miércoles, 24 de agosto de 2022

Reventar un minuto de silencio

 

Nadie entiende a los catalanes, a una parte de los catalanes que ahora hasta irrespetan las manifestaciones públicas en memoria de los fallecidos en algún suceso o tras alguna acción terrorista. ¿Qué ha pasado con el seny? Hace unas fechas, una treintena de personas reventaron el minuto de silencio en memoria de los atentados de Barcelona y Cambrils, aquellos con víctimas y daños. Cuando las víctimas depositaban claveles blancos en el memorial del Pla de l’Os, en la Rambla, lanzaron gritos exigiendo “la verdad”. La acción de este grupo responde a la llamada teoría de la conspiración, que defiende la tesis de la implicación de los servicios secretos españoles en los atentados. El boicot provocó la indignación de los familiares de las víctimas y mereció la condena de todos los partidos, incluido Junts.

El mismo grupo que reventó el minuto de silencio abucheó a los políticos que asistían al acto en una segunda fila. Salvo a la ex presidenta del Parlament, Laura Borrás, que se acercó a saludar a los alborotadores, entre aplausos. Todos ellos asistieron después a un acto convocado ante la delegación del Parlamento Europeo y apoyado por el Consejo de la República. Bajo el lema de «basta de impunidad», los 250 concentrados acusaban al Estado de «cometer omisiones graves en la protección de la vida».

Recordemos que, en aquellos atentados, dieciséis personas perdieron la vida. Las imágenes eran terribles. El número total de víctimas fueron trescientas cincuenta, según la sentencia que intentaba corregir la falta de rigor de la instrucción judicial a la hora de realizar el recuento. Es el segundo atentado islamista más grave sufrido en España tras el cometido en Madrid el 11 de marzo de 2004 (191 fallecidos y 1.858 heridos). En ambos casos, sectores de la política y de los medios de comunicación han alimentado teorías de la conspiración pese a no existir ningún hecho que las sustente.

Para algunos observadores  y analistas catalanes, lo ocurrido en la Rambla significa la degradación moral de un reducto político.  Cuando no se respetan ni el dolor ni el luto es que, en efecto, asistimos a un proceso de degradación, de pérdida de valores. No todo vale; pero eso no lo han entendido unos cuantos que prefieren dar la nota por encima de cualidades y sentimientos. Lo que ocurrió en aquel acto convocado supuestamente para honrar la memoria de las víctimas no ha sido un capítulo más de la controvertida  y acelerada historia de los últimos años.  Era la señal clara y demostrativa de un dilema, de un dilema moral:  la eterna pregunta, ¿el fin justifica los medios? Los que quisieron instrumentalizar los atentados a conveniencia respondieron, siendo más o menos conscientes, que sí, que sus nobles causas estaban por encima del dolor y del respeto. Que merecían romper el silencio en beneficio propio.

Tengamos en cuenta que las víctimas del terrorismo son casuales. Pero víctimas con causa. La causa de la libertad de pensamiento y de un modelo de vida, de los valores de una civilización que los terroristas quieren destruir. Seguro que hay muchos catalanes avergonzados de lo que ocurrió en Plá de l’Os, en la rambla barcelonesa, cuando reventaron el minuto de silencio. Que su condena o su reprobación, aunque no explícita, apague el ruido de la causa de quienes se oponen a una convivencia tolerante y airean, en fechas señaladas, la radicalidad, la incomprensión, el odio, el fanatismo y el absurdo. Como si el dolor de un hecho execrable hubiera sido insuficiente o requiriese de inconsecuencias, da igual su dimensión.

 

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