“Cuando
el periodismo es más necesario que nunca, la publicidad
prácticamente ha desaparecido”, ha dicho el presidente de la
Asociación Mundial de Periódicos y Editores (WAN-IFRA), Fernando
Yarza, quien, con otro mensaje directo, “comprar periódicos es
cada vez más complicado”, pone de relieve la delicada tesitura a
la que se enfrentan los medios de comunicación en plena pandemia y
en los escenarios que de ella se derivan.
Por
eso, la cabeza visible de los editores de prensa ha demandado apoyo
económico de las instituciones, una de las escasas vías que
incursionar para intentar evitar el hundimiento:
“Necesitamos financiación a corto plazo, liquidez y un puente que
nos permita llegar hasta el otro lado del río sin ahogarnos en el
intento”, añadió Yarza. Habrá que bracear para mantenerse a
flote y luego recuperarse, de manera que las empresas mediáticas
pasan del debate sobre el cambio de modelo de negocio, en el que se
estaban adoptando las primeras grandes decisiones estratégicas, a la
lucha por la supervivencia. Y esta no será fácil si los
responsables de los poderes públicos no corresponden a las
solicitudes que están llegando y llegarán desde el propio sector.
Yarza ha sido contundente al señalar que es el momento de que las
autoridades y gobiernos demuestren “el compromiso con la libertad
de expresión y el derecho a la información”.
Hace
unas pocas semanas, cuando se desataba la crisis, escribíamos que
era en las situaciones críticas donde se ponía de relieve la
función social y responsable del periodismo. La importancia de su
papel en las adversidades colectivas, sobre todo cuando tienen una
dimensión inusitada, se contrasta en circunstancias como las que
concurren. Los medios de comunicación están haciendo auténticos
esfuerzos, ya en el alambre, para seguir dando cobertura a la
actualidad, en sus distintos frentes informativos. Están en una
primera fase de reajuste interno de cometidos y de los modos para
seguir produciendo los contenidos. Imposible saber hasta cuándo
puede durar porque algunas empresas ya han iniciado la tramitación
de expedientes de regulación temporal de empleo (Ertes); pero será
difícil mantener el nivel y los estándares de calidad periodísticos
si se pierden puestos de trabajo.
Los
ciudadanos tienen derecho a disponer de información pues ésta se ha
convertido en una necesidad. Los aumentos exponenciales de estas
semanas en consumo telefónico y mensajería, así como de la
televisión, reflejan la magnitud de tal necesidad. La repetición de
que no se conoce una incertidumbre igual desde la Segunda Guerra
Mundial, hasta representar un reto para la humanidad, ha terminado
convirtiéndose en un tópico. El periodismo, en ese contexto, es
primordial. Y para ejercerlo, para verlo reflejado en cualquiera de
los soportes que lo acogen, se necesitan bases sobre las que asentar
productos dignos.
En
nuestro país, la Federación de Asociaciones de Periodistas de
España (FAPE) ha solicitado también al Gobierno un plan específico
de ayudas que sirva para impedir que las empresas editoras cierren y
se desate un proceso de despidos generalizados. Se trata de
garantizar la supervivencia de los medios y de los puestos de
trabajo. La citada organización profesional ha alertado que el
periodismo, “uno de los pilares de la democracia, no puede
permitirse una repetición de la crisis del decenio de la recesión,
donde el sector de los medios fue uno de los más golpeados, con
trece mil empleos perdidos y decenas de empresas cerradas”.
Convenimos
en que el
Gobierno debe considerar el impagable servicio público que, en esta
durísima crisis, “están prestando a la sociedad aquellos medios
que apuestan por la información veraz, verificada y contrastada con
fuentes fiables, base del periodismo de calidad, que es sin duda la
mejor barrera contra las noticias falsas, los bulos y los rumores que
tanto daño están haciendo a la personas y a la democracia”.
El
editor Yarza, en este mismo sentido, se ha referido al servicio
público que prestan los medios y que no puede desaparecer. Es un
servicio esencial, expresión tan de moda este pasado fin de semana a
raíz de otra decisión del ejecutivo. Subraya: “No podemos cesar
en nuestra actividad. (...) Eso sería traicionar a la sociedad que
ahora mismo nos necesita”. Y ha puntualizado que no están hablando
de “beneficios, ni de cuentas de resultados” sino de
supervivencia: "Mantenernos vivos para continuar con nuestro
compromiso de apoyo a los ciudadanos” y “al sostenimiento de la
democracia”.
¿Cambiará
el mundo? ¿Se normalizará la situación? Sin periodismo, cabe
dudarlo. Es necesario.
Día
15 de la alarma
Tan
temprano es pronto para apreciar el cambio horario pero, como todo,
habrá adaptación. Seguimos la misa televisada por La 2 desde una
capilla en la que solo hay una persona. La resurrección de Lázaro,
el anticipo de la muerte de Cristo, dice el arzobispo oficiante en
homilía. Es cuaresma en cuarentena.
A
mediodía, por empeño del profesor Guerrero Lemus, que obra el
milagro de la conexión, también visual, participamos en una
conversación en la que se analiza la evolución de la pandemia, en
casi todas las escalas, poniendo el acento en las repercusiones.
Contamos las vivencias y las impresiones personales.
Pero
en el Puerto también se habla de balcón a balcón. Le sugerimos a
Agustín González, vicedirector de Diario
de Avisos, que
encargue una foto de esa que mantienen dos mujeres de dos edificios a
los que solo separa la calle Nieves Ravelo. Se las escucha desde los
alrededores.
Cecilia
Domínguez Luis, premio Canarias de Literatura, nos sigue obsequiando
con sus estrofas críticas y vitalistas en una red social. ¡Ay, las
redes! Cuánto mayor valor tendrían con aportaciones como la de la
poetisa, con testimonios fundamentados, con criterios respetables y
respetuosos. Pero no. La de descalificaciones y denuestos que circula
está haciendo desistir a mucha gente que anuncia su hartazgo, se
despide y no quiere saber nada, al menos durante este período cuya
motivación principal debería estar centrada en el ánimo recíproco.
La
división europea se va acentuando. La situación es crítica, no es
hora de egoísmos pero se han desatado. Vuelve el euroescepticismo.
Alguien bromea con la foto en que se agolpan centenares de coches que
quieren acceder a México desde Estados Unidos desde un punto
fronterizo. Las vueltas que da la vida: hasta hace nada, era al revés
con el inefable muro de Trump.
Apoyo
sindicalista y critica empresarial confluyen en la decisión
gubernamental de restringir la actividad laboral. Solo la esencial.
Más o menos, la indispensable para resistir en la economía de
guerra que ya se aprecia. Que nadie dude: se trata de salvar vidas
humanas, primer gran objetivo. Prioritario.
Dos
hechos que llaman la atención, en medio del imponente silencio
nocturno dominical: uno, seis meses de cárcel para un vecino
portuense por desobediencia: burló el confinamiento hasta en cuatro
ocasiones y desafió a los policías actuantes. Y dos, se espera
disponer en las próximas horas del hospital de campaña con ciento
ochenta camas que el Cabildo Insular instala en el recinto ferial de
la capital tinerfeña.
De
la incomprensión a la solidaridad palpables.
No hay comentarios:
Publicar un comentario