En el consultorio ético del sitio web de la Fundación Gabo, una
entidad creada por el periodista y Nobel de literatura colombiano, Gabriel
García Márquez, concebida para ejercer un periodismo que busca investigar,
descifrar y explicar la realidad de manera rigurosa, ética y creativa con la
finalidad de que la ciudadanía está mejor informada, se preguntan si basta solo
una disculpa cuando se ha publicado una información falsa.
Citan el ejemplo del noticiero de televisión que emitió una
noticia, en horario de máxima audiencia, que resultó ser falsa y que no había
sido contrastada ni verificada de forma apropiada. La información, en medio de
una confrontación electoral, perjudicaba claramente al candidato que encabezaba
los sondeos. A continuación, detectada la inveracidad y la tendenciosidad, el
medio despachó el asunto con unas excusas bastante generales, sin mencionar al
candidato perjudicado. Ahí brotaba la pregunta: Semejante falta de criterio,
credibilidad y responsabilidad ¿solo queda en una simple excusa?
No es el primer
caso, desde luego. En España abundan similares en medios que se caracterizan
por determinado sesgo ideológico en sus líneas editoriales. No digamos de
programas audiovisuales cuyos conductores parecen esmerarse en publicitar
auténticas falsedades, sin diferenciar la información de la opinión, uno de los
grandes males del periodismo de nuestro tiempo.
Pidamos prestada a
la periodista colombiana Yolanda Ruiz, galardonada con el premio ‘Simón
Bolívar’ en 1987 y 2008, autora de una célebre entrevista con el jefe del
narcotráfico Pablo Escobar y directora de contenidos e información de RCN
Noticias, la respuesta que ofreció en el sitio web de
la Fundación Gabo:
“Lo ideal siempre es que toda
información publicada esté plenamente verificada. Sin embargo, por falta de
rigor, por premura, por error involuntario o por dolo, a veces se publican
informaciones falsas. Lo que corresponde al medio es rectificar con toda
claridad, reportar la información correcta, excusarse con la persona afectada y
tomar decisiones correctivas que impidan que se repita el error en el futuro.
Todo esto se debe comunicar con claridad a la audiencia y a la persona víctima
de la información falsa. Es el camino adecuado y lo que corresponde cuando se
presenta una falla en el trabajo periodístico. Ahora bien, si la información
falsa genera un daño que no se considera reparado con la rectificación, siempre
quedan caminos de conciliación para buscar resarcir el daño. La credibilidad de
un medio o de un periodista se construye sobre el trabajo diario y también con
la manera como se enfrentan los errores. Como el periodismo lo hacemos seres
humanos, es imposible llegar a la utopía de cero errores en el trabajo, pero sí
debe existir el compromiso de minimizar los riesgos y tomar decisiones que
garanticen una mejor calidad del trabajo que se hace”.
Ruiz se remontó también a los
archivos del consultorio, donde en una respuesta del año 2016, encontró
recomendaciones sobre cómo hacer una rectificación. Y destacó: “...debe hacerse
de modo claro y franco, de modo que los receptores queden en condición de
conocer la verdad rectificada y de aceptar la transparencia con que el
responsable del error admite su responsabilidad. A esa franqueza y claridad
debe agregarse la seguridad de que el error no se repetirá dentro de lo
humanamente posible”.
Pero, seguro que los medios y algunos
periodistas, a pesar de las evidencias,
no se mostrarán tan escrupulosos. Hubo uno, recordarán, en RTVE, que, en
caso similar y obligado por sentencia judicial, identificó a una central
sindical con sus siglas: “CC. OO.”, en clara actitud menospreciativa y de
jerigonza.
Lo correcto y lo más consecuente es
verificar y asegurarse de los términos de la información. Esa respuesta de Yolanda Ruiz es bastante
ilustrativa. Porque una disculpa o una excusa puede no ser suficiente.
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