar
con un recurso que haga honor al nombre del municipio. Pero ya hemos
dicho que no parece la panacea, que deben ser otras las prioridades,
que la gestión para materializarla es muy compleja y requiere
capacidad, seguridad jurídico-financiera y amplio consenso... A lo
largo del presente mandato, se alimentaron -a veces de forma
irresponsable- expectativas que van dando paso a frustraciones. Cada
vez cuesta más creer en la viabilidad del proyecto. Y, en todo
caso,hay que hacer todo los posible para evitar la inutilidad de una
inversión millonaria en una infraestructura que puede ser tan
insatisfactoria como inutilizable. La más reciente historia de
Canarias está bastante llena de ejemplos en ese sentido.
El
caso es que todavía la propia planificación suscita dudas, por lo
que estamos leyendo. Han hecho bien los grupos de oposición
municipal en solicitar un pleno extraordinario para saber cuál es el
estado de la cuestión y a dónde conducen las modificaciones de las
que se viene hablando en medios y redes sociales. Parece que lo han
señalado para la primera decena del próximo mes de enero.
A
ver si ahí se despeja la incertidumbre de algo que entrañaba su
lógica, al menos desde un punto de vista de orden constructivo:
creíamos que se empezaría por el parque marítimo o por la parte
terrestre, haciendo las previsiones básicas indispensables, porque
es lo que, en teoría, más puede interesar. Ese parque -permitan que
rescatemos la oración- tiene que ser a la ciudad lo que el Lago en
los años setenta.
El
parque -cuyos contenidos habrá que concretar con mucho tino; es
imprescindible acertar- es lo que de verdad puede reportar más
beneficios, si es que algún día vemos la realización de la
actuación. Olvídense de cruceros, ferries y rutas marítimas. Y
hasta los propietarios de yates tampoco deben hacerse muchas
ilusiones. Lo que importa es el parque, su plan director, sus
contenidos. No es ser pesimistas sino realistas.
Pues
bien: por lo que se lee, el pretendido parque marítimo habrá de
esperar a que se apruebe la segunda fase del Plan de Modernización y
Mejora de la Competitividad (PMM). Nueva demora, posiblemente
inevitable, en la farragosa tramitación que es lo que a la gente -al
menos, la más ansiosa- con este proyecto, desespera, aumentando de
paso su incredulidad. Claro: luego está el juego dialéctico, no
solo con la defensa de las respectivas posiciones (“el trabajo del
Cabildo está hecho, son otras administraciones las que tienen que
aprobar lo que se ha aprobado”, ha dicho el presidente Carlos
Alonso) sino con la pelota pasando a otros tejados donde realmente se
decide, ya se verá con qué ritmo.
Ojalá
ese pleno sirva para aclarar las confusiones y las nuevas incógnitas.
Acuerdos y concreciones son razones y avances, más que amores.
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