España
lució músculo en la Feria Internacional de Turismo (FITUR), con su
festín de plusmarcas y sus tendencias vanguardistas, pero el sector
ya tiene razones para no dormirse en los laureles so pena del posible
retroceso de algunos registros y del estancamiento en las
innovaciones llamadas a dinamizar o cualificar determinadas ofertas y
varios productos.
Especialmente,
en el mercado británico, el emisor más importante para nuestro país
y para Canarias. Algunos empresarios y promotores no han ocultado su
preocupación a la vista de algunos datos ulteriores al 'brexit'. Por
ejemplo, la economía, que solo crece al 1,5 %. Y la libra esterlina
que se ha depreciado en torno al 15 %. O este otro: la inflación ha
llegado al 3 %, el doble que en la Unión Europea. Más: los precios
del transporte, la luz y el gas ascienden y ascienden. Por si fuera
poco, está constatado que destinos competidores como Egipto, Túnez
y Turquía parecen superar su inestabilidad y se lanzan sin reservas
a la competencia con la vieja fórmula de los paquetes vacacionales.
La Asociación de Agentes de Viajes Británicos (ABTA) ya dijo, antes
de acabar FITUR, que los citados países han vuelto al mercado en el
presente año. Y que, seguramente, los precios se reequilibrarán y
el impacto libra-euro se notará considerablemente. Así las cosas,
es previsible un escenario en el que España registre descensos de
afluencia de turistas y de gasto.
Cierto
que habrá que aguardar a la materialización definitiva del
'brexit', prevista para la primavera de 2019. Pero ya se aprecian
ajustes económicos que repercuten en el negocio turístico. La
devaluación de la libra frente al euro, ya citada, es una incidencia
palpable. Se refleja en que, a pesar de los índices de crecimiento
en llegadas del turismo británico (+7 %) y en gasto por cliente
(+9,5 %) durante el pasado año, se contrae la capacidad de gasto de
los británicos, aunque sigan viajando. En otras palabras, de no
mediar la devaluación de la libra, el gasto hubiera sido superior.
Serán
importantes la determinaciones que tomen los operadores. Tanto las
compañías aéreas como los responsables políticos que decidirán
qué hacer con la denominada tarjeta sanitaria europea. Si fuera
suprimida para los británicos (otra consecuencia del 'brexit'),
tendrían que contratar pólizas o seguros médicos para poder viajar
a cualquier país de la UE y ello encarecería sus vacaciones.
Problemas
pueden surgir también con los permisos de residencia. Unos
trescientos mil británicos que viven en nuestro país pueden verse
afectados por eliminación de derechos o medidas de tipo fiscal, lo
que incidiría claramente en el mercado inmobiliario.
En
fin, los intereses turísticos están amenazados. Se dijo y se
constató en FITUR como si de un primer aviso se tratara. A ver cómo
reacciona el sector pero vayámonos haciendo a la idea de que 2018,
con estas previsiones, no será un año cómodo.
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