Dos datos ensombrecen los registros positivos de la última
entrega de la Encuesta de Población Activa (EPA) correspondiente al último
cuatrimestre de 2018: por un lado, el índice de paro juvenil, que continúa
triplicando la media europea; y por otro, el número de familias con todos sus
miembros en situación de desempleo, superior al millón.
Pero, esas estadísticas más recientes significan un jaque al
paro. Y como siempre hemos hecho, hay que relativizar todas las estadísticas
por muy favorables que sean. Ni euforia ni derrotismo. Y lo que es más:
mientras haya personas en situación de desempleo, porque han perdido su trabajo
o porque no lo han encontrado, hay que huir tanto de tentaciones facilonas y
demagogas de sacar músculo como de críticas acerbas responsabilizando en
exclusiva a los gobernantes de turno.
Es saludable, desde luego, que se siga creando empleo y que,
por consiguiente, la evolución del mercado de trabajo sea buena. Ahí están las
cifras: en 2018, la tasa de paro descendió hasta el 14,45 %; hubo unos
cuatrocientos sesenta y dos mil parados menos y se crearon quinientos sesenta y
seis mil empleos, el mejor datos desde el año 2006. Los analistas han
verificado un ligero incremento en los contratos indefinidos en proporción con
los temporales y un decremento en el paro de larga duración. Globalmente,
podría hablarse pues de una mejora del empleo.
Pero aún se palpan las consecuencias de la crisis y las
centrales sindicales se siguen acordando, no para bien, de una reforma laboral muy
dañina. Y es lógico mientras se mantenga la precariedad en el empleo. Es
determinante el crecimiento de la economía para generar empleo, de acuerdo;
pero no es el único factor, por lo que habría que abogar por políticas estables
que entrañen una mayor calidad en los puestos de trabajo. En 2018, según el
informa de la EPA, ha habido una persona parada menos por cada ciento dos
contratos iniciales: hay, por tanto, una volatilidad en la ocupación que es
necesario reducir.
Que la actividad laboral de las mujeres siga siendo inferior
a la de los hombres y que el paro de larga duración en nuestro país todavía
represente un 6 % de la población activa que supera el doble de la media de la
Unión Europea (UE), son hechos que obligan a medir con cautela las estadísticas
favorables. Y que todavía muchas empresas de distintos sectores reemplacen
contratos fijos y temporales a jornada completa por temporales a tiempo
parcial, acentúan esa prudencia a la que apelábamos.
Jaque al paro, sí; pero la partida sigue y continúa siendo
intrincada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario