viernes, 28 de febrero de 2014

UN MENSAJE LIBERADO

Menos mal que hubo cordura y al final el Comité de Apelación de la Federación Española de Fútbol restiró la sanción de dos mil euros impuesta un jugador del real Jaén que, tras anotar un gol, enseñó la camiseta interior escrita con un mensaje de apoyo a los niños (‘pequeñines’, pintó) enfermos de cáncer.


No se entendía bien la medida -aunque interpretada al pie de la letra del reglamento tiene pocos ángulos que discutir- cuando, pocas fechas, antes otro organismo federativo había impuesto una multa de seiscientos euros al club Atlético de Madrid por el lanzamiento de un objeto que dio en la cabeza de un jugador del Real Madrid a la terminación del encuentro de Copa.

La desproporción era evidente. La comparación no se resiste: un hecho violento frente a un mensaje de ánimo para menores afectados por un mal de salud. Sabemos que el rasero de la disciplina futbolística es muy voluble pero un hecho como el comentado, un mensaje puro, inocente, y por supuesto, inocuo, mostrado como han hecho otros tantos jugadores, no puede tener ese precio, no puede valer esos dos mil euros de sanción. Sobre todo, después de contrastar la cantidad de barbaridades y de fechorías que se cometen en esos campos.

Que se hayan aplicado criterios de excepcionalidad, templando el rigor del precepto, y que se haya tenido en cuenta la falta de publicidad, ha sido lo más procedente. Menos mal.

jueves, 27 de febrero de 2014

ENTRE DESCONSIDERACIONES Y AUSENCIAS PLENARIAS

Las versiones periodísticas y de algunos testigos presenciales coinciden en el enésimo pleno borrascoso del ayuntamiento del Puerto de la Cruz. A estas alturas, ya no es noticia: pero duele. En cualquier caso, por el galopante desprestigio institucional; por la progresiva pérdida de credibilidad y de respeto de algo tan serio como una sesión pública del máximo órgano del Ayuntamiento y por la sensación que se proyecta de un deplorable espectáculo circense en el que todo vale para escarnio de la democracia. Que al cabo de varios mandatos se haya descendido a estos niveles, resulta reprobable. Una cosa es el fragor dialéctico que diera pie a debates duros con pasajes de complicada digestión y otras, muy distintas, las imposiciones, las intromisiones, el irrespeto y las inconsecuencias. Parece que todo esto es lo que predomina.
            De todos modos, hay dos hechos registrados en esta sesión que llaman poderosamente la atención, merecedores por tanto de comentario.
            Uno: la moción de la representación de Vecinos por el Puerto relativa a la necesidad de que el gobierno municipal cuente con un miembro dedicado a tiempo completo al área de Asuntos Sociales. La iniciativa, desde luego, pone de relieve, cuando menos, primero una seria disfunción en el organigrama de aquél; y luego una interpretación política muy discutible, especialmente por el modo de entender la solución aplicada y las repercusiones que ésta suscita.
            Veamos los hechos: la concejala que era titular renuncia a su condición de plena dedicación, quizá una manera de frenar la dimisión del cargo que pudiera ser su voluntad. Para no abrir crisis ni producir distorsiones, el alcalde considera que la responsabilidad de la gestión del área puede hacerse a tiempo parcial. Y aquí se inician las complicaciones, una vez más el pecado original.
            Porque no hay que ser un lince para saber que las actuales circunstancias sociales y económicas, en el Puerto como en otras muchas localidades, generan un estado de necesidades y demandas que cualquier gobernante querría atajar pues se siente moralmente obligado a ello. Lo normal es, en efecto, priorizar recursos y actuaciones en ese campo donde hay materias que exigen de plena dedicación, con la cúpula política a la cabeza. Sin embargo, se considera que la cosa se puede dirigir y gestionar a tiempo parcial. Qué concepto, qué idea de lo social.
            Y claro, es inevitable que broten las contradicciones, una de las cuales es expuesta de forma atinada en la moción de Vecinos por el Puerto: si se admite ese criterio, ¿por qué no se aplicó y explicó adecuadamente desde el principio del mandato? Un fraude. Otra: resulta incongruente disponer de concejales liberados o de plena dedicación para áreas como Turismo, Comercio o Recursos Humanos y la de Asuntos Sociales se pueda dirigir con unas horas o días de desempeño. Siendo todas las áreas importantes, respetando la autonomía para organizarse y suponiendo que el cumplimiento de un programa político y de determinados objetivos depende de contar con la confianza y capacitación de personas al frente de cada concejalía, lo ocurrido relega o degrada a Asuntos Sociales, en sí mismo es una desconsideración. Y esgrimir que el alcalde es el gran sustituto o que ya se encargan funcionarios y personal laboral de que la cosa funcione (nada más lejos de la realidad: es en estas situaciones de vacío o inseguridad donde más se notan la ineficiencia o la falta de resultados) no es de recibo.
        Las críticas a la nueva Ley de Racionalización y Sostenibilidad de la Administración local inciden, precisamente, en los asuntos sociales. Hay una controversia creciente sobre el futuro que aguarda a las estructuras de los servicios que hay que prestar. Vayan ustedes a saber si el alcalde portuense, con esta medida, ha querido ir ensayando las restricciones que darán paso a las privatizaciones en este campo. No, la impresión es que no va por ahí la cosa. Demasiado pretenciosa. Más bien huele a parche, a martingala para salir del trance y llegar al final del mandato sin sobresaltos. Aunque los vecinos vuelvan a ser los perjudicados.
            El segundo hecho: la sesión se inicia con ausencia de seis concejales, cuatro de dos grupos de oposición, y dos del gobierno. Respetemos las razones que pueden haberla motivado. Seguro que serán poderosas. Pero las obligaciones son las obligaciones y las contraídas al asumir un cargo público requieren de cumplimiento, a menos que haya una causa insalvable. Hay que hacer un esfuerzo, el que sea, con tal de estar presente donde hay que estar. Ya es llamativo, desde luego, que quince de los veintiún ediles sean quienes asistan al pleno.

            Y si por esto también se es noticia… no mejora el enfermo.

miércoles, 26 de febrero de 2014

DEUDA PÚBLICA

Estallan fuegos artificiales a cuenta de la nota mejorada de la deuda soberana española hecha por la agencia de calificación crediticia Moody’s. El Gobierno, tan necesitado de inyecciones que revitalicen el cuerpo social, se ha apresurado a interpretar que los criterios de la agencia confirman que la cosa va bien: un modelo de crecimiento más sostenible. Bien es verdad que la elevada deuda pública y el alto índice de desempleo son citados por Moody’s como flancos débiles.
         Sobre el primero de esos flancos, sobre la deuda pública, hay algunos aspectos que llaman la atención. Por ejemplo, que según datos del Banco de España, es la mayor de toda su historia: supera los novecientos sesenta y un mil millones de euros, es decir, casi alcanza el billón de euros. Esa cuantía significa el 94% del Producto Interior Bruto (PIB), el mayor nivel de deuda pública en nuestro país de los últimos cien años.
         El ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, que no dudó en aprovechar la convocatoria del G-20 en Sidney para hablar de las mejoras en la economía nacional, admitió días antes, en Bruselas, que esperaban un registro peor, “ligeramente por debajo de lo que habíamos proyectado en el Libro amarillo”. Por lo tanto, no parece que sea cuestión de sacar pecho en esta materia, sobre todo porque cuando Mariano Rajoy accedió a la presidencia del Gobierno -hace ya más de dos años- el alcance de deuda pública que habría de gestionar y que formaba parte de la tan denostada herencia era del 69% del PIB, unos veinte puntos menos que la media europea.
         Algunos expertos sostienen que el déficit y la deuda pública se han disparado -según las astronómicas cantidades que se han barajado- para tapar los desaguisados en el ámbito privado, bancario e inmobiliario, principalmente. La deuda se ha incrementado veinticinco puntos del PIB a lo largo de la presente legislatura que será recordada, entre otras cosas, por el abuso de la mayoría parlamentaria.
         Otros especialistas, los más críticos con el Banco Central Europeo al considerar que funciona al dictado de los intereses alemanes, señalan en sus análisis de la evolución de este problema aumentativo que todo se debe a la exigencia del desmantelamiento del Estado de bienestar al que hemos venido asistiendo como condición para adquirir deuda pública.
         Y es aquí donde hay que entender bien el curso de ciertas políticas y la aplicación de ciertas medidas: se trata de ir acabando con las conquistas sociales a la vista de ciertas supeditaciones que, en el fondo, son un problema artificial que tiene mucho de chantajismo. Que nadie se extrañe cuando se habla de la desaparición de las clases medias: una vez más, son los asalariados y los trabajadores quienes han pagado los vidrios rotos. A ver quién les devuelve los derechos y las conquistas.

         El caso es que será difícil enjugar tales volúmenes de deuda -pública pero también privada- a pesar de que las cifras de balances del sistema bancario indiquen lo contrario. Ya veremos lo que dicen los mercados. 

martes, 25 de febrero de 2014

NO HAY PAPEL PARA PERIÓDICOS

Las revueltas sociales de Venezuela, el encono y la radicalización que se contrastan en las informaciones que se van recibiendo, abren de par en par las puertas de la incertidumbre. Es difícil predecir lo que va a suceder, lo que puede suceder. Estamos ante otra tragedia humana. Que duele más, por vínculos sobradamente conocidos. Y además, como las partes invocan y se encomiendan a la divinidad para reivindicar la paz y acabar con la violencia -como si el diálogo, el respeto y el cumplimiento de las normas entre humanos de un mismo cuerpo social fueran papel mojado-, más dudas y desasosiego inspiran el porvenir.
         Pero la crisis venezolana ha puesto de relieve la materialización de un hecho sobre el que ha venido hablándose en muchos sitios, bien es verdad que por distintas razones: la desaparición de los periódicos. Miren por donde, las carencias de materia prima, de papel, ya han incidido en algunas cabeceras que no circulan y amenazan a otros muchos medios escritos que subsisten, según sus responsables, a duras penas. Un informe del Instituto Prensa y Sociedad (IPS) detalla que treinta y un periódicos han reducido el número de páginas y once han cerrado.
         El presidente-editor del prestigioso periódico El Nacional, Miguel Henrique Otero, ha llegado a afirmar que todos los periódicos están en riesgo de cierre ante esta crisis. Y claro, es inevitable que ligue la pervivencia del sistema democrático y de libertades a la existencia de una prensa libre. Las consecuencias, según el testimonio de Henrique Otero, serían dramáticas en caso de no encontrarse una alternativa: unas treinta mil familias se verían afectadas si no se ataja el cierre de rotativos, “lo que constituye -afirma- una catástrofe desde el punto de vista social y económico”.
         La situación es tan dramática que el Colegio Nacional de Periodistas de Venezuela se ha dirigido, casi a la desesperada, a la Defensora del Pueblo para que se pronuncie e inste al Gobierno a garantizar el suministro de papel prensa, afectado, según se indica, por la carencia de divisas. “La situación es una violación a la libertad de prensa”, aseveró el presidente de los periodistas venezolanos, Tinedo Guía.
         Y claro, en medio del caos, con un Gobierno acusando de amarillismo a los medios y de boicotear, poco menos, el denominado Plan de Paz Nacional o los Planes de pacificación, imputándoles responsabilidades, se concluye que el enfrentamiento es abierto y que al ejecutivo le interesa limitar las condiciones de edición y circulación. Con razón, el Colegio de Periodistas de Venezuela ha querido dejar claro que no son los periodistas ni los medios de comunicación “los que han fomentado la violencia ni perpetrado los miles de asesinatos que se vienen registrando trágicamente en nuestro país durante la última década”.
         El último párrafo de la apelación del Colegio a la Defensora del Pueblo es revelador:
         “De antemano rechazamos cualquier pretensión del Gobierno nacional para disfrazar el combate al amarillismo como un mecanismo de censura para que los venezolanos estén desinformados sobre el grave problema de inseguridad que aqueja a nuestra patria”.
         Hasta la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que decidirá en Barbados el próximo mes de abril las alternativas encaminadas a impedir más cierres de periódicos, terminó apoyando una marcha pacífica de representantes de medios y de la prensa venezolana que hicieron causa común “para defender la fuente laboral así como el derecho de los ciudadanos a estar informados y la libertad de prensa”.
         En definitiva, lucha y unidad de acción ante un futuro muy incierto puesto que ya saben los editores que el Centro Nacional de Comercio Exterior, encargado de establecer las prioridades para adjudicar divisas a los distintos sectores productivos, ha señalado con claridad que primero son alimentos y medicinas.

         O sea, otra vuelta de tuerca.

