No
es una broma macabra, pero casi. Es de esos mensajes que, dichos con
cierto don de la oportunidad, se incrusta e invita a reflexionar
sobre la realidad y la trayectoria de hechos o entidades. Como somos
un pueblo tan dado a la desmemoria, impulsada por la volubilidad,
conviene tenerlo en cuenta siquiera para estimular ese frágil
espíritu crítico que nos caracteriza.
El
humor de la tele canaria es ofensivo para la inteligencia, ha venido
a decir el dúo de humoristas Piedra Pómez (Francisco Santana y
Gregorio Figueras, o sea, Sioni y Fefa), que se predispone a
conmemorar treinta años de ejercicio combinado, esto es, alternando
sus ocupaciones profesionales con las actuaciones en escenarios y
platós. El mensaje llega en un momento de zozobra para la
Radiotelevisión Canaria, pendiente de la viabilidad de concursos
para informar y de los enésimos equilibrios políticos, además de
una amenaza, más o menos superable, de no emitir señal. Las
próximas fechas serán decisivas: serán unas celebraciones, cuando
menos, entretenidas.
Pero
bueno, el caso es que a Piedra Pómez no le gusta el modo de hacer
reír que se estila en la televisión autonómica. Denuncia una
inhibición, una suerte de desentendimiento de la realidad social,
siquiera para ser tratados con humor e ironía. Para discernir si es
una tónica impuesta desde las alturas y los despachos o si no se
quería amargar más a los canarios su propia existencia. Porque el
género, no: el humor -que es cosa seria, como diría el periodista
catalán Ricardo Pastor- siempre vende, aunque claro, debe reunir
unos mínimos.
En
cualquier democracia, bajo gobiernos de todo signo, aunque mejor
tolerados en los de izquierda, en televisiones públicas siempre hubo
espacios para la sátira y el desenfado. Algunos hasta se
convirtieron en guías correctoras de medidas políticas
gubernamentales. Pero, en efecto, si el tratamiento, los guiones y
las adaptaciones no estaban actualizados, no eran fácilmente
identificables por el espectador, difícilmente lograrían la
continuidad y el respaldo de los televidentes que siempre buscan una
vía de escape o de evasión de los problemas con los que han de
convivir. La conclusión es la de Piedra Pómez: un humor
descafeinado o desabrido, el predominio del acriticismo.
Cierto
que la televisión canaria contó con humoristas y programas de
postín que, con el paso del tiempo, fueron modulando sus propias
trayectorias. Es más, han ido surgiendo, con nivel y acogida
desigual, figuras que cultivan esta modalidad de hacer reír a los
demás. Es difícil mantener el nivel en el género cómico, mucho
más si el ingenio y la creatividad terminan incurriendo en la rutina
o si se ven condicionados por algún factor que, sin llegar a la
censura, se resumen en la idea 'esto no se toca'. Que viene a ser lo
mismo.
Entonces,
el adocenamiento es inevitable. Es la interpretación que puede
hacerse del mensaje del dúo humorista canario, valiente y perspicaz.
La tele canaria, con excepciones, ofrece un humor sin chispa, poco
atractivo, incapaz de crear opinión al día siguiente de su emisión.
Hay que estar atentos y pegados a la realidad. Si alguien ha pensado
que no debe mezclarse la política o problemas sociales con tintes
cómicos, se respeta esa opinión pero está bastante equivocado.
¿Por qué no tratar, por ejemplo, con gracia, sátira y desenfado,
el caso de las explosiones submarinas en aguas de Fuerteventura?
Igual
es por lo que afirma Piedra Pómez: prefieren ofender la
inteligencia.
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