Que
no es solo el turismo, oigan, uno de los grandes perjudicados con el
proceso independentista en Catalunya. Otros sectores, como la
sanidad, han sufrido las consecuencias de un hecho que se fue de las
manos a los mentores y ejecutores hasta conducirlo a un callejón del
que no se sale ni con elecciones.
Todos
los informes sobre previsiones económicas, tanto para España como
para la comunidad autónoma catalana, condicionan su cumplimiento a
la evolución del proceso. Donde priman la inestabilidad y la
incertidumbre, ya se sabe: difícil ganar confianza, imposible hacer
planes a medio y largo plazo. Hoy en día, los responsables de la
salida de empresas y entidades financieras de Catalunya se sentirán
tranquilos o mínimamente reconfortados. Seguro que han evitado males
mayores.
Pero,
vayamos a los datos sanitarios, que son muy reveladores. Resulta que
Catalunya ha sufrido los mayores recortes sanitarios que se
recuerdan. Durante los gobiernos de Artur Mas, la sanidad catalana
perdió dos mil cuatrocientos profesionales y mil cien camas
hospitalarias. Según un estudio específico elaborado por la
Asociación Estatal de Directores y Gerentes de Servicios Sociales,
en la comunidad autónoma de Catalunya, entre 2009 y 2015, en plena
recesión, fue donde más disminuyó el gasto social, en total más
de un 26 %. El informe constata una reducción de cinco mil
quinientos treinta y ocho millones de euros en las partidas sociales
catalanas.
Recordemos
que entre las medidas adoptadas entonces se consignan el cierre de
quirófanos por las tardes, la reducción de atención en centros de
asistencia primaria y la supresión de puntos de acción continuada
en algunas localidades. Por si fuera poco, no se cubrían las bajas y
plantas enteras de hospitales eran clausuradas para reducir gastos de
personal. No era difícil vislumbrar las consecuencias: las calles se
llenaron de manifestaciones y exteriorización de protestas. Pero el
proceso continuaba, importaba más... Hasta que estalló el caso
Innova, otro foco de
corrupción política. El presidente Mas hubo de recurrir a la
fórmula mágica de las privatizaciones hospitalarias para intentar
escapar. Pero los daños ya escocían, hasta el punto de generar una
movilización social sin precedentes.
Y
así, con los sobresaltos que han ido caracterizando todo el proceso,
ha ido discurriendo este viaje a ninguna parte, con el que se han
tapado no pocas realidades de la vida común catalana. Un viaje de
muy incierto final para una sociedad fracturada que empieza a sufrir
las estrecheces. Cuando las tribulaciones sociales se padecen con la
alimentación o la asistencia sanitaria, toda mala situación tiende
a empeorar.
A
saber lo que se avecina.
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