Hay
ocasiones pintiparadas para revisar planteamientos y producir
alternativas. El Gobierno de España se encuentra ante una de ellas a
raíz de una sentencia del Tribunal Constitucional (TC) que anula el
denominado Programa de Activación por Desempleo (PAE) por invadir
competencias autonómicas. El PAE fue el resultado de una negociación
entre el ejecutivo y los agentes sociales, concebido para destinar
ayudas a parados de larga duración con cargas familiares y sin
ingresos laborales, consistentes en 426 euros. Es el Servicio de
Empleo Público Estatal (SEPE, antiguo INEM) el que se encarga de la
financiación, gestión y pago de las ayudas correspondientes, además
del reconocimiento o la denegación de las mismas. El Gobierno de
Euzkadi, apoyándose en otra sentencia similar del pasado año con el
denominado Plan Prepara, de parecidas características, recurrió por
entender que invade competencias autonómicas y el TC le ha otorgado
la razón. La competencia corresponde a los servicios de empleo de
las comunidades autónomas, viene a sentenciar.
Bueno,
pues ahí está la oportunidad. Cuando la creación de empleo sigue
siendo uno de los grandes objetivos de este y de cualquier Gobierno,
cuando los informes de centrales sindicales y otras organizaciones
insisten una y otra vez que hay sectores de población que se siguen
moviendo entre insuficiencias prolongadas y expectativas muy
limitadas, cuando hay elementos convergentes en todos los discursos
sobre necesidades sociales, se trata de consensuar criterios para
mejorar las políticas activas de empleo y fortalecer las
prestaciones de protección a los colectivos más vulnerables, entre
los que se encuentran, por supuesto, los desempleados de larga
duración.
A
ver cuál es la respuesta del ejecutivo de Rajoy que, antes de
conocerse esta sentencia, trabajaba en la revisión, unificación y
simplificación de programas de esta naturaleza, incluida la Renta
Activa de Inserción (RAI), con el fin de mejorar la cobertura y
ganar estabilidad. Como el problema del paro sigue latente, las
experiencias y las resoluciones de los tribunales, en definitiva, la
coyuntura ha de propiciar nuevas soluciones que si son fruto de
consensos, mejor que mejor. Y lo que es más; sin tiempo que perder,
antes de que lleguen las presiones de los ambientes preelectorales o
dejen de soplar los vientos favorables de la bonanza económica.
Aunque
no parezca sencillo, se trata de acabar con inseguridades jurídicas,
con prórrogas, parches o maquillajes. Solo parece factible con
reformas rigurosas, duraderas y consensuadas. No solo las que afecten
a ayudas a personas o familias que realmente las necesiten sino las
que incidan tanto en formación y orientación como en políticas
activas de empleo. La sentencia del TC despeja interpretaciones
competenciales y abre una puerta para negociar ese gran acuerdo en el
que, además de los agente sociales, las comunidades autónomas se
involucren y acrediten que también están por la labor. A ver cuál
está libre del agobiante desempleo.
Lo
dicho: oportunidad para no ser desperdiciada.
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