Pareciera
que el gobierno de los jueces y los propios magistrados no quisieran
enterarse del creciente malestar social con respecto a algunas de sus
decisiones. Se dirá que están aplicando la ley y si está en vigor,
pues nada que objetar. Pero hay grises.
Es
difícil aceptar, sin más, por muy escrupuloso que sea el
procedimiento, que los componentes de La Manada estén en libertad;
que el marido de Ana Rosa Quintana, Juan Muñoz, implicado en un un
caso de presunta extorsión, descubrimiento y revelación de
secretos, disfrute en aguas del Caribe sin disponer de permiso para
salir de España y que el ex presidente de Murcia, Pedro Antonio
Sánchez, haya quedado absuelto por la indolencia en la instrucción.
Los
tres casos, quizás por desarrollarse en unas fechas en las que es
más importante ocuparse de otras cosas, no han sacudido tanto el
desenvolvimiento de la sociedad española. Pero ello no obsta, siendo
causas de naturaleza diferente, para que se vuelva a dudar del
funcionamiento de la justicia en nuestro país, un problema de fondo
sin resolver, agravado si se quiere por el colapso que sufren los
juzgados, pero que acentúa las dudas sobre la credibilidad de los
órganos judiciales que pareció quedar ya bajo mínimos desde la
controversia de las hipotecas hace unos meses.
Así,
los componentes de La Manada se benefician de las dudas de la
naturaleza de los delitos que se les atribuye. No parece que anden
muy afectados cada vez que han de comparecer en sede judicial para
conocer el siguiente paso de su suerte. Sí que lo están la víctima,
sus familiares y todas aquella personas con un mínimo de
sensibilidad que contemplan atónitas el espectáculo. La Audiencia
Provincial de Navarra es la que mantiene la libertad provisional.
Organizaciones de mujeres siguen clamando ya con evidente
escepticismo.
Tampoco
saben qué decir quienes ven las imágenes del marido de la
periodista televisiva, en aguas templadas de República Dominicana,
haciendo prácticas de submarinismo, a las que tiene derecho, claro
que sí, pero que resultan difíciles de asumir después de conocer
que una resolución judicial le impedía salir de nuestro país, sin
efecto por una decisión del titular del Juzgado Central de
Instrucción número 6, inspirada en vaya usted a explicar qué
artículo. Alguna razón habrá, pero tal determinación impulsa
todas las interpretaciones de trato de favor.
Pero
lo que ya desborda todas las coordenadas de la lógica, incluso la
procedimental, es que el ex presidente de la Regíón de Murcia y ex
alcalde de Puerto Lumbreras, el popular Juan Antonio Sánchez, haya
salido absuelto de sus acusaciones de corrupción porque ni la juez
instructora ni la fiscalía hicieron lo que debían: sin que se
hubiese practicado prueba alguna, es decir, habiendo transcurrido
seis meses sin tomar declaración a los investigados y después de
que la fiscalía pidió dos días tarde la ampliación del plazo de
investigación, el político ha quedado absuelto. Un juez, el
presidente de la Audiencia Provincial de Murcia, fue contundente: “No
hay excusa, no hay disculpa y sí indolencia”. ¿Para qué más
explicaciones?
Sí,
la incomprensible postura del legislativo y hasta del propio Gobierno
que no han tenido en cuenta la petición unánime de las asociaciones
de jueces y fiscales para derogar -incluso por la vía del
decreto-ley- el artículo 328 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal
(LEC), pues aquéllas entienden que los seis meses establecidos como
plazo para llevar a cabo la instrucción correspondiente son
claramente insuficientes en algunos procesos.
Mientras
tanto, unos que pasean libremente, otro que disfruta de sus placeres
aún donde teóricamente no podría hacerlo y un presunto corrupto
que se libera de sentarse en el banquillo por indolencia o
negligencia... Es normal que la gente dude y que se pregunte ¿hay
quién dé más?
1 comentario:
Porque en una aldea
Un pobre mancebo
Hurtó sólo un huevo,
Al sol bambolea,
Y otro se pasea
Con cien mil delitos.
Cuando pitos flautas,
cuando flautas pitos.(Luis de Góngora)
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