sábado, 30 de abril de 2016

LOS NIDOS, PENDIENTE DE UNA CULMINACIÓN

“Para hacer esta muralla/ tráiganme todas las manos...”. Evocamos brevemente los versos de aquella composición del periodista y poeta cubano Nicolás Guillén para condensar los afanes de los habitantes de este pago portuense, Los Nidos, al que acudimos gustosamente para anunciar sus fiestas anuales en honor a la Cruz de San Luis, sin duda su símbolo principal, el que anima e inspira tales afanes, el que une a sus vecinos y el que se erige como seña de identidad.

       Está la Cruz. Y está la muralla. Y están las ideas del hombre. Y su voluntad, su gestión, sus demandas, su lucha a favor de los