lunes, 31 de octubre de 2011

COMPUTADORAS POR ARMAS

En Tuxtla, capital del esado mexicano de Chiapas, cambiaban este fin de semana computadoras por armas. La ciudad había sido declarada 'comunidad segura' y esta iniciativa viene a corroborar tal condición.
Entusiasmaban, de verdad, las imágenes. Hombres y mujeres en cola entregando pistolas y fusiles que militares uniformados examinaban en la calle, ante sus atentas miradas, y las personas llevándose empaquetado su ordenador portátil. Después de tantas noticias ngetaivas, después de tantos sucesos en ese país tan querido, resultaron gratificantes, muy gratificantes.
Que sirva de ejemplo, para los mejicanos y para todo el mundo, para todos aquellos sitios donde la violencia descandena un fenómeno social cada vez más difícil de controlar. Acabar con las armas y disponer de una herramienta tan imprescindible ya en nuestros días para formar parte, de facto, con todas las consecuencias, de la sociedad del conocimiento, es un hecho alentador.
Ordenadores por armás, qué bien. Cambiar cualquiera de los escenarios donde aquellas puedan funcionar por otros, al calor del hogar, de la escuela o del puesto de trabajo, donde aprender, informarse, ilustrarse y estrechar la amistad. Nada de culatas, gatillos, percutores y balas: se abre el ciberespacio, con su digitalización, con sus teclas, con sus inmensas opciones, con su mensaje soportado sin peligros ni riesgos ni rencores.
Los habitantes de Tuxtla pueden sentirse orgullosos. Los portátiles dan vida. La iniciativa proyecta el nombre de la ciudad por todo el mundo.
Aleccionador: computadoras por armas.

sábado, 29 de octubre de 2011

COSTUMBRISMO PORTUENSE (IV)

Si dar vueltas a la plaza, a la plaza del Charco, especialmente los domingos y festivos, se convirtió en una suerte de ritual para gente de todas las edades pues servía para saludar, enamorar, distraerse, conversar y hasta hacer ejercicio cuando no se era consciente de las propiedades terapéuticas, pasear por la avenida de Colón, recorrer Martiánez los días radiantes, los domingos después de misa, por ejemplo, fue también una costumbre que se extendió en plena eclosión turística.

Madres con sus hijos, abuelos con sus nietos, jóvenes en busca de extranjeras y personas que, simplemente, querían pasear junto al mar, recorrían aquella flamante avenida cuando el complejo turístico “Costa Martiánez” aún no estaba en las meninges de Manrique. Fotos junto a aquella valla metálica, el Atlántico de fondo, conversaciones en alguno de los bancos de piedra que llevaban las inscripciones de quienes los habían donado, un cigarrillo bajo la plácida sombra de los flamboyanes, la contemplación de las olas y de algún atrevido bikini, la curiosidad al paso de los camellos de Lázaro y la mirada a los balcones de los hoteles localizados prácticamente a pie de playa, desde la ermita de San Telmo hasta el hotel “Oro Negro”, ida y vuelta, en ocasiones dos veces, porque aún es temprano o porque interesaba ver nuevamente a alguien, todo eso, forma parte del costumbrismo de los portuenses.

Hacían casetas en Martiánez, la playa que nadie cantara como Sebastián Padrón Acosta. Hay fotos que son muy ilustrativas de este hábito. Unos palos, unos paragüas, unas sábanas: familias enteras a la sombra de aquellas casetas donde comían y dormían, donde se cambiaban de ropa, donde sentados vigilaban a niños y contemplaban el paso de turistas que sonreían ante la generosidad de los ocupantes que disfrutaban de una jornada de playa que, principalmente en verano, desde San Juan en junio, ya se convertía en un uso corriente.

Como también lo fue ir a ver los cuadros del cine, aquellos fotogramas junto a carteles anunciadores de películas que colgaban en las fachadas de las dos salas, comúnmente identificadas como el “cine de arriba” y el “cine de abajo”. Los portuenses siempre presumieron de entender de cinematografía, incluso la visualización de esos cuadros anticipaba análisis muy detallados. Durante décadas, posiblemente haya sido el único medio de manifestación cultural al que pudieron acceder.

Prácticas habituales, por cierto, ligadas al cine: muchos entraban a la sala después del NO-DO, aquel noticiario documental que se proyectaba con notable retraso antes de la película; y otros muchos, provistos de una contraseña que distribuían los acomodadores, salían al descanso a tomar café -o lo que fuese- y ver la segunda parte mejor predispuestos.


A mediados de los años sesenta del pasado siglo, se hizo uso acercarse hasta los escaparates de un comercio local, el de Francisco Gómez Baeza, donde exhibían los resultados de un programa radiofónico que se emitía en “La Voz del Valle” titulado “Las 3 Columnas”, un espacio benéfico de notable participación -sin los reclamos o facilidades de hoy en día- en el que se donaban pequeñas cantidades de pesetas destinadas a financiar la Navidad de los humildes. Semanalmente, aparecían los resultados de la recaudación al pie de las columnas que crecían representando las aportaciones de los donantes para cada una de las localidades del valle.

Ir a echarse unas perras de vino fue, desde luego, uno de los usos sociales más consolidados. Había quien lo practicaba todos los días en alguno de los bochinches repartidos en el municipio y que tenían, como rasgo común, su resistencia a dejar su espacio al imparable avance del turismo en todos los órdenes. Acudir a un sepelio, por ejemplo, cuando no había tanatorios y se esperaba en los domicilios de los fallecidos o en la iglesia, era un pretexto fijo para luego disfrutar de una cuarta o medio litro con queso, manises, burgados o pulpos (Continuará)

jueves, 27 de octubre de 2011

ESPUMA DE SODERO

So de sonetos, de de décimas y ro de romances. Sin más, escribe el autor con una precisión en la página de dedicatoria: Una aclaración impertinente. Ý así se lanza a una nueva aventura editorial Jesús Hernández García quien esta noche, a partir de las ocho, en la Casa de la Cultura de Los Realejos, presenta un poemario titulado de forma tan original como para meterse de lleno en su lectura: Sodero. Para los más puntillosos, en la misma entrega, otra definición: Sodero es el que vende y reparte soda.
En diez composiciones utilizando el soneto, sesenta y tres poemas en décimas y dos romances, Hernández acredita su vena poética, que era como una suerte de espina ahí clavada -bueno, en canciones y tenderetes, entre improvisadas y cultivadas estrofas, coplas y cuartetas- hasta verlas ahoira, legibles, en un nuevo libro cuyos lectores entenderán perfectamente, al menos los que conocen bien la personalidad del escritor, siempre tan pegado al territorio, al costumbrismo y a la realidad más próxima.
Se le ve tan suelto que parece jugar con las palabras y con las figuras poéticas. "El divertido ejercicio de escandir", recuperando, en efecto, metros y patrones. El autor ya ha acreditado en anteriores entregas su predilección por un lenguaje bien empleado, por construcciones que revelan el cuidado necesario a la hora de emplear las palabras adecuadas. En eso, la poesía obliga mucho más, de ahí que resulten llamativas las estrofas y toda la secuencia poética.
Para esta nueva criatura, Sodero, Jesús Hernández se acompaña un prologuista de lujo, Alvaro Hernández Díaz, quien proclama y comparte "la esperanza de que el poemario se expanda indefinidamente", acaso el anuncio de algo tan ambicioso como musicalizar, ya en una segunda compilación, los poemas contenidos en las páginas de la obra.
Y se rodea de las atrayentes ilustraciones que aporta Marianella Aguirre, suplementadas de forma muy dinámica y vitalista por esa excelente pianista que es Cristina Coronado Alvarez.
Seguro que la espuma gaseosa de Sodero llenará de lirismo cercano y ocurrente la sensibilidad cultural realejera. Y confirmará la escritura del autor, un docente que, tras acceder a la jubilación, ha hecho de todo menos aburrirse. Tan sólo con mantener vivos diariamente a Pepillo y Juanillo, su blog, ya engrosa los reconocimientos.

lunes, 24 de octubre de 2011

OTRA CONTROVERSIA


Ha reaparecido la ampliación del horario de apertura del aeropuerto Tenerife Norte- Los Rodeos como catalizador de la captación de mercados turísticos para el Puerto de la Cruz y otros destinos norteños. La demanda no es nueva: en el pasado ya se materializó en forma de mociones y acuerdos institucionales que luego, por diversas razones -entre ellas la falta de constancia- se iban diluyendo.
Es legítima y comprensible la aspiración, máxime en tiempos de penurias o de fortísima competencia entre polos de distintas franjas, según se mire, por lo que merece esfuerzos y energías para satisfacerla a sabiendas de que hay vientos que no soplan favorablemente.
La cercanía, o lo que es igual, un tiempo más breve de desplazamiento interior terrestre es el factor principal que alimenta la demanda. No es que el tiempo actual invertido desde el aeropuerto Tenerife Sur-Reina Sofía suponga quebranto pero a cualquier turista le gusta llegar antes a su alojamiento o salir de él en horas menos intempestivas. A propósito: que se tenga en cuenta el problema de la incapacidad de la actual autopista del norte para absorber todo el tráfico rodado -ya prácticamente en los dos sentidos- que circula en determinados horarios.
La cuestión es que se amplíe el tiempo que actualmente está abierto Tenerife Norte. Es razonable y seguro que viable, bien es verdad que deberán resolverse previamente asuntos tales como el desplazamiento de la actual pista de rodadura con el fin de facilitar la seguridad de las operaciones y la disponibilidad de espacio de aparcamiento para las aeronaves.
También hay que consignar la voluntad o el interés de las compañías aéreas que respondería, en todo caso, a sus propias previsiones supeditadas, a su vez, a la demanda que pudiera provenir de turoperadores y de la industria turística local. De hecho, en un pasado relativamente reciente, había vuelos con determinada frecuencia semanal que unían este punto de la isla con ciudades de Alemania y Reino Unido. Otra cosa es la posterior cuenta de resultados, o sea, si la promoción fue lo suficientemente atractiva como para que haya cobrado cierta sostenibilidad o, por el contrario, fue una nube en noche de verano.
Sobre las compañías aéreas, pues, habría que insistir. Muy bien lo de los acuerdos institucionales pero es el sector privado el que, teniendo éstos como soporte, está llamado a persuadir con las ideas o las expectativas de un negocio positivo y rentable para las partes. También para Aena, en la parte que le pueda concernir. Si se quiere aumentar el número de visitantes y se quiere facilitar su desplazamiento, en todos los sentidos, habrá que exponer con claridad las ventajas, incluso si en algún debate se convirtiera en un argumento de defensa del interés general.
Porque no falta, ya se dijo, vientos en contra. Ya se ha visto que hay vecinos que se oponen al desplazamiento de la pista apuntado. Y como los habrá si se amplía el horario de operabilidad de los aviones -téngase en cuenta aquí los incrementos de costes- por aquello de las molestias (ruidos, principalmente) que va a ocasionar.
En fin, habrá que moverse y negociar para obtener un resultado equilibrado y plenamente satisfactorio. La controversia es una más de las que abundan en el territorio, donde cada vez es más dificil un avance con tal de beneficiar, en este caso, la industria turística. Por eso, debe haber generosidad y amplitud de miras para superar los obstáculos pero también seguimiento y perseverancia para convencer de que no se está pidiendo un imposible.

sábado, 22 de octubre de 2011

COSTUMBRISMO PORTUENSE (III)

Había temporadas para juegos y distracciones. Duraban lo que quisieran los chicos y chicas. Los primeros, por ejemplo, disfrutaban del tiempo del boliche, algunos de ellos hechos de barro, otros traídos de Venezuela, donde se llamaban metras, aquí vidriolas y que se guardaban en los bolsillos. Hacían hoyos en la zona interior de la plaza del Charco por donde los viandantes se cuidaban de no pasar so pena de tropezar y caer. El juego, naturalmente, era meter el mayor número de unidades y arrebatárselas al adversario. Una de las vairables más conocidas era la piche y palmo, cuatro, consistente en abonar cuatro boliches o vidriolas si, además de chocarlas, podían alcanzar o tocar ambas con los dedos de una mano extendidos.

También jugaban los chicos al trompo. Los compraban en los carritos. Lo primero que hacían eran pintar o rasgar una cruz en el cabezal, en la creencia de que ya estaba apto para afrontar cualquier competencia sin que su ovoide estructura de madera sufriera daños o se descompusiera. Se ataba una cuerda para bailar el trompo y se lanzaba al suelo con un giro de muñeca y cierta fuerza para que girara como una peonza. Luego, suavemente lo subían a la palma de la mano. Más allá de las habilidades y de la diversión, había una opción: tratar de impactar con su suerte de clavo acerado o púa en otro trompo. Si eso sucedía y, además, se rompía el trompo, el perdedor, además de quedarse con el suyo, debía abonar el importe de un helado o una golosina.

Y alrededor de los laureles de indias y de las palmeras de la plaza jugaban a policías y ladrones. Aunque mucho más llamativa era la práctica de montalachica, teóricamente ujna prueba de resistencia: mientras uno, apoyado en el árbol o en la pared, soportaba sobre su abdomen el peso de cuatro o cinco, y a veces más, que se agachaban y colocaban su cabeza sobre los glúteos del que estaba delante en tanto otros saltaban sobre la espaldas. Debían caber todos sin caerse. “¿Arriba o abajo?”, se preguntaba periódicamente como prueba de la resistencia. Al cabo de un tiempo que se controlaba sin mucho rigor, si los que estaban subidos caían, a la siguiente mano tendrían que asumir el papel de agachados

Similar era el juego denominado sintoquelis, diez pruebas que habrían de afrontar uno ligeramente inclinado y los demás tratando de sortearlas entre saltos, toques y empleo de las extremidades.

“¡A jugar a virgo!”, se escuchaba el grito de alquien que, por sorteo, se quedaba con los ojos tapados a la espera de que los demás se ocultasen. El juego consistía en descubrirles y traerles al punto base. Por eso también era denominado “la escondidilla.

Inolvidables son, asimismo, los carritos o camiones de verga, verdaderas joyas artesanales que, con elementos rudimentarios, semejaban formas, en distintos tamaños, de vehículos de motor. Algunos, con componentes y complementos, estaban muy logrados. Conducirlos por calles y plazas era siempre objeto de atención.

Las chicas jugaban al tejo, con distintos niveles de dificultad, aunque el más común era el de lanzar una hoja, una flor o un elemento vegetal sobre una pista de diez pasos que era dibujada previamente sobre el suelo. Se trataba de completar el trayecto, ida y vuelta, saltando a veces sobre un solo pie.

También saltaban a la soga, en solitario o sobre la que sostenían otras dos en sus extremos. Podían pasar horas practicando, posiblemente ignorando los beneficios físicos que comportaba.

Ellas, igualmente, disfrutaban de temporadas como, por ejemplo, la del pañuelo. En un lateral del hipotético centro de una cancha se colocaba una persona neutral con un pañuelo en la mano. Cuando cantaba el número de las jugadoras, salían corriendo hacia la que sostenía la prenda. Quien primero se hacía con ella y volvía al límite de su franja sin ser alcanzada ganaba el lance.

Otra fue la del brilé, o balón-tiro, practicado corrientemente en la calle o en el exterior de los colegios, hasta que se avergonzaban y dejaban de hacerlo. Dos equipos con un número de jugadores variable. El juego consistía en lanzar una pelota -cuando las había, de tenis- sobre el cuerpo de alguna rival. Si era alcanzada, quedaba eliminada. Y así, hasta que hubiera una vencedora o se aceptaba el empate una a una.

Si los chicos tuvieron boliches y trompo, ellas disfrutaron con el diábolo, un juguete de circo, para malabaristas, una especie de carrete elaborada con dos semiesferas huecas unidas por su parte convexa por medio de un eje metálico. Con una cuerda atada a dos palillos, había que bailarlo y lanzarlo al aire para volver a recogerlo. Cuando se fallaba, naturalmente, se perdía. Aunque las disputas surgían cuando la competición se establecía para determinar quién lo aventaba más alto.

Por terminar este fragmento de juegos, bueno será evocar la madrugada o las primeras horas del 6 de enero, festividad de la Epifanía. La ilusión y la ansiedad se desbordaban, después de colocar los zapatos en ventanas y balcones. La costumbre era ir muy temprano a la casa de los abuelos o de los tíos “a recoger los Reyes”. A veces solos, según las edades o la proximidad, y otras acompañados por algún familiar, todos iban en busca de los juguetes o regalos que a menudo se lucían de inmediato en la plaza. Los mayores, durante muchos años, especialmente en la posguerra, se conformaban con una naranja, una bolsita de higos, unos calzoncillos o un par de calcetines. Después, vendría la época de los perfumes, los anillos, los libros y otros presentes (Continuará).

viernes, 21 de octubre de 2011

CONGRATULÉMONOS

Estaba tan contento, quería compartir la alegría con alguien de modo que poco antes de la medianoche del 20 de octubre propuse un brindis virtual en la red. La respuesta ha sido significativa y hay más razones para congratularse.



Había hasta emoción, ganas de perpetuar de alguna manera esa fecha. Si algún día nos preguntan qué hacía usted en la tarde-noche de aquel día memorable, contestaremos que interveníamos en una tertulia radiofónica donde expusimos algunas consideraciones que luego coincidían con otros criterios y que trasladábamos a los internautas nuestros sentimientos.



Nos acordamos de las víctimas, claro que sí. Del sufrimiento de sus familiares y allegados. Y de los policías que han luchado sin desmayo. Y de los esfuerzos titánicos para mantener cierta unidad política. La intervención del presidente del Gobierno revela una estatura política extraordinaria.



"La primera condición para la paz es la voluntad de lograrla", escribió el filósofo español Juan Luis Vives. Esto no lo entiende, claro, ese periodismo inefable de caverna fundamentalista y ultraconservadora a la que sólo queda poder emborronar algo así como "Contra ETA vivíamos mejor". La de adjetivos insultantes que han dedicado a algunos intervinientes en la Conferencia de Paz de San Sebastián forma parte ya de la historia más negra y antipática de la profesión.



Que repasen las estrofas de Jhon Lennon: "All we are saying is give peace a chance".



Porque el 20 de octubre ha sido un gran día donde se nos permite descubrir la paz, donde se exaltan los valores de la convivencia pacífica y de la libertad.



Razones para congratularse.




jueves, 20 de octubre de 2011

MONZÓN, RUMBERO

Manolo Monzón convocó al dios de la lluvia para su despedida a ritmo de batucada. El fundador de Los Rumberos, el padre de las comparsas, le llamaban. Un siempre joven Monzón en cada cita carnavalera ya formaba parte de la historia de la gran fiesta. Ahora será recordado eternamente como uno de los grandes baluartes: el hombre que hacía vibrar en las calles, que transmitía, en cada desfile, en cada actuación, los valores indispensables del Carnaval. Javier Zerolo ha escrito una glosa formidable, a la espera de encontrarse en La Habana, donde, mamá, él quería ir para bailar al son de allí.


Monzón fue también decisivo en el esplendor del Caraval portuense, a donde llegó de la mano del sin par Pepín Castilla que, junto a concejales y otros colaboradores, visitaba con frecuencia el local de ensayo. Allí le pedía "algo especial" para el Puerto, un paso, una estrofa, un saludo... La entrada de Los Rumberos en el parque San Francisco fue siempre apoteósica: les presentamos en varias ocasiones, con Monzón al frente. Sobra decir que su aparición en los cosos de Martiánez era la más aplaudida. La de fotos que debe haber de él en esa Europa exportadora de turistas.


En el Puerto de la Cruz, por supuesto, Monzón y Los Rumberos dejaron su sello porque luego intervenían en galas y fiestas organizadas por hoteles y operadores turísticos. El suyo fue un liderazgo natural: sus venas llevaban la sangre del tirmo para tumbar caña, la que hiciera falta. En cierta ocasión, en los camerinos del parque San Francisco, antes de salir a actuar, le espetó con su desparpajo habitual a un periodista peninsular, a propósito de la estrofa final de su ínterpretación más popular: "No se dice 'molimientos' sino movimientos, pero ahora que lo apunta, tampoco está mal esa palabra".


Ese era el Monzón carnavalero al que ayer despidieron en Santa Cruz de Tenerife, con dolor, naturalmente. Y también con emotividad. Hasta el cielo echó unas lágrimas.


Con sus 'molimientos'.



miércoles, 19 de octubre de 2011

LOS HÁBITOS EN LA CRISIS

Propensión al ahorro. Inevitable. Claro que la demuestran quienes pueden. Y eso repercute en los hábitos y comportamientos de la ciudadanía. La depresión, la gran depresión, transforma, vaya que sí.

Sólo basta echar un vistazo a las conclusiones del undécimo Observatorio del Ahorro elaborado por Inverco, la patronal de fondos de inversión. Una de ellas: el porcentaje de españoles que ahorran "para prevenir posibles gastos imprevistos ante una situación de crisis" se ha doblado en los últimos dos años, pasando del 14 al 31 por ciento.

Otra: el perfil de los ahorradores, que se va haciendo cada vez más conservador. A la hora de invertir, incluso en la modalidad de la deuda pública, en un ambiente generalizado de riesgo, en el presente año un 55% de los ahorradores se autodefine como conservador y el 40% como moderado, cuando en 2009 el número de ahorradores de perfil conservador apenas alcanzaba el 25%.

Y una tercera conclusión: un 31% de los que pueden ahorrar busca cubrir imprevistos; un 25% mejorar su jubilación; y un 22% conseguier beneficios fiscales.

Los porcentajes son los suficientemente altos como para deducir que, en efecto, los hábitos de quienes menos sufren la crisis están modificándose sensiblemente. De ahí que se acentúe esa tónica de conservadurismo: entre noticias diarias (a veces horarias) negativas, entre sombras e incertidumbres que se alargan y entre carencia de alternativas o soluciones, hay que prevenir. Menos consumo: los depósitos bancarios, los planes de pensiones y los fondos de inversión se llevan la palma. Son la prueba de que los hábitos se van transformando y empiezan a ser otros.

Y es que las orejas del lobo, por lo que se ve, mejor dicho: por lo que se ahorra, obligan.

martes, 18 de octubre de 2011

CLAMOR CÍVICO

Sí, sabido es que el capitalismo no tiene escrúpulos y que estas protestas, por todos los hemisferios y por todos los continentes, les traerá sin cuidado. Pero la corriente se va agrandando, adquiere dimensiones transoceánicas y se convierte en un fenómeno que reclama sin reservas ni ambages un cambio global. Los que con toda razón enarbolaron la bandera del fracaso del comunismo, hoy tienen que ir guardando la del capitalismo, incapaz éste, con su voracidad insaciable y con su egoismo insolidario, de propiciar soluciones equilibradas o de hallar, en tiempos como los que corren, alternativas a las artificialidades, al consumismo incontrolado, a los vicios y a las desigualdades. No sabe, no supo qué hacer con la crisis desbocada. Qué fracaso, aún contando con la complicidad de poderes políticos débiles y sumisos, de muy frágiles liderazgos individuales o colectivos, que han ido cediendo y cediendo hasta verse completamente a los pies de quienes galopan ya ni se sabe hacia qué meta.

La abreviatura del 15-0 se incorpora al siglario de fechas con las que se simboliza o condensa un acontecimiento, un suceso o el espíritu y las secuelas de lo ocurrido. Este 15 de octubre apenas será una bofetada o un golpe de tos para quienes aprietan en las coordenadas de la recesión hasta comprobar que Estados Unidos y Europa se hunden juntos pero han palpado que las sociedades de aquí, de allá y de acullá están hartas. Esa reivindicación de un cambio global para acabar con los privilegios elitistas y poner punto final a los recortes se ha extendido y va más allá de una protesta localizada más o menos numerosa. Tienen tanta suerte, por cierto, que cuentan con la espontánea, ¿espontánea?, alianza de unos desalmados que, en Roma, echan a perder la convocatoria y desvirtúan por completo el sentido de la protesta con sus acciones agresivas y violentas. Tal como sucediera con los indignados de la Puerta del Sol, en Madrid, la acción vandálica de unos cuantos bastó para que cargaran sobre aquéllos los poderes políticos y los medios más conservadores hasta acentuar el cansancio, aumentar el descrédito y predisponer a una parte de la población que se cansó de aquella “revolución cívica y pacífica”.

La gente se ha cansado y alza la voz en las mismísimas barbas del capitalismo y los poderes financieros de la City londinense, de Bruselas y de Wall Street. Allí, y en otras importantes ciudades de los cinco continentes, los profesionales, los trabajadores, los desempleados, los médicos y sus pacientes, los pensionistas que sólo quieren estabilidad después de haberlo dado todo, los médicos y sus pacientes, los profesores y sus alumnos, o sea, quienes no han sido responsables directos del hundimiento de la economía pero sí quienes están sufriendo las consecuencias del mismo y las están pagando con enormes sacrificios, han exclamado que no se resignan y que tienen derecho a decir sanseacabó.

Es un momento histórico, claro que sí, al que asistimos con altas dosis de incertidumbre, sin saber cómo terminará todo esto. Hemos palpado que el 15-0 ha sido un clamor cívico. Y que el mundo, la ciudadanía, gira o quiere girar superando ciertas pasividades y notables resignaciones. Porque mientras Europa sigue sin forjar una sólida unión ni política ni fiscal, en Estados Unidos, “se abre una brecha en el consenso sobre que el capitalismo es la única vía al paraíso”, según ha escrito Norman Birnbaum, catedrático emérito de la Universidad de Georgetown.

Un momento histórico lo protagonizan los pueblos. Esa es la lección que hay que seguir dando a los poderosos y a sus injusticias inescrupulosas. Al menos, mientras quede la palabra para que sepan que la indignación crece.

domingo, 16 de octubre de 2011

DESPENDOLE DE UN ALCALDE

Es imposible sustraerse a una interpretación crítica de las palabras del alcalde de La Orotava, Isaac Valencia, en su intervención durante la apertura de las XII Jornadas de Administración Local que, por cierto, contribuimos a promover y consolidar durante nuestra dedicación municipalista. Hacemos esa interpretación desde los principios de la lealtad amistosa, la que recíprocamente nos hemos profesado. No se trata de ser valiente sino cortés y ecuánime en una obligada expresión ética sobre un hecho que ha cobrado trascendencia.

Y es que un alcalde, representante de la soberanía popular, no puede hacer caso omiso o ignorar olímpicamente lo elemental del Estado de derecho: eso de tirar cuatro o cinco leyes a la basura es inaceptable. Mucho menos, cuando esas manifestaciones están hechas ante quienes (secretarios de ayuntamientos, interventores y depositarios) están obligados a velar por el cumplimiento de las leyes. ¿Qué impresión pudieron sacar cuando escucharon afirmaciones como esa? ¿De qué valen los juramentos o las promesas hechas en el momento de asumir el cargo en el sentido de “cumplir y hacer cumplir la Constitución como norma fundamental del Estadfo”?

Es posible que tuviera un mal día o que no empleó el lenguaje apropiado para reprobar (un suponer) el exceso de burocracia. Pero recordemos que no es la primera vez: en el pasado, en cierta ocasión, hizo una declaración sobre determinado impacto ambiental que sirvió de texto publicitario que su partido se apresuró a retirar, eso, comprobado el otro impacto. El regidor no se quedó atrás y en otro momento llegó a amenazar con marcharse y alumbrar una formación política de ámbito local.

El caso es que IsaacValencia siempre fue así de espontáneo. No le hace falta presumir de campechanía porque la encarna. Y al alcalde, que lo es desde 1983, difícilmente puede pedírsele que cambie a estas alturas de su trayectoria política. Cuando ha largado así, estilo compadre, sus compañeros y hasta sus propios adversarios políticos han dicho “¡Las cosas de Isaac!”, que es una exclamación con la que restar importancia a sus propios dichos.

La pena es que esa trayectoria pueda tener un final así de sobresaltos, de impertinencias, majaderías o chambonadas. Y hasta de advertencias judiciales, por lo que ha podido leerse. La historia dirá si los logros del haber, que los tiene, se verán superados o capitidisminuidos por manifestaciones de esta tónica que, si fueran traducidas a la práctica, revelarían un proceder muy discutible. Lástima que un compromiso y una dedicación -a su modo, a su estilo, pero es la cabeza visible de una obra política- se vean desvirtuados por una incontinencia estrafalaria que se pudo haber evitado. No es bueno el desdén con que se ha referido a otras situaciones ni la ligereza con que ha aludido a ciertas prácticas en otros municipios. Esas circunstancias, respetado y estimado alcalde, no favorecen en absoluto: al revés, dejan entrever que aquí la impunidad ha sido predominante.
Por eso, lo grave de esta vez es que estos dichos los soltó ante funcionarios de los cuerpos nacionales, ante quienes también han probado la dureza de la ley pero saben que es la ley. Antes quienes han de cumplir con su deber y ante quienes han de ejercer su profesión, como no puede ser de otra manera, respetando y cumpliendo las normas. No se puede animar ni motivar a servidores públicos pidiéndoles valentía y que no sean tan negativos: esa es una apelación inconsecuente. ¿Les estaba solicitando laxitud jurídica o legalista, mirar a otro lado, en una palabra: saltarse la norma? Habrá quien condescienda, le perdone o le defienda pero...

De sus otros asertos, mejor dejarlos en materia opinable de un mal día de un gobernante municipalista traicionado, quién sabe, por su propia personalidad.

sábado, 15 de octubre de 2011

COSTUMBRISMO PORTUENSE (II)

Los hombres volvían del fútbol, desde El Peñón, trajeados, en una curiosa y uniforme alineación que se formaba espontáneamente en el exterior del campo y recorría la calle San Felipe -por Mequinez discurrían quienes vivían en ella- para disoverse al llegar a la plaza del Charco.

La costumbre, los días que Puerto Cruz jugaba en casa, era que salían al descanso a tomar un vaso de vino o una cerveza fría en casa Mamerto que estaba muy próxima al campo de fútbol.

Y en las temporadas en que el equipo blanco desplegó su hegemonía en el fútbol regional era frecuente acompañarle en sus desplazamientos. Unos, en guagua; y otros, en taxi, cuyo importe compartían solidariamente los aficionados. Quienes disponían de vehículo propio, lo ponían a disposición previo pago a escote de una cantidad para el combustible. Punto de salida: la plaza del Charco, en las inmediaciones del bar Capitán -donde algunas temporadas vendían las localidades para los encuentros caseros y así aliviar las colas-; y también en El Peñón.

En la plaza, por cierto, se hizo corriente la estampa de escuchar partidos de competiciones europeas a través del transistor. Los interesados se concentraban en torno a quien lo llevaba. Unos cuantos años antes, las transmisiones eran seguidas en el cinema Olympia o en el Dinámico, donde instalaban equipos de megafonía. Ya en los setenta, podía verse en la vieja cazuela portuense a varias personas que, provistas del aparato de radio, veían el partido y a la vez seguían el curso de la jornada. Se puso de moda corear algunos goles de los equipos considerados grandes, en algujna ocasión para llamar la atención y desconcentrar a quienes jugaban. Los domingos, al caer la tarde, decenas de aficionados se acercaban a este bar o al Capitán para comprobar los resultados de la jornada y verificar los signos de la quiniela. Los portuenses siempre apostaron: durante muchos años depositaron sus boletos casi siempre el último día, el viernes a las ocho de la tarde o las diez de la noche.

Y se sintieron atraídos por la información: los lunes, muy temprano, hacían cola ante el estanco Curbelo para adquirir la Hoja del Lunes; y poco después del mediodía se hacinaban en el exterior de la librería de Fernando Luis para hacerse con un ejemplar de Aire Libre, el semanario que traía resultados, clasificaciones y crónicas, entre ellas, las primeras de Juan Cruz Ruiz. Cuando desapareció Aire Libre -cuya colección íntegra, por cierto, ha sido digitalizada por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria- los lectores de prensa deportiva prosiguieron sus hábitos los martes y sábados, cuando se publicaba Jornada Deportiva.

En el costumbrismo deportivo habría que consignar que los domingos por la mañana había baloncesto en aquella cancha de tierra de la plaza del Charco que los jugadores marcaban con cal o tapaban con arena los charcos que se formaban los días de lluvia. Esa cancha fue durante años el único espacio libre o abierto que los niños y jóvenes portuenses tenían para su asueto y para emular a los ídolos de entonces. La gente se agolpaba en los límites rectangulares para seguir con fruición los partidos que se jugaban entre las dos y las cuatro de la tarde. Partidos que tenían su temporada, crean, pues cuando llegaban las navidades o las fiestas de julio, la ansiada cancha era ocupada por pistas de coches eléctricos -los cochitos de esmoche, les llamaban-, norias o tómbolas, y obviamente, no se podía jugar. Entonces, cualquier calle o algún solar fruto del desarrollismo eran válidos.

Mencionado ese horario, hay que decir que el que regía la apertura al público de los comercios también influía en los usos sociales. De 1 a 3 de la tarde descansaban determinados ramos: se aprovechaba para almorzar. Otros abrían por la tarde de 4 a 7.30 y 8, cuando ya el turismo lo invadía todo y había que aprovechar. A la salida, paseo, cena, cine, enamorar o, sencillamente, “a recogerse”. En la sobremesa del almuerzo, por cierto, los hombres tomaban café, fumaban y conversaban animadamente en el bar Dinámico. Allí bautizaron las célebres “cámara alta y cámara baja”, al mejor modo democrático y aún en pleno franquismo. Antes de cenar e ir a escuchar “el parte”, a las nueve, se aguardaba que llegaran las remesas del diario vespertino La Tarde, que siempre tuvo en el Puerto numerosos seguidores, cuentan que por la calidad de los artículos de opinión que publicaba.

Enamorar. Formas diversas: los novios lo hacían dos días de la semana (lunes y jueves), además del domingo. Ir al cine, dar vueltas o sentarse en un banco de la plaza, un paseo hasta Martiánez, tomar un refresco o un helado. Ellos y ellas, por lo general, perfumados y bien vestidos. También intercomunicaban desde las ventanas de las casas. Se encontraban en un punto relativamente distante, hasta que se entraba en confianza y el novio esperaba a su amada en el exterior de la casa. Los que habrían de enamorar en otras localidades, se desplazaban en guagua o en vespa, antes de que se pusiera el sol, claro, para luego regresar a una hora prudente. Ir de la mano o del brazo: modestia y recato siempre, por la calle o la plaza, cuando la relación ya estraba más o menos consolidada, hasta que se eliminaron tabúes y corsés, las rigideces, en fin, de un costumbrismo amoroso sin duda influido por el régimen franquista y por los temores infundidos por la iglesia (Continuará).

viernes, 14 de octubre de 2011

LA OTRA BURBUJA

Se cumple año y medio de aquel apagón analógico que nos traería -supuestamente- las luces de la Televisión Digital Terrestre (TDT): una regulación, un esfuerzo, más empleo, más oportunidades, más calidad, más competitividad, más pluralismo... De todo eso se hablaba en los albores del nuevo modelo de aplicación tecnológica a la señal televisiva, transmitida posteriormente por ondas hercianas terrestres, o sea, a través de la atmósfera sin necesidad de cable o satélite en tanto que se recibe por medio de antenas UHF convencionales. Que eso es la TDT.

Todo muy atrayente, otro paso decisivo hacia la modernidad en el marco de la sociedad de la información. Pero la realidad ha sido bien diferente, hasta el punto de que, a imagen y semejanza de la burbuja inmobiliaria, ya se habla de burbuja audiovisual. Si aquella estalló y detonó la mayor depresión que se recuerda tras la Segunda Guerra Mundial, la audiovisual ya casi no se sostiene y pone al desnudo la artificialidad con que fue concebida. La crisis sólo ha venido a agravar la fragilidad. La tarta publicitaria sigue menguando: una porción es cada vez más costosa y sólo está al alcance de unos pocos. Que la audiencia se haya dispersado o haya caído hasta índices alarmantes revela el calvario que ahora mismo viven la mayoría de canales.
Y claro, la regulación apenas ha resultado una quimera. La pretendida legalización y la consecuente competencia con las mismas reglas y en las mismas condiciones han estallado: algunas concesiones literalmente se han volatilizado. El esfuerzo quedó en los estudios preliminares y en la inversión primeriza: faltó consistencia empresarial, no había proyectos bien respaldados, conscientemente aptos para competir en el sector. Lo de ‘más empleo’ suena a chiste: decenas de profesionales, licenciados y operarios perdieron su puesto de trabajo. No hubo más oportunidades, ni para ellos ni para los empresarios interesados ni para los usuarios del producto televisivo. La calidad fue disminuyendo a borbotones entre quienes con notorias dificultades han ido timoneando y subsistiendo. Poco de competitividad: en esas circunstancias es difícil hacer una programación que esté en consonancia, que responda a las exigencias y los gustos de los televidentes. Y en cuanto al pluralismo, no parece que se haya enriquecido: los sesgos y la tendenciosidad, prácticamente en la misma dirección a la derecha política o a poderes económicos muy localizados, son evidentes.
España, tras el Reino Unido, es el país de la Unión Europea (UE) con mayor número de televisiones. En las dos provincias canarias, las numerosas señales de las estaciones públicas y privadas son cada vez más débiles, no sólo técnicamente sino desde los demás puntos de vista de continuidad estable de un medio de comunicación audiovisual. Si tomamos en cuenta los datos de algún instituto nacional de medición publicitaria que señalan una caída de casi un 6% en la facturación durante el primer semestre, podemos hacernos una idea de lo que habrá ocurrido en nuestra Comunidad Autónoma. Es natural que algunas señales hayan ido a negro y otras anden boqueando, a la espera de algún imprevisible milagro.
Así las cosas, los próximos tiempos van a estar caracterizados por la incertidumbre. La TDT se ha convertido en un mar proceloso y flotar en él requiere destreza titánica. Hasta para las televisiones públicas, sobre las que se ciernen negros nubarrones en orden a su financiación. Algunas, dependientes de ayuntamientos, ya han cerrado sus puertas. Otras, bajo el paraguas de la administración autonómica, se tambalean y las inyecciones de dinero público son cada vez más escasas. El caso de RadioTelevisión Española (RTVE) es excepcional: el burdo episodio que hace poco anticipó una suerte de control ideológico-político contrasta con datos de inmensa satisfacción de sus espectadores, que no quieren anuncios, y con los liderazgos indiscutibles de sus espacios informativos.
La experiencia, pues, al cabo de año y medio, va dejando más sombras que luces. La modalidad tecnológica arroja un reguero de fracaso que, en el caso de Canarias, se hace doloroso, sobre todo, en la pérdida de empleo, extensible también, por cierto, al ámbito radiofónico si no hay revisión de las preadjudicaciones del concurso público de concesión de licencias.
Más allá del debate sobre si son necesarias o no las televisiones públicas, y a la espera de contrastar la privatización de las mismas como única alternativa -siempre pasa lo mismo: unos pocos aprovechándose de lo público ruinoso o deteriorado- habrá que hacer auténticos esfuerzos para superar las turbulencias. Que nadie espere milagros para lograr un modelo racional y válido en el que, sin pretender las excelencias que nos vendieron cuando la TDT iba a hacer acto de aparición, al menos lata un espíritu de racionalidad que procure una programación digna, que garantice derechos y libertades y esté a la altura de los tiempos que corren.


(Publicado en Tangentes, número 39, octubre 2011)

miércoles, 12 de octubre de 2011

MEDIO SIGLO, QUINCE CUADROS

Quince cuadros que condensan medio siglo de arte. El Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, con sede en el Puerto de la Cruz, rescata el mar de su colección para exhibir parte de la misma en la apertura de los actos conmemorativos del 12 de octubre. Se trata de una esmerada selección que puede contemplasrse desde anoche en presencia de la profesora Rosina Gómez-Baeza Tinturé, de raíces portuenses, que hoy disertará en el Ayuntamiento bajo el sugerente título "Emergencias. Una mirada contemporánea a la creación actual en el Nuevo Mundo".
La selección sirve para contrastar las visiones del mar experimentalista y más convencional. Acke Fornandez, por ejemplo, dejó en 1953 un óleo de cómo interpretó San Telmo. Y un Weyler, sin título, en 1987, plasma la majestuosidad de las olas atlánticas.
El mar ha sido uno de los principales motivos de exposición para los artistas. Aquellos que expusieron en el Instituto, a lo largo de su historia, legaron una obra que enriquece sus fondos. Una litografía de Pepe Dámaso, de 1991, luce trazos brillantes frente a los Témpanos azulados, una composición fotográfica a color de Pedro Real Carballo de 1998. No faltan las acuarelas: el litoral norte de Tenerife, del alemán Bruno Brandt, incorporada en 1957, y la plasmación del refugio pesquero de la localidad por el siempre recordado Gregorio Abalos, en 1961. Marinas, embarcaciones, Punta del Hidalgo, Los Cristianos... la selección refresca la vida del mar.
Vida que sigue estando en unos fondos que esperan mejoe destino. La oportunidad sirvió para hacer la enésima apelación a disponer algún día de un marco adecuado para contemplar la riqueza de dichos fondos. La lucha de los dirigentes del Instituto es tenaz, aún en tiempos de crisis. Ya dieron en su día un paso de gigante con la residencia, en la Casa de la Aduana, del Museo de Arte Contemporáneo Eduardo Westerdhal. Ahora, las adversidades, las incomprensiones y la crisis misma no frenan su voluntad de contar con un recinto digno para albergar una pinacoteca excepcional que la vea todo el mundo.
Por ahora, hemos de conformarnos con una selección que condensa medio siglo de sensibilidad pictórica frente al océano.
Que no está nada mal, desde luego.

martes, 11 de octubre de 2011

SIN REMEDIO

Un pacto político electoral entre el Partido Popular (PP) y el Centro Canario Nacionalista (CNN) acentúa las sombras de la incertidumbre en la política canaria. De la incertidumbre y de la inestabilidad. En el Cabildo de Gran Canaria, en cuestión de horas, ya se apreciaronb las primeras consecuencias. Nada nuevo, se dirá por quienes ya hemos visto las repercusiones y de los deslizamientos de alianzas y componendas, dan igual no sólo las ideologías (¡ah! ¿pero es que quedan ideologías?) sino las declaraciones de amor y afecto político que leíamos y escuchamos hace unos meses "en defensa de los soberanos intereses de esta isla o de esta tierra". Y no, no se pregunten qué dirá la gente de todo esto, porque la gente está cansada, está harta de tanto vaivén, de tanta componenda, de tanta contradicción.



Cabe preguntarse cuántas cosas más tienen que pasar para modificar la Ley electoral de una vez. Y no para listas abiertas, precisamente, que visto lo visto, si algun ingenuo cree que es la panacea, mucho nos tememos que no será así. Pero o se revisa la norma o esto será insostenible. Está siendo insostenible. Leer ahora, desde el pasado mes de mayo, que deben gobernar los de la lista más votada, dicho por algunos que participaron en censuras insólitas o callaron significativamente cuando una opción política superó con creces a las otras en los comicios autonómicos de 2011, es para contrastar la paradoja y las incongruencias mientras abusan de la desmemoria.



Cuántas cosas más...



Un nuevo pacto en las islas, otro más, da igual el pasado y hasta los hechos más recientes.



Canarias será un pueblo único pero, políticamente, parece una tierra sin remedio.



Al respecto, léase un artículo de Juan García Luján, titulado "Derecho al asombro", publicado en la edición de hoy de canariasahora.com


http://www.canariasahora.es/opinion/7402/


Eso sí, estimado Juan: la capacidad de asombro sí que parecía agotada hace tiempo.


lunes, 10 de octubre de 2011

MENOS NUDOS

“La reflexión calmada y tranquila desenreda todos los nudos”, afirmó en su día Harold Mac Millan, el político conservador británico que llegó a primer ministro, un europeísta convencido al que los franceses doblegaron cuando se esforzaba en integrar al Reino Unido en las primeras estructuras comunitarias.

Cabe confiar en que Casimiro Curbelo hizo este ejercicio, sereno y sosegado, para dar un paso determinante, que le honra, tras el indeseado incidente en que se vio envuelto, generador de una controversia política considerable. La experiencia es el nombre que damos a nuestras equivocaciones y el ya ex senador socialista por La Gomera, bregado en unas cuantas batallas políticas, habrá comprobado que sobre la base de aquéllas, sobre todo cuando se expanden y afectan otros ámbitos, hay que decidir o escoger los caminos que dejan. Había muchos nudos: parece que empiezan a desatarse.

El caso es que, a la espera de un pronunciamiento judicial, conserva intacta la presunción de inocencia. Ya se verá si la cosa va más allá de la comisión de una falta. La trascendencia pública del incidente adquirió pronto una dimensión política desde que una dirigente federal del PSOE, Elena Valenciano, hiciera una tan prematura como concluyente determinación: el comportamiento de Curbelo avergonzaba, se forzaba su dimisión y no se iba a contar con él para el inminente proceso electoral. A partir de ese momento, se abrió una auténtica caja de truenos que sonaron fuerte en ciertos momentos a medida que se aproximaban las fechas en que se decidía la inclusión como candidato repetidor al Senado. Ni la añagaza de unas nuevas siglas hizo temblar el pulso de Ferraz, donde estas situaciones, con más o menos razón, con mayor o menor respeto a las formas y al cumplimiento estatutario, se lidian con firmeza, sin pulsos que valgan.

Al final, pese al respaldo unánime de los órganos insulares, Casimiro Curbelo ha dado el célebre paso al costado de los argentinos. Ahí estriba el núcleo de su reflexión: renuncia a la candidatura para que no se hable de él y de su familia. Y para defenderse sin privilegios, ha dicho; pero también para liberar de la incomodidad asfixiante que atenazaba a la organización y para evitar esperpentos como hubiera sido concurrir a las próximas legislativas con unas siglas distintas a las que representa en el Cabildo Insular donde sigue siendo presidente.

Curbelo, en cualquier caso, podrá seguir siendo el factótum del socialismo gomero pero habrá constatado que sus enemigos aguardaban un episodio como éste y que no le perdonarán un solo yerro que, inevitablemente, con toda la carga demagógica, conectarán con el incidente de Madrid. Todo su haber político, que es voluminoso y que engloba un impulso decisivo al progreso de la isla, se ha tambaleado. Toda esa obra, labrada, además, al calor de la cercanía a la población y de la promoción de los intereses generales insulares, palidece y se desvaloriza porque la política es así, porque se tiene más en cuenta un hecho como el de Madrid que todas las instalaciones o todas las infraestructuras promovidas o todas las coberturas sociales que se pueda prestar desde las instituciones de las que se es responsable.

Seguro que Curbelo, a pesar del incidente y de su trascendencia, a pesar de las repercusiones políticas, habrá palpado nuevamente el calor de los suyos. Políticamente, ni tinieblas ni rechinar de dientes. De ahí que más valor tenga esa renuncia que, por otro lado, propicia la aparición en escena de un hombre capaz y predispuesto, que lo hará bien, como es Gregorio Medina. Ya se verán los resultados pero, de momento, menos nudos.

sábado, 8 de octubre de 2011

COSTUMBRISMO PORTUENSE (I)

Los portuenses, como todos los pueblos, han ido forjando sus costumbres a lo largo de la historia. Usos y hábitos sociales -algunos convertidos en una suerte de rito- que caracterizan a la población, al menos durante una época. Otros sobreviven, perduran, y forjan las tradiciones que se van transmitiendo con proyección desigual. El costumbrismo portuense es una manera más de entender las peculiaridades de su conducta. Es un retrato más de su interpretación existencial, forzado a veces por las circunstancias de una época o por las modas de otra.

Recordemos, hasta donde alcanza la memoria, algunas de esas costumbres que constituyen parte del acervo portuense, de ese conjunto de hechos, actividades o bienes morales y socioculturales que han ido caracterizando nuestra personalidad, la idiosincrasia de un pueblo.

Un pueblo que tuvo casi como norma (no escrita, vale) dar vueltas a la plaza, sobre todo, los domingos por la tarde o cualquier día por la noche. Lo hacían personas de todas las edades y de toda condición social. Cuando los médicos aún no recomendaban caminar o pasear, como medida salutífera, ya los portuenses hacían kilómetros. Y en esa médula espinal de la plaza del Charco disfrutaban con un ejercicio que se contagió a turistas y gentes de otras localidades.

Casi en la plaza misma, practicaban ir a ver los cuadros del cine, los fotogramas y carteles de gran tamaño que colgaban en las fachadas de los dos cines próximos, Teatro Topham y Cinema Olympia. Cines de los que salían al descanso provistos de una contraseña que distribuían los porteros que también hacían de acomodadores para tomar algo en los bares cercanos, fumar un cigarrillo o, simplemente, comentar el curso de la película.

Y es que el cine siempre atrajo el interés de los portuenses que presumían, a su manera, de entender la materia cinematográfica, durante muchos años casi el único vehículo de comunicación o expresión artística al que podían acceder. Había quien iba todos los días o a los estrenos que se programaban para los lunes y los jueves. Al principio, en horarios de siete de la tarde y diez de la noche. Después, cuando cerró el Olympia, las funciones eran a las seis, ocho y diez. La sesión de los domingos a las cuatro de la tarde, para el público infantil, se mantuvo durante décadas.

Una costumbre que aún perdura, bien es verdad que venida a menos, es la de acudir a la procesión del Encuentro, en la Villa, en la alborada del Viernes Santo, después de haber asistido a la del Cristo Crucificado que, en imponente silencio, tan sólo alterado por el instrumental de la banda que acompaña, recorre las calles del Puerto de la Cruz. Una vez que la imagen hace su entrada en el templo, grupos de personas toman sus coches o las primeras guaguas del día para llegar a La Orotava. El suplemento de esta costumbre era bajar al Puerto caminando y robar nísperos u otros frutos en las fincas y huertas del trayecto.

También subsiste ver las cruces, en la noche del 2 de mayo o al día siguiente, fecha en que se conmemora la fundación de la ciudad. Los portuenses engalanan las cruces, de capilla o de calle, y es tradición recorrerlas, a ver cuál está más bonita y a saludar a sus cuidadores y propietarios.

La banda municipal de música ofrecía conciertos todos los jueves por la noche, incluso en invierno, en el kiosko del antiguo Bar Dinámico. Era curiosa la estampa: mientras los extranjeros seguían atentamente la actuación, muchos nativos seguían sus conversaciones en voz alta sin que las interpretaciones llamaran su atención.

Una banda, por cierto, que situada la última en cualquier trayecto procesional, siempre tenía un numeroso grupo de personas que la seguía. Cuentan que había truco: era para abandonar la procesión en cualquier momento mo en cualquier esquina sin que se notara.

En el citado Bar Dinámico, con su célebre división visible entre las cámaras alta y baja, las conversaciones eran un termómetro de lo portuense: todas las noticias, todos los comentarios -incluso políticos, cuando hablar de política era una temeridad o casi un imposible-, todos los chascarrillos, todas las maledicencias, todas las mentiras, todas las bromas y todos los lamentos se sucedían en un inigualable torrente. A media mañana, parte de los habituales ya tomaban posiciones. En la sobremesa, otro grupo tomaba el relevo. A última hora de la tarde, se reencontraban muchos de la mañana. Y ya por la noche, no importaba que hiciera frío o lloviera, otra generación, más joven y más heterogénea, alargaba aquel torrente de conversaciones populares (Continuará).

jueves, 6 de octubre de 2011

MÁS ALLÁ DE LA INSOLENCIA

Es indignante, claro. Que tres ejecutivos de NovaCaixaGalicia se repartan una liquidación de veinticuatro millones de euros o que la directora de la Caja de Ahorros del Mediterráneo perciba una pensión vitalicia de trescientos mil, después de que su gestíón haya abocado a las respectivas entidades al desastre de modo que ha sido necesario reflotarlas con dinero público, va más allá de la insolencia.

En los tiempos que corren, con todas las penurias creciendo, hechos como los señalados son los que desconciertan y cabrean más al personal. Si encima que gestionan mal el dinero de los impositores, se les premia con jubilaciones bonificadas, estamos arreglados. Paradójicamente, son los tiempos del capitalismo más cruel, el que no deja respirar y el que permite que el dinero siga en manos de unos pocos a los que no va a pasar nada aunque lo hagan mal.

Vaya desastre. Ahora quieren apuntar hacia el Banco de España, que algún seguimiento debió haber hecho, desde luego, aunque en la fijación de las indemnizaciones individuales no tuviera competencias. Siempre hay disculpas para estos casos que equivalen a una elusión de responsabilidades.

Y no han dicho nada, por cierto, todos los que mediáticamente crucificaron al anterior presidente de Castilla La Mancha y a la cúpula de la caja de esa comunidad cuando, en pleno proceso de fusión, se conocieron las cuentas deficitarias de la entidad. En seguida encontraron connotaciones políticas para pedir cabezas con la amplificación antisocialista que les caracteriza. Esta vez no hay titulares gruesos ni declaraciones llamativas ni columnismo que refuerce. Lo de siempre, lo que puede esperarse pero que hay que poner de relieve para las adecuadas comparaciones.

Mientras tanto, la sociedad asiste al festín. Hechos como los apuntados justifican la indignación. Quieren seguir esquilmando y quieren seguir aprovechan do. Hasta en los Estados Unidos se han dado cuenta y a las puertas de Wall Street expresan un ¡Basta ya! válido para todo el mundo.

Pues sí: ¡Basta ya!

miércoles, 5 de octubre de 2011

CÁNTICOS INASUMIBLES

Unos insensatos -aunque fueran pocos, se dejaron notar- hicieron unos cánticos vamos a decir de mofa en el encuentro Atlético Madrid-Sevilla. Aludieron a Puerta, el malogrado futbolista sevillano que cayó fulminado en el Sánchez Pizjoán y no pudieron reanimarle. Estábamos acostumbrados a coros o expresiones racistas -condenables desde todos los puntos de vista- pero no a este tipo de chirigotas, absolutamente inapropiado e inaceptable.


Los que "protagonizaron" tienen que estar arrepentidos y habrán comprobado la reacción del personal, la del club madrileño incluido, aunque su presidente dijera que no lo percibió. La reacción de la repulsión, del rechazo: un respeto a la memoria, oigan. Y a las mismas circunstancias que concurrieron en el fallecimiento del joven profesional sevillista.


Hay que manifestar pues la reprobación a esos que se empeñan en desnaturalizar el espectáculo desde las gradas. Si quieren cantar, pues tienen variables a granel. Máxime una afición tan leal y tan participativa como la del Atlético de Madrid que, aunque vaya mal clasificado y sume más de arena que de cal, siempre tendrá incondicionales que lo considerarán glorioso. Precisamente, las virtudes de esa afición no pueden ser empañadas por el irresponsable comportamiento de unos pocos. El resto, los sensatos y los respetuosos, deberían haber sido los primeros en acallarles, primera fórmula de los posibles antídotos.


Después están las que aporte el club, con una condena expresa del hecho y con una invitación clara, cordial pero contundente, a que no se repitan.


Los árbitros deberán estar atentos también y hasta advertir al delegado de campo para que por megafonía cesen los cánticos... (es difícil encontrar calificativos).


Y por último, el comité de competición, que sí penaliza a los clubes por el comportamiento de sus hinchas, debería incluir entre los factores punitivos los "productos" de estas corales que se recrean en la desgracia ajena de forma burlesca.


La tristeza del episodio, desde luego, invita a que no quede impune.


lunes, 3 de octubre de 2011

HEROÍSMO SOLIDARIO

Con los antecedentes de aquel profesor Neira que corrió peligro de muerte al ser agredido cuando intentaba proteger a una mujer del incontrolado comportamiento de su pareja, habrá que ser forzosamente comedido, no sea que tras la exaltación de lo ocurrido, se desvirtúen las acciones y la consideración heroica que cabe atribuirlas se evapore en un santiamén. Porque no es exageración hablar de heroísmo en la sociedad de nuestros días, tan egoísta e insolidaria, tan deshumanizada y tan poco dada a ponderar conductas y decisiones altruistas, cuando alguien arriesga su vida para salvar otras, acredita su pericia profesional en situaciones límite o destina los beneficios de su propio trabajo a la noble causa de garantizar que unos becarios no se vean afectados por los recortes de la institución de la que dependen.

Algunos ejemplos fehacientes ponen de relieve que en esa sociedad aún quedan personas con un alto sentido de la solidaridad. Y que lo practican. Se dirá que hay gente con vocación y adiestrada para prestar el auxilio en el momento preciso pero no se trata de medir el arrojo subjetivo supeditándolo a determinadas circunstancias sino de contrastar la decisión para admirar el paso dado y las beneficiosas consecuencias.

¿Cómo calificar entonces la intervención del sargento primero de la Armada, Carlos Trujillo, que hace unos meses, por la noche se lanzó a las frías aguas del mar de Alborán, atado a un cable-guía, para ayudar a los treinta y tres inmigrantes, en su mayoría mujeres y niños, cuya frágil embarcación había encallado en un rompiente? Durante dos horas, logró salvar, uno a uno, sin omás medios que la ayuda de los soldados de su exiguo destacamento en la isla, a los ocupantes y a un bebé nacido en la travesía. Corazón, coraje y valor: el sargento Trujillo acreditó sobradamente en una situación que los protagonistas no olvidarán jamás.

¿Y qué decir de la doctora Ceferina Cuesta, médico del Samur, que practica en el interior de una iglesia madrileña una cesárea a una mujer que había fallecido tras sufrir varios balazos? Fue decisión “de un segundo”, según testimonio de la doctora, aplaudida por sus compañeros y otros pacientes cuando acudió a interesarse por el estado de la criatura que nació sin pulso y hubo que aplicarle animación cardiorrespiratoria. Seguro que la formación en medicina de urgencias y la propia experiencia de la sanitaria fueron determinantes.

No menos llamativo es el gesto de la investigadora valenciana Consuelo Guerri, ganadora de un prestigioso premio científico internacional que venía a reconocer sus trabajos y sus logros en el campo del alcoholismo. Dotado con veinticinco mil euros, la doctora Guerri, que había obtenido el galardón a título individual, decidió donarlo íntegramente para abonar los sueldos de los becarios que trabajan en el centro Príncipe Felipe, de la capital del Turia, afectado, como tantos otros organismos, por los recortes y reajustes económicos. Informaciones periodísticas señalan que no es la primera muestra de la generosidad de esta científica que, lejos de querer airear su determinación solidaria, aprovechó para reclamar la atención de quien proceda “pues la investigación vive una situación horrorosa”.

Estos tres ejemplos, en medio de penurias y tribulaciones, levantan el ánimo y sirven para contrastar que la valentía es llevar una verdad por delante y la solidaridad no es un sentimiento superficial. Salvar vidas, con el oficio ejercido al límite y con su carga de heroísmo, así como ayudar a quienes lo necesitan para investigar, son el reflejo del empeño por el bien común.

sábado, 1 de octubre de 2011

TIMBRE DE ALARMA: LA UPM VEGETA

Empieza a caer en un peligroso anonimato, en un inquietante olvido la Universidad Popular Municipal “Francisco Afonso”, fundada en 1982, uno de los grandes logros del primer mandato democrático.

Poco o nada se sabe de su funcionamiento, si sigue integrada en el Organismo Autónomo Local (OAL), cuáles son sus objetivos inmediatos, hasta dónde llega su actual oferta. Hace meses que no se lee una noticia o no se publica una información relativa a este centro, el primero de Canarias en su género y uno de los primeros en el Estado español.

En el año 2002 conmemoramos su vigésimo aniversario. Nos acompañó entonces Manuel Pérez Castells, el filósofo alcalde de Albacete y presidente de la Federación Española de Universidades Populares (FEUP). Elogió el centro portuense, claro que sí, pero expresó con singular maestría la evolución y las características de estas institucionres en el contexto histórico europeo y español: su decisivo papel en la formación de miles de personas en trances delicados.

En 1982, una experiencia acumulada durante dos décadas -venían de otras localidades canarias a inspirarse en el centro portuense- permitía hablar de una realidad pujante. Una publicación de entonces así lo acredita. A los programas formativos, con cursos, talleres y núcleos de actividades -ahí nacieron el gabinete literario, las tertulias en la UPM y la iniciativa de animación a la lectura Animalee- se sumaron los programas de intervención social y desarrollo comunitario. De igualdad, por ejemplo, se habló por primera vez -y con mucho fundamento- en aquella modesta sede universitaria.

Pero es que, además, allí operaban ese año los servicios socioculturales y de la mujer, la escuela de música, la unidad de empleo y el centro municipal de las mujeres. Había también espacio para entidades no municipales como las escuelas de teatro de Tenerife, la patronal turística Ashotel, la asociación canaria de familiares y personas con enfermedad mental (AFES), la federación que aglutinaba a las asociaciones de padres de alumnos (Fitapa), Radio ECCA y hasta el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias con su Curso de español para extranjeros.

Fueron las suyas palabras aleccionadoras que hoy evocamos cuando contrastamos que la desidia se ha residenciado en Mazaroco 22. Aunque quizá no sea justa esta oración pues el abandono tiene su origen en otro lugar No hay que engañarse: ésta es una cuestión de voluntad política y sin voluntad política no se desastasca ni se impulsa absolutamente nada vinculado a una institución pública. ¿Qué quedará de todo eso?

No es de extrañar que los profesionales estén desmotivados ante la carencia de sensibilidad y ante la falta de pautas políticas y de seguimiento adecuado para que la UPM funciones. Seguro que ponen todo su empeño, programarán y ejecutarán con arreglo a los recursos presupuestarios; pero los riesgos de rutina inundan su quehacer. Faltan -o al menos eso es lo que se advierte desde fuera, al cabo de tanta pasividad- no solo voluntad política sino iniciativa y afán emprendedor. En realidad, lo que no hay es identificación con un centro de formación y participación social consolidado. Si, encima, la divulgación de la oferta y de las actividades tiene una divulgación inapropiada; si la población desconoce lo que allí se fragua y se ejecuta, es inevitable pensar en lo peor.

Se podrá argumentar recortes y limitación de recursos, se podrá esgrimir la delicada situación del Ayuntamiento; pero no tienen perdón el abandono ni la indolencia. Ese pasotismo ante algo que no es un proyecto sino una realidad consolidada que el año próximo cumplirá treinta de su puesta en marcha es a todas luces, reprobable. Si las circunstancias obligan a revisar el papel y las prestaciones, hay que hacerlo. Para eso hay fórmulas y convenios: sólo se trata de tener imaginación y emprender. Otra vez: y voluntad política.

Timbre de alarma: ahora mismo, la UPM vegeta. Por lo tanto, hay que reivindicarla. La memoria de sus fundadores y la trayectoria misma del centro merecen otra consideración, muy distinta a la rutina mecanicista que desembocará, seguro, en la esclerotización que asoma sus síntomas.

¿También desaparece la UPM? Impidámoslo entre todos.