sábado, 29 de septiembre de 2012

HOTELES DISTINGUIDOS, OFERTA CUALIFICADA


Un cliché, un estereotipo que hay que borrar en el contexto del turismo portuense es ese de que los hoteles están viejos y que no inspiran reclamos o atractivos como los de otros destinos. Muchos años llevamos con esa foto fija que ha hecho mucho daño a la hora de promocionar y de mantener ese casi infalible sistema de propaganda boca-oído.
            Se siente uno legitimado para hablar así. Cuando ejercimos la alcaldía, y aún en otras funciones públicas, mantuvimos el discurso contrario. En cierta convocatoria en Hannover (Alemania), un destacado empresario sureño llegó a comentar que defendíamos más los hoteles del Puerto que sus mismos propietarios o directores.
            Es verdad que durante mucho tiempo fue el abandono lo que caracterizó el aspecto de los establecimientos hoteleros. Eso se extendió con cierta rapidez. Las todopoderosas cadenas que entonces arrendaron se desentendieron por completo, tenían sus contratos de arrendamiento, sabían que llegaría el final y para entonces, como ya te he explotado lo suficiente, ahí te quedas, dicho coloquialmente.
            Hay que tener en cuenta, por supuesto, que una buena parte de las construcciones data de finales de los cincuenta, de la década siguiente y de los años setenta, cuando se produjo un “inteligente” parón que se mantiene durante casi cuatro lustros. Existe, por tanto, una carga de antigüedad que propició bastante la obsolescencia no corregida y la desconsideración. A ello hay que añadir que muchos propietarios y empresarios no se preocuparon, acaso porque creyeron que no habría una explosión similar en otra franja de la isla o porque otros destinos emergentes no serían serios competidores del Puerto de la Cruz. Ese abandono contribuyó al estereotipo. Además de una tipología constructiva demodé, los adelantos y las comodidades interiores de vanguardia hacían aún menos atrayente la reserva en establecimientos que fueron vanguardia en su momento y destilaron clase. Hasta para un turismo selecto, de alto poder adquisitivo. La desidia produjo su coste negativo.
            Hasta que algunos propietarios tomaron conciencia y emprendieron reformas en un claro intento de modernización. Esa puesta al día se basó en programas crediticios y en ayudas públicas excepcionales. Varios hicieron importantes esfuerzos, concentrados en el cierre parcial temporal del establecimiento, con los trastornos que supone la ejecución de obras y, en algunos casos, la reducción de precios.
            Hubo resultados estimables de remodelación, reorganización interior y nuevas dotaciones. Algún experto dice que fue tarde, que cuando eso se consumó ya en otras zonas llevaban ventaja, especialmente para afrontar el modelo sol y playa, no importa que la oferta se desbordara.
            Pero lo cierto es que nadie puede discutir la solvencia y la calidad de la planta alojativa del Puerto de la Cruz, sobre todo la mayoritaria hotelera. Tradición, experiencia, profesionalidad, buen gusto, servicio esmerado, atractivos diversos, accesibilidad, dotaciones… Esas cualidades distinguen y han vuelto a tener eco recientemente cuando se ha conocido que tres de los prestigiosos galardones “TUI Holly” han ido a parar hoteles portuenses.
            Así, el máximo reconocimiento a la gestión ambiental ha sido para el hotel Tigaiga, de los Talg; en tanto que el Rui Garoé, uno de los de más reciente edificación propiedad de la cadena balear; y el Botánico, de Wolfgang Kiessling, han obtenido también respectivas distinciones en la convocatoria anual de TUI.
            Hay que congratularse pues al estímulo empresarial y profesional hay que unir la aportación a la proyección turística de la ciudad. Son galardones que cualifican la oferta propia y, en cierto modo, la del conjunto hotelero. Sobre todo, para acabar de una vez con esa foto fija de establecimientos obsoletos que no atraen ni a los más fieles.

                                                                                  

martes, 25 de septiembre de 2012

CINCUENTA TANGENTES

Tangente: aplíquese a las líneas y superficies que se tocan o tienen puntos comunes sin cortarse. O recta que toca en un punto a una curva o a una superficie. Esas son las definiciones lexicográficas que aprendimos en las primarias sesiones de trigonometría. Trasladadas a la comunicación, se pueden interpretar en cualquiera de los sentidos expuestos: la inmensa superficie de la actualidad, sus aristas, los vaivenes de sus curvas. Y, en plural, vaya, es el título de una publicación independiente originaria del norte tinerfeño que ya ha visto cincuenta números a razón mensual.


Tangentes, editada y dirigida por una gentil pareja de argentinos, excelentes profesionales, Silvina Ruiz y Carlos Lingenfelder, tuvo sus antecedentes en Realejeros, titulo de un proyecto editorial que, en coordenadas locales, parecía quedárseles corto. De su conocimiento y de la propia experiencia, sin menospreciar sus señas de nacimiento, aprendieron que debían y podían ampliar el ámbito. No era cuestión de abarcar sino de expandirse razonablemente en función de circunstanciales tales como la carencia de una edición similar en la comarca norteña o la misma producción informativa que podía obtenerse a partir del tratamiento que dispensaban -y dispensan- los medios convencionales.

Silvina y Carlos se empeñaron en un producto periodístico diferenciado. Una revista a color con contenidos bien distribuidos y combinados con las inserciones publicitarias. Entrevista, reportajes, información, opinión, secciones… Hasta el tamaño de la revista juega a favor de quienes la descubren o ya la esperan en su puntual aparición mensual.

Tangentes se ha abierto un hueco o ha ganado un espacio, como prefieran. Con rigor y con criterios de edición. Como no es fácil de lograr en los tiempos que corren, más mérito tiene su iniciativa y su obra que luchan, como es fácil deducir, con las limitaciones del mercado publicitario que van sorteando con su propia capacidad de gestión, con ideas novedosas… y con la respuesta de miles de ciudadanos que paulatinamente se van identificando con la publicación. De verdad, el esfuerzo de Silvina y Carlos es encomiable: les apasiona el periodismo, son cultos, les atrae la idiosincrasia de nuestra gente, están al tanto de las aspiraciones populares…

Pues ya van cincuenta Tangentes trazadas con puntualidad y atractivo periodístico. Sólo la constancia y el afán de superación pueden hacer que estas criaturas crezcan y se desarrollen. Criaturas concebidas con amor, entre afanes de búsqueda de contenidos llamativos y apariciones puntuales en los puntos de distribución gratuita, allí donde los ejemplares inician un recorrido cada vez más demandado. Es decir, esperan por Tangentes, la mejor señal.

