Un
destino turístico que aporta más del 30 % al Producto Interior
Bruto (PIB) y genera el 40 % de la mano de obra. Unos ciento
cincuenta mil trabajadores del sector se verán afectados en Canarias
por la crisis del coronavirus. Las cifras -no decimos nada nuevo- son
preocupantes. Los cierres de establecimientos se van sucediendo. Nos
encaminamos a un cero turístico envuelto en tinieblas inciertas.
Todas las vacas flacas anteriores, pero todas, desde los años 70 del
pasado siglo, son una nimiedad al lado de este imponente mazazo al
principal sostén productivo. En un informe que publica
canariasahora.com,
se
señala que la
Encuesta de Población Activa (EPA) del último trimestre de 2019
situaba el desempleo en las islas en un 18% (más de 200.000
personas); si las que trabajan en el sector turístico de Canarias
van al paro por Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE),
la tasa se puede colocar en un 35% aproximadamente.
Lo dicho: un impacto de considerables proporciones. Hasta ahora, las
preguntas no tienen respuesta, esas que convergen en la cuestión
¿hasta cuándo?, siguen sin una contestación fundamentada. Hay que
ultimar en el sector los trámites de las retiradas de los
aproximadamente ochenta mil turistas que aún quedan en el
archipiélago y seguir la evolución de la crisis, a la espera de
acontecimientos que hagan vislumbrar una reapertura y afrontar la
temporada de verano. Pero no se olvide que seguimos dependiendo de
terceros, que los países de mercados emisores también tienen sus
problemas y han de recomponerse. Desde luego, no será fácil la
normalización. Y de remontada, ni hablemos, por ahora.
No
es pesimismo, aunque haya que admitir que encontrar argumentos
positivos o ilusionantes se hace muy complicado. Lo peor es
contrastar que si yendo las cosas bien, si en plenos períodos de
expansión o crecimiento -contar turistas, se decía- todavía había
recelos y quejas, ahora con más razón.
Día
6 de la alarma
Cuando nos ponemos
en pie, temprano como siempre, hace un par de horas que se inició la
primavera. Pero no hace buen tiempo ni los ánimos están para ver la
sangre alterada. No vemos ni a las habituales que cada mañana
recorren los paseos interiores de la plaza porque eso formaba parte
de su actividad cotidiana. Ahora lo hace el fotógrafo, Moisés
Pérez, que da vueltas autograbándose con un dispositivo móvil.
Otra intervención en un medio radiofónico para comentar estas
soledades, estas impresiones, reflejo de un momento histórico que,
cuanto más breve sea, mejor. Son eso: deseos voluntarios de que la
pesadilla tenga su fin pues las cifras siguen ascendiendo.
Incluidas
las del uso del whatsapp
en
Canarias que aumenta un 700 % desde que comenzó la cuarentena. El
tráfico en la red se ha multiplicado por dos desde el primer día
del confinamiento, desde que nos instalamos en la alarma. Se nota que
queremos saber, que necesitamos seguir conectados, que precisamos
intercambiar información. Incluso, con el repartidor de correos,
siempre atento y puntual en su recorrido. Cómo debe ser valorado, en
efecto, el cumplimiento de las labores y cometidos profesionales en
estas fechas de incertidumbre y preocupación.
Por
la tarde, por cierto, mientras circulan efectivos militares en
formación de cuatro, antes del aplauso de las siete, nuestra
aplicación de whatsapp
dejó de funcionar. A ver si hay arreglo. El otro, el importante,
vencer al virus, parece que tardará. Habrá que seguir dando ánimos
y no rendirse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario