Ahora
que se ha jubilado Martín Rodríguez Pérez, cariñosamente conocido
por ‘el Cabra’, es de justicia reconocer su excelente trabajo en
el tratamiento de las zonas ajardinadas en el Puerto de la Cruz,
aunque haya disconformes y digan rápidamente “pues en mi barrio no
se notó”.
Martín
llegó en silencio, con su título universitario en el bolsillo, a
principios de los ochenta, cuando el malogrado Francisco Afonso
encabezó la segunda gran transformación del municipio. Tenía claro
que había que cualificar los encantos portuenses y empezó a
desarrollar una tarea de reverdecimiento y cuidado de espacios
libres, paseos y parterres que, curiosamente, admiraban casi todos
los visitantes, mientras muchos nativos no solo no los valoraban sino
que, en algunos casos, los maltrataban y destrozaban.
Hoy,
cuando pasear por la ciudad, en medio de tanta soledad y de tanto
vacío, con una impresión elevada de limpieza y mantenimiento, sirve
para apreciar uno de los activos que sustentan la oferta del destino
y la calidad de vida de sus habitantes, residentes, nativos y
visitante.
Martín
fue, durante su etapa activa, un celoso cumplidor de su oficio y de
sus cometidos. Desde temprano, en las calles y plazas, ya estaba
vigilando sin vigilar. Con alegría y con zorrería, esa que va en el
linaje, observaba la labor de los componentes de su mirada y ayudaba
como uno más. Comprobaba y ya pensaba en el día siguiente, en el
cuándo de la tarea que le habían encargado su concejal jefe o los
ediles a los que cualquier ciudadano hacía llegar alguna demanda.
Martín
Rodríguez Pérez estaba siempre ahí, a pie de palmera, cuidadoso de
no pisar el césped, disconforme cuando algún resultado no era
satisfactorio. Ensayó con numerosos cultivos, para renovar el
aspecto de determinados sectores. Inculcó a los jardineros una
disciplina subliminal que, a la larga, se iba notando: arbustos,
flores… la vegetación, en su conjunto, esa belleza natural, bien
cuidada, están para admirar.
Martín,
que jugó al baloncesto en sus tiempos mozos para lanzar los tiros
libres y capturar él mismo el rebote, incursionó en el cultivo y
cuidado de los bonsais, fortaleciendo el interés de muchas personas
a las que cabe llamar artesanos o artistas de la jardinería. Echaba
pestes de los desaprensivos que arruinaban el trabajo de plantación
o reforestación pero seguía empeñado en mejorar los elementos que
embellecían el municipio.
Ahora
que, a diario, se homenajea a profesionales y colectivos, las
circunstancias permiten apreciar el trabajo de jardineros,
barrenderos, recogedores de residuos y del propio Martín Rodríguez
Pérez que, ya jubilado, podrá apreciar los frutos que sembró
durante tantos años.
Día
13 de la alarma
Hoy
es el Día Mundial del Teatro. Se sabe que no son tiempos para
celebraciones pero una conmemoración como esa no puede pasar
inadvertida. Recordemos al dramaturgo y guionista norteamericano Arthur Miller:
“El teatro no puede desaparecer porque es el único arte donde la
humanidad se enfrenta a sí misma”. Lo está haciendo, es cierto,
contrastando su fragilidad. Y sus miserias.
Los
números no dan tregua y encima, Europa aparece dividida cuando de
buscar soluciones se trata. Holanda y Alemania no transigen con las
peticiones de Italia y España, países golpeados donde los haya. Hay
más de nueve mil altas en nuestro país pero la situación sigue
siendo crítica. Así lo expresamos temprano en el programa de Miguel
Ángel González Suárez en “La 10 Capital Radio”,al que luego se
accede desde ivoox.com
en
guasap.
Alguien
coloca en
facebook una
foto muy antigua de la calle San Juan que, popularmente, siempre fue
de las Tiendas. Vacía, apenas se ve a tres personas, de ellas dos
niños. Si la obtuvieran ahora desde el mismo ángulo o desde la
misma perspectiva, sería bastante similar, fisonomía y arquitectura
aparte. Espacio y tiempo: las transformaciones… y las repeticiones.
“La
sensación es que nos han encerrado y han echado la llave”, dicen
en Igualada (Catalunya), a la vista de las consecuencias del
confinamiento. Que la Generalitat se desentienda de las peticiones
urgentes que llegan habla por sí solo.
Las
ventas en los supermercados subieron un 71 %. Acopio y alimentación,
asegurados. Un hecho que se agradece es el control de acceso por
parte del propio personal de los establecimientos. Las cajeras y
otros dependientes mantienen las distancias, lo hacen ver.
Por
la tarde, el grato descubrimiento de un grupo de portuenses que han
fabricado una suerte de máscaras de protección facial que están
siendo muy demandadas. En hospitales, sedes policiales, prisión, la
distribución está siendo coordinada mientras la demanda no cesa. El
talento portuense no se detiene ni en la pandemia. Hay que
congratularse.
Aunque,
por otro lado, el aviso del mando policial es inquietante: alerta
ante los ciberataques. La estrategia de los desalmados, esa de
aprovecharse, engañar y manipular a costa de las debilidades, no se
detiene ante nada y ante nadie.
La
noche trae un aguacero inesperado. Recordamos una clase de Alfonso
Trujillo Rodríguez, a propósito del adecuado uso de las
adversativas: “Era de noche. Y sin embargo, llovía”, era su
ejemplo. ¿Qué pasa, no puede llover en la oscuridad?
Nueve
fallecidos más en Canarias en un solo día. Qué tristeza.
2 comentarios:
Buenos días, Salvador ¡¡¡
Merecido homenaje 'al Cabra👏
Hola Salvador. No se lo que habra pasado, pero el mismo dia que publicaste hice un comentario de agradecimiento y veo que este no está reflejado. Aprovecho la ocasión para agradecer tus palabras y mandarte un fuerte abrazo. Muchas gracias.
Publicar un comentario