lunes, 24 de febrero de 2014

AGONÍA DE LA UPM

Agonía de la Universidad Popular Municipal ‘Francisco Afonso’ del Puerto de la Cruz. Lenta y fatídica agonía que se alarga en silencio, con olor a indolencia y sin protestas ni lamentos. E igual los llantos, si los hay, son sin lágrimas. La UPM no tiene quien la socorra.
         Ya se han producido los primeros despidos de monitores o profesores. Y el cuadro subsiguiente es desgarrador: ni una mísera nota de prensa ni una escueta manifestación en defensa de los puestos de trabajo. Puede que ni un agradecimiento por los servicios prestados. Hasta parece cercenado el derecho al pataleo. Por lo que cabe preguntarse: ¿dónde la reivindicación, dónde la solidaridad? Ni los herederos de los promotores hacen una declaración postrera, siquiera de lamento. A los ejecutores, más o menos encantados, casi no hace falta asirse al clavo de medidas restrictivas sustanciadas en normativas que conducen a un cada vez más visible deseo de querer acabar con todo: pasan de rositas.
         Y en medio del proceso agónico, es llamativo -podría escribirse que hasta normal- que no haya una escueta información sobre si se suspenden clases o si es factible la restitución de los derechos de inscripción en cursos o materias que no van a tener continuación. Resulta una falta de consideración hacia los usuarios y hacia el profesorado mismo.
         La UPM portuense parece condenada a su desaparición. Desde hace algún tiempo hemos mostrado nuestro pesimismo. La habían puesto proa al marisco. Y a pesar de los llamamientos y de esporádicas reuniones que no fueron más que un parche a la desidia extendida para justificar algo ante la opinión pública, el rumbo ya era invariable.
         Y así sufrirá la ciudad otra pérdida, una más en esa colección de iniciativas y realizaciones que han ido nutriendo su historia para terminar agotándose. Miren que es costosa la continuidad en el Puerto de la Cruz, principalmente de todo aquello que tenga que ver con la cultura, la formación y la participación social. La UPM, que nació precisamente cuando se amasaban las ilusiones democráticas, surgió con vocación de impulsar el conocimiento, de complementar la formación reglada, de abordar campos del saber y de la cultura que forjaran generaciones de portuenses y los capacitasen para acometer el momento histórico que se vivía. A principios de los ochenta, la ciudad necesitaba de un impulso. Y así surgían grupos musicales y teatrales. Y se experimentaba con cursos y materias que hasta podrían reconducir una vocación o un medio de vida. Ese edificio de la calle Mazaroco, con sus aulas, estancias y talleres, llegó a efervescer, con un ambiente educativo o académico que merecía ser cultivado. Hoy, el silencio y la quietud que predominan son la certificación de una lenta y silenciosa agonía, el escenario de la desmoralización. Y sin objeciones, como aguardando la expresión que nunca hubiéramos querido escribir: el último, que apague la luz.


sábado, 22 de febrero de 2014

DISTINCIÓN PARA EL CIT

El pleno del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, según promueve su alcalde-presidente,  concederá honores al Centro de Iniciativas y Turismo (CIT) de la localidad, al cumplirse durante el presente año medio siglo de existencia. A la espera de la determinación corporativa, la entidad verá así reconocida su implicación en el desarrollo del sector turístico y de la ciudad.
     La trayectoria del CIT portuense, iniciada en 1964, se caracteriza, con sus altibajos, por un espíritu de superación. Cada presidente, cada junta directiva, imprimieron su sello, conscientes de que el papel a interpretar dependía de la capacidad emprendedora y había que definirlo hasta labrar la experiencia adecuada para aportar, de manera activa y constante, lo que va implícito en su carta fundacional: fomentar los valores de la ciudad para potenciarla como destino turístico.
     Quizás el mayor mérito del CIT, históricamente, ha sido superar el inmovilismo. Claro que corría ese riesgo, especialmente en las etapas que parecía depender de las ayudas que recibiera del Ayuntamiento. Las tentaciones acomodaticias, por otro lado, también provenían desde dentro: empresarios o profesionales poco comprometidos o identificados, con altas dosis de desapego hacia una obra común. Creyeron que podían descansar en terceros la responsabilidad de identificarse y así se desentendieron, creyendo que la etapa de bonanza se eternizaría. Hicieron sordina a la aparición de destinos emergentes que iban a competir y se encerraron en sí mismos, en sus propios establecimientos, como si lo que ocurría en el exterior no fuera con ellos y como si esos terceros, incluida la administración, ya resolverán.
     El CIT, nacido en pleno franquismo en medio de algunas pugnas políticas de familias, superaría, más de una década después, la incertidumbre inicial derivada de los ayuntamientos democráticos. Creían algunos de sus directivos y componentes que se iban a ocupar poco del turismo o que no tendrían sensibilidad suficiente con el sector económico productivo más importante y con la que hemos llamado indeclinable vocación turística del municipio. El tiempo y los hechos demostraron lo contrario: hubo entendimiento y cooperación, de modo que la entidad siguió su curso y desarrolló sus actividades, con desigual éxito, si se quiere, pero en un marco de respeto institucional muy apreciable.
     Sufrió también el CIT algún duro golpe como fue aquel incendio que devastó la que era su sede en la plaza de la Iglesia, anterior oficina de información turística. También remontó el período posterior hasta consolidar el actual emplazamiento de la calle Puerto Viejo.
     El CIT cumple medio siglo. Es una de las pocas entidades locales que ha logrado sobrevivir. Y eso ya es meritorio. Por su contribución al sector y a la ciudad, por esa cantidad de afanes acumulada durante cincuenta años, por el empeño puesto por quienes han sido sus dirigentes y empleados, claro que se ha hecho acreedor de esa distinción que aprobará el Ayuntamiento.

     Una distinción que ha de servir, sobre todo, como estímulo para esmerarse en la consecución de los objetivos que siguen latentes.

jueves, 20 de febrero de 2014

LA PENÚLTIMA OCURRENCIA

Es tontería a estas alturas pedir a determinados representantes del Partido Popular (PP) que, en ciertas situaciones controvertidas, antes de emitir la opinión que les piden, deberían contenerse, o sea, no decir nada, o afinar muy bien la respuesta, aunque al final se aproxime a las coordenadas de la obviedad aplastante. Llevamos una legislatura en la que abundan exabruptos, absurdos, dicterios o manifestaciones plagadas de elementos reprobables. Es como una extraña propensión a complicar las situaciones, a enredarlas: echan más pimienta al pote y lejos de atemperar o disminuir la tensión, lo que producen es un efecto completamente contrario.
     Es lo que ha ocurrido con Javier Imbroda, el presidente de la ciudad autónoma de Melilla, quien, en plena incertidumbre derivada de los intentos de centenares de africanos de salvar la valla fronteriza y en plena polémica por los sucesos de Ceuta, no tiene mejor ocurrencia que aludir a un comité de azafatas de bienvenida (sic), si los cuerpos de seguridad del Estado van a verse constreñidos en su actuación.
     Imbroda debe ser consciente de lo que significa el fenómeno de la inmigración irregular, convertido en tragedia humana por un cúmulo de circunstancias que aconseja actuar con delicadeza a sabiendas de que no es fácil la solución en la que debe implicarse una estructura global como puede ser la Unión Europea. Los crudos testimonios y las imágenes desgarradoras deberían inspirar manifestaciones consecuentes y no gracietas o absurdos como ese de las azafatas que ponen de relieve hasta la insensibilidad de quien declara.

     La infortunada manifestación del presidente melillense deja a su propio partido en posición reprochable a la hora de plantear si dispone de políticas de inmigración o de prevención. Es más, seguro que correligionarios y simpatizantes estarán sin salir de su asombro cuando se intenta despachar una cuestión de esta naturaleza. Es que hasta las propias profesionales, las azafatas, deben sentirse molestas, caramba. 

miércoles, 19 de febrero de 2014

UPM. DEPRIMENTE

Todo en silencio. Se huele la indolencia. No hay protestas. E igual los llantos, si los hay, son sin lágrimas. No hay nada. Puede que ni agradecimiento por los servicios prestados. Ni una mísera nota de prensa. ¿Dónde la solidaridad? Hasta parece cercenado el derecho al pataleo. Ni los herederos de los promotores hacen una declaración postrera, siquiera de lamento. La defensa de los puestos de trabajo: suena a chino. Los ejecutores, encantados. Consummatum est.
Es el cuadro, desgarrador, de los primeros despidos de la Universidad Popular Municipal 'Francisco Afonso'. Cunde la desmoralización. Esto se acaba.
En silencio. De forma indolente. Sin una objeción. Aunque las formas sean las menos apropiadas, qué más da. Ni pataleo. No hay nada.
Deprimente.

martes, 18 de febrero de 2014

LARGO RECORRIDO DE LA REFORMA LOCAL

Objetivo: paralizar la reforma.
La tramitación de la Ley de racionalización y sostenibilidad de la Administración Local va a tener una secuencia inesperada, algo más que la formulación de enmiendas: la mayoría de la oposición parlamentaria intentará llegar, bien pertrechada, al Tribunal Constitucional (TC), con el fin de paralizar y anular la norma que, como se ha repetido, vulnera los principios de autonomía local.
         Estamos ante un hecho sin precedentes en la historia de la democracia. Es la primera vez que más de tres mil quinientos ayuntamientos de toda España, que representan a más de quince millones de ciudadanos, recurran conjuntamente una Ley, en este caso, la que pretende dar un vuelco a la vida municipal no solo en aspectos organizativos sino en importantes cuestiones de fondo como es la reasignación de competencias, principalmente en lo que concierne a la prestación de los servicios mínimos obligatorios.
         Se trata, pues, de un conflicto en defensa de la autonomía local. El proceso va a ser largo y tiene, desde luego, su complejidad. Porque para materializarlo ante el TC se requiere que un séptimo del total de los ayuntamientos españoles y que, a su vez, signifiquen un sexto de la población, lo decida expresamente y por mayoría absoluta. Según los cálculos que se han conocido, hechos por los promotores de la iniciativa, es preciso que el acuerdo los suscriban mil ciento sesenta corporaciones locales que representan a más de siete millones y medio de españoles.
         O sea, que los plenos municipales de estos meses van a estar moviditos con este asunto. Porque la posición del Partido Popular (PP) será contraria, naturalmente, y eso agitará el debate político. Al menos, servirá para conocer mejor el alcance de la norma, cuya incidencia antes de los próximos comicios locales es una gran desconocida para los estados mayores de los partidos políticos. Es importante reiterar que plantear el conflicto requiere de mayoría absoluta. Las formalidades se completan con la solicitud previa de un dictamen al Consejo de Estado que, una vez hecho público, sustanciará ante el Tribunal Constitucional el conflicto de competencias propiamente dicho.
         Además, están abiertas otras dos vías para recurrir la aprobación de la norma por parte de la mayoría parlamentaria del PP: una, la que se plasmaría con la firma de cincuenta diputados o cincuenta senadores (en consonancia con la anterior, parece lógico que también sea una medida compartida por varias formaciones políticas); y otra, la que pueden utilizar los gobiernos de comunidades autónomas que interpreten que la Ley invade competencias que les son propias.

         El objetivo, tal como se señaló al principio, es paralizar la reforma local. No va a ser fácil en ninguno de los casos pero se pone a prueba, entre otras cosas, la capacidad para entenderse y transar. La oposición se juega lo suyo en tanto aprieten o amainen los vientos de la mayoría popular. Pero, sobre todo, es el mundo municipal, quienes lo viven desde dentro, en primera fila, el que debe dar una respuesta contundente que rechace los que son claros intentos de restringir la autonomía local, teóricamente garantizada por la Constitución.

lunes, 17 de febrero de 2014

MEDIOS SIGLO DE TVE EN LAS ISLAS

Cincuenta años dan para mucho. Son los que ha cumplido Televisión Española en Canarias. Aún recordamos aquellos comienzos, cuando todavía sin aparato en casa, eran seguidos desde algún comercio cercano: las primeras informaciones, las primeras transmisiones, los primeros programas… La televisión, aún en una oferta muy limitada, única prácticamente, abría las ventanas del mundo y de las islas.
Por supuesto que hay licencia para la nostalgia pero cualquier balance pasa por el papel del medio a la hora de vertebrar la sociedad canaria. Así como hemos dicho que la contribución de Radio Nacional de España, Centro emisor del Atlántico, ha sido decisiva, no siendo menor la televisiva, sí que ha sido más cuestionada históricamente: no hay debate ni análisis ni impresión que resista la inclinación de Televisión Española en Canarias hacia Gran Canaria. O hacia Las Palmas, como se dice en lenguaje coloquial. Más cobertura, más espacio o más tiempo para hechos noticiosos que tenían como escenario la otra orilla: esa ha sido una queja muy extendida, en ocasiones puede que exagerada. Aunque en nuestra particular opinión, siempre atribuimos buena parte de esa culpa -sin personalizar- al propio centro de producción de Tenerife, entre dejaciones, insensibilidad, omisiones y la carencia de una respuesta informativa más activa o más dinámica.
En realidad, buena parte de estos cincuenta años ha sido un juego de equilibrios, de luchas permanentes para librar las peculiaridades territoriales, los intereses políticos y las presiones que provenían del lado más insospechado. Interiormente, el desgaste para algunos directores, jefes de informativos y editores ha sido descomunal. Como que se entiende que no aguantaran.
Pero gracias a los avances técnicos -la implementación del color fue un auténtico acontecimiento- y a la profesionalidad general de Televisión Española en Canarias fue posible conocer mejor las islas, simplemente. Una crónica de cualquier corresponsal en cualquiera de las islas no capitalinas, basada muchas veces en recursos que duraban una buena temporada; o la aparición de algún grupo artístico de esas mismas islas en programas que, como Tenderete, universalizaban lo canario, supimos qué había en esos territorios. La televisión los acercaba. El costumbrismo, las inquietudes, los afanes institucionales, los personajes y los sucesos iban, progresivamente, configurando una realidad social y económica que los TeleCanarias y el resto de la producción propia se encargaban de impulsar y consolidar.
La Casa del Marino, la plazoleta de Milton, la calle La Marina y la avenida Buenos Aires fueron sedes, en Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife, de los centros de producción de programas de Canarias de TVE. Hasta la moderna instalación de nuestros días, en la avenida Escaleritas de la capital grancanaria.
(En los estudios de la santacrucera calle La Marina, por cierto, hicimos nuestros primeros pinitos televisivos, aun en blanco y negro. Durante dos veranos consecutivos, finales de los setenta, sustituimos a los compañeros de deportes: Calabuig, Díaz Cutillas, Paco Álvarez… Fue una experiencia inolvidable, muy autodidacta: la pretemporada de la Unión Deportiva, entonces en Primera división; los torneos veraniegos; las aspiraciones de autonomía de la lucha canaria; el mundo de la vela latina; los cinturones ciclistas en las islas… Entonces, comprendimos el valor de una frase común: “Te vi por la ‘tele’).
Cincuenta años dan para mucho, vaya que sí. Blanco y negro, las 625 líneas, el color, ‘adelante telecine’ y ‘envíalo por teleproceso’, unidades móviles, enlaces, vía satélite, transmisiones… Se acumulan tantos hechos y tantos métodos de trabajo como rostros que se hicieron familiares: Carlos Pablo, Luis Zárate, Adela Cantalapiedra, Rosi Jorge, María del Carmen Alemán -con la que presentamos algunos festivales artísticos-, José Antonio Pardellas, MariCarmen Iza, Luis Ortega, Armando Marcos, Paco Montes de Oca, Pepe Martín Ramos, José Manuel Pitti, Cristina García Ramos… Perdón por las omisiones, totalmente involuntarias. Excelentes profesionales, por cierto, han quedado registrados los directores que se esmeraron en hacer un producto televisivo digno.
Medio siglo, en fin, de poner imagen a la convivencia y al desarrollo de los canarios. Y de trasladarla al exterior. Ahora que las restricciones y las dificultades condicionan también planes de futuro, que al menos la celebración de las bodas de oro sirva para dimensionar la aportación del sello televisivo al archipiélago primero y a la comunidad canaria. 

Por cierto, un logro de estos cincuenta años: jamás hubo ‘telebasura’.

sábado, 15 de febrero de 2014

INESPERADO ADIÓS DE MANUEL GARCÍA TEJERA

Ha fallecido Manuel García Tejera, un portuense amigo de infancia y adolescencia, un amante de la música y del deporte, un hombre tolerante y un trabajador que le podía a todo. Cuesta creerlo, claro que sí: se le veía bien en los últimos encuentros, jovial, distendido, bromista… Desde anoche, cuando circularon las primeras informaciones, ya se había apoderado de todos nosotros, sus amigos, la inquietud, tornada en tristeza e incredulidad cuando hemos visto su esquela en las primeras horas de la mañana.
            Se ha ido Manolo, sin avisar. Qué palo. Él estaba en lo suyo, en su trabajo y en su familia. Pendiente del Barcelona y del Sevilla, de su hijo futbolista, de los sucesos de Venezuela.
            De la amistad con Manolo siempre nos quedará su sensibilidad por la música y por el arte. Con él aprendimos el primer coleccionismo, aquellas publicaciones deportivas catalanas, “Dicen…” y “Lean…” que repasábamos en alguna ocasión cuando las memorias discutían y no había a mano otros recursos de consulta. Era del Barcelona pero compartía amores con el Sevilla F.C., hasta el punto de que llegó a iniciar la escritura de una breve historia del club andaluz.
            Los de nuestra generación se acordarán de Fans, una revista semanal dedicada a la música pop y a los artistas que se abrían paso. También las guardaba. Luego vinieron Mundo Joven y Discóbolo, en cuya lectura nos enfrascábamos para estar más que actualizados. Era la segunda mitad de la década de los sesenta: con Manolo descubrimos la Nova Cançó y nos fuimos con Gerardo González Movilla a escuchar en directo a Francesc Pi de la Serra y a Joan Manuel Serrat.
            Fue impulsor de las manifestaciones hippies del Puerto de la Cruz y participó en fiestas y convocatorias carnavaleras. Estaba al corriente de las modas y tendencias de entonces.
            Se marchó a Venezuela donde no fue indiferente a las necesidades y tribulaciones de unos cuantos paisanos para los que siempre tuvo algo más que palabras de aliento. Ayudó en lo que pudo al tiempo que defendía valores y tradiciones tanto canarias como españolas.
            Un futbolero empedernido, defensor hasta el tuétano de las individualidades. Una de las mayores satisfacciones de su vida fue poder ver a Maradona con la camiseta de los dos equipos que le apasionaban.
            Al regreso de Venezuela, emprendió y se estableció con su hermano Julio en el ámbito de la mecánica y los autorrepuestos.  Lo suyo seguía siendo abrir caminos. Siempre con una actitud constructiva, siempre afectuoso y atento.
            De ahí que su fallecimiento haya impactado. Tenemos razones, desde luego, para recordarle eternamente. Una buena persona, un buen amigo.  

viernes, 14 de febrero de 2014

ENTRE PEDRO JOTA Y WYOMING...

Nos ha resultado indiferente la salida de quien fuera director del periódico El Mundo, Pedro J. Ramírez. Y eso que, personalmente, podía ser la baza que durante tantos años hemos aguardado para desvelar un modesto ejemplo, en carne propia,  de cómo se las gasta el ‘animal periodístico’. Pero no: nos da igual. Si era la cabeza que quería el Gobierno a cambio de campañas publicitarias que se avecinan, que si la vicepresidenta Sáenz de Santamaría se vengó fríamente después de aquellas fotos, que si las deudas del grupo empresarial, que si los papeles (aún no publicados) de Luis Bárcenas, que si el millonario blindaje contractual… Ni enfría ni calienta, que tenga mucha suerte. Y si quiere seguir haciendo del periodismo el espectáculo personal derivado de los juegos de poder que tanto le seducen, estupendo: con su pan se lo coma.
         Pero más inquietantes resultan las informaciones que se suceden en torno a una posible caída de José Miguel Monzón, el Gran Wyoming, conductor del programa El Intermedio (La Sexta TV). Porque, de confirmarse, se comprobaría que en este país, con este Gobierno, cualquier cosa es posible. Y que la democracia se resiente. Y que la libertad de expresión está, cuando menos, condicionada. Y que los medios de comunicación ya saben a lo que se exponen. Cuando leemos el trueque, nos quedamos estupefactos: la cabeza del comunicador a cambio de concesiones de trenes de alta velocidad (Renfe) para el propietario del canal televisivo, José Manuel Lara, un negocio, según las mismas informaciones, de mil novecientos millones de euros. Ni más ni menos. Los pelos de punta, sí.
“Ustedes ya conocen la noticias. Ahora les contaremos la verdad”, dice la fórmula de la entradilla -muy al estilo identificativo norteamericano- del programa televisivo. La fórmula, para quienes conozcan el estilo habitual y la línea crítica del espacio, es muy atinada: anticipa un tratamiento distinto, una interpretación crítica, irónica y humorística, de los asuntos de actualidad que, según memorable definición de Carlos Luis Alvarez, Cándido, no existe; se crea, lo que aquí, en este peculiar producto, en el que han llegado a reírse de sí mismos, encaja perfectamente.
         Consecuentes con aquel viejo aforismo, el humor es cosa seria, Wyoming y los suyos se han esmerado durante años en ofrecer una alternativa al sesgo informativo, entre oficialista y propagandista, imprimiendo a la crítica política un sello propio y sarcástico que traslada al espectador un constante ejercicio intelectual que genera, a su vez, cuando menos, una risa sardónica. El Intermedio es hoy, salvando las circunstancias sociopolíticas y las distancias temporales y audiovisuales, lo que pudo haber sido La Codorniz, sobre todo, con el lema de ésta: “La revista más audaz para el lector más inteligente”.
         Porque de audacia se llena el programa, en efecto, con tal de encontrar aristas cómicas y desenfadadas a informaciones que han ido sucediéndose teniendo que aceptar su cobertura y su tratamiento según la línea de cada medio; o a declaraciones de políticos y cargos públicos que dejan expresiones abiertas a una réplica ocurrente o una precisión satírica. Y algo más que audacia, diríase que una meticulosa transgresión de la pericia manipuladora de los recursos tecnológicos, se requiere para esos videomontajes de imágenes y voces, solapadas y superpuestas, que han llegado a confundir hasta que, por repetidos, se detecta su auténtico carácter.
         Wyoming ha precisado que más que criticar al Gobierno de turno, lo que hace realmente es aprovecharse del enorme juego que dan otros medios de comunicación, alguno de los cuales -ha señalado- en un titular ya es capaz de ofrecer un artículo de opinión. Sin rehuir siquiera los hechos que pudieran afectar a su casa -la fusión con Antena 3, por ejemplo-, empleando chascarrillos sobre sus mismas afirmaciones y sobre yerros de compañeros, aguantando con gestos e interjecciones la capciosidad y los dobles sentidos e incordiando y cebándose lo justo, el conductor de este programa que empieza a ser un clásico de nuestra televisión debe ser consciente de que ha elevado su listón hasta el punto de que para mantenerlo ha de renovar constantemente su misma vis cómica.
         Claro que El Intermedio tiene que resultar incómodo para el poder de turno. Seguro que lo será más por el tratamiento humorístico y desenfadado: siempre molestó a la derecha y a los conservadores que sus tics, sus sesgos y sus imperativos fueran interpretados en clave de ironía, descaro o bromas ambiguas. Como que quedan más al desnudo esas debilidades.
         Atentos a dos hechos: uno, la capacidad de resistencia, al socaire de las grandes negociaciones condensadas en un tira y afloja cuyas interioridades jamás se conocerán del todo. Pero si cae Wyoming, ya sabemos a qué obedece. El otro: de consumarse lo que se comenta, pues habrán acertado quienes decían -y dicen- que quieren acabar con todo.

         

jueves, 13 de febrero de 2014

SENANTE, ADIÓS AL CONSORCIO

Cesa en estos días Fernando Senante al frente de la gerencia del Consorcio de Rehabilitación Turística del Puerto de la Cruz, un organismo que agrupa a cuatro administraciones, concebido en su día para la revitalización de los denominados destinos turísticos maduros. Entre ellos estaba el Puerto de la Cruz.
     Lo tuvimos claro desde el primer momento. Aún no se había declarado la crisis. El sector privado local seguía igual de aletargado, de modo que solo la inversión pública podía materializar cualquier intento de mejora de la oferta, al cabo de un largo ciclo de desgaste que se enfrentaba, además, no ya a destinos emergentes sino a las potencialidades de éstos en formas modernistas e innovadoras.
     Tan claro estaba que fuimos los primeros en señalar que el Consorcio era la última oportunidad, el último tren al que subirse para huir del marasmo, para avanzar, en el caso portuense, no a un esplendor pasado, sino a un futuro por escribir, lleno de posibilidades a poco que hubiera racionalidad y voluntad clara de optimizar recursos desde el entendimiento entre las administraciones públicas y la iniciativa privada. El Consorcio aparecía, además, con recursos económicos, luego se trataba de hacer las cosas con fundamento, con un mínimo de pragmatismo que fuera apreciado por el sector turístico local.
     Lo escribimos también: no se trata de que el Consorcio viene para resolver los problemas enquistados. Era cuestión de creérselo: el actual gobierno local, abducido por el recelo político, no tuvo demasiada fe ni puso demasiado empeño. Por fortuna, las medidas que iba adoptando el Consorcio empezaron a persuadir: no era lo mismo de otras veces, una música que ya los hoteleros y profesionales conocían y no les motivaba. Paulatinamente fue presentando credenciales: planes, programas, actuaciones… Hizo que la gente se sintiera implicada y se pasara del escepticismo a la esperanza fundada. Que se hablara con rigor de planificación urbanística, de iniciativas de promoción y de opciones de proyección de un destino turístico con un valor incalculable de marca, ha servido para valorar el Consorcio como quizá ni alguno de los propios integrantes esperase.
     En todo eso ha estado Fernando Senante, que se tomó muy en serio su tarea desde el primer día en unas dependencias liberadas en el antiguo Casino Taoro. Partía bajo mínimos, sin exageración: los recursos humanos indispensables, las posibilidades de proyectar el trabajo muy condicionadas, implementar un sistema novedoso y participativo… Se rodeó de buenos técnicos, conocedores de la realidad turística portuense. Empezó a reunirse, a explicar, a escuchar, a dimensionar… natural, la labor de un gerente, se dirá. Pero de un gerente que se identificó con los fines para los que había sido concebido un Consorcio. Se comprometió con una tarea que, en el fondo, era todo un reto: levantar el Puerto de la Cruz, revitalizar su condición de destino turístico diferenciado.
     Fue consciente, desde el primer día, de que no iba a ser fácil. Pero su tesón podía más. Le valía una contrastada experiencia profesional. Y aún más: una sensibilidad fuera de lo común que le hizo entender lo portuense, el espíritu de la Ranilla, la singularidad de una población que comienza a apreciar sus valores etnográficos y patrimoniales. Ahí estuvo siempre atento a cualquier manifestación, preocupándose personalmente, con la caballerosidad que le caracteriza, de precisar, matizar o corregir alguna información publicada y que andaba preña de inexactitud.
     Senante deja el Consorcio pero deja también una huella. Deja el sello de un profesional comprometido que seguro va a seguir amando el Puerto de la Cruz, tan solo para contrastar que los frutos de su gerencia van a ser ponderados como se merece. Una gerencia que, en general, ha sido complicada y para la que no contó, seguramente, con todo el respaldo y toda la convicción de quienes tenían que prestar.
     Pero nadie le discutirá ni la entrega ni la visión ni la capacidad. A ver si quienes toman las riendas continúan con estas mismas cualidades.
     Suerte, ‘Nano’.


martes, 11 de febrero de 2014

CRUELDAD

La imagen desnuda toda la crueldad. La crueldad, trufada de insensibilidad y hasta de inhumanidad. La crueldad de la tragedia. Ahora vendrá la investigación, se sucederán los informes, se producirá la comparecencia parlamentaria… pero las vidas humanas se asfixiaron en aguas de Ceuta y las que ganaron la orilla -tanto nadar…- siguieron su rumbo a lo desconocido, o a la peor de las suertes.
         Repasa la secuencia, que hasta todo parece guardar una ilación que se deshace dolorosamente. Nadie lo ha informado pero debía estar fría el agua del Mediterráneo, donde la lámina alumbrada por una tenue luz natural se veía sacudida por las brazadas de quienes querían alcanzar la costa. Detrás, al fondo, una unidad naval haciendo de escolta. ¿O es una ofensa escribir esto? Los inmigrantes que lo siguen intentando: ya falta menos. En la orilla, atentos, vigilantes y armados, efectivos policiales se mueven en la dirección que, ya a la desesperada, enfilan quienes bracean, buscando pie. Asombra que nadie extiende una mano de ayuda, que no haya un movimiento mínimamente solidario. Hasta que alcanzan la costa y lo celebran a su manera: no saben dónde están, ni siquiera si han llegado a un lugar próximo a la tierra prometida, acaso el último peaje, se confunden con los efectivos policiales, algunos elevan los brazos al cielo y parecen dar gracias a su dios, a sus dioses. No hay mantas ni una bebida reparadora ni una galleta para recuperar energías pero aún tienen redaños para caminar, ahora bajo la dirección que marcan quienes les esperaban, en principio, para devolverles al territorio del que huían o al que no quieren retornar pues temen convertirse definitivamente en el cero que la civilización occidental coloca a la izquierda. Debía estar fría el agua del Mediterráneo pero no menos lo era la incertidumbre que para aquellas personas se abría en esos momentos. Qué crueldad.
         Ojalá sirviera la secuencia emitida -se supone que habrá otras, más completas, los totales, que se dice en el argot- para esclarecer lo sucedido en el enésimo suceso de pérdida de vidas humanas vivido en el ámbito de la inmigración irregular, en el mar o en las inmediaciones costeras. Al menos, quince cadáveres habían sido recuperados. La confusión que envuelve el episodio merece todas las pruebas y todas las explicaciones que, sustentadas más o menos en las imágenes visualizadas, apenas servirán para delimitar la actuación de los miembros de los cuerpos de seguridad.

         En todo caso, seamos conscientes de que por muchos muros y por muchas alambradas, por muchas técnicas disuasorias, incluidas las concertinas o cuchillas, el hambre y la necesidad avanzan imparables en busca de resquicios por donde siquiera prolongar la agonía.

lunes, 10 de febrero de 2014

MENOS IMPERATIVOS INAPROPIADOS

Siempre se dijo que en política y en democracia las formas son importantes. A estas alturas, en plena crisis de desafección, podía esperarse que ese principio, al menos, mantuviera un cierto nivel en las relaciones políticas o en el marco de la convivencia plural. Sin embargo, no ocurre así: entre el pasotismo y la indolencia, entre el coste social de una descortesía o de una irrespetuosidad y el escaso aprecio a las formalidades, lo cierto es que éstas cada vez parecen tener menos valor. Es más, si vas a decir, cuanto más grueso o más altisonante, mejor: aseguras titulares y no faltarán columnistas y seguidores en redes sociales que, encima, jalearán el hecho como si de una auténtica hazaña se tratara. Exabruptos, descalificaciones, términos soeces y hasta insultos comunes ya forman parte del paisaje cotidiano de la convivencia política.
         Hay situaciones, además, que luego nos llevan a razonar de arriba hacia abajo: si quienes andan en las alturas se conducen de esa manera, si son los primeros en dar ejemplos contrario de lo que puede esperarse, tan solo por su representación, qué tiene de extraño luego que en instancias inferiores, parlamentos autonómicos, plenos de ayuntamientos, foros y consejos públicos de toda laya, el intercambio de lindezas se suceda sin miramientos. Es probable que en las asociaciones vecinales que fueron en la transición política escuela de democracia se respetara más la discusión democrática que ahora. La misma comparación no se resiste con ciertos programas de televisión.
         Un caso reciente, que no es para escandalizar pero bueno…, es el del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, mandando a callar desde su privilegiada tribuna de la convención del Partido Popular en Valladolid, al jefe de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba. Que el jefe del ejecutivo -da igual el tono, aunque el tic autoritario no le favorece, aunque lo exhiba entre los suyos- ordene chitón a quien encabeza una de las principales organizaciones políticas del país y ostenta, además, una parte importante de la representación popular, no parece muy apropiado. Un presidente demócrata, y Mariano Rajoy lo es, debe empezar por hacer gala de talante y de tolerancia: cuántas lecciones sigue dando Rodríguez Zapatero en ese sentido.
         La frase rajoyista tiene un antecedente similar, si rebobinan un momento: José María Aznar, todavía aspirante a la presidencia del Gobierno, espetó en la tribuna del Congreso, aquel ‘¡Váyase señor González!’, de un marcado simbolismo político pero revelador de ese tono de mando que gusta a la derecha. Entre una frase y la otra, apenas queda la diferencia de una persona verbal, de un tratamiento si se quiere; pero, en el fondo, el mismo fondo imperativo, la misma advertencia categórica.
         El caso es que mandar a callar, en plena democracia, dicho tan llano por parte del presidente del Gobierno, no es una cuestión muy feliz ni recomendable que digamos. Precisamente, lo que la ciudadanía demanda es que se hable, que se contraste, que se informe públicamente. Está harta de autoritarismos, de maximalismos, de descalificaciones, de menosprecios… Aquí, esa frase de Rajoy parece revelar que le molesta lo que habla o dice Rubalcaba: los asesores debieron tener en cuenta ese hecho antes de darla por buena.
         Porque, en efecto, que haya mandado a callar quien durante esta legislatura ha rehuido el periodismo por un garaje o ha utilizado procedimientos como la comparecencia en teleplasma, se expone a que le reprochen. Se lo puso en bandeja al jefe de la oposición para quien resultaba de lo más sencillo pedir lo contrario al deseo de Rajoy: “Le pido lo contrario, que hable, que nos explique lo que ha pasado en el PP durante los últimos veinte años”, clara alusión a la financiación irregular del partido gubernamental, con casos en plena vía judicial aún no concluida.

         A callar: Rajoy por fin tiene su ‘¡Váyase!’, si es que no quería ser menos. Pero no es esto, no es esto. Con permiso de Ortega.   

sábado, 8 de febrero de 2014

INDICADORES DE MEJORA

Hay que rehuir de toda tentación triunfalista con datos de ocupación turística en el Puerto de la Cruz dados a conocer recientemente por el Cabildo Insular. No es querer agriar los registros positivos, de verdad; sino analizar con el máximo realismo las causas de esa evolución con el fin de desmenuzar las acciones que se llevan a cabo para lograr su sostenibilidad.
    Si las pernoctaciones aumentaron en 2013 un 3,2%, es que han venido más turistas. Y en efecto, éstos subieron un 6%.Ello significa un incremento de ingresos hoteleros de casi el 14%, mientras que los extrahoteleros aumentaron un 10,8%, compensando de esa manera la disminución advertida en los primeros meses del año.
    Ciertamente, los números son interesantísimos en tanto rompen, además, una dinámica negativa o de estancamiento. Y sería muy bueno que las instituciones y organismos implicados hicieran una interpretación apropiada, un paso más allá de lo que inspiran una comparecencia pública para ganar un titular favorable.
    En realidad, se trata de contrastar si las iniciativas puestas en marcha para la promoción del destino y la captación de clientes empiezan a repercutir en los mercados y a estimular la oferta del Puerto de la Cruz. Quizá aún sea tiempo insuficiente pero es imprescindible el seguimiento para verificar el peso sustantivo de los avances y su necesaria continuidad. Por ejemplo, hasta dónde están repercutiendo las actividades en el espacio público, cuál es el grado de satisfacción con el que se marchan los visitantes y espectadores. Es primordial disponer de esa información para saber si se pueden promover otras o se podría disponer de un calendario anual coordinado que constituyera, en sí mismo, un soporte promocional.
    En cualquier caso, cabe congratularse: de que vengan más turistas, de que aumenten las pernoctaciones, de que haya calles pobladas, nutridas y ambientadas, de que el gasto promedio de estancia también haya subido algo, de que el comercio parezca menos aletargado… Pero, sin lanzar campanas al vuelo, conscientes de que aún queda mucho por hacer y mejorar –especialmente desde el punto de vista actuaciones e inversiones públicas- y de que es necesario perseverar en los programas ideados para comprobar que estos porcentajes de 2013 responden ciertamente a los contenidos de aquéllos.

    Lo más importante, acaso, es que el sector privado siga motivado y convencido de que, o se moja y participa, o el futuro seguirá siendo incierto.

martes, 4 de febrero de 2014

LOCAL ES TODO

Los estudiantes de periodismo que aún mantienen la esperanza de hacerse con un puesto de trabajo son conscientes de que es en el ámbito local donde pueden encontrar más opciones. Local es todo: partamos de ese principio, si bien la naturaleza del hecho noticioso y el tratamiento que se quiera conferir, harán que cada información vaya a su sección.
         Los veteranos asociamos local a la calle. Que era el lugar al que había que acudir para encontrar algo que mereciese ser llevado a las páginas, algo de interés periodístico. La calle se supone que era una fuente, con escenarios y situaciones de todo tipo que el ingenio del redactor debía plasmar para interés de un lector que se identificaba con aquel problema de su calle, con aquel personaje con el que se cruzaba a diario, con aquella deficiencia que se prolongaba durante meses, con aquella disfunción en la red de abastecimiento o saneamiento que tenía a aquel sector de la ciudad en ascuas… hasta que, probablemente, alguien se sentía aludido o avergonzado y decidía emprender una solución, tuviera o no las competencias, que entonces no se decían estas cosas.
         Había que trabajarse la calle. Y algunos, que odiaban los sucesos o no le gustaba el deporte o no habían madurado lo suficiente para hacer mesa de redacción, se lanzaban directamente a su conquista. Había mucho de aventurero, de descubrimiento, de contraste de una realidad que resultaba indiferente o indolente hasta que preguntabas, indagabas y empezabas a dar forma periodística. De la calle, además, se extraían lecciones o experiencias vitalistas en aquellos horarios intempestivos o en aquel tránsito por caminos inhóspitos y por lugares de complicada accesibilidad.
         Cuando llegó la democracia municipal, la calle (un decir) fue sustituida por la información institucional. Todo empezó a canalizarse, incluso en aquellos primeros años en que los gabinetes empezaron a funcionar sin saber muy bien hacia dónde caminaban. Pero era más fácil buscar información (perder horas, si se quiere) en la sede de la institución, donde tenías al concejal o al consejero al alcance, donde había reuniones casi a diario, donde el protocolo también daba su juego informativo, donde podías vivir en  directo inopinadas situaciones de tensión/discusión entre agentes sociales y responsables públicos. Y además, había pleno, por lo menos uno al mes. Y había que agenciarse los papeles de dictámenes o informes. En esa jornada, la del pleno, medio trabajo ya estaba hecho. La calle dejó pasó a la institucionalidad que también tuvo mucho de aprendizaje para profesionales que empezaron a curtirse.

         Los estudiantes actuales, perfilando ya una salida, saben que lo tienen crudo, que no será sencillo sortear tantas dificultades. La crisis ha causado estragos en los espacios dedicados a local. Para colmo, la irrupción y el desarrollo de las redes de ciudadanía complican la situación: es otro factor de competencia a tener en cuenta, especialmente en el ámbito de la calle. Pero esos mismos estudiantes, con  sus planes de estudio, con sus recursos, pueden obtener ahí frutos apetitosos y hacer de la información local un espacio atractivo en cualquier época del año.

lunes, 3 de febrero de 2014

GESTIÓN TURÍSTICA

Viene haciendo el sector turístico portuense un notable esfuerzo con tal de lograr un destino competitivo. Vivió de las rentas durante muchos años, creyó que su oferta y sus encantos eran inagotables; en definitiva, se acomodó tanto que cuando se vino a dar cuenta de las potencialidades del sur y de otras zonas, ya era tarde. Menos mal que ha subsistido a base de una marca consolidada en el mercado y de los empeños de la administración pública que ensayó varias fórmulas de promoción con  desigual suerte. Pero no entendió que había un modelo agotado, que era preciso innovarlo y que eso solo era posible con una concurrencia activa en iniciativas y actuaciones. Fue demasiado tiempo viviendo de las rentas y hasta de una larga travesía en indolencias e inmovilismos.
Por eso, insistimos tanto en que el Consorcio de Rehabilitación Turística era el último tren al que la ciudad debía subirse para revitalizar su condición de destino turístico. Con una oferta alojativa menguante y con una pérdida considerable de puestos de trabajo, el Puerto de la Cruz dependía de sí mismo para intentar remontar. Ahora, favorecido por las coyunturas de mercado ha de esmerarse. El Consorcio lo ha venido intentando: nadie puede discutirlo. Hasta resulta positivo, miren por dónde, que la parte política haya tenido una actitud tibia, con un seguimiento de bajo volumen que ha impedido controversias tan dañinas en la materia, cuando no se razona. Pero no hay que engañarse: aunque resulte difícil promover, coordinar y ejecutar, por la propia estructura administrativa, por la conjunción de niveles administrativos a la que tampoco favorece la diversidad política, es primordial que haya sensibilidad y dedicación de quienes tienen responsabilidades públicas.
El Consorcio tiene que afrontar algunas papeletas internas de no fácil solución y sortear dificultades derivadas de estancamiento funcional. Es cuestión de no ver interrumpidas las gestiones en marcha, principalmente las encaminadas a proyectar y desarrollar algunas actuaciones que precisan de garantías de financiación para culminarlas felizmente. Alguna, como la estación  de guaguas, exige concentrar energías e impulsarlas, una vez contrastada la demanda social y la necesidad perentoria de una digna puerta de salida y entrada a la ciudad.

De ahí que el acuerdo alcanzado en la pasada edición de FITUR para convertir la ciudad en un destino SICTED, esto es, disponer de un sistema que favorezca la experiencia y la satisfacción del cliente para mejorar la oferta y la gestión que aguardan los turistas, parezca positivo. Sobre todo, si con ello se logra identificar y extender el concepto de mantenimiento, una palabra clave en una ciudad de servicios que, por desgracia, apenas se ha cultivado en algunos campos. Y los tiempos, como se sabe, no están para que las pocas inversiones que se hagan, a los pocos meses haya que repararlas o completarlas. Los empresarios que han decidido incorporarse confirman que el interés existe y que iniciativas tales, de tener continuidad, servirán para hacer un destino diferenciado. Factores y cualidades hay. Los afectados, si es que son conscientes de lo que se juegan, deberán echar el resto.