Cada
vez más intrincada la situación en la Venezuela hermana. La
prudencia debe seguir siendo norma a medida que se van sucediendo los
acontecimientos y se amontonan las declaraciones que ponen de relieve
las contradicciones en un escenario de fractura social y económica.
La
fracasada revolución chavomadurista
ha
encontrado esta vez una alternativa real que está desarrollando una
estrategia inédita e inesperada: primero, con un político joven,
desconocido, osado, valiente y emprendedor, dispuesto a arriesgar con
tal de producir lo que para una parte del pueblo sería una
liberación. Nada ver con la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) ni
con los viejos/nuevos partidos, Juan Guaidó, el presidente interino
o encargado de la República, autoproclamado, es protagonista de un
tránsito histórico. Desde el punto de vista formal, son admisibles
los reparos a su meteórico proceder desde que afrontó, hace apenas
una semana, la que podía entenderse como una aventura.
Pero
desde el régimen no pueden echar culpas ni irrespeto desde que haya
protagonizado las vulneraciones, los incumplimientos y los gruesos
abusos de poder que ha ido acumulando hace muchos años. Ya solo le
queda el adoctrinamiento atroz y el victimismo desesperado, que no le
importa esgrimir con dolo inconmensurable para mantener las
soldaduras de una sociedad preocupada, por encima de todo, en
sobrevivir. Hasta ahora, el régimen tenía a su favor todo el cisma
de la oposición, todas sus debilidades estructurales y todas las
ambiciones personales que dieron al traste con no pocas ilusiones y
esperanzas después de haber demostrado en las urnas que sí se
puede.
Pero
esta vez se ha encontrado una respuesta que quiere hablar de tú a tú
a un gobierno agotado, sin ideas y sin capacidad de iniciativa, sin
credibilidad. Una actitud clarividente y consciente de que hay que
sembrar en el mismo terreno donde se mueve el cuasi omnímodo poder
militar. Por eso hablan de amnistía en un hipotético escenario de
recuperación plena de los convencionalismos democráticos y de la
normalidad institucional, tras la celebración de nuevas elecciones
libres y transparentes, en la que lo más importante será garantizar
derechos y evitar trampas. Y por eso fueron a informar a los
mismísimos puestos de guardia militares, aunque sus ocupantes
despejaran quemando los documentos y los borradores. Cabe deducir que
son los primeros pasos de una estrategia de más amplio alcance y que
podrá evolucionar o alargarse en función de la concurrencia de los
actores internacionales, atentos a los intereses y al petróleo, por
decirlo en una palabra. Porque igual eso es lo que se está fraguando
en un marco geoestratégico: una escalada de tensión y una guerra
fría para mantener a los pueblos en un puño, para forzar la
capacidad diplomática y negociadora en busca de un acuerdo pacífico
y satisfactorio.
Es
proceso muy pero que muy incierto. Venezuela se ha convertido en un
callejón donde hay muchas sombras. Ver la luz y las salidas no es
nada fácil, desde luego. Por eso, prudencia. Porque es una
controversia interna que deben resolver los venezolanos y porque no
es deseable una intervención de potencias extranjeras, una solución
impuesta a la fuerza que ojalá ni signifique un derramamiento de
sangre. El bravo pueblo del himno ya ha sufrido muchas penalidades y
numerosas víctimas. Prudencia en la encrucijada.
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