Le
está cayendo la de Dios es Cristo al presidente de la patronal
hotelera y extrahotelera de Tenerife (Ashotel), Jorge Marichal, a
cuenta de su afirmación, elevada a primera página, abriendo el
periódico (El Día): “En este país, quien se deja explotar es
porque quiere”, era el mensaje que luego, cuando ya sonaban los
primeros truenos y relámpagos, quiso rectificar. Estimable intención
pero no creemos que muy afortunada. No debió nunca decir lo primero;
el daño ya estaba hecho y la repercusión difícilmente admitía
matices e interpretaciones.
En
un sector donde aún no está resuelto el conflicto de las camareras
de piso, donde los empresarios, en general, han gozado de ventajas y
donde en la danza exitosa de los récords no se bailan aún las
piezas del crecimiento salarial; en un país donde predomina la
precariedad laboral, donde hay un miedo cerval a perder el puesto de
trabajo y donde la reforma laboral causa estragos, Marichal, no debió
decir esa frase, servida en bandeja para el entrevistador. Lo que se
dice un bombón. Seguro que lo ocurrido le servirá de experiencia,
se lo pensará en el futuro antes de expresar alguna idea que, por
muy original y arriesgada, termina volviéndose en contra y generando
rechazos.
Quizás
sea ese el problema de Jorge Marichal, posiblemente aplaudido en
silencio por algunos de sus colegas, pero no más. Bueno, sí: tuvo
la gallardía de admitir que dijo lo publicado. La crisis ha sido muy
fuerte, el coste de la vida sigue obligando a grandes sacrificios y
los trabajadores que tienen la fortuna de conservar su plaza o
acceder a una, temen toparse con algún jefe muy exigente o
recalcitrante y hacen o tragan a sabiendas de que reclamar es una vía
que conduce, probablemente, a quedarse sin empleo. La reforma laboral
se encarga del resto. No es que quieran dejarse explotar ni coquetear
con el esclavismo: lo que desean, simplemente, es llegar a fin de mes
y tener la mayor estabilidad posible. La que anhelaba -y anhela-
después de que algunos dirigentes de la propia patronal dijeran
públicamente que, con la bonanza, había llegado la hora de revisar
al alza los salarios. Y en Canarias -el presidente de los empresarios
turísticos lo sabe- el régimen retributivo es magro. Esa es la
cuestión.
Pasará
la tormenta (no va con segundas) y dentro de nada, con otra feria o
con algún anuncio de esos que elevan las expectativas, aunque luego
no se cumplan, el mensaje de Marichal se diluirá puede que con
solución comparativa de asalariados de otros sectores. De momento,
ha sacudido a la órbita empresarial, al hecho turístico, a los
espacios políticos y al ámbito mediático. Ojalá fuera tan fácil
como ha querido decir. Ojalá.
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