domingo, 28 de septiembre de 2008

UN GALARDON PARA CARMELO

Carmelo Pérez Abreu. Probablemente, el último de los grandes clásicos del turismo portuense. Un ‘grande’ hecho a sí mismo: desde botones a su actual responsabilidad ejecutiva en el grupo “Sol Meliá”, su trayectoria es todo un ejemplo de compromiso con la hostelería, con el turismo, con sus empresas.
A Carmelo, natural del Puerto de la Cruz, el Gobierno de Canarias le ha distinguido con la Medalla a la Excelencia Turística que recogió días pasados en Fuerteventura, en ocasión de la conmemoración del Día Mundial del Turismo. Es más que merecida. Le llega, además, casi coincidiendo con el final de su etapa en activo que sólo interrumpe, por cierto (móvil desconectado), los fines de semana, cuando cultiva sus frutos y sus flores en una finca de las medianías norteñas.
Carmelo es la modestia personificada. Quien huye de todo protagonismo. Quien toma las decisiones con temple y sin alharacas. Quien acomete las gestiones de forma perseverante hasta obtener un resultado definitivo. Quien no se arruga ante las adversidades. Quien guarda respeto y lealtad a los que están por encima. Que al final ya no son muchos, por cierto.
Se supone que algún media le llamará un día de estos y le preguntará (si él quiere y se deja) por los pasos de esa trayectoria. Ahí contrastarían la experiencia de este profesional del turismo a quien uno, siendo niño, recuerda con gesto serio trabajando en los hoteles y en las agencias de viajes, en pleno auge del destino turístico portuense.
Carmelo siempre tuvo claro que había que trabajar y por eso se esmeró en la mejor escuela de entonces: al lado de grandes directores, de pujantes emprendedores y de profesionales curtidos que vieron en él una persona recta, capaz, enamorada del turismo y de las cosas bien hechas. Si llegó lejos -tan lejos, como que desde hace unos cuantos años es el brazo derecho de otro ‘monstruo’ del turismo español, Gabriel Escarrer- es porque no se detuvo, fue escalando y asumiendo nuevas funciones y nuevas responsabilidades.
Es de los que ha visto cómo cerraban establecimientos entrañables (principalmente en su ciudad natal) y cómo surgían nuevos establecimientos en todas las islas. En los aviones, por cierto, está su otra vida. Porque Carmelo acude allí donde su concurso es necesario. Y así ha podido ir comprobando, en primera persona, la evolución del sector turístico: su esplendor y sus vacas flacas. Ha tenido que sondear en esa jungla llamada directrices, ha visto cómo se ha malbaratado el producto y cómo hay que plantearse una promoción para captar eso que llaman segmentos de calidad turística, que no son otra cosa que los clientes de alto poder adquisitivo que tan deferentemente le trataban hace décadas cuando hacía de botones o de recepcionista en algún hotel del Puerto de la Cruz.
Que le duele, por cierto. De donde nunca se alejó, sentimentalmente.
Ahora ya luce un galardón que reconoce la excelencia turística personal, ganada a pulso en una carrera profesional caracterizada, ante todo, por la modestia y por la superación. Un hombre hecho a sí mismo, de la vieja escuela, de los que ya no hay.
¡Enhorabuena!

jueves, 25 de septiembre de 2008

Enhamed, la dicha de la resistencia

Siendo delegado del Gobierno en Canarias, tuve oportunidad de asistir al acto de presentación de los deportistas discapacitados que iban a participar en los Juegos Paralímpicos de Beijing (Pekín). Junto a la secretaria de Estado de Política Social, Familias y Atención a la dependencia y a la discapacidad, Amparo Valcárce, estaban los representantes de las entidades que velan por los procesos de integración y de entrenamiento de estos deportistas, así como de las empresas y firmas que colaboran con los respectivos programas. Allí estaba el gran Manolo Negrín, siempre comprometido con las causas nobles, como maestro de ceremonias.

Era un acto distinto por razones que no es necesario detallar. El clima de emotividad era inevitable. Muchos más, cuando los deportistas intervinieron y sus palabras fueron una mezcla de entusiasmo, de expectativa y de gratitud. Sobre todo, de gratitud. Me encantó compartir con los deportistas, con sus padres, con sus entrenadores y patrocinadores aquellos momentos de feliz ilusión, pendiente de cristalizar unos meses después, cuando su particular cita olímpica.

Y allí estaba él, allí le conocí. Y es curioso: he querido ver el desfile de clausura de los Juegos pues quería ver su rostro. El rostro de un abanderado. Era el mismo rostro de aquella ocasión: el de Enhamed Yahdih. Sonriente, llamativo, expectante… Y sobre todo, cabal. El gesto de aquella cita era merecedor de todo el respaldo, de toda la confianza. Ahora, ante la pequeña pantalla, era el mismo gesto avalado por cuatro oros, los que cosechó, nadando, en el denominado Cubo de Agua, una de las fabulosas e icónicas infraestructuras deportivas construidas al calor de la cita olímpica.

Enhamed Yahdih. Veintiún años. Grancanario. Hijo de emigrantes saharauis, procedentes de El Aaiún. Estudiante de Administración y Dirección de Empresas. Invidente y ganador de cuatro preseas de oro. Este es, en pocas palabras, el perfil de quien se convirtió en la figura de la delegación paralímpica española. El perfil de quien se ganó el derecho a ser el abanderado en la clausura.

Una retinosis congénita que degeneró de forma irreversible le dejó ciego a los ocho años. Pude preguntarle entonces a qué edad comenzó a nadar: “A los ocho años”; y por qué escogió una disciplina tan exigente: “Porque me encanta resistir”.
Claro que impactaron sus directas y lacónicas respuestas. Me acordé de tantos y tantos niños saharauis que vienen en determinadas épocas del año y de la frase de uno de los mentores de los programas de acogida: “Es que les han robado el mar y por eso se entusiasman con el agua”.

Y allí, con la enseña nacional, feliz, dichoso, desfilaba Enhamed. Se me erizaron los pelos, lo confieso. Había competido con una soltura envidiable en la categoría S11 para deficientes visuales. Ganó las competencias de 50, 100 y 400 metros libres y completó su cuarteto de oro en los 100 metros mariposa. Registró a su nombre dos récords del mundo. Como es humano, se le resistió la prueba de 100 metros espalda en la que clasificó en octava posición.

Enhamed es un claro ejemplo de perseverancia y de superación. Hoy en día, cuando los deportistas profesionales son literalmente mimados, cuando una molestia en el dedo meñique ya es noticia de duda para su concurso en un próximo encuentro, que un deportista ciego, con todos los condicionantes que ello supone, sobre el agua demuestre que su trayectoria es sinónimo de esfuerzo, de entrega y de compromiso, merece todos los elogios. Sus entrenadores y sus mecenas tienen razones de sobra para sentirse orgullosos. Que aprendan bien su máxima:

“Porque me encanta resistir”.

Por cierto: qué gran inversión de las empresas que han patrocinado. Enhorabuena también.

lunes, 22 de septiembre de 2008

EL 'IDERS' NO SE RINDE

Quién iba a decir a los sufridos y atribulados propietarios del edificio ‘Iders’, localizado en la avenida “Familia de Agustín de Betancourt”, en el sector Martiánez, del Puerto de la Cruz, que un día dispondrían de un blog en internet para manifestar sus ideas, sus quejas, sus criterios… Para proseguir su lucha, en definitiva.
Cuando arrancaron sus males, allá a principios de los noventa, ese blog, una de las múltiples opciones de la red, estaba aún por inventar. Lo que ya no tenía marcha atrás era una declaración técnica y política que aconsejaba desalojar el edificio al sufrir éste aluminosis, la enfermedad del cemento, detectada en alguna partida -o como se diga- con la que fueron construidas varias edificaciones en los años sesenta, en los tiempos del desarrollismo feroz e incontrolado.
Desde entonces andan los propietarios de las viviendas y locales del ‘Iders’ arrastrando sus penurias, coleccionando reveses y viendo cómo los intentos de recuperar lo que es suyo o de volver a sus casas y a sus negocios han ido chocando con mil y un imponderables. Algunos ya han fallecido y en su dolor se habrán llevado la frustración de no haber visto cumplido ese objetivo de retornar. Otros se vieron forzados a vender. Y otros resisten. Resisten contra la especulación, contra la desmoralización, contra la incomprensión, contra la lentitud, contra la falta de soluciones…
Durante nuestra etapa en el consistorio tuvimos oportunidad de seguir de cerca este proceso y hasta de tomar decisiones. Siempre estuvimos al lado de los afectados, tal es así que en un acto público ponderamos su afán, su tesón indesmayable. Lo citábamos como ejemplo de perseverancia para que los portuenses se identificaran con sus cosas, con lo que es suyo, para que entendieran bien que nada es fácil ni se regala, que algunas conquistas o reivindicaciones -legítimas en este caso- se logran si la constancia no decae, si se esgrime la razón y si la fibra de la sensibilidad que se supone existe en otras partes aún está despierta.
Ahora, navegando y casi sin querer, hemos descubierto su sitio en la red. Hay fotos, testimonios, declaraciones, cuitas judiciales… Deben actualizarlo, por cierto. Es un instrumento para seguir luchando, para hacerlo valer ante quien corresponda transmitiendo el mensaje más claro: el ‘Iders’ no se rinde. Es un caso de justicia social. Y como tal, hay que resolverlo.
Fuera ya de la actividad política local, aún los propietarios enfrascados en un proceso que respetamos y que debe ser reconducido para ver la luz del túnel, aún representando el estado actual de la edificación un impacto negativo en pleno corazón turístico del municipio, y aún con la incertidumbre y la indefinición de las administraciones -hay que acreditar, como mínimo, voluntad política de resolución del problema-, seguimos estando donde siempre: al lado de los damnificados. Seguimos siendo sus aliados en esta larga travesía de tribulaciones que sólo parece haber generado desencanto, frustración y escepticismo.
Pues no: mientras haya vida, mientras queden fuerzas, hay que seguir intentándolo. Perder por aburrimiento es doloroso. Y algunos no se merecen ese regalo.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

EL MERCADO, CULPABLE

Lunes negro. Era un título fácil después de la quiebra de entidades financieras norteamericanas. Y operadores turísticos británicos desmoronándose mientras miles de clientes eran pillados en plenos aeropuertos, a la entrada o la salida. Y las bolsas de la Humanidad saltando hechas añicos, no importara la diferencia horaria. Menos mal que los italianos encontraron una fórmula en el último instante para salvar la aerolínea de bandera que se había quedado sin fondos para ¡pagar el keroseno! Y menos mal que, por estos lares, el imperio Kiessling tuvo arrestos para inaugurar su nueva obra temática en el sur de Tenerife: Siam Park.
Las páginas de los periódicos de ayer eran un canto fúnebre. Los informativos radiofónicos no daban abasto para sistematizar noticias del mismo perfil sin que paracieran iguales y los datos en caída libre no desembocaran en un crack. Las imágenes de patios bursátiles con corredores y jugadores en incesantes gestos de desespero o de rascacielos con letreros gigantescos resignados ya a un declive ¿definitivo? Como si todavía no se tocara fondo en ese frenazo a la actividad económica, las impresiones no podían ser peores.
Han salido en auxilio los bancos centrales. A inyectar dinero. ¡Qué expresión! No es que suene mal, suena tan... tan paradójica. Porque contradicción es que sesudos analistas y aquellos que negaban por activa y por pasiva -y en Canarias hay unos cuantos empresarios de ese tenor- la intervención del Estado no encuentren otra salida que la fácil de echar las culpas al Gobierno y la contradictoria de que se materialice cuando antes esa intervención. Vivir para ver. Hasta hace poco decían (sic) que el mercado se encarga de arreglarlo, de poner las cosas en su sitio. Ahora apremian una inyección para evitar el último descalabro, para que no haya más lunes negros o para que el resto de la semana sea de colores o tonos más claros.
Pues para que se enteren: es el mercado el causante de todo, con sus oscilaciones, con sus especulaciones, con sus feroces y ambiciosos movimientos y sus criaturas artificiales. Quienes negaron la teoría de los ciclos ya deben estar corrigiendo. Y reconociendo su fracaso: bueno, el del capitalismo. O el del neoliberalismo.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Y NO SE CALLA EL HOMBRE

Después de los improperios -¿lo dejamos ahí?- vertidos por el presidente de Venezuela -nada nuevo, sólo que ahora más subidos de tono hacia el enemigo imperialista- para anunciar en vivo y en directo la expulsión del país del embajador norteamericano, es cuando cobra todo el valor y cuando se entiende mejor aquel "corte" de Su Majestad el Rey don Juan Carlos en la cumbre de Santiago de Chile.

-¡Pero por qué no te callas?

La expresión tuvo un eco universal y hasta resultó uno de los factores determinantes de la derrota chavista en un referéndum celebrado semanas después. Fue una auténtica parada en seco, una espontánea expresión que hizo salir malparado al presidente venezolano, torpe, sobre todo, en las reacciones de días posteriores.

Ahora, hace unos días, la refriega interna de Bolivia alimentó rumores de desestabilización, de golpe de Estado. El presidente boliviano denuncia una conspiración y apunta hacia Estados Unidos como inductor de una trama para liquidarle. Fue entonces cuando Chávez, en uno de esos inefables actos públicos convocados en plena campaña electoral de gobernadores, quiso solidarizarse con su colega boliviano y en un tono absolutamente indescriptible, desde la tribuna exclamó:

-¡Váyanse al carajo, yankies de mierda!

Como no debió parecerle muy convincente la boutade, remachó:

-¡Váyanse al carajo cien veces!

La imagen era inenarrabe.

A Chávez cualquier crítica debe traerle sin cuidado. El poder omnímodo que ejerce le permitirá decir esas cosas y hacer otras muchas sin que ocurra nada. Pero, en cualquier caso, revela con esas frases su auténtica personalidad, lejana, por cierto, de la que puede esperarse en un hombre de Estado. Tan lejana, que un general del Ejército boliviano hubo de salir públicamente a despejar esa solidaridad fanfarrona del presidente de Venezuela y a advertir que una cosa son las bravatas y otra la intromisión en asuntos internos de aquel país.

Pero bueno, a lo que íbamos. Después del nuevo alarde chavista, aquella frase de don Juan Carlos se revaloriza. Algún iluso, quiza, pudo pensar que iba a frenar la locuacidad de Chávez, su verborrea incontenible. Ya se ve que no. No se calla el hombre.

Pero, al menos, tenía toda la razón de ser y sirvió para poner en evidencia, de forma espontánea, a quien no se le pide que sea más diplomático sino más sensato pues a estas alturas ya debería haber entendido que la credibilidad y la altura política no se ganan con estridencias y extravagancias acreedoras de que alguien, con fundamento y razón, pida silenciarlas.

ADIOS A ENRIQUE MONTES DE OCA

Se fue tranquilo tras penosa enfermedad. Enrique Montes de Oca, periodista, un profesional de los que siempre hacen falta en los gabinetes de comunicación. Por su temple, sobre todo. Trabajamos a su lado durante casi dos años, en la Dirección General de Relaciones Informativas del Gobierno de Canarias, siendo presidente Jerónimo Saavedra Acevedo.

Le recordaremos siempre por su bonhomía, por su temperamento, por su humor, por su identificación con la música de salsa, por su particular diversión carnavalera, por su franqueza a la hora de decir lo que no le gustaba de un discurso o de una intervención...

Enrique era mucho Enrique. Me hago cargo del dolor de su esposa, Pimpi, y de sus hijos. Y de quienes estuvimos a su lado: Olivia, Fátima, Chari, Susana y Julio. Creo interpretar el sentimiento de todos: le recordaremos siempre.

Descanse en paz.



sábado, 13 de septiembre de 2008

Cine: no a un réquiem

Ya está muy extendido que el cine “Chimisay”, en el Puerto de la Cruz, va a cerrar. Las puertas del “Timanfaya” ya lo hicieron hace unos meses. Y en medio de la resignación, surgen unos ciudadanos norteños que empiezan a recoger firmas y a sensibilizar a la población para impedir que se consume otra mala noticia y que el proceso de decadencia del municipio no incorpore otra prueba más. Menos mal.
Imposible determinar si lo conseguirán o no pero, al menos, hay que agradecer a los promotores su iniciativa, ese esfuerzo de movilización para que la gran pantalla no sea un elemento más de la historia de la ciudad.
En esa historia entró el teatro “Topham” que se vino abajo en pleno desarrollismo de los sesenta sin que nadie tuviera un ápice de visión de futuro y previera que el Puerto se quedaba sin recintos donde apreciar manifestaciones artísticas o culturales. El viejo “Topham” dijo adiós en silencio, no tuvo defensores públicos, salvo Jesús Hernández, ‘el Maestro’, que había dirigido allí obras de teatro para bachilleres de todas las edades y veladas lírico-musicales -¡qué denominaciones las de aquéllos años!- donde unos cuantos hicieron pinitos y descarnaron aptitudes.
El “Topham”, popular por su ‘gallinero’, un graderío de madera donde las noches de lleno olía a humanidad que era un primor y de vez en cuando alguna somnolencia era interrumpida por el paso de insectos, acogió también fiestas bailables -dicen que los de “Blanco y Negro”, siempre anunciados como grandes, destacaron por un señorío como no se conocía en la isla, ni siquiera en Santa Cruz- y riñas de gallos, que se hacían durante algunos meses del año los domingos al mediodía.
El “Olympia” fue el otro “local de los grandes estrenos cinematográficos”, terminología que fue calando en todas las capas de población. Tomó el relevo del “Topham”, se quedó solo. Logró, ante todo, alterar sustancialmente los hábitos horarios de la localidad. Las sesiones dejaron de proyectarse a las 7 y a las 10 y pasaron a ¡tres diarias!: 6, 8 y 10, cuando la duración de las cintas era la convencional. El “Olympia” -tiempos de No-Do, filminas, propagandas rudimentarias y personajes memorables- conoció aquella revisión de la conocida y temida “Calificación moral de espectáculos” que el franquismo y la Iglesia creyeron indispensable para frenar las corrientes y aperturas europeas. Se pasó de “Apta” y “No apta” a “Para mayores de 14”, de 18.
La propiedad del cinema -ésta era su denominación real- nos pidió que dijéramos unas palabras antes de la última proyección. Y cumplimos, con la vana esperanza de que el uso cinematográfico fuera recuperado. Hablamos de “los cuadros del cine” -¡qué expresiones las de aquellos años-, de las veladas de boxeo que acogió y hasta de los “baños turcos”, denominación coloquial o popular con que se identificaba a los bailes que eran programados tanto en carnavales como en las fiestas de julio. Por ahí debe quedar algún programa de la ocasión
“Topham”, “Olympia”, “Timanfaya”… Nombres, pues, para la historia. El “Chimisay”, como que se resiste a entrar. Ojalá que esa iniciativa ciudadana sirva y frene la desaparición, si otrora impulsada por el desarrollismo salvaje o las legítimas oportunidades de negocio, ahora motivada, entre otras causa, por la crisis de un sector que ha de competir con video, con internet y con nuevas tecnologías y no sabe muy bien cómo hacerlo.
En el Puerto siempre hubo una cultura cinematográfica avanzada. Una seña de distinción era “saber o entender de cine”. Cada portuense era un crítico en potencia. Memorizaba nombres de artistas y de directores y alumbraba juicios sobre la calidad de la cinta con una facilidad asombrosa. Así, desde la fácil distinción -una policíaca, una “españolada”, una de fantasía…- hasta la identificación doméstica de los intérpretes -el fulano, la chica, el malvado…-, esa cultura sobrevive hasta nuestros días.Ojalá que no haya que cultivarla en otras latitudes porque el Puerto, como tantas otras cosas, se quede sin cines. Hay que intentarlo. Hay que impedir otro réquiem.

viernes, 12 de septiembre de 2008

PERIODISMO DE AHORA MISMO

Ayer tarde, después de una conversación relativa a los preparativos del que habrá de celebrarse en Las Palmas de Gran Canaria y cuando el funeral de Madrid devolvía las crudas y trágicas consecuencias del accidente aéreo de Barajas, reflexionábamos nuevamente sobre el papel de los medios de comunicacíón en las horas y fechas posteriores al siniestro.


Ya deben saber que la Federación de las Asociaciones de la Prensa de España (FAPE), apremiada por los familiares de las víctimas que pidieron respeto y menos espectáculo, va a convocar un debate que ojalá sea fructífero y provechoso para esclarecer ese papel, dimensionarlo y actuar consecuentemente en el futuro, no sólo en catástrofes, por cierto.


Puede que haya dudas sobre el ejercicio de la autocrítica en el periodismo de nuestros días pero, al menos, quedan pruebas y testimonios de profesionales que han expresado su discrepancia con los tratamientos mediáticos circenses, crueles y faranduleros.


Uno de ellos es que el que podrán leer a continuación. Se trata de la columna firmada por Alfonso González Jerez días pasados en "Diario de Avisos", con el título 'Regreso'. El autor aprovecha, además, para repasar el estado de los medios canarios y algunas de sus manifestaciones más singulares. El texto es ilustrativo de lo que pasa a nuestro alrededor, de lo que leemos, escuchamos o vemos. Dice:




El regreso posveraniego sirve para comprobar que todo va peor de lo previsto. No extraña que para los depresivos el otoño y sus galas melancólicas sea un momento de esplendor. La realidad parece darles la razón con una sonrisa de hastío. Quizás para limitar el escepticismo (o para culminarlo) últimamente me detengo particularmente en la reflexión sobre los medios de comunicación canarios. El panorama es deprimente e incluye el probable cierre de un periódico y docenas de periodistas aullando famélicamente a la luz de la luna antes de fin de año. Alrededor del accidente en el aeropuerto de Barajas hemos exhibido nuestras llagas más purulentas. Mientras las televisiones vomitaban morbosamente una información alpargatera nuestras redacciones bullían de actividad y ofrecían lo siguiente: los periódicos grancanarios mostraban fotos de los muertos sonrientes a cuatro columnas, cuando aún los achicharrados cadáveres no habían sido identificados, y un periódico tinerfeño, sí, ese mismo, publicaba un editorial en la que se insinuaba que los canariones, con tal de conseguir notoriedad, eran capaces de inmolarse en un avión en horas de máxima audiencia. Es difícil decidir sobre qué estrategia informativa es más repugnante, aunque servidor se inclina por echar el buche sobre las miserables ignominias del cafre desorejado al que los poderes políticos y empresariales tinerfeños siguen tratando con un temor reverencial, cobarde y envilecedor. "Nuestra profesión no puede ser ejercida correctamente por nadie que sea un cínico", le respondía a un estudiante el periodista Ryszard Kapuscinski. "Una cosa es ser escépticos, realistas, prudentes... Algo muy distinto es ser cínicos, una actitud incompatible con la profesión de periodista. El cinismo es una actitud inhumana, que nos aleja automáticamente de nuestro oficio". Kapuscinski se detuvo un momento y añadió: "Naturalmente, aquí estamos hablando sólo del gran periodismo, que es el único del que vale la pena ocuparse". No niego que el maestro polaco tuviera razón, incluso toda la razón, pero si uno siguiera fielmente su dictado, nadie podría apenas hablar y ocuparse del periodismo canario actual, incluso excluyendo una radio con la creatividad hibernada y unas televisiones locales cuya profesionalidad se mueve entre el retrete y el frenopático.




Sin desperdicio. ¿A qué sí?

jueves, 11 de septiembre de 2008

MUY DURO GOLPE, SEÑORÍAS

El acelerador de partículas siguió su rumbo a Dios sabe dónde -mentada sea la divinidad sin doble intención a la vista de la terminología que los científicos han empleado- y el mundo no se terminó. O lo que es igual: aquí seguimos, viendo como el carrusell de la vida gira entre hechos insólitos y situaciones controvertidas que hacen que no disminuya la capacidad de asombro, si es que alguien creía que mermaba como el agujero de ozono del que, metidos ya en esas harinas, nunca más se supo.

Porque controversia es, desde luego, la sanción aplicada a un juez que no ejecutó una sentencia de prisión contra el presunto asesino de una niña de Huelva. El órgano de gobierno de los jueces, ese cuya nueva composición acaban de consensuar los principales partidos políticos del país, liquida la decisión del magistrado con una sanción económica de mil quinientos euros.

Para echar más pimienta al pote de la controversia, y aunque parezcan sus tintes anecdóticos, el juez dice que no está contento en absoluto.

¡Qué país! Hace muchos años, haciendo periodismo deportivo, un exégeta de nuestros planteamientos sobre los árbitros de la región y el vilipendio que sufrían a menudo, preguntó en directo: "¿Y se ha parado usted a pensar quién juzga a los jueces?". Para añadir, no sin sorna: "Es que, salvo honrosas excepciones, los que lo hacen quizá sepan menos aún y hasta sean menos imparciales".

Y es que después de la tragedia -aquel padre paseando su dolor y sus lágrimas por las pantallas hispanas ansiosas de morbo, hasta llegar a La Moncloa buscando un mínimo de respaldo quizás a cambio de sosegar a las masas- se esperaba alguna medida ejemplar. Todo ha quedado momentáneamente en una falta grave. Ya veremos qué da de si el corporativismo cuando se avance en la intrincada jungla de los recursos que se avecinan.

Nada devolverá la vida a aquella niña, de acuerdo, pero unos padres sí tienen derecho a pedir justicia y responsabilidades. De ahí la indignación apresurada del padre de Mari Luz, que así se llamaba. "Han escrito la página más negra del poder judicial", ha llegado a decir tras confesar que se siente engañado. Y llega más lejos: "La decisión contra el juez es un golpe a toda la sociedad española".

Sí, es esa sociedad desconcertada que hoy bramará inútilmente. No, no lo entenderá pese a las sesudas explicaciones, que las habrá y han de ser respetadas. Negligencia o no, despachar el asunto con mil quinientos euros -me resisto a escribir que eso es lo que vale la vida de la niña- es inasumible. Ni el traslado forzoso ni la suspensión por un período de tres años ni la expulsión de la carrera judicial, previsibles consecuencias si su actuación hubiera sido penalizada con una falta muy grave, le son de aplicación.

Es un golpe, sí, muy duro golpe señorías.

lunes, 8 de septiembre de 2008

CAMBIO CLIMATICO, NIEVE EN KENIA

Hay un acelerador de partículas por ahí que ha hecho que se hable del fin del mundo, después de no se sabe cuántos años especulando con esa opción que nunca se ha cumplido, claro, hasta el punto de dejar de ser asunto noticioso.

Cuentan que es el mayor del mundo, que producirá un agujero de notorias dimensiones y un efecto similar al big-bang origen del Universo que uno escribe con mayúscula porque entiende que si un concepto o un vocablo así no la lleva, pues a ver cómo distinguimos otros términos.

La cosa es para mañana, ¿eh?, de modo que atentos, en serio, no sea que el acelerador se lleve por delante también hasta las inyecciones esas que los prebostes del capitalismo yanki han aplicado a las financieras que, con el agua en las fosas nasales no en el cuelo, se resquebrajaban ya sin remedio.

Igual no pasa nada, que el agujero acaba siendo más reducido y que algunos idearon el recurso para llamar la atención sobre el cambio climático. Si es así, pues no sonríamos, porque este cambio tiene una dimensión o una repercusión que no es para desdeñar. Hace unos meses tuve oportunidad de comprobar los resultados de unas observaciones científicas hechas en un observatorio de Izaña (Tenerife) y, adecuadamente explicados, te hacen rascar los brazos. Canarias, precisamente, otrora afortunadas, nada que ver ya con el jardín de Herodoto, no son ajenas a las consecuencias de ese cambio inducidas, entre otras cosas, por el calentamiento global y la desertización.

Así que mucho cuidado porque las imágenes de ciudadanos de Kenia de raza negra, vistas hace unos días, jugando con copos de nieve, sorbiéndolos incluso, eran demostrativas de que algo se está moviendo en las entretelas de la Naturaleza, también con mayúscula. Había hecho acto de aparición el níveo elemento en aquellas latitudes y si los keniatas se lo ponían por montera o lo tragaban, en una insólita vivencia, por estos andurriales no pudimos por menos que abrir la boca en señal de sorpresa.

Lo que faltaba por ver. ¿O quizás haya que aguardar a mañana para comprobar si el acelerador ese produce todavía hechos más increíbles? Y perdón, señores científicos, si se deslizó alguna frivolidad.

domingo, 7 de septiembre de 2008

EL DILEMA

Uno se resiste a hablar en primera persona, y de sí mismo, y de las cosas más cercanas, y del entorno... Lo habrán notado, ¿no? Lo saben los pacientes lectores, aquellos que conocen del estilo y de las formas de trasladar las cosas.

Es una colisión, una duda, una lucha con uno mismo. No quiere hacer el bloguero un diario personal y tampoco quiere rellenar.

De ahí que no hagamos una nueva entrada todos los días. La piden visitantes habituales, lo trasladan amigos que se cruzan en la plaza, en la avenida, en la sobremesa y hasta en el bocadillo de la cena.

La misma explicación: escribir requiere sosiego, búsqueda de temas, interpretación de las imágenes, de las palabras y de las lecturas... Y tiempo, mucho tiempo para plasmar las ideas y situarse en el nivel que uno desea.

Y ocurre que el trabajo cotidiano, las gestiones, los teléfonos, los preparativos de otros documentos, los horarios de aviones, las ayudas para el traslado terrestre... con frecuencia no propician el sosiego. No lo hay ni para leer... Han sido, son tantos los frentes...

Tampoco hay que ser tan rígido, dirán algunos, de modo que hasta se podría hacer una concesión a sus expectativas, revisando esos esquemas y contando cosas que son las propias vivencias. Hoy mismo, esta entrada ya es un avance. O lo parece.

Pero, de verdad, me resisto: ¿qué le importará a los visitantes del blog las cuitas, las sensaciones, las cosas que a uno le suceden? El periodismo, la comunicación es otra cosa. O al menos, así lo tengo asimilado. ¿Será eso? ¿Será una deformación profesional?

Es lunes por la mañana y el conflicto -bueno, no tanto: el dilema, la disyuntiva- no ha hecho más que desatarse. Opinen y dejen sus comentarios, si quieren. Me serán de utilidad para despejar dudas.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

CRISIS GALOPANTE Y SIN ALTERNATIVAS

Es cierto, totalmente cierto. Quien más quien menos está padeciendo los efectos de la desaceleración económica gestada en Estados Unidos, allá durante el verano del pasado año con la plaga de las hipotecas de mala calidad, extendida a una velocidad extraordinaria en prácticamente todo el mundo.

El último dato de los conocidos en Canarias relativo a la recesión es ilustrativo y asusta: más de cuarenta y tres mil personas engrosan los listados del desempleo. A pesar de que las grandes superficies siguen viéndose muy pobladas, especialmente los fines de semana, y los pequeños y medianos restaurantes continúan llenos o casi llenos también en esos días (cuando no hay aparcamiento o hay que esperar para coger mesa, todos se hacen la misma exclamación: ¡Y eso que hay crisis!), a pesar, digo, las cifras empiezan a inquietar.

Y es entonces cuando brotan los tremendismos y cuando los catastrofismos galopan desbocadamente tal como anticipábamos ayer. Es como si desearan que la situación empeore para poner el acento en las responsabilidades o en las culpas al Gobierno. Por resumirlo, la célebre frase bien aplicada a sus intereses: Cuanto peor, mejor. Eso sí: pocas o ninguna alternativa. Y si ésto es lo que se reprocha, fácil réplica: que inventen ellos. Para eso cobran y para eso se les ha puesto ahí.

Seguro que son conscientes (¿o no tan seguro?) de que confluyen, por primera vez en muchísimo tiempo, tres crisis de gran calado, además interactivas: finanzas, energía y alimentos. ¡Ahí les quiero ver! Pero no importa: ni la génesis ni los efectos universalizados son tenidos en cuenta, con tal de cargar las tintas y el verbo sobre el Ejecutivo.

No hay dinero, no circula, las entidades financieras suman quebrantos y recelan unas de otras, sin que las aportaciones de liquidez de los bancos centrales hayan servido de mucho.

La economía se resiente, vaya que sí. El sector inmobiliario, sí, y también la construcción, las industrias y los servicios.

Energía: el precio del crudo, sus oscilaciones, sus especulaciones. Todo lo que se mueve, la dependencia de los combustibles: alza de precios, disminución de poder adquisitivo, malestar de sectores profesionales, protestas, exigencias, paros... Y ningún impulso a las fuentes alternativas.

Por si todo fuera poco, la crisis alimentaria. Puede haber, según se ha sabido, hasta unos mil millones de personas afectadas por hambre. Otro terreno abonado para la especulación: ya verán cómo la saliuda será el encarecimiento de las cosechas.

En fin, el capitalismo afronta otra de las coyunturas que él mismo fabrica ciclícamente. Panorama sombrío, sí señor. Sobre todo, echando un vistazo a lo que sucede en el Cáucaso, en las eleccciones estadounidenses, en la tragedia africana y en la evolución populista de buena parte de América.

lunes, 1 de septiembre de 2008

MENOS COCHES

Aseguran que el coche es uno de los artículos que representa uno de los principales termómetros de los consumidores, por lo que el dato del retroceso en las matriculaciones de turismos y todoterrenos el pasado mes de agosto -superior al 41%- significa toda una crisis de confianza en ese contexto de recesión económica que afecta a la economía capitalista.

Las asociaciones de fabricantes y vendedores van más lejos: aseguran que es el peor dato del año, con la caída porcentual más importante y la segunda más intensa de la historia, tras la de enero de 1993.

O sea, que menos coches, precisamente en las semanas previas a esa iniciativa europea sobre la movilidad y sobre los hábitos saludables en las ciudades. Una iniciativa condensada en aquel lema, "¡La ciudad sin mi coche"!, asumido por muchos municipios canarios y españoles, con mucho entusiasmo en las primeras ediciones y con cierta resignación y hasta sin ningún espíritu en las más recientes.

Menos coches, hecho que no es bueno para el sector, desde luego, pero que sirve para medir la evolución de la coyuntura socieconómica. La población frena una de sus opciones de consumo, a la espera de que haya pronto uno de esos planes gubermanentales para favorecer la industria y estimular la adquisición o los cambios de vehículo. No olvidemos que hasta hace bien poco algunos presumían de cambiar cada seis meses y otros alardeaban de que en una misma casa o en una misma unidad familiar había hasta tres unidades.

Cabe preguntarse si los usos sociales empiezan a cambiar también, es decir, si cualquiera de las modalidades de transporte colectivo van a fortalecerse porque, en efecto, las vacas gordas no se sabe cuándo reparacerán y porque, en la adversidad, hay que hacer sacrificios, apretarse el cinturón y disminuir o prescindir de los gastos voluntarios.

Quienes exteriorizaban con la compra del coche la primera señal de bienestar personal o capacidad adquisitiva, tendrán que aguardar mejores momentos.

Mientras tanto, se engrosan esos espacios habilitados para almacenar vehículos a la espera de que proveedores y concesionarios puedan trasladarlos hasta galerías, expositores y puntos de venta. Habían resistido las subidas de los combustibles. Pero este frenazo generalizado, alimentado por esas opiniones tremendistas y los deseos de catastrofismo de los que hablaremos en otro momento, les ha desbordado.

Lo dicen fabricantes y vendedores: es una caída estrepitosa.