Se
encuentran las dos fases de la pandemia: la que tiene que ver con la
salud pública, las consecuencias contabilizadas en todo el mundo
-solo China y Corea parecen ver algo de luz- y la repercusión
económica. Los efectos de esta ya se notan y un aire de pesimismo
invade los sectores productivos, el turismo por supuesto. En
Canarias, aunque seguimos sin cifras oficiales y sin porcentajes
concretos, ya se habla de cancelaciones masivas, de expedientes de
regulación temporal de empleo (Ertes), de vacaciones anticipadas y
hasta de cierre de establecimientos.
Se
han movido las centrales sindicales que deben pertrechar a sus
respectivos comités de empresa para saber cómo deben actuar. No se
trata de salvar los muebles sino de crear conciencia y hacer ver a la
clase trabajadora que la situación les concierne directamente. Y que
si en algún momento ha habido necesidad de acreditar unidad y
madurez para encarar el porvenir, la crisis del coronavirus se abre
de par en par. Gobernantes, administraciones, políticos,
empresarios, agentes sociales... todos tienen algo que decir. Y los
sindicatos no van a ser una excepción.
Han
de involucrarse y medir el alcance de la pandemia. Baste un ejemplo:
si desde alguna fuente sindical se ha dicho que no preocupa tanto las
cancelaciones masiva como la falta de venta de paquetes de
vacaciones, habrá que acreditarlo y tratar de encontrar una
alternativa que, por supuesto, no será fácil. Aplazarlas, pongamos
por caso. Las representaciones de los trabajadores deberán medir su
flexibilidad y ser consecuentes ante el fenómeno de la destrucción
de empleo. Deberán pensar, otro ejemplo, en el futuro y si se admite
que la situación es temporal, habrán de tener en cuenta a los más
perjudicados ahora. Es cuestión de garantizar que se respetan los
derechos de los empleados. Y que no olviden, por cierto, a los
trabajadores de restauración, bares y cafeterías. Ni a los
autónomos que dependen de su negocio o actividad comercial como
medio de vida.
Aunque
nada volverá a ser igual después de esta crisis. Ni en el turismo
ni en ningún sector productivo ni en ningún lado pero, siendo
cierto ese planteamiento que obligará a un gran esfuerzo de
innovación y reconstrucción, se trata de una tarea mucho más
profunda que llevará más tiempo y más debate. Y más pedagogía.
No
es necesario insistir en la importancia del sector turístico en
Canarias en el marco de la productividad económica. Pero estamos
ante una nueva posible quiebra de un monocultivo. El presidente del
ejecutivo autonómico, Ángel Víctor Torres, dijo días pasados que
trasladará al Estado "las singularidades" de un territorio
que depende del turismo, "un sector que está siendo vulnerable
a esta situación", con medidas que ayuden a "preservar al
máximo los puestos de trabajo", como las propuestas que le han
trasladado la confederación de empresarios, agentes sociales o
patronales hoteleras.
Hoy
se reúne el Consejo de Ministros y conoceremos la reorientación de
las políticas económicas, es decir, de las medidas que afectan a
empresarios y trabajadores. El sector turístico, de momento, está
en una encrucijada. Veremos si es capaz de salir y cómo lo hace.
Día
2 de la alarma
Primera jornada
laboral tras el decreto gubernamental. Amanece sin alteraciones. Y
sin ruidos perceptibles. Sin operaciones de carga y descarga. Sin
tráfico. Llega olor a pan. En el quiosco de prensa despachan los
primeros ejemplares. Tiempo para ver los espacios televisivos de la
mañana: hacía años que no lo hacíamos. ¡Pero si son casi
iguales! Una intervención en la radio autonómica a media mañana.
Después, salida breve hasta la farmacia para sacar los fármacos
necesarios. Las calles están vacías y quizá por eso luzcan más
largas. Después, el pan. En la farmacia guardan turno que llega al
exterior. El ceniciento cielo presagia lluvia que, en efecto, cae al
mediodía. Sorprende la circulación de un vehículo militar de la
Unidad Militar de Emergencias (UME) desde cuya mefagonía se emiten
mensajes en cuatro idiomas. Hay personas que se asoman a ventanas y
balcones. Después, los efectivos uniformados se apean y recorren
lentamente calles y paseos.
Los
informativos de mediodía transmiten las fluctuaciones bursátiles.
No escampa. Las elecciones vasca y gallegas ya están en cuarentena.
Otra intervención radiofónica para insistir en las medidas que han
contribuir a contener el virus. Llueve con cierta intensidad durante
la siesta. Un repaso al guasap
sirve
para contrastar que aún queda mucho humor entre quienes prefieren
unos mensajes irónicos o con doble intención para sobrellevar las
horas. Que pasan lentas. Pero muy propicias para la lectura sosegada.
De Wall Street no soplan vientos favorables. Y desde el Comité
Olímpico Internacional (COI) se ciernen sombras de aplazamiento de
los Juegos de Tokio. Un repunte contagios obliga a Angela Merkel a
cerrar las fronteras de Alemania. La noticia es que el Gobierno de
España interviene la sanidad privada para ponerla a disposición de
las comunidades autónomas. El drama de la monarquía española
encuentra en el coraje de Felipe VI una dosis de oxígeno. La segunda
vuelta de las municipales francesas queda suspendida. El coronavirus
parece poder con todo, que nada resiste, por muy global, por mucha
entidad que aguarde. El fútbol internacional, pendiente, de
reprogramación. Hay una colisión en la producción del petróleo
pero el hecho pasa inadvertido. Lo que son las cosas. Estas son
algunas de las noticias que se acumulan en la tarde, antes de que
salgamos a aplaudir para reconocer la abnegación de los sanitarios y
la silenciosa noche se apodere de los que estamos pendientes. “Si
estás sano, quédate en casa”, escribe Javier Sampedro. Hagamos
caso. Fuera hace mucho frío.
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