martes, 31 de agosto de 2010

NUEVA NORMA LOCAL

El secretario de Estado de Cooperación Territorial, Gaspar Zarrías, que estuvo muy poco afortunado hace unas semanas a propósito de una declaración sobre los abdominales de Aznar -¿por qué esa tentación de algunos de meter en la pugna política circunstancias personales?-, ha anunciado que en el próximo período de sesiones de las Cortes será debatido el texto de la nueva ley de Gobierno Local.

Veremos si concluye felizmente ese debate, es decir, con una norma actualizada que satisfaga a todos y signifique un salto cualitativo en la gobernanza de los ayuntamientos. No es ir de escépticos o de pesimistas pero va a coincidir con la recta final del presente mandato -andarán los municipalistas muy ocupados con las candidaturas, con las prisas por completar algunas ejecuciones y con los balances de gestión; o sea, el clima menos apropiado para reflexionar y transar- y con la incertidumbre que entraña la aprobación del proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado, un hecho que, en función de los resultados, puede ser determinante en lo que resta de legislatura.

La actual Ley data de 1985. Está obsoleta, pues. Con esa norma, se dio en su día un paso de gigante para superar incongruencias con la legislación predemocrática y para funcionar con más operatividad, con la agilidad que deseaban los munícipes de todo signo y que se veían notablemente condicionados por ciertas rigideces. Veinticinco años después, con la experiencia acumulada y con la reivindicación permanente de más competencias y más recursos para desarrollarlas, con lo local como gran espacio donde apreciar la capacidad de gestión así como la audacia y la eficacia de importantes políticas sectoriales, se impone una revisión a fondo, un cambio significativo que permita afrontar el porvenir en consonancia con las exigencias de nuevos escenarios resultantes de la depresión que nos afecta y de las que entrañe, pese a la previsible lentitud en implantarse, el nuevo modelo de productividad económica.

Zarrías anticipa que la nueva norma tiene por objetivo modernizar las estructuras. Y agilizar la toma de decisiones desde los órganos. Vale. Pero una ciudadanía muy decepcionada con la clase política en su conjunto y muy desconfiada de los programas y las soluciones que hasta el momento haya aportada desde las instituciones locales -se diría que una nube o una suerte de agotamiento invade el ámbito del municipalismo-, aguarda más, bastante más, en lo que representa mejorar las prestaciones y la atención directa, en lo que supone alcanzar mejores niveles de transparencia y control. A ver si de una vez por todas la administración electrónica hace olvidar los vericuetos burocráticos.

Es la ciudadanía que se ha cansado de diatribas y de enconos entre sus representantes, de posturas irreductibles, de debates estériles que bloquean o demoran proyectos y actuaciones y de métodos autocráticos para gestionar y supuestamente optimizar los intereses generales. Sin olvidar que es necesario profundizar en el principio de la cooperación interinstitucional para coordinar y equilibrar mejor el propio sistema competencial.

Y puestos a no olvidar, consignemos que es en el contexto municipal donde han quedado en evidencia dos problemas serios de la sociedad de nuestro tiempo: la corrupción y el transfuguismo. En Canarias, hay unos cuantos ejemplos ilustrativos. Tales problemas sólo tienen alternativa en el funcionamiento del Estado de derecho, es decir, en el acuerdo que los grupos políticos sean capaces de plasmar en una norma que tenga validez para las próximas dos o tres décadas, de modo que se convierta en uno de los ejes sobre los que gire la misma convivencia democrática.

Corrupción y transfuguismo se han convertido en una lacra que hay que erradicar, precisamente a través de los cambios legislativos indispensables. Quienes han sido mentores, quienes se han visto inmersos en esos casos, quienes han cedido a la tentación y quienes han fomentado esas prácticas no son conscientes del daño que han causado al sistema, a la credibilidad, al ejercicio de la política y a la consideración de la cosa pública. Una nueva Ley, sólidamente articulada, implacable con los infractores, tiene que ser la base de nuevos -más limpios y más nobles- comportamientos y de una nueva cultura.

lunes, 30 de agosto de 2010

DESASOSIEGO TURÍSTICO

El vicepresidente de la patronal hotelera (ASHOTEL) ha rescatado la situación 'dramática' del turismo en el Puerto de la Cruz, cuando el verano aún no ha concluido. No son nuevas apreciaciones de Juan Antonio Rosado quien, aún en los mejores tiempos de ocupación, ya advertía de fisuras y de circunstancias poco favorables, en una extraña tendencia al pesimismo, muy propia de cierto sector empresarial local, más preocupado (un ejemplo) en cómo seguir prestando servicios con menos personal que en la formación profesional de éste y en la competitividad del producto en el marco de una oferta cada vez más saturada. Podrían argumentar Rosado y los suyos que hablaban con realismo para curar en salud hechos como los que ahora se comentan.

Los datos, en efecto, son preocupantes. Y hay que poner en valor que sean conocidos, de modo que cuando mejoren -porque tienen que mejorar- también trasciendan y permitan establecer comparaciones, sobre todo en el propio sector que, a fin de cuentas, debe ser el primer interesado en saber por dónde camina y cuáles son las medidas correctoras más apropiadas para salir del trance.

Veamos: el índice de ocupación interanual (de julio 2009 a mismo mes del presente año) alcanza el 43,63%, un 11,7% menos. Se habían alojado en los establecimientos en ese período 466.134 personas, un 5,87% menos. Cayó ligeramente el tiempo medio de estancia que se sitúa en torno a los 5,8 días. El descenso del turismo peninsular -acaso lo más inquietante- alcanzó el 11,11%, muy por debajo de la disminución media de este mercado en la isla que fue del 3,46%.

El vicepresidente de ASHOTEL encuentra en las estadísticas razones para hablar de dramatismo que se contrasta en el cierre no sólo de residenciales turísticos sino de comercios, especialmente los considerados pequeños y medianos que han caído a ritmo casi vertiginoso desde hace unos cinco años. Por eso, lanza el enésimo llamamiento a las autoridades locales para frenar la sangría y la entrada en barrena del producto; pero éstas no disponen de varita mágica y su margen de acción es muy limitado, aunque eso sí, deberían mostrarse más imaginativas y con mayor capacidad de gestión de los recursos que tienen ante sí.

Otro ejemplo: el programa Horizonte 2020, una oportunidad para redefinir el modelo y poner en marcha actuaciones que revitalicen el propio destino. La conjunción de las administraciones públicas -y la dotación de fondos ya acordada- garantizan la continuidad. Lo escribimos hace poco: es un tren que no se puede dejar pasar, acaso la última oportunidad de contar con unos recursos decisivos para el porvenir y que deben servir para algo más que parchear. Ya están tardando en poner en marcha el consorcio correspondiente.

Entre otras cosas, para no perder de vista las conclusiones conocidas en un informe de la Audiencia de Cuentas de Canarias que, en una perspectiva más global, señala que “la política turística en Canarias es mala”. Lo dice el órgano encargado de fiscalizar el gasto de las administraciones públicas de las islas. Algo habrá visto cuando, sin ser un asunto de su estricta competencia, se ha atrevido a hacer un diagnóstico de ese calibre.

El 'dramatismo' de Rosado, por cierto, abarca también el problema de la reducción de las plazas del IMSERSO, ya saben, los programas de turismo social que a lo largo de los últimos años han propiciado desplazamientos numerosos y una ocupación muy estimable -a precios discutibles, vale, desde el punto de vista de la rentabilidad- para mantener la dinámica de la modalidad senior que, en principio, no gustaba -el Puerto se ha convertido en un destino de viejos, decían algunos despectivamente- pero que terminó consolidándose hasta el punto de que ahora, cuando se ha anunciado una reducción de plazas, ha sido casi un clamor desesperado el de algunos hoteleros que cómo por ahí merma un margen del negocio que sirve para equilibrar y estimular balances de explotación.

A propósito, y aunque ya parece un poco tarde, a ver si son capaces de ponerse de acuerdo con los precios, es decir, si los establecimientos de cuatro estrellas son los que condicionan el mercado al trabajar con el IMSERSO, parece más consecuente que la supresión o reducción de plazas les afecte en mayor medida. De lo contrario, los de tres estrellas serán los que sufran en mayor medida estos recortes y se abonan prácticamente al cierre. Ahí sí que duele.

En fin, como verán, que no faltan causas para el desasosiego turístico. Más o menos 'dramática', se trata, entre todos, de invertir la situación. Un poquito de por favor, que decía aquél, no vendría mal.

miércoles, 25 de agosto de 2010

47 HORAS Y 15 MINUTOS

Aquel era el título de una canción: 19 días y 500 noches. Lo que tardó Joaquín Sabina en olvidar a una amada. Pero este otro registro tiene un carácter distinto: 47 horas y 15 minutos. Es lo que tarda una mujer en revelar un secreto que le hayan confiado.
Así figura en las conclusiones de una encuesta hecha por un instituto británico con tres mil mujeres consultadas. Los datos señalan que el cincuenta por cinto de las personas que reciben una información digamos confidecial o reservada, terminan revelándola. Según el sondeo, normalmente las mujeres confiesan el secreto a sus parejas.
O sea, que extrapolando los datos, pues no deben ser muy diferentes de realizarse la consulta en nuestro país o en nuestra Comunidad, todas aquellas cautelas y prevenciones, cuando con sigilo y en voz baja, te desvelaban alguna información y te pedían que prometieses o jurases que no lo dirías a nadie, apenas sirven; cuando, entre bromas y veras, te advertían que lo que iba a decirse en voz alta no debía salir de la isla y luego traspasaba con creces el territorio, nos encontramos con que guardar un secreto o llevárselo a la tumba es muy difícil. Si no saben hacerlo, es que cuesta hacerlo. No llega a cuarenta y ocho horas, la retención. Se produce entonces el secreto a voces tan socorrido.
Más que reparar de forma simplista en que el dato abona la tesis del cotilleo o de lo chismosas que son la mujeres, parece más interesante valorar un aspecto de la consulta confeccionada por el instituto británico: parece que cuando cuando se transmite o se cuenta un secreto, el hecho afecta a los sentimientos, "sobre todo si es algo malo", precisa el estudio, "en cuyo caso esa información nos genera un problema porque estamos obligados a callar algo que nos sienta mal saber".
Depende, pues, de la naturaleza o del alcance de la información reservada recibida para determinar o controlar la reacción. Los porcentajes apuntados revelan las tendencias. Parece que callar mucho tiempo, no.
Y es que callar, concluye la encuesta, depende de quién sea el protagonista, del morbo que inspire el contenido de la información, la relación misma con la persona que se confiesa, el crédito que pueda merecer y hasta la edad y la personalidad.
En cualquier caso, teniendo en cuenta estas consideraciones, parece que hay que aprender a callar. En otras palabras: hay que ser consecuentes con las peticiones de reserva o secretismo que se puedan hacer en ciertos momentos, supeditadas a concretas circunstancias. Sobre todo, si se quiere acreditar lealtad y confiabilidad.
No es fácil. claro que no.

martes, 24 de agosto de 2010

DESAPROBACIÓN GENERAL

Encuestas por doquier. Y en pleno agosto. ¡Quién lo iba a decir! Entre la proximidad electoral y la necesidad de contar con elementos supuestamente fiables para diseñar alguna estrategia o erosionar a los adversarios, la fiebre de los sondeos de opinión ha subido grados y ha animado la estación, hasta ahora poco apta para los análisis derivados de los registros. Es como si se hubieran empeñado en hacer efectiva aquella afirmación de sir Winston Churchill. “Sólo me creo las estadísticas que yo manipulo”.

Alguna de esas encuestas ha sido prácticamente transmitida en directo, como la que propició para muchos el descubrimiento en una noria televisiva de Tomás Gómez, secretario general de los socialistas madrileños, aspirante a ganar unas elecciones internas y poder optar a la presidencia de la Comunidad de Madrid.

Otra, más cercana y que se supone elaborada y procesada con más detenimiento, ha servido para calibrar los valores (?) de la política canaria representados en el Gobierno y en la oposición parlamentaria. Es la del Consejo Económico Social de Canarias (CES). Son los resultados los que cuestionan esa consideración: tanto el ejecutivo como los socialistas que fiscalizan suspenden, no merecen la aprobación de los ciudadanos consultados. Las notas son bajísimas, además: un 3,22 para la alianza gubernamental (CC+PP) y un 3,05 para la representación del PSC-PSOE.

Independientemente del desglose y de las consideraciones pormenorizadas que la consulta merezca a las partes como otro elemento a tener en cuenta en las respectivas estrategias electorales, tales resultados, después de las playas y el descanso reparador, deben alimentar en el seno de aquéllas una seria reflexión sobre cómo las está viendo la ciudadanía. La sociedad canaria tiene de su representación política una mala, una muy baja consideración. Se ha cansado de inacción, de mediocridad, de problemas que se eternizan, de palabrería, de vicios, de reiteraciones, de incumplimientos sistemáticos, de escándalos, de impunidad…

Se ha cansado tanto -puede que hasta de sí misma- que no le gusta cómo el gobierno de coyuntura gestiona los recursos públicos y ejecuta las políticas que supuestamente obedecen a unos programas y a un discurso de investidura. Pero tampoco cómo se las maneja la oposición, castigada seguramente porque cuando el escepticismo se contagia no deja espacio siquiera para prefigurar o valorar una alternativa. Ni siquiera el premio de consolación, ese de ser el partido preferido (PSC-PSOE) por la población, sirve de mucho.

Porque ese es el problema: la desconfianza y la incredulidad que van creciendo y se van consolidando para decirnos que no hay futuro o que éste es de color hormiga. No es fatalismo: es la realidad del territorio diverso y fragmentado donde las tenazas de la depresión siguen estrechando y donde los avances sociales son imperceptibles. Donde no se vislumbran alternativas al monocultivo del sistema productivo y donde los datos de formación son progresivamente inquietantes. Donde la clase política dice poco y otros agentes sociales, menos.

No es de extrañar pues que en la misma encuesta, los porcentajes de atención por la política sean reveladores: el 49,5 tiene poco interés y el 32,3 un interés medio. Es aquí dónde está el núcleo de análisis para los partidos cuya actuación ha sido desaprobada y valorada por la población de forma tan preocupante. Que no digan que ahora, a pocos meses efectivos de una nueva consulta electoral, esta materia no toca o que está reservada a los teóricos. El verdadero compromiso es cómo superar, desde dentro, ese escepticismo.

lunes, 23 de agosto de 2010

GOMEZ, UN DESCUBRIMIENTO

Un dirigente político con ideas claras, que no se descompone ante las preguntas capciosas y que no cede a las provocaciones. Un cargo público avalado por sus victorias en elecciones internas, seguidas de la inteligencia y la generosidad suficientes como para saber integrar a quienes fueron sus adversarios. Un municipalista curtido en la escuela de lo local, donde se entiende muy bien, por proximidad, los problemas de los ciudadanos.

Para muchos ha sido un descubrimiento el Tomás Gómez que vimos en La Noria (Tele 5, sábado 21), el aspirante a ganar en su partido la candidatura a la presidencia de la Comunidad de Madrid. Sereno, firme, sosegado, equilibrado, luciendo juego limpio: ni una palabra de reprobación a su rival ni un reproche al secretario general y presidente del Gobierno. Por todo eso no gustó al derechío periodístico que esperaba algo de ‘sangría’ política.

Pero es que, además de las formas, Gómez fue persuasivo. Manejó con soltura un discurso en el que había respuestas concretas para las demandas que le formulaban. Así, no dijo una sola autovía madrileña financiada por el Gobierno de la nación, sino unas cuantas. Así, precisó que lejos de sentirse asfixiada la Comunidad por este mismo ejecutivo, se había incrementado la aportación que había hecho el de Aznar.

El secretario general de los socialistas madrileños demostró, además, que dispone de programa y de alternativas. Las fue desmenuzando. Eso fue lo que más disgustó, posiblemente, a sus detractores, los que creían adivinar tibieza o resignación mientras sus esfuerzos para que exhibiera tintes de enfrentamiento con el aparato (Ferraz) y con la propia presidencia del Gobierno. Hechos claros: hasta que los más ricos pudieran acceder a sistema de sanidad pública porque éste inspira garantías y reúne calidad suficiente. O reducir el número de fallecimientos por contaminación medioamabiental. O fortalecer el dotacional de guarderías infantiles. O transparentar la vida pública. O crear un impuesto para las enormes ganancias de los bancos.

No sólo estuvo correcto en las formas Tomás Gómez. También reveló su condición de corredor de fondo, con una visión de la política muy propia de un hombre de su generación que respeta el pasado la experiencia de los demás. Alguien que apela al compromiso ético y al espíritu cívico para intentar demostrar que hay que ser coherente. Alguien que no cree en las improvisaciones ni en los golpes de efecto sino en el trabajo colectivo y continuado que responda a un proyecto común con sus propias señas de identidad y muy pegado a las aspiraciones populares.

Cumplió Gómez hasta superar con creces la prueba. Su sonrisa le favorece y su dialéctica acompaña. Podrá ganar o no, ya se verá. Si lo hace y enfrenta a Esperanza Aguirre, el duelo será interesantísimo. De momento, por lo que se vio en La Noria, los renglones no van torcidos. Pero no por cierta valentía atribuida sino porque hay razones de fondo para persuadir.

miércoles, 18 de agosto de 2010

LO DE MONTORO SUENA A SARCASMO

El coordinador de Economía del Partido Popular (PP), ex ministro de Economía y Hacienda, Cristóbal Montoro, ha declarado, en una entrevista a Europa Press, que su partido se presentará a las elecciones legislativas de 2012 "con la bandera de la regeneración democrática contra la corrupción".
Independientemente de la interpretación que sobre la temporalidad pueda hacerse -¿qué pasa, que en las autonómicas y locales del año próximo no enarbolarán la msma bandera?-. resulta bastante discutible la afirmación de Montoro. El propósito no, porque es lo menos que se puede pedir a una organización política que ha tenido y tiene experiencias gubernamentales.
Pero que el PP, a estas alturas, incluya en su discurso elementos de decencia, parece hasta sarcástico. Lamentablemente, ya quedan pocos partidos políticos -por no decir ninguno- que estén en condiciones de hacer una oferta de ese tipo. A lo largo de la historia democrática se van acumulando episodios que manchan el honor y la trayectoria misma. En algún momento de ésta, puede que sí, que fuera oportuno e indispensable el anuncio de la regeneración. La práctica, después, fue otra cosa.
Que ahora los conservadores vengan con esa bandera..., no, no cabe, no traga. En su momento, con aliados mediáticos muy poderosos, explotaron al límite todas las debilidades y todas las situaciones en las que se vieron inmersos algunos socialistas. No repararon en que a ellos también les podría suceder. Y vaya que así ha sido: Gürtel, el espionaje en Madrid -sin olvidar los antecedentes del 'tamayazo'-, lo de Valencia, lo de Baleares, lo de Castellón..., por citar, casi a vuela pluma, algunos casos, a los que hay que añadir, por cierto, los de Canarias.
Con esas alforjas, la declaración de Montero suena a tomadura de pelo, es extravagante. Difícil hacer creer a los electores que, con esas presunciones, se puede esgrimir el adecentamiento. Más sensato y más consecuente hubiera sido decir que lucharán, con todos los recursos legales a su alcance, contra todo lo que huela a corrupción... empezando por las propias filas. Ni siquiera debió decirlo apoyado en esas encuestas de opinión que dan a entender que los casos de corrupción afectan muy poco al electorado, como si éste fuera tonto, o perdonara tanta práctica reprobable a sectores o cargos del PP.
Es verdad que la ciudadanía va a pedir honestidad, transparencia y hasta mano dura porque se ha cansado de que la política deambule por senderos de sordidez y de sospecha permanente. Pero que no vea Montoro la viga en el ojo ajeno. Con lo que ha ido acumulando su partido, poca credibilidad tiene ese discurso.

martes, 17 de agosto de 2010

POR AHORA, SÓLO CUATROCIENTOS

El empresariado canario, salvo honrosas excepciones, ha dedicado mucho, muchísimo tiempo, a quejarse de los impuestos que paga. Ha sido un llanto constante, desde hace años. En la gestión o en la tramitación de todos los grandes asuntos que afectan a nuestro sistema o modelo productivo o a las estructuras económico-financieras, la primera bandera ha sido no pagar más impuestos o reducir la carga tributaria. Y eso que nos movemos en una economía subsidiada por todas partes. Y eso que otras circunstancias juegan a su favor.
Ahora es el presidente del Gobierno autónomo el que les llama la atención: cuatrocientos, sólo cuatrocientos trabajadores han sido contratados después de las medidas incentivadoras del ejecutivo. "Hemos puesto las herramientas y ahora nos falta la colaboración empresarial ya que la parte públca sí que está funcionando en ese sentido", ha venido a remarcar Rivero en una respetuosa y cortés apelación a la sensibilidad de quienes teóricamente, y en la medida de sus posibilidades, tienen la obligación de generar empleo.
Cuatrocientos, además, es una cifra ridícula si se tiene en cuenta que eran treinta mil el objetivo fijado por los responsables del Gobierno de Canarias para beneficiarse de las medidas incentivadoras desde su aprobación hasta finales del presente año. A mucho ritmo tendrán que contratar los empresarios de las islas para conquistar esa meta. Y en la Comunidad Autónoma hemos visto milagros de todo tipo, pero ese sería como el de la multiplicación de los panes y los peces y no parece que quienes tienen que distribuirlos estén muy avezados. Treinta mil. Y otros tantos para el año próximo que, ya se sabe, es electoral y algún mensaje de resultados positivos hay que transmitir.
En todo caso, el comedido tirón de orejas presidencial a los empresarios sirve para medir su propia capacidad de reacción. No en el sentido de si se sienten muy aludidos negativamente sino en el de cargarse las pilas para demostrar que su tejido está vivo y dinámico, para demostrar que hay vida más allá de la queja para no pagar impuestos.

lunes, 16 de agosto de 2010

RESOLUCIÓN EJEMPLARIZANTE

Llama la atención que, a estas alturas de la democracia, al cabo de unas cuantas legislaturas y otros cuantos mandatos, en buena parte de la gestión institucional, de las relaciones entre los grupos políticos y de los gobiernos con la oposición, predomine la negativa, el rechazo y hasta la resistencia a ofrecer información, consultar expedientes y admitir iniciativas parlamentarias o corporativas. Todo ello, pese a que hay procedimientos reglados y que las tramitaciones tienen sus respectivos mecanismos. Y pese a informes técnicos que, independientemente de las interpretaciones jurídicas que puedan hacerse, son el primer recurso que tienen a mano los peticionarios para hacer valer su solicitud. Todo ello, para que funcione el Estado de derecho, donde tiene que hacerlo esencialmente, en las instituciones públicas, donde hay que actuar respetando normas y principios.

Es frecuente, en efecto, encontrarse con polémicas en las que una representación de la voluntad popular denuncia el incumplimiento de derechos de acceso a la documentación de asuntos que tratan los órganos de un ayuntamiento, por ejemplo; o la negativa a la inclusión en el orden del día de un pleno parlamentario de alguna iniciativa promovida por un grupo de la oposición. El hecho genera de inmediato un cruce de acusaciones, algunas de ellas bastante gruesas desde el punto de vista de calificación democrática. Con la perspectiva del tiempo, se pudiera entender -no admitir- una tendencia a la cerrazón, a las triquiñuelas y trapisondas en los primeros años de la democracia con tal de escapar preguntas molestas y de sortear oportunas visiones de los adversarios. Pero ya no tiene fundamento. La propensión o las corrientes deben ser otras.

Unos más que otros, en algunos lugares con mayor o menor frecuencia, pero prácticamente todos los partidos políticos incurren en esa actitud, poco positiva, desde luego, poco favorable para la convivencia y la calidad democrática y menos aún para la deseable y saludable transparencia de los asuntos públicos. Utilizar esos métodos, hacerlo de forma reiterada, tiene ya escasa razón de ser, responde a tics rígidos y autoritarios, abona el oscurantismo y la desconfianza, cuando no contribuye a judicializar la vida política, última vía que asiste a los presuntamente damnificados para intentar hacer valer sus derechos.

Una reciente resolución del Tribunal Constitucional (TC), a propósito de la demanda interpuesta por un grupo parlamentario en las Cortes Valencianas, debería ser ejemplarizante pues pone de relieve que los resortes normativos están para favorecer el ejercicio de derechos fundamentales. El TC ampara a dicho grupo y obliga a revisar la actuación de la Mesa de la Cámara (mayoría absoluta del Partido Popular) que negó la admisión de unas preguntas y hasta una Proposición No de Ley. Se suma esta resolución a otras dos anteriores de parecido tenor, con la particularidad de que, en esta oportunidad, sí que habrá de ejecutarse tal revisión -en el fondo, una reparación de los derechos vulnerados- antes de que finalice la legislatura.

Estas determinaciones del alto tribunal no deben pasar inadvertidas, entre otras cosas porque, para que las haya producido, se ha registrado un quebranto de reglas que sustentan el funcionamiento de la política. La reiteración de la medida, en el caso concreto de la Mesa de las Cortes Valencianas, deja a ésta en muy mal lugar y consagra que los abusos y las prácticas torticeras tienen el final que se merecen.

Sólo cabe esperar ahora, por elemental que resulte, que se respete y se cumpla la resolución, independientemente de que algunos hagan mofa y befa alegando una transparencia que sólo debe existir en su imaginación y en las encuestas que manejan.

miércoles, 11 de agosto de 2010

SALUD, ELECCIONES INTERNAS

Escenario relativamente nuevo en el PSOE tras la reunión entre el secretario general, Rodríguez Zapatero, y el primer responsable político de los socialistas madrileños, Tomás Gómez, a cuenta de la candidatura a la presidencia de la Comunidad de Madrid. El fondo político es otra cosa, se presta a muchas lecturas y, desde ese momento hasta la materialización de la suerte democrática convenida y aceptada por las partes, se pone a prueba la madurez de la organización y de algunas de sus figuras destacadas. Las consecuencias, imprevisibles; por los antecedentes y por los riesgos de debilitamiento propio que favorecen, sin duda, al adversario.

La suerte democrática es la de unas elecciones internas, un procedimiento estatutario, reglado y factible. Para una organización política que presume de vez en cuando de los militantes como su mejor activo, los órganos de dirección están obligados a propiciar oportunidades y a fomentar el funcionamiento democrático tal como también lo consagra la Constitución. Se trata de facilitar la participación y acentuar el pluralismo, factores que, de cumplirse y llevar a la práctica, aumentarán sin duda la credibilidad del procedimiento.

Alguna experiencia personal tuvimos en el año 1999. Y luego seguimos muy de cerca y activamente la registrada cuando Josep Borrell y Joaquín Almunia se disputaron la candidatura a la presidencia del Gobierno, sin que la cohabitación o la bicefalia posterior fueran un modelo de éxito político. Al contrario: fueron meses de desconcierto, agravado por otros acontecimientos que hicieron fruncir el ceño incluso a los defensores de la fórmula y contribuyeron a la consolidación de la derecha en su pleno reestreno gubernamental.

Esgrimen los detractores que en una contienda electoral a dos hay mucho de personalismo y que los entornos o los equipos de apoyo hacen mucho daño a la hora de defender a su candidato, con métodos poco edificantes. Y que las heridas tardan en suturar, en algún caso quedan abiertas hasta producir males mayores. Lo natural sería cerrar filas, tener generosidad, apoyar todos a una al vencedor y fortalecer la candidatura. Pero las secuelas, por mal talante, por nula voluntad, por inmadurez o por las miserias y las envidias humanas pueden tener un signo contrario. Sólo la sensatez, esa madurez a la que antes apelamos, sirven en esos trances.

Pero los partidos políticos no pueden ni deben refugiarse en el inmovilismo, por lo que unos comicios internos suponen aire fresco, una motivación añadida para los militantes. Son un lance que, convenientemente preparado y desarrollado con normalidad, sobre el papel, no hay que temer, independientemente de otras razones que asistan a una dirección para fundamentar sus estrategias electorales, como por ejemplo, disponer de sondeos o estudios de opinión que sugieran claras preferencias.
Esas razones hay que respetarlas y tenerlas presentes.
Fijar prevalencias es lo delicado y combinarlas, un cóctel imposible o de muiy difícil acierto.

Es lo que parece suceder en Madrid donde el desgaste y la controvertida gestión de Esperanza Aguirre, más los escándalos vinculados a su partido, allanan el terreno para un cambio político. La dirección federal cree, con encuestas en la mano, que, en esas coordenadas, una ministra que ha lidiado bien sus situaciones y es respetada, Trinidad Jiménez, tendría muchas posibilidades. El secretario general de los socialistas madrileños, Tomás Gómez, quien ha llegado a ser, en Parla, el alcalde más votado de España, alega contar con el respaldo de las bases y con apoyos sociales como para producir el 'sorpasso'. La disyuntiva ha llegado al mismísimo secretario general federal, Rodríguez Zapatero.

Debieron fallar todos los mecanismos de persuasión y debieron ser baldías las exploraciones de todos los escenarios posibles, cuando al final han aceptado la única salida posible: que decidan los militantes en las urnas. Esto no es malo, aunque algunos tiemblen por la posibilidad de que la solución se extienda por el resto de España. A una prueba democrática no se la teme. Que sirva de ejemplo. Por eso, lo trascendente ahora de esta disyuntiva es que no se configure como una pugna intestina que, a su vez, genere el desaliento entre los votantes que apuesten por una alternancia en el poder madrileño. Esto es lo que de verdad debe importar a todos pero principalmente a quienes están directamente concernidos.

El escenario, en cualquier caso, y sea quien sea el ganador, está cargado de alicientes. Ni el conservadurismo mediático se lo esperaba.

martes, 10 de agosto de 2010

JUAN MARICHAL, EN EL RECUERDO

A la abuela María fue la primera que escuchamos el nombre de Juan Marichal. En voz baja, en conversaciones de personas mayores. Hablaba de la relación de Marichal con su hermano Domingo, absolutamente decisiva en la formación del que luego sería brillante intelectual español.
Después, sus viajes a la isla, acompañado de su esposa, Solita Salinas, hija de Pedro, poeta inmenso, eran recogidos con puntualidad en los periódicos tinerfeños. A Marichal y señora le esperaban, en Los Rodeos, Ernesto Salcedo, Elfidio Alonso, Juan Cruz, Pérez Minik, Julián Ayala y creemos recordar que Alberto de Armas. Leíamos atentamente las impresiones que dejaba el ensayista.
Siendo aún Paco Afonso alcalde del Puerto de la Cruz se interesó por el busto "del tío Domingo" y acudió hasta su ubicación en la plaza del Charco, para emocionarse y refrescar los recuerdos, entre ellos el de sus trabajos nocturnos en una fábrica mejicana de 'PepsiCola', para poder subsistir y ampliar estudios. Enseñó Literatura hispánica en la universidad de Harvard, de la que llegó a ser profesor emérito.
A finales de la primera legislatura autonómica, siendo Jerónimo Saavedra presidente, recibió, junto a María Rosa Alonso, el premio Canarias de literatura. El nombre de Juan Marichal empezó entonces a hacerse familiar.
Con aquel sabio de voz fina, como un hilo, tuvimos oportunidad de hablar en varias ocasiones. Estuvo en la conmemoración del 1º de mayo de 1995, en una convocatoria que los veteranos socialistas del Puerto de la Cruz habían promovido poco antes de las elecciones de 1977. Coincidió con nuestra primera candidatura a la alcaldía de la ciudad. Personalmente, nos sentimos muy honrados en aquella oportunidad, cuando aquella voz tan autorizada habló de la sensibilidad obrerista de la gente del valle de la Orotava y de los valores progresistas de la familia Pérez Trujillo. Fue una lección de historia.
Después vinieron las novedades de sus escritos sobre Azaña, Ortega y Negrín. Y las preguntas sobre su salud. Y la noticia del fallecimiento de Solita. Y las cartas desde el Ayuntamiento hasta su domicilio en Madrid. Y la entrevista de Cruz Ruiz, en El País, con aquella tremenda afirmación: "Los nacionalismos son la peste de este siglo". Y la lectura de El secreto de España. Ensayos de historia intelectual y política, libro con el que ganó el Premio Nacional de Historia.
Había retornado a Cuernavaca (México), donde falleció en la noche del pasado domingo. Un intelectutal admirable en todos los sentidos. Se fue en silencio, como los elegidos. Había quebrado el fino hilo de su voz. Descanse en paz.

lunes, 9 de agosto de 2010

¡ESOS BARBARISMOS!

Como que ha subido por estas islas la fiebre de barbarismos, esa incorrección que consiste en pronunciar o escribir mal las palabras, o en emplear vocablos impropios. Cuando el fenómeno se da en representantes o personajes de la vida pública, es natural que adquiera una mayor trascendencia. Un tropezón lingüístico cualquiera da en la vida pero cuando quien lo protagoniza tiene esa condición, queda tan en evidencia que será recordado para los restos por tal pata de banco.

No es un problema endémico de Canarias. La larga lista de ejemplos se ha ido engrosando con aportaciones de artistas, deportistas, empresarios, sindicalistas y profesionales de distinta condición. Recordemos el célebre ‘candelabro’ por candelero de Sofía Mazagatos o las llamativas ‘claúsulas’ por cápsulas que tomaba Terelu Campos para la tos. Isabel Pantoja no tenía idea de los tiempos verbales al propugnar aquellas prisas “Vamos, hale, hale, que es gerundio” ni el futbolista alemán Lukas Podolski había visto un tablero en el momento que afirmó que “El fútbol es como el ajedrez pero sin dados”.

Claro que, en llegando a política, la cosa sube de tono. Le sucedió en su día a Esperanza Aguirre, cuando siendo ministra de Educación y Cultura, le pidieron su opinión por el Nobel concedido a Saramago. “¿Sara-qué?”, respondió, visiblemente extrañada. Y más recientemente a Bibiana Aído, ministra de Igualdad, al tratar de alcanzar un cierto paroxismo situando en el mismo nivel, faltaría más, a “miembros y miembras”. Está claro que, ignorancias y ocurrencias al margen, se maltrata el idioma.

Concluye Alex Grijelmo, presidente ejecutivo de la Agencia Efe, en una entrevista concedida a Fundeu-BBVA, que todo se reduce a “un problema de formación”. Y no le falta razón, a la vista de las auténticas perlas: “El problema no es tanto el idioma -señala Grijelmo- como lo que se tiene en la cabeza. Sólo podemos pensar con palabras y si construimos mal una oración es que estamos pensando mal. Eso sucede en cualquier lengua”.

Perla fue desde luego aquella confusión de la consejera de Turismo del Gobierno de Canarias, Rita Martín, en el acto de inauguración de la restauración de la casa de los Sall, en Telde (Gran Canaria), al lanzar una pieza antológica sobre la sal aplicada a algunas tendencias y ofertas turísticas que dejó literalmente turulatos a quienes la escuchaban.

Y no menos reluciente la de una compañera suya, Cristina Tavío, vicepresidenta del Parlamento de Canarias, cuando agobiada por la dimensión que cobraba el asunto de unas facturas de gastos justificadas por el grupo municipal al que ella pertenecía, soltó en directo al desconcertado entrevistador radiofónico: “¿Insinúa usted que tenemos un Bill Gates en el partido?”. Quiso decir Watergate, en comparación con aquel infausto caso de espionaje político que doblegó al mismísimo presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon.

Lo dicho, perlas. Auténticos absurdos, genuinos barbarismos. Expresiones, por cierto, que cuando las intentan arreglar o justificar, es peor. Lo malo es cuando se repitan, el contagio del que hablaba Grijelmo: “Lo dijo …”, o “Lo escribió…”, como si el autor o la autora no se equivocaran, como si por su condición de cargo público, cualquier afirmación fuera válida.

Mejor leer y asegurarse, antes de meterse en berenjenales y producir un despropósito, aunque sea sin querer. Mejor tener presente, por ejemplo, a sir Winston Churchill: “A menudo me he tenido que comer mis propias palabras y he descubierto que era una dieta equilibrada”. Favor: cuiden el idioma, no lo maltraten más. Saldremos todos ganando.

(Publicada en Tangentes, número 28, agosto 2010)