miércoles, 25 de diciembre de 2019

RUMBO A LA DEMOCRACIA


Se han cumplido cuarenta años de las primeras elecciones democráticas municipales y de la consiguiente constitución de las corporaciones. Una nueva era se inició para el municipalismo en abril de 1979. Estábamos entonces ante un avance en la construcción de la nueva institucionalidad, en un paso significativo para la consolidación de la democracia -recuérdese que en febrero de 1981 hubo que superar un golpe de Estado y los ayuntamientos desempeñaron un papel relevante a la hora de vertebrar y estimular a la sociedad- y en un resorte definitivo para el impulso de un nuevo modelo de convivencia. Había una voluntad clara de abrir un nuevo ciclo en los centros de poder más próximos a la ciudadanía. Desde luego, era un salto importante en un proceso social lleno de innovaciones, de aspiraciones, de afanes modernizadores y que habría de ser determinante -eso que muy bien podría definirse como un antes y un después- para transformar la vida de los ciudadanos y de las colectividades vecinales. En efecto, el norte era claro: rumbo a la democracia.
Aquellas fechas tienen un valor apreciable, el que ha ido fraguándose durante cuatro décadas, mandato tras mandato. Y ya van diez. Al menos, el valor que concedemos los municipalistas o los que hemos tenido responsabilidades públicas en su ámbito. Su Majestad el Rey, Felipe VI, ha dicho, recientemente, que “los ayuntamientos son escuelas de democeracia”. Añadimos que de aprendizaje político y de participación social. La Corona, ciertamente, siempre mostró gran consideración y respeto hacia la autoridad municipal y el municipalismo. A esa escuela llegaron numerosos vecinos sin mayor experiencia que la atesorada en asociaciones más o menos reivindicativas. En ellas, en el tránsito hacia un nuevo modelo convivencial en el que tanto había que descubrir, asumieron que lo importante era el interés general. O lo que es igual, el trabajo comunitario, para que cristalizara cualquier proyecto o para que, más llanamente, se llevaran a cabo las fiestas del pueblo o del barrio.
Hubo que reestructurarlo todo. O casi todo. Hubo que invertir notables esfuerzos mientras las modificaciones legislativas iban implementándose en tanto que las nuevas estructuras y el nuevo funcionamiento nos acercaban a las concepciones y a los esquemas de desarrollo democrático. Por eso es positivo volver a referirse a aquellas fechas. Hay una plaza con el rótulo '3 de abril', en el Puerto de la Cruz. La misma denominación puede encontrarse en otras ciudades y municipios de Canarias y de España. Es como si fuera un homenaje permanente a la democracia. Y en la memoria hay que grabar los nombres de aquellas personas, mujeres y hombres, que integraron las primeras corporaciones locales salidas de las urnas y que trabajaron para engrandecer sus localidades pero, sobre todo, para dar sentido a la la convivencia democrática, al diálogo, al consenso y a la eficacia en la gestión que los vecinos también iban aprendiendo y pulsando sobre la marcha, igual de ilusionados, igual de entusiastas, igual de críticos.
Hasta quienes gozaron de mayorías absolutas supieron repartir delegaciones y competencias para acentuar la pluralidad y la corresponsabilidad. Y allí donde hubo que pactar, para dar estabilidad y garantizar la gobernabilidad, pues se impartieron cursos acelerados de de cultura política, de pedagogía política, para acreditar que el entendimiento era posible y que de ello se beneficiaba la ciudadanía. Los primeros mandatos fueron ciclos plenos de experiencias, de avances sociales y participativos, de aprendizaje y de ganas de aportar todo lo que podía esperarse en la nueva etapa sociopolítica que comenzaba en el país.
Ahora que se conmemora la fecha, es positivo recordarla y darle contenido. Cierto que hay problemas (financiación y competencias, sin ir más lejos) que siguen pendientes de solución definitiva pero son innegables los avances y la sustantiva transformación de muchos municipios, especialmente de aquellos que se decantaron por un modelo de desarrollo. Por ello, hasta procede rendir tributo testimonial a todas aquellas personas que ejercieron sus cometidos de alcalde y concejales en representación de sus ciudadanos, aprendiendo y ejecutando a la vez, sobre la marcha, pero con voluntad indiscutible de crecer y cualificarse.

(Artículo aparecido en el suplemento del periódico ELDÍA, edición del martes 24 de diciembre de 2019, dedicado a 40 años de democracia local)

2 comentarios:

zoilolobo dijo...

¡Excelente análisis!

zanoni43 dijo...

Fantástico el artículo.