"La idea se te instala en la mollera
más fácil si la escuchas verseada;
más fácil si la escuchas verseada;
con ese noble fin fue
redactada
esta obra didáctica y
austera.
Mis sonetos indagan en
misterios
de la gramática sutil y
arcana,
de la sin par ortografía
hispana;
te enseñan con humor,
pero son serios.
Este libro confiesa que
yo amo
a mujeres y hombres
elevados
que miman el idioma de
Cervantes.
“Guardianes
de la lengua” yo los llamo,
y estos guardias no
riñen: son soldados
de una hueste de sabios
tolerantes".
No
hay Violante que ordene a Ramón Alemán la elaboración de un
soneto, como lo prueba este que acabamos de leer el cual sirve de
contraportada al libro Cincuenta
sonetos lingüísticos, editado
por 'Pie de Página', con prólogo de Juan Cruz Ruiz e ilustraciones
de Ventura Alemán, que anoche presentamos en La Laguna.
Y como no la hay, hasta
pareciera un estrambote de la producción poético-literaria del
autor. Los presentes, los lectores y el propio autor saben de su celo
creativo, de su pasión por las letras y la escritura: aquí sale a
relucir el espíritu emprendedor de quien, corrector de textos,
exprime sus largas e interminables horas ante la pantalla, los
archivos -impresos y de los otros- y puede que ante los manuscritos
para revisar, corregir, puntuar y pulir lo que escriben otros y lo
que escribe él mismo, capaz de hacer un guiño con la cantidad que
ideó la escritora británica, de origen chileno-escocés, E.L.
James, seudónimo de Erika Leonard Mitchell, para su célebre
trilogía sobre las sombras.
La originalidad de
Alemán, en este sentido, es indiscutible. Convertir en estrofa de
endecasílabos, los dos cuartetos y los dos tercetos, las vivencias,
los episodios, los perfiles y los sucesos, no es chiste fácil. Todo
eso que se encuentra en los pliegues de la infinita lectura, hasta
que se rinden los párpados, se va plasmando desde la mollera con esa
redacción austera y de neta vocación didáctica.
Enfrentar -en el sentido
de poner en páginas contrapuestas y consecutivas- la poesía -a la
izquierda, faltaría más- con la prosa analítica, reflexiva y hasta
cargada de humor y gotas sarcásticas o de ironía sencilla, para
contrastar las aristas de la acentuación, la puntuación, la
gramática y la “incesante transitividad” -título de uno de los
sonetos: ¡manda trillos!- invita a una lectura detenida que,
automáticamente, resultará amena, gusten más o gusten menos los
malabares de la escritura.
El maestro Juan Cruz
Ruiz prologa con tino todo ese caudal: “Un soneto es la más
juvenil de nuestras memorias poéticas”, hasta el punto de que él
retornaba a casa “transido por esos cánticos rimados”,
consciente de que los sonetos, verso a verso, imponen: “la
perfección buscada, -escribe Cruz- la palabra que no ha de
desmerecer la exigencia de la rima”. Por eso, califica este
conjunto de sonetos de Ramón Alemán como un “consejo coral”,
sustrato de “un relato completo, un cuento”, plagado de versos
antiguos y modernos “que han hecho del idioma un artefacto de usos
y costumbres obligatorios e íntimos, no sujetos al invento o al
equivocado albedrío”.
Al autor le dijeron que
está como una cabra, “por textos corregir y vivir de esto”, y él
admite su locura, pero rubrica que “con palabra”, que es tanto
como decir que nada ni nadie le detendrán en su afán creativo e
investigador, ya haya cinismo o morosidad por medio, aunque el suyo
sea, según autodefinición, un oficio invisible.
Alemán recuerda que el
idioma es de todos y que todas las palabras existen. Por eso, para
cuidarlo y vigilarlas, dedica un amplio capítulo a los que considera
“guardianes de la lengua”, entre quienes figura quien aquí se
encuentra, venido expresamente para la ocasión, Álex Herrero.
Nada mejor que el soneto
que le dedica para entender lo que Herrero representa en su oficio y
en su quehacer:
"Dos cadenas me ayuntan a un lingüista
de nombre Álex Herrero, madrileño
de nombre Álex Herrero, madrileño
que ejerce con rigor y
terco empeño
su oficio de gramático
analista.
La primera, el amor
apasionado
que entrambos profesamos
al lenguaje,
al misterio que esconde
su engranaje,
al código ancestral que
nos fue dado.
La otra es una fobia
razonada
al mal de titulitis,
torpe intento
que el saber encasilla y
estabula.
Aparte de eso, hoy dejo
confesada
una envidia envidiosa
por su bula
de ser un joven sabio,
raro invento".
Y
no digamos más de Cincuenta
sonetos lingüísticos,
que el propio Álex tiene ideas que señalar. Solo invitamos a su
lectura, ahora que a los periodistas se nos está pidiendo, entre
otras cosas, rigor, también a la hora de redactar.
Y agradecemos, como es
natural, esta aportación de Ramón Alemán, bendita mollera en prosa
y en verso, con la que aprendimos, disfrutamos, nos divertimos y
percibimos que las letras y los pensamientos con sonetos entran.
2 comentarios:
De poetas y locos, todos tenemos un poco. Por los dos sonetos que das a conocer, buena pinta. Buen relato, como siempre.
Tuve la ocasión de hablar ayer con Ramón qe, además corrige mis textos y los de muchos otros que publica Diego Pun, y lo hace con gran cuidado, acierto y profesionalidad. Por él me enteré de lo de su libro y, en cuanto pueda, me haré con un ejemplar. Un abrazo
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