Cincuenta trazos con escritores, artistas, deportistas, científicos, creadores, personajes vinculados a las raíces del pueblo e injustamente olvidados… Hasta eso, la publicación les ha rescatado y nos los presentan para saber qué hacen, cuál es su sensibilidad, su madurez o qué proyectan. Trazos que también tocan, por cierto, inquietudes literarias.

Ha ganando un espacio, de acuerdo, pero hay que consolidarlo. Silvina y Carlos son conscientes de las dificultades y se esmeran. Cada número es una prueba de su sana ambición. Saben que el camino está erizado, que no son buenos tiempos para esta lírica comunicativa. Pero la vocación les puede más y hacen todo lo que esté a su alcance para que el norte tinerfeño, a veces tan olvidado, no se quede sin su altavoz periodístico de una modalidad tan compleja para crear hábitos de lectura.

Tienen el tesón del clavo enmohecido al que diera luz poética su compatriota Pedro Bonifacio Palacios (Almafuerte). Luego, ese clavo que lo sigue siendo pese a la vejez y el deterioro, es lo que debe representar otro estímulo para que sean muchas Tangentes más.

Y que el periodismo las vea.



lunes, 24 de septiembre de 2012

PULSOS


Los escenarios no invitan a ello pero la política se sigue lidiando a base de pulsos sin que los actores reparen en que la gente, ya cansada, aumente su desafecto. En los pulsos, no en todos, se contrastan modelos o ideas y entonces alumbran propósitos o planteamientos que no eran muy conocidos y sirven, por tanto, hasta de ilustración. En otros, las ‘causas’ pueden ser de menor entidad, una cuestión de apreciaciones que generan  meras diferencias dialécticas que, en consecuencia, se evaporan sin ninguna pena y con muy poca gloria.
            Esa lid  conviene a quienes se desenvuelven en ella como pez en el agua. Les sirve para poner a prueba su propia capacidad de maniobrabilidad, su propio poder, su persuasión misma. Así, se han convertido en verdaderos especialistas. Es el terreno donde mejor se mueven. La política necesita de adversarios o de posturas encontradas y entonces hacen de ella un ejercicio en el que, independientemente de manejar con acierto el sentido de la oportunidad, hay que demostrar listeza, sentido de la anticipación y margen para obtener los resultados favorables que supuestamente interesan, sabiendo, además, que a veces se trata de carreras de fondo donde, además de las cualidades reseñadas, se requiere destreza para saber administrar y emprender nuevas causas, nuevos pulsos.
            Que Canarias esté o no en el consejo de administración del Instituto de Turismo de España (TURESPAÑA) es el caso más reciente. Se trata del organismo de la Administración General del Estado que se encarga de la promoción de España como destino turístico en el exterior. Si extraemos tan sólo dos de las bases de su declaración de principios para llevar a cabo las tareas, quedan pocas dudas. Por una parte, es de su competencia la planificación, desarrollo y ejecución de actuaciones para la promoción de España como destino turístico en los mercados internacionales. Y por otra, el apoyo a la comercialización de productos turísticos españoles en el exterior. Para ello -dice Turespaña- colaboramos con las Comunidades Autónomas, los entes locales y el sector privado.
            Es una obviedad aplastante la importancia del turismo en Canarias y su aportación desde todos los ángulos (más de diez millones de turistas en 2011, un 18% de total que visitaron España). Al margen de las intenciones reales que se tengan al respecto desde un ministerio dirigido por un canario y de los contactos (?) que hayan existido, es razonable pensar que Canarias, por sus propias peculiaridades, esté representada directamente en los órganos de decisión del Instituto, donde se deciden, entre otras cosas, los hechos que hemos descrito con anterioridad.
            En ese sentido, con experiencias contrastadas, algunas de ellas desfavorables o de impactos negativos, esa vertiente promocional no puede quedar exclusivamente en manos privadas. No está nada claro qué se gana excluyendo a la Comunidad Autónoma de los órganos decisorios de Turespaña. Ni cuáles son los criterios -más allá de los meramente derivados de un nuevo y absurdo pulso político- que inspiran esta decisión, pendiente de materializarse.
            Por cierto, los empresarios turísticos canarios deberían decir algo al respecto. ¿O no están ni se les espera?

sábado, 22 de septiembre de 2012

PERO ¿QUÉ EXTRAÑO VIRUS...?


No debe dejar indiferencia la respuesta a una convocatoria hecha por Juventudes Socialistas del Puerto de la Cruz para urgir la apertura de la nueva biblioteca municipal, emplazada en la calle Puerto Viejo con una construcción modernista que contrasta claramente con la tipología de los alrededores. Meses y meses pasan desde que, aparentemente, terminaron las obras. Pero allí sigue cerrada, en una actuación inutilizada, tal como escribimos hace algún tiempo. Después, los jóvenes socialistas han dado otro paso para lograr lo importante, la apertura; pero el intento no parece haber encontrado el eco debido: poca gente (unas treinta personas) y escasa repercusión social y mediática. Seguro que la reivindicación no se ha evaporado pero todo da a entender que habrá que seguir esperando.

        De todos modos, yendo al origen, lo ocurrido debe hacer reflexionar a todos, a los convocantes los primeros. Nos consta personalmente su preocupación y hasta su grado de autocrítica: alguno de ellos reconocía la tardanza en remitir la nota informativa a los medios de comunicación y la insuficiente movilización entre sus propias filas y en otros colectivos para producir, cuando menos, una mayor sensibilización. Problemas formales al margen, no menos importantes, lo ocurrido habría de servir para que midan su propio poder de convocatoria y se esmeren en los preparativos, que estas cosas no son para tomársela como si de una fiestita más se tratase.

        Pero hay otros aspectos de la cuestión en los que se debe incidir. Por ejemplo, ¿dónde estaban los estudiantes del Puerto de la Cruz, por qué no respondieron a la llamada? Porque este es un hecho que les concierne directamente. Es más, en el pasado, cuando quedaron en evidencia las insuficiencias de la biblioteca en su actual ubicación, y ante la carencia de una sala de estudios adecuada que les obligaba a trasladarse a otros municipios, la justa demanda provino del núcleo estudiantil y adquirió cierto relieve.

        Pero esta vez faltaron. ¿Fecha inapropiada, carencia de información, desafección por proceder de la rama juvenil de una organización política? De todas las causas posibles es difícil encontrar una justificación convincente.

        En cualquier caso, podríamos encuadrar el hecho en esa atonía general que, de forma preocupante, viene caracterizando a la ciudadanía portuense desde hace algún tiempo. Es como si estuviéramos ante una población anestesiada. En una ciudad donde era fácil crear opinión, donde todo se debatía, donde cambios, iniciativas, determinaciones y acontecimientos generaban sensibilidad y apreciaciones de muy distinto signo y revelaban un estado de dinamismo social o de efervescencia dialéctica, ahora resulta que predominan pasotismo, silencio y permisividad, por utilizar el mismo título de un trabajo publicado recientemente. Una inhibición sobrevenida. Es otra localidad. A este paso, no va a ser reconocida ni por su célebre dicho: en lenguas del Puerto te veas.

        Eso es lo inquietante: que ni siquiera una biblioteca nueva, terminada pero no equipada, o sea, cerrada durante meses, necesaria a todas luces, es capaz de despertar conciencias y movilizar siquiera a los más afectados. Es casi increíble. Dando por bueno que los responsables han activado los resortes de la solución administrativa pero que siguen sin encontrarla, es difícil explicarse que no haya reacción popular, que la desidia o la indolencia alcance esos niveles.

¿Qué nos está ocurriendo portuenses? ¿Es que ni siquiera nos mueve la causa de los libros? Años y años clamando por una dotación bibliotecaria, quejándonos de las lluvias que inundaban el actual recinto y causaban daños a los fondos, lamentándonos de la falta de condiciones apropiadas para estudiar y prepararse y ahora no damos una mínima muestra de querer que entre en funcionamiento esa nueva dotación. ¿Qué extraño virus ha inoculado en nuestros espíritus críticos hasta anular la capacidad de acción?

Todavía hay quien cree que los cruceros van a atracar en el futuro puerto de la ciudad y se ilusiona hasta entusiasmarse porque cree que ahí estriba la panacea. Pero por los libros y por la biblioteca, tan cerca, tan al alcance, no hay quien se mueva.

¿Qué nos pasa portuenses?

jueves, 20 de septiembre de 2012

MONSTRUOS

Nacen, crecen, se extienden y… Por lo general, no se sabe cómo. Pero se van expandiendo, ocupan espacios, se codean, influyen, inspiran temor, ambicionan, no se detienen, su proceso vital los impulsa y les exige, insaciables, quieren más y más, se revuelven, subyugan, se olvidan del bien, necesitan de fullerías y malas artes, no se detienen, favorecidos por la impunidad se mueven en cualquier terreno, sus códigos éticos (¿eso qué es?) son los que imponen porque sí, con lo que haga falta…


Son los monstruos, los que podemos encontrar en cualquier lado, paridos, vaya usted a saber, por un afán de protagonismo, por una cuestión de supervivencia, por haberse desenvuelto con habilidades en el terreno de la mediocridad, por saberse aprovechar de la subcultura y de la estulticia… Surgen allí donde hay circunstancias favorables y se consolidan a medida que van moldeando el espacio que ocupan.

Los monstruos habitan cualquier planeta, se adaptan. Aunque tengan que hacer uso de doble y triple personalidad. Los hay de todas clases: no tienen que ser grandiosos ni deformes ni gordos ni cabezudos… Es más, si pasan por invisibles, mejor. Que se sepa que existen pero si el personal no les ve físicamente, estupendo. En la empresa, en la política, en el sindicalismo, en la órbita mediática, en la entidad, en el barrio, en el deporte, en lo lúdico… En la sociedad misma. Ahí están.

Son raros especímenes los que surgen para aprender, para ayudar y para ser útiles. Los que van probando con modestia, los que saben estar, los que se conducen con sensatez, los que, pese a su limitada base intelectual, se comportan con rigor, ganan experiencia y maduran, convirtiéndose en factótum allí donde les han dejado evolucionar. Apenas tienen otras aspiraciones que un reconocimiento pero éste les llega a duras penas.

Abundan más los que tienen instintos malévolos, los depredadores, los que medran sin rubor, los que tienen ambiciones ilimitadas, los insaciables. Son los destructivos, inoculados por el virus de la envidia, de lo nocivo, de la mendacidad y la trapacería. Necesitan alimentarse de sus propias fechorías. No les importa engañar ni manipular. Aprietan hasta el límite. Y no se les ocurra -ni por compromiso- satisfacer temporal o coyunturalmente sus apetencias: se volverán en su contra, apenas den media vuelta o quieran desmarcarse de sus métodos chantajistas. Lo peor es cuando acumulan algún poder: los reyes del mambo se quedan cortos a su lado. Exprimen hasta la extorsión. Todo vale con tal de someter.

Se hacen a sí mismos aunque hay creadores. En realidad, aunque de forma inconsciente, es la propia sociedad la que los pare y fabrica. Al principio, les ríen las gracias, les siguen el juego, las cosas de, les aplauden, son jaleados… Y van haciendo el mal, claro. Intimidan, socavan, lastran, hacen daño… Guardan rencor, no reparan en gastos, les da igual la familia y los allegados de terceros. Son conscientes de ello, aunque no lo parezca. Si acumulan algún poder, a ver quién los frena. Y si encontraran aristas públicas para recrearse, entonces ya, el paroxismo. Cuando el personal se da cuenta, quizás sea demasiado tarde. Por supuesto, ya hay mucho daño hecho.

“El sueño de la razón produce monstruos”, se titula uno de los grabados más conocidos de Francisco de Goya. Pues es como si la sociedad se hubiera echado a dormir para que hayan surgido y sigan campando. Claro, encuentran terreno abonado, un caldo de cultivo que les favorece. Luego, hay que estar activos para que fenezcan solos, para aislarles, para que se autodestruyan, con sus limitaciones y su falta de sustancia. Suele suceder: la mejor terapia es la indiferencia, no hacerles caso, como si no existieran porque ni siquiera combatirlos desde el Estado de derecho, si fuera menester, garantiza su liquidación.

En cualquier caso, mejor que tengamos presente al enciclopedista francés Diderot: “La indiferencia hace sabios; y la insensibilidad, monstruos”.

(Publicado en Tangentes, número 50, septiembre 2012).


miércoles, 19 de septiembre de 2012

PREOCUPANTE DESCONFIANZA

Antes del verano escribimos sobre la crisis de institucionalidad. Pues bien, los datos de la encuesta hecha por El Observatorio de la Cadena Ser, conocidos a principios de esta semana, son contundentes: hay una desconfianza de los ciudadanos en las instituciones que no tiene precedentes: una aplastante mayoría (82%) no confía en el Gobierno de España, ni en el Gobierno autonómico (73,5%) ni en las instituciones europeas (72%).


Se explica pues esa creciente desafección hacia la política y los políticos que todavía los partidos políticos no aciertan a invertir. Al contrario, a medida que pasan los meses y crece el malestar, ni congresos ni programas van robusteciendo ideas para afrontar de lleno, con alternativas, esta delicada situación en la que otos males más apremiantes apenas dejan margen para el pensamiento.

Esa crisis de institucionalidad, esa desconfianza, tiene un vértice muy preocupante en nuestro país. A nuestro juicio es el dato sociológico más inquietante de cuantos se han venido registrando últimamente: la mitad de los españoles, según el citado estudio demoscópico, se desmarca del estado autonómico, no le gusta, no lo quiere. Casi el cincuenta por ciento de los encuestados -esto es lo asombroso- prefiere un Estado centralizado, sin comunidades autónomas o que éstas tengan menos competencias. Sólo un 11% respalda el actual modelo de Estado autonómico, ese cuyas costuras, con tantas peculiaridades, tanto costó hilvanar.

No son porcentajes para mirar hacia otro lado. Al contrario, son reveladores de un estado de opinión muy preocupante. Descontento más desconfianza: en el país se puede estar larvando una involución inquietante. Los responsables institucionales y políticos tienen una ardua tarea para intentar recuperar la confianza y la aprobación de un modelo: los tiempos no están para dar marcha atrás ni para experimentos. Y lo peor: sin saber dónde se puede encallar o cuál es la alternativa.

Pero mal, muy mal se han tenido que hacer las cosas para haber alcanzado este nivel de desconfianza institucional.

N. del A.- Lo habíamos vaticinado. Ayer, aún caliente el cuerpo de Santiago Carrillo, un innombrable medio del derechío, ya desgranaba todos los dicterios que el pasado del político le inspiraba. Casi no le dejaron morir en paz, preocupados para que la historia no le absuelva. Cuando hayan leído las impresiones de miembros del Gobierno, se habrán seguido rasgando las vestiduras. Igual son los mismos que apelan, recurrentemente, al espíritu de la Transición o lo que dicen querer enterrar para siempre los atavismos de la guerra incivil. Es su problema: viven aún con el rencor. Justamente lo contrario de Santiago Carrillo quien, hasta el último minuto, según cuentan, exhibió su lucidez. Vaya lección.

martes, 18 de septiembre de 2012

RETROCESO DE LO LOCAL


El municipalismo español sigue a la espera de la reforma de la Ley de Bases de Régimen Local (LBRL) que anunció el Gobierno y aplazó  casi sobre la marcha a la vista de las ronchas que levantó entre los alcaldes de la propia formación gubernamental, alarmados por otra medida impopular en forma de poder restringido que, tal como están las cosas, sólo agravaría el descontento generalizado. Se acuerdan, claro, de que sobre los alcaldes socialistas recayó el castigo que miles de ciudadanos infligieron a las determinaciones de Rodríguez Zapatero para timonear la crisis y no quieren ser las nuevas víctimas. Si el ejecutivo aplazó la discusión en el último Consejo Nacional de Administración Local es porque teme, sin duda, que se eleve el malestar de los alcaldes populares hasta niveles de rechazo incontrolado.
            Aunque no las explicite, se advierte en las intenciones reformistas del Partido Popular (PP) un cierto afán de menoscabar la autonomía local y una inclinación o filosofía privatizadora de servicios y prestaciones. Nada nuevo: se trata de seguir criminalizando lo público y, por tanto, hay que desmantelarlo, por muy revestido de bienestar que haya andado. La asfixia que ya se palpa en las áreas de servicios sociales atenaza no sólo a los vecinos más necesitados que tienen en el Ayuntamiento el último asidero al que agarrarse sino a los profesionales del trabajo social, absolutamente desbordados, sin recursos ni alternativas a corto plazo.
            Las instituciones locales han sido propulsoras decisivas de la actividad política, social y económica durante más de treinta años de democracia. Las pretendidas reformas del Gobierno harán que disminuya ese papel. Y eso no es aceptable. Los ayuntamientos pasarían de ser considerados como centros de poder político más próximos a oficinas o dependencias administrativas. Si después de tanto bregar, esa es la conclusión del ciclo, apenas hemos avanzado. Al contrario, sería la prueba del retroceso que ya advierten hasta los mismos alcaldes del PP.
            Y es que basar los planes de reforma de la Administración local en un mero criterio economicista de ahorro es desacertado. Los ayuntamientos están para avanzar no para retroceder. Hay que defender la causa municipalista: los que hemos estado activamente vinculados a ella somos conscientes del trabajo inmenso que han hecho alcaldes y concejales que se han esmerado con tal de propiciar mejores condiciones de vida de los ciudadanos, abriendo caminos y propiciando nuevas fórmulas para evitar, precisamente, las lóbregas y rutinarias oficinas del régimen predemocrático. Claro que ha habido errores y desvíos. Derroches y vicios. E incoherencias. Y clientelismos. Y caprichos unipersonales que hicieron de la vida municipal, en algunos casos, una autocracia pedestre.  Pero la obra municipalista, en su conjunto, es acreedora de respeto, tan sólo por lo que tiene de contribución catalizadora a la modernización y avances sociales de los españoles.
            De ahí, la pregunta: si en los años ochenta del pasado siglo era difícil prever cómo derribar la rigidez de las estructuras franquistas, y se logró, ¿cómo ahora no se puede intentar fabricar un nuevo municipalismo pensado por y para las personas? Cierto que la redistribución competencial es complicada y que es imprescindible alcanzar un acuerdo sobre financiación, pero donde tanto se ha negociado y transado, hay que explorar todas las vías antes de que sigan el andar del cangrejo y colapsen las instituciones locales.


lunes, 17 de septiembre de 2012

AGUSTÍN


Debió ser en nuestro primer mandato (1983-87) en el Ayuntamiento del Puerto de la Cruz. Andábamos a la búsqueda de redactores para la desaparecida y siempre recordada Revista Local  y fue allí, en una prueba pública, donde le descubrimos. Sin querer presumir de “cazatalentos”, en su escritura nos fijamos para advertir de inmediato que allí había madera de periodista. Se lo dijimos. Y de hecho, él nos reconoce la “culpabilidad” de que se inclinara por las letras cuando estaba llamado por el camino del derecho. La memoria es ahí imprecisa pero puede que poco después, en un concurso o en una convocatoria similar sobre temática determinada, ratificábamos aquella impresión que nos había causado en el salón noble convertido en espacio de examen y en el intercambio de preferencias de lecturas en algún acto público o en trayectos en el transporte público.
         Aquel joven apenas veinteañero descubierto entonces y que empezó a abrirse paso en los vericuetos del periodismo y la comunicación ya es hoy subdirector de Diario de Avisos. Le acaban de ascender y uno sólo tiene que congratularse, sabedor de que su trayectoria está caracterizada por la superación. Agustín, Agustín González, no sólo lleva el periodismo en las venas, no sólo tiene olfato periodístico, sino que atesora cualidades de escritor, las que ya ha plasmado en varias publicaciones y con las que ha incursionado en un género como es el cuento donde se revela como un autor fértil y original. Algún premio adorna ese otro ejercicio.
         Le vimos nacer, crecer y reproducirse, periodísticamente hablando. Agustín es un comunicador vocacional, de esos, además, que huye de los oropeles y las fachadas, de las apariciones mediáticas audiovisuales exaltadas con efímeros ditirambos. Escasas son, por cierto, sus producciones o intervenciones en medios no escritos. El prefiere el trabajo riguroso, el que se amasa silenciosamente haciendo acopio de documentación, guardando fotos, recortes, textos y reproducciones, cuidadosamente archivada, para tirar de ella cuando hay que recapitular, reciclar o hacer un histórico de cualquier asunto. La de papeletas que resolvió Agustín a no pocos profesionales o principiantes cuando, al frente del gabinete de prensa del Ayuntamiento portuense, dispuso siempre de tiempo y accesibilidad para satisfacer las demandas de información que le llegaban desde los medios o incluso intramuros.
         Aceptó -puede que no de muy buen grado en algún caso- que la polivalencia funcional es consustancial a cualquier gabinete institucional reducido, de modo que hubo que verle lidiando con jurados o suplementando tareas protocolarias. Siempre atento, siempre discreto y eficiente, ha brillado por ese saber estar sin que se notara, con la humildad necesaria para atender cualquier requerimiento como para ignorar, inteligentemente, denuestos y venablos. Por eso ha sabido granjearse el respeto de compañeros y personajes de la vida pública.
         Curioso, observador, analítico, perspicaz, ecuánime, respetuoso… Apasionado también por la historia, ha ido rescatando y dando adecuado tratamiento periodístico a episodios del pasado que andaban dispersos y olvidados, de modo que ha enriquecido la memoria colectiva con muy satisfactoria aceptación.
         Aquel joven apenas veinteañero, serio y constante, enamorado de la comunicación y de las letras, ya es subdirector del periódico que ha sabido corresponder a sus cualidades y le acogió con su importante bagaje de serio trabajo institucional. Aparte de contrastar que el tiempo pasa y que nos desborda con las mismas criaturas, uno se alegra de haber acertado y de que haya llegado lejos.

sábado, 15 de septiembre de 2012

ESTADO DE SUCIEDAD


En otra época, seguro, el asunto, cuando menos, hubiera generado un debate considerable, un debate popular de esos, de los que menudeaban, en los que intervenía todo el mundo, cada quien contando sus vivencias, sus observaciones y sus interpretaciones más o menos interesadas. Pero hace tiempo que esos debates desaparecieron en el Puerto de la Cruz, donde la población, otrora tan sensible y tan crítica, ahora parece pasota y resignada. Había tantas ganas de polemizar que incluso con los galardones y premios que recibía el Puerto de la Cruz se generaba más de una controversia.
            En otros tiempos -lo hemos vivido en primera persona- había malestar por una bolsas de basura colocadas en lugares inapropiados a horas inapropiadas. Y había protestas por desechos amontonados alrededor del mobiliario urbano. Y se espantaban por la maleza acumulada en parterres o jardines. Manchas en las aceras, negrura en los bordes de las fachadas, desperdicios de todo tipo sustanciaban la contrariedad de no pocos ciudadanos, a los que seguramente no faltaba razón pero que eran mucho más exigentes. Era un tema recurrente de conversación, en cualquier círculo. Pues se ha evaporado.
Hablamos del estado de suciedad en las zonas públicas, en vías, urbanizaciones, barrios, plazas y recintos del Puerto de la Cruz. Ya escribimos hace algún tiempo apelando a un poquito de mantenimiento. Pues no mejora el enfermo. Y no se trata de cargar las tintas, de hurgar en los males de la ciudad. No es ese el propósito ni siquiera el de reactivar viejos debates. Si acaso, el de expresar una preocupación que se constata en cualquier paseo o recorrido. O el de apelar a la sensibilidad de responsables y administrados para que la cosa no empeore. Que esa parece ser la tendencia.
Porque esto no es sólo un problema de ayuntamiento y de quienes prestan el servicio. Las características de la ciudad, su condición de destino turístico, exigen, además, el mejor estado de presentación. Pero para decoro y estímulo de sus propios habitantes, para que les distinga en su propia calidad de vida y para que les suene a timbre de orgullo cuando los foráneos se marchen con una favorable impresión. Está claro que hay que prestar el mejor servicio posible de recogida de residuos, de limpieza y mantenimiento, de baldeo y riego… Muchos nos tememos que ahora mismo estamos muy lejos de la mejor cobertura y de los mejores índices de esa prestación. Los operarios harán lo que pueden: no se les hace culpables. Puede que las condiciones en que vienen trabajando no sean óptimas. O que la organización del servicio sea incompleta.
En cualquier caso, queda dicho, la culpa no sería exclusiva. Aquí entra en juego la cultura cívica y más que eso, la colaboración ciudadana. Es decir, la educación y la prevención. Hechos tan simples como depositar los residuos en sus respectivos espacios o contenedores, en las horas reguladas; o no arrojar colillas o chicles en las aceras; o dejar bolsas y servilletas fuera de las papeleras no se llevan a cabo con frecuencia. El resultado contribuye al estado de suciedad que nos ocupa. No sobran, en ese sentido, campañas de comunicación y sensibilización. Aunque sean domésticas. Empiecen por los colegios e institutos.
Porque todos queremos presumir de ciudad limpia y ejemplar. Pero debemos ser consecuentes, sobre todo cuando se nos compara con otras de los alrededores: es una ciudad de servicios muy al alcance, de mucha movilidad peatonal desde primeras horas de la mañana hasta la mismísima madrugada, de elevados niveles consumistas. Y eso exige un comportamiento que permita visualizar el problema en toda su extensión y afrontarlo con decidida voluntad de tratarlo no hasta su erradicación, que parece imposible, pero sí hasta conseguir que se nos reconozca por ser una de las ciudades turísticas españolas más llamativas en eso también.

jueves, 13 de septiembre de 2012

HORIZONTE ENNEGRECIDO

"Los gallegos saben distinguir entre lo que hace el Gobierno central y lo que he hecho yo", declaró Alberto Feijoo, presidente de la Xunta de Galicia y candidato a la reelección.
"Yo no comparto la decisión del Gobierno y yo no la hubiera tomado, Hay mucho descontento con este asunto", dijo públicament5e Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid en referencia a la decisión de excarcelar al terrorista Bolinaga.
"Es un grave error la subida del IVA a la cultura", manifestó José Antonio Monago, presidente de la Junta de Extremadura, en clara discrepancia con varios miembros del Gobierno por este asunto.
"El PP no se puede permitir el lujo de estar peleándose y más en público," afirmó Carlos Basagoiti, candidato del Partido Popular a la presidencia del Gobierno vasco.
En fin, los testimonios de dirigentes del PP -es posible que haya más- revelan un descontento notable. Con la proximidad de las elecciones gallegas y vascas, el asunto cobra mayor preocupación. Sufre el partido gubernamental -lo que son las ironías de ida y vuelta de la política- las tempestades internas derivadas de la crisis y de las medidas que generan malestar social. Es una situación muy similar a la vivida por el Partido Socialista Obrero Español en los últimos meses del mandato 2007-11, cuando se barruntaba el descalabro electoral y muchos presidentes autonómicos y alcaldes que se presentaban a la reelección hacían juegos malabares para escapar de la quema, para intentar evitgar los castiigos del electorado. La situación de ahora es prácticamente idéntica: una encuesta reciente revelaba que la mitad de quienes votaron a Rajoy el pasado mes de noviembre -fijarse bien: no ha pasado un año- afirman ahora que ya no lo harían. Y seis de cada diez de las personas que votyaron al PP dicen que ya no se fían de Rajoy.
Si a los testimonios señalados se unen las discrepancias entre ministros que han trascendido, Montoro con De Guindos, Soria con Montoro, Ruiz Gallardón con Rajoy, nos encontramos con un partido gubernamental debilitado. Desde dentro, en el Gobierno y en su propio electorado. El presidente empieza a ver discutido su liderazgo -incluso por periodismo afín- mientras los problemas se amontonan y merma la credibilidad.
Con el rescate sin resolver y Catalunya en pie de independencia, con dos citas electoralesa la vista -en una de las cuales no tiene otra esperanza, ¡lo que son las cosas! que pactar con el PSOE-, el horizonte popular está ennegrecido.

martes, 11 de septiembre de 2012

FRAUDE Y FRACASO


Preguntas de profano. Veamos: ¿qué se podría hacer con 56.631 millones de euros? ¿Y cuántos presupuestos de cuántas instituciones españolas suman 219.817 millones de euros? ¿Y qué se puede financiar con 52 millones de euros? Porque estas son algunas magnitudes leídas durante estos días a la espera de que se evite o se consume el ya célebre rescate. Todas preocupantes, desde luego.
            Una aproximación a las respuestas concluye en que el dinero sigue huyendo masivamente de la economía española. Ahora se explica que digan que no hay. Cómo va a circular si el Banco de España registra que tan sólo en junio pasado, el segundo peor dato del año, 56.631 millones de euros abandonaron el país. Ya son doce meses consecutivos en los que han sido retirados capitales de España, o lo que es igual, en lo que va de año, casi 220.000 mil millones de euros, aproximadamente un 22% del Producto Interior Bruto (PIB), han salido de la economía española. Y aún respira.
            La tercera de las cantidades señaladas, 52 millones de euros, es la que, según la Agencia Tributaria, ha ingresado el ministerio de Hacienda como consecuencia de la tan controvertida amnistía fiscal, o sea, las regularizaciones previstas de los bienes y activos ocultados o defraudados al Fisco. De aquí a noviembre estaba previsto recaudar unos 2.500 millones de euros, luego esos 52 apenas significan un 2%. De continuar la tendencia, al final los ingresos por este capítulo alcanzarán unos 150 millones de euros.
            Si las cifras dinerarias ponen de relieve la debilidad y la inestabilidad de la economía española y de la balanza de pagos, así como las dificultades que tiene la banca para compensar la fuga de inversiones en cartera, préstamos y depósitos, los resultados cosechados hasta ahora con la amnistía fiscal bien merecen una reflexión que incide en las dudas que ya advirtieron los expertos y hasta los mismísimos técnicos del ministerio al señalar que la medida, en sí misma, invitaba al fraude y constituía un agravio comparativo con los contribuyentes que sí cumplen con sus compromisos fiscales.
            Los bajísimos ingresos obtenidos hasta el momento por este concepto confirman lo que se preveía: una norma que que favorece claramente el blanqueo de dinero negro en metálico, incluido el procedente de delitos y permite que no se conozca el origen del dinero en efectivo ni el momento en que fue obtenido. Pero se ve que esta “barra libre” no seduce ni persuade a los interesados. Los defraudadores no se fían, sentenciaba hace poco un medio especializado. El temor a represalias o a que se “conserven” adecuadamente datos de operaciones frena la voluntad del defraudador, si es que alguna vez la tuvo.
            Seguirán haciéndolo. La desconfianza con las cosas del querer monetario y la propensión de unos cuantos ciudadanos que han terminado especializándose en este tipo de “negocios” recelan del proceso jurídico de regularización del fraude fiscal que el Gobierno popular, tan generoso, les había “obsequiado”. Ni por esas. Si todo sigue como hasta ahora, ingresar 150 millones de euros ante los 2.500 millones que había previsto recaudar antes de que termine el año, equivale a un sonoro fracaso. Otro más. 

lunes, 10 de septiembre de 2012

ASÍ DE NOBLE, ASÍ DE SENCILLO


Se cumplen mañana veintiocho años del desgraciado suceso de La Gomera, un pavoroso incendio en el que perdieron la vida veinte personas, entre ellas la de Francisco Afonso Carrillo, que había sido alcalde del Puerto de la Cruz y en aquel momento ejercía como gobernador civil de la provincia. Para evocar la fecha, hemos rescatado un texto exhibido en el curso de un homenaje que le fue tributado en 2009.
Recuerdo bien su primera intervención pública, en el parque San Francisco, en un mitin (de los primeros que se celebraba en plena Transición política) en el que también participaban otros representantes del Partido y hasta de UGT que entonces esbozaban su condición de aspirantes y revelaban su inexperiencia.
Paco Afonso estaba tan nervioso, se trabucó de tal forma que terminó pidiendo perdón: “Espero que me disculpen en estos momentos”, vino a decir mientras sonaban los aplausos tranquilizadores.
En aquel mismo escenario, pocos años después, tras el resonante triunfo en las elecciones locales de 1983, Juan Rodríguez Doreste, con un pie en la República y otro en la Monarquía constitucional, le llegó a piropear en medio del jolgorio: “Mucha suerte tienen ustedes con el alcalde, que hasta guapo es”.
Aquella espontaneidad de su carácter alimentaba un liderazgo político incipiente.
Nos conocíamos desde jóvenes, desde aquel San Telmo poblado de lanzamientos, arrumacos, noviazgos, envite y primeras cervezas; desde aquel Cima Club de escala en hi-fi y procesiones, de lecturas de textos prohibidos, de juegos de mesa y primerísimas reivindicaciones; y desde aquellos partidos en el solar de El Tope o de aficionados en El Peñón.
Me pidió que le echara una mano cuando arrancaba aquella aventura. La política fue un auténtico descubrimiento para él y se convirtió en una pasión. Nuestra relación amistosa se fortaleció respetando cada cual su respectivo quehacer: la alcaldía y el periodismo. A medida que pasaba el tiempo, los dos éramos conscientes de que estábamos en la primera fila de un ciclo histórico.
Fue creciendo políticamente. Si gozó de buena prensa es porque supo ganárselo. Con su modestia, su sencillez, su predisposición, su talante… Escuchaba a todo el mundo y le sugería alguna solución, aunque resultara difícilmente factible. Estaba presente en todo: en actos, en fiestas, en procesiones, en entierros, en bodas, en congresos, en conferencias…
En enero de 1983, hizo una segunda petición personal: que le acompañara en la candidatura que iba a encabezar nuevamente. Lo hizo después de que un par de enviados especiales para sondear no obtuvieran respuesta favorable. Nos dimos un abrazo la noche que le dí mi aceptación. Sin amargura alguna, omito premeditadamente -quizá lo cuente en unas memorias si es que alguna vez ven la luz- lo ocurrido con los puestos y responsabilidades finales después de los planteamientos que fraguaron la incorporación a la política activa, tanto en la primavera de aquel año como cuando en el verano de 1984 se produjo el relevo en la alcaldía a raíz de su nombramiento como gobernador civil.
De aquellos años, de aquella relación, guardo para bien una cualidad suya: era enemigo frontal de las exclusiones, no le gustaban los testimonios y las acciones fraguadas con malicia y orientadas a la marginación de compañeros o personas que discrepaban. A lo mejor callaba, pero no otorgaba. Condenó el sectarismo: no iba con su forma de ser.
Igualmente, por su carácter y por lo que iba aprendiendo en aquella democracia naciente, obraba de forma que no se incurriera en caudillismos, en modos unipersonales de gestión o actuación. Prefería hablar de equipo y sensibilizar a quienes le rodeaban de la importancia de las decisiones colegiadas.
Además, nos quería a todos alegres, vivos y dinámicos, motivados para cualquier cometido.
Una noche, actuando Víctor Manuel en el escenario donde recordó sus apariciones en el desaparecido Festival de la Canción del Atlántico, el cantautor asturiano lanzó otra ‘perla’: “¡Y es que tenéis un alcalde de puta madre!”. En otra ocasión, Mari Carmen, la de los muñecos, se quedó traspuesta cuando se acercó con doña Rogelia hasta la primera fila donde Paco seguía el espectáculo: “Y este señor tan modoso, ¿quién es?”, preguntaba la ventrílocua. “Soy el alcalde”, respondió con voz trémula. Y Mari Carmen, o sea, doña Rogelia: “¡Ostras, el alcalde! Que hoy no cobramos”.
Así de espontáneo, así de natural, así de sencillo, así de noble… Tan apreciado, tan respetado, más allá de su trágica muerte. La placa de su busto, en la plaza Concejil, desde contempla parte de su obra es reveladora:
<>…”

sábado, 8 de septiembre de 2012

CUANDO ÁNGELA CARRASCO ANTICIPÓ SU "MY FAIR LADY"


Ha aparecido recientemente, en un par de ocasiones, en el programa Qué tiempo tan feliz, de Tele 5, conducido por María Teresa Campos. Puede resultar pretencioso, halagüeño en exceso, afirmar que está igual, pero poco le falta, desde luego. Baste decir que se conserva muy bien físicamente, que siguen encantando sus perfiles de belleza tropical, que su voz aún rezuma aquella dulzura que desprendía cantando Quererte a ti y No, no hay nadie más… Su gestualidad, sosegada, rematando una mirada permanentemente pensativa, semeja aún la que lució en la versión española de la célebre ópera rock Jesucristo Superstar.
            El caso es que se han cumplido treinta años justos de la actuación de la cantante dominicana Ángela Carrasco en la antigua sala ‘Andrómeda’, en el marco de las Galas OTA que reunieron, durante dos veranos consecutivos, a destacados intérpretes de la música nacional y extranjera. Fueron tiempos de esplendor en aquel Puerto Cruz la nuit, el complemento idóneo de un destino turístico incomparable que se proyectaba incesantemente con esa iniciativa artística y con otras de distinta naturaleza.
            Durante aquella estancia, Ángela Carrasco anunció que interpretaría el papel estelar en la versión rock de My fair lady, todo un reto que superó de forma sobresaliente en un teatro madrileño después del gran éxito cosechado con Jesucristo Superstar, junto a Camilo Sesto, con el que trabajaría durante varios años hasta que emprendieron caminos separados. La cantante dominicana interpretó My fair lady al lado de Alberto Closas.
            “La cantante que no piense que puede llegar lejos en el mundo artístico, mejor que no se dedique a estos menesteres que no son una carrera de obstáculos pero sí un camino en el que hay que conquistar metas”, reveló Ángela Carrasco a los periodistas que siguieron atentamente el ensayo de su actuación.
            Otra de sus confesiones de entonces, recogida en Diario de Avisos (edición del 5 de septiembre de 1982): “Yo he logrado ser una cantante estándar, lo que significa que no te contraten por el éxito sino por la personalidad y la continuidad”.
            La cantante admitió su debilidad por los temas románticos y por las baladas, sin rechazar en absoluto las canciones rítmicas, algunas de las cuales había incorporado al “show” para hacerlo más divertido y variado.
            Tuvimos el placer de presentar aquella noche a Ángela Carrasco. De su espectáculo de entonces, quedó el siguiente reflejo en el citado periódico:
            “En cuanto a su actuación, digamos que Ángela Carrasco no contó con un público muy entusiasta. O al menos no le supo transmitir el calor necesario para animarla. Y eso que hizo todo cuanto estaba a su alcance para contagiarle. Hubo algún problemilla en el sonido y su voz –correctamente ecualizada- se vio a veces apagada. Bastante aceptable su versión de No llores por mí, Argentina y sobradamente, como se esperaba, en Quererte a ti. El grupo que la acompañó, de buen nivel. El problema fue ese: la frialdad del público”.
            En cualquier caso, su anuncio de My fair lady fue el anticipo del gran éxito.

lunes, 3 de septiembre de 2012

COMICIDAD AUDAZ

“Ustedes ya conocen la noticias. Ahora les contaremos la verdad”, dice la fórmula de la entradilla del programa televisivo El Intermedio (en La Sexta), conducido por José Miguel Monzón, El Gran Wyoming, cuya séptima temporada comienza hoy. La fórmula, para quienes conozcan el estilo habitual y la línea crítica del espacio, es muy atinada: anticipa un tratamiento distinto, una interpretación crítica, irónica y humorística, de los asuntos de actualidad que, según memorable definición de Carlos Luis Álvarez, Cándido, no existe; se crea, lo que aquí, en este peculiar producto, en el que han llegado a reírse de sí mismos, encaja perfectamente. Consecuentes con aquel viejo aforismo, el humor es cosa seria, Wyoming y los suyos se han esmerado durante años en ofrecer una alternativa al sesgo informativo, entre oficialista y propagandista, imprimiendo a la crítica política un sello propio y sarcástico que traslada al espectador un constante ejercicio intelectual que genera, a su vez, cuando menos, una risa sardónica. El Intermedio es hoy, salvando las circunstancias sociopolíticas y las distancias temporales y audiovisuales, lo que pudo haber sido La Codorniz, sobre todo, con el lema de ésta: “La revista más audaz para el lector más inteligente”.


Porque de audacia se llena el programa, en efecto, con tal de encontrar aristas cómicas y desenfadadas a informaciones que han ido sucediéndose teniendo que aceptar su cobertura y su tratamiento según la línea de cada medio; o a declaraciones de políticos y cargos públicos que dejan expresiones abiertas a una réplica ocurrente o una precisión satírica. Y algo más que audacia, diríase que una meticulosa transgresión de la pericia manipuladora de los recursos tecnológicos, se requiere para esos videomontajes de imágenes y voces, solapadas y superpuestas, que han llegado a confundir hasta que, por repetidos, se detecta su auténtico carácter.

Wyoming ha precisado que más que criticar al Gobierno de turno, lo que hace realmente es aprovecharse del enorme juego que dan otros medios de comunicación, alguno de los cuales en un titular ya es capaz de ofrecer un artículo de opinión. Sin rehuir siquiera los hechos que pudieran afectar a su casa -la fusión con Antena 3, por ejemplo-, empleando chascarrillos sobre sus mismas afirmaciones y sobre yerros de compañeros, aguantando con gestos e interjecciones la capciosidad y los dobles sentidos e incordiando y cebándose lo justo, el conductor de este programa que empieza a ser un clásico de nuestra televisión debe ser consciente de que ha elevado su listón hasta el punto de que para mantenerlo ha de renovar constantemente su misma vis cómica.

Ya lo acreditó cuando coordinaba Caiga quien caiga, cuando cada reportaje parecía un acto de osadía cuyos límites nadie sabía dónde situarlos. Para entonces, disponía de intrépidos colaboradores, que, cuando se empeñaban, exprimían esa vertiente humorística, tan necesario en la crisis nuestra para aliviar las tribulaciones y para advertir al oficialismo gubernamental que no se puede ni se debe ir por la vida a base de trágalas e imposiciones. Ahora El Intermedio cuenta con otros que proporcionan a los contenidos del programa justo lo que éste precisa: la comicidad bien entendida.



sábado, 1 de septiembre de 2012

LA VUELTA DE CÉSAR SAR


César ha regresado. Dio la vuelta al mundo. Era un sueño lo suyo pero se convirtió en una experiencia vital. Se marchó allá por julio del pasado año, tras una audaz presentación de su iniciativa en CajaCanarias. Algo cansado ya de lidiar en las coordenadas donde se desenvolvía, en las político-mediáticas, se empeñó en demostrar que la emprendeduría empieza por cada cual, de modo que si había que buscar nuevos horizontes, nada mejor que poniendo rumbo a lo desconocido, no con ánimo aventurero sino con ánimo de hacer efectiva esa triple aspiración de conocer otras latitudes, para informar, para conocer sus costumbres, su realidad, sus culturas y sus usos sociales; de viajar, para plasmar y contrastar, para saber qué hay y cómo se vive más allá de nuestra fronteras; y de cocinar y comer, cuáles son los usos, las costumbres y hasta las tendencias culinarias desde la vieja Europa hasta las Antípodas.
César Sar ha vuelto y nos ha anticipado una parte del resultado de sus vivencias que ahora convertirá, en una fase de post-producción, en ese producto que debe llamar la atención de cualquier canal televisivo que aspire a incluir en  los contenidos de su programación espacios que sirvan para entender qué pasa en el mundo más allá de la crisis cotidiana. Se necesita suerte, claro que sí, pero estamos seguros de que el producto es lo suficientemente atractivo y tiene el gancho adecuado para atraer la atención de quienes tengan capacidad decisoria para incorporar la serie o lo que sea a sus parrillas. Como no menudean las innovaciones y como la televisión, en general, está necesitada de ellas, acreditada la solvencia profesional de Sar, seguro que los itinerarios en los que ha pensado para contrastar los frutos de su experiencia tendrán final exitoso. Tan sólo por lo conocido y vivido en primera persona ha valido la iniciativa. Ahora tiene que demostrarnos que no es un bon vivant: el periodista que va por dentro, quien ya ha explicado el por qué de su idea, materializará su experiencia -y debe hacerlo sin vedetismos- sabiendo que eso no va a durar toda la vida.
Sar ha querido emplear el mismo formato de su despedida, es decir, su expresión dinámica y ágil, apoyada en las imágenes que recopiló. A propósito, esa fue la gran diferencia: esta vez había algo que mostrar, algo que tuvo, si se quiere,  una secuencia precipitada e incompleta pero que sirvió para hacernos una idea global de tanto cuanto ha acumulado. Paisajes de todo tipo, urbanos y campestres, animados y monótonos, perdidos y atrayentes, ignorados y concurridos, arriesgados y apacibles, montaña y litoral, gente captada en cualquier lugar, sin distingos, hasta coincidencias con otros aventureros que hacían lo mismo que él.
Con la misma capacidad de convocatoria, con ganas de compartir los frutos de sus vivencias, la síntesis de César Sar -eso: un anticipo, un aperitivo- tuvo como único pero el que se alargó. Pero, claro, hay que entenderlo: es tanto lo que quieres exhibir y contar, que inevitablemente hay que extenderse. Hasta eso, el ejercicio de condensar una vuelta al mundo -con dos pasaportes, varios medios de transporte, una maleta que jamás se perdió y unos aviones que nunca demoraron su salida más allá de treinta minutos- es muy meritorio dada la evidente complejidad.
Pero, en fin, razones había para que desahogara una inevitable emoción a su llegada, para que la compartiera con su madre y amigos y para que sigamos atentos a los resultados de un afán emprendedor que, en el mundo de la comunicación, actualmente, es indispensable.