martes, 25 de febrero de 2014

NO HAY PAPEL PARA PERIÓDICOS

Las revueltas sociales de Venezuela, el encono y la radicalización que se contrastan en las informaciones que se van recibiendo, abren de par en par las puertas de la incertidumbre. Es difícil predecir lo que va a suceder, lo que puede suceder. Estamos ante otra tragedia humana. Que duele más, por vínculos sobradamente conocidos. Y además, como las partes invocan y se encomiendan a la divinidad para reivindicar la paz y acabar con la violencia -como si el diálogo, el respeto y el cumplimiento de las normas entre humanos de un mismo cuerpo social fueran papel mojado-, más dudas y desasosiego inspiran el porvenir.
         Pero la crisis venezolana ha puesto de relieve la materialización de un hecho sobre el que ha venido hablándose en muchos sitios, bien es verdad que por distintas razones: la desaparición de los periódicos. Miren por donde, las carencias de materia prima, de papel, ya han incidido en algunas cabeceras que no circulan y amenazan a otros muchos medios escritos que subsisten, según sus responsables, a duras penas. Un informe del Instituto Prensa y Sociedad (IPS) detalla que treinta y un periódicos han reducido el número de páginas y once han cerrado.
         El presidente-editor del prestigioso periódico El Nacional, Miguel Henrique Otero, ha llegado a afirmar que todos los periódicos están en riesgo de cierre ante esta crisis. Y claro, es inevitable que ligue la pervivencia del sistema democrático y de libertades a la existencia de una prensa libre. Las consecuencias, según el testimonio de Henrique Otero, serían dramáticas en caso de no encontrarse una alternativa: unas treinta mil familias se verían afectadas si no se ataja el cierre de rotativos, “lo que constituye -afirma- una catástrofe desde el punto de vista social y económico”.
         La situación es tan dramática que el Colegio Nacional de Periodistas de Venezuela se ha dirigido, casi a la desesperada, a la Defensora del Pueblo para que se pronuncie e inste al Gobierno a garantizar el suministro de papel prensa, afectado, según se indica, por la carencia de divisas. “La situación es una violación a la libertad de prensa”, aseveró el presidente de los periodistas venezolanos, Tinedo Guía.
         Y claro, en medio del caos, con un Gobierno acusando de amarillismo a los medios y de boicotear, poco menos, el denominado Plan de Paz Nacional o los Planes de pacificación, imputándoles responsabilidades, se concluye que el enfrentamiento es abierto y que al ejecutivo le interesa limitar las condiciones de edición y circulación. Con razón, el Colegio de Periodistas de Venezuela ha querido dejar claro que no son los periodistas ni los medios de comunicación “los que han fomentado la violencia ni perpetrado los miles de asesinatos que se vienen registrando trágicamente en nuestro país durante la última década”.
         El último párrafo de la apelación del Colegio a la Defensora del Pueblo es revelador:
         “De antemano rechazamos cualquier pretensión del Gobierno nacional para disfrazar el combate al amarillismo como un mecanismo de censura para que los venezolanos estén desinformados sobre el grave problema de inseguridad que aqueja a nuestra patria”.
         Hasta la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que decidirá en Barbados el próximo mes de abril las alternativas encaminadas a impedir más cierres de periódicos, terminó apoyando una marcha pacífica de representantes de medios y de la prensa venezolana que hicieron causa común “para defender la fuente laboral así como el derecho de los ciudadanos a estar informados y la libertad de prensa”.
         En definitiva, lucha y unidad de acción ante un futuro muy incierto puesto que ya saben los editores que el Centro Nacional de Comercio Exterior, encargado de establecer las prioridades para adjudicar divisas a los distintos sectores productivos, ha señalado con claridad que primero son alimentos y medicinas.

         O sea, otra vuelta de tuerca.

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