Ahora
que a los del innombrable les ha dado por alterar el territorio
reivindicativo de las mujeres -como si las vidas humanas apenas
importaran- y por boicotear las manifestaciones institucionales -es
paradójicamente insolente que luego apelen a la libertad de
expresión-, bueno será recordar que cobran valor los foros y las
tribunas de organizaciones, no ya como sustitutos sino como
alternativas que es preciso utilizar para garantizar la máxima
difusión de los mensajes de condena y de prevención, de crítica
cívica y de sensibilización máxima hasta erradicar una de las
lacras más notorias de nuestra democracia y de nuestro tiempo.
Colectivos
y organizaciones feministas ya han asumido la filosofía del
planteamiento que se resume en que es indispensable dejar de ser
valiente para empezar a ser libre. De la dimensión social del
problema hay que hacerse cargo con múltiples posicionamientos, uno
de ellos el contenido en una de las declaraciones institucionales
aprobada en el duodécimo pleno de la Federación Española de
Municipios y Provincias (FEMP) celebrado el pasado mes de septiembre.
Es interesante su contenido para contrastar cómo las iniciativas
encaminadas a posibles soluciones deben ser procesadas e impulsadas
desde los poderes locales.
La
FEMP resuelve que “la defensa de los principios de igualdad,
seguridad, libertad, integridad y dignidad inherentes a todos los
seres humanos” es una prioridad. Consecuentemente, se compromete
“con la lucha contra la violencia que se ejerce contra las mujeres
por el mero hecho de serlo, y contra sus hijas e hijos”. Y es que
las cifras de muertes y agresiones contra las mujeres y sus
descendientes continúan creciendo, de modo que sea necesario
redoblar “los esfuerzos para dar una respuesta integral a las
víctimas y erradicar aquellas actitudes y comportamientos que
reproducen la desigualdad y que están en el origen de la violencia
de género contribuyendo a perpetuarla”.
Recordemos
también el Pacto de Estado en materia de violencia de género
aprobado hace dos años por el Congreso de los Diputados. Sirvió de
guía consensuada entre la representación política y los agentes
sociales para avanzar en un terreno que ha ido complicándose hasta
extremos inenarrables. El Pacto aludido señala la importancia del
papel de los ayuntamientos a la hora de afrontar políticas
específicas para prevenir, mejorar los niveles de igualdad y acabar
con la violencia machista. El compromiso diario de los gobiernos
locales -acuerda la FEMP- debe seguir traduciéndose en la
elaboración de medidas, normas, programas y planes que se
conviertan, en la práctica, en instrumento de sensibilización
social.
Porque
el compromiso con la erradicación del machismo criminal tiene que
ser decidido y real. Que se palpe en la sociedad y en sus agentes. Si
los ayuntamientos disponen de competencias en materia de igualdad y
contra la violencia de género, se supone que las corporaciones
contarán con recursos y servicios que “las mujeres víctimas
precisan para poder salir de la situación de violencia y reparar, en
la medida de lo posible, el daño causado por la misma”.
La
declaración de la organización que agrupa a las instituciones
locales indica, concretamente, que ayuntamientos, diputaciones,
cabildos y consejos insulares son “las administraciones clave para
el impulso de estrategias de sensibilización, detección,
acompañamiento, recuperación y protección de víctimas, así como
para la implementación de medidas integrales y eficaces que
simbolizan, a su vez, la apuesta firme por las políticas preventivas
y de intervención desde las edades más tempranas”.
En
tal sentido, esa alusión a la actuación de los cabildos ya ha
encontrado respuesta en Tenerife, donde se pretende constituir
próximamente la Conferencia Insular sobre violencia de género,
adscrita al Área de Acción Social, Participación Ciudadana y
Diversidad del Cabildo. Esta Conferencia se crea con la finalidad de constituir
un foro permanente de debate sobre el fenómeno de la violencia
contra las mujeres. En definitiva, un resorte más -esperemos que
útil y provechoso. Para que ese penssamiento, libertad por encima de
valentía, sea una realidad palpable.
Libertad
antes que valentía. Esta es la cuestión.
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