El acelerador de partículas siguió su rumbo a Dios sabe dónde -mentada sea la divinidad sin doble intención a la vista de la terminología que los científicos han empleado- y el mundo no se terminó. O lo que es igual: aquí seguimos, viendo como el carrusell de la vida gira entre hechos insólitos y situaciones controvertidas que hacen que no disminuya la capacidad de asombro, si es que alguien creía que mermaba como el agujero de ozono del que, metidos ya en esas harinas, nunca más se supo.
Porque controversia es, desde luego, la sanción aplicada a un juez que no ejecutó una sentencia de prisión contra el presunto asesino de una niña de Huelva. El órgano de gobierno de los jueces, ese cuya nueva composición acaban de consensuar los principales partidos políticos del país, liquida la decisión del magistrado con una sanción económica de mil quinientos euros.
Para echar más pimienta al pote de la controversia, y aunque parezcan sus tintes anecdóticos, el juez dice que no está contento en absoluto.
¡Qué país! Hace muchos años, haciendo periodismo deportivo, un exégeta de nuestros planteamientos sobre los árbitros de la región y el vilipendio que sufrían a menudo, preguntó en directo: "¿Y se ha parado usted a pensar quién juzga a los jueces?". Para añadir, no sin sorna: "Es que, salvo honrosas excepciones, los que lo hacen quizá sepan menos aún y hasta sean menos imparciales".
Y es que después de la tragedia -aquel padre paseando su dolor y sus lágrimas por las pantallas hispanas ansiosas de morbo, hasta llegar a La Moncloa buscando un mínimo de respaldo quizás a cambio de sosegar a las masas- se esperaba alguna medida ejemplar. Todo ha quedado momentáneamente en una falta grave. Ya veremos qué da de si el corporativismo cuando se avance en la intrincada jungla de los recursos que se avecinan.
Nada devolverá la vida a aquella niña, de acuerdo, pero unos padres sí tienen derecho a pedir justicia y responsabilidades. De ahí la indignación apresurada del padre de Mari Luz, que así se llamaba. "Han escrito la página más negra del poder judicial", ha llegado a decir tras confesar que se siente engañado. Y llega más lejos: "La decisión contra el juez es un golpe a toda la sociedad española".
Sí, es esa sociedad desconcertada que hoy bramará inútilmente. No, no lo entenderá pese a las sesudas explicaciones, que las habrá y han de ser respetadas. Negligencia o no, despachar el asunto con mil quinientos euros -me resisto a escribir que eso es lo que vale la vida de la niña- es inasumible. Ni el traslado forzoso ni la suspensión por un período de tres años ni la expulsión de la carrera judicial, previsibles consecuencias si su actuación hubiera sido penalizada con una falta muy grave, le son de aplicación.
Es un golpe, sí, muy duro golpe señorías.
jueves, 11 de septiembre de 2008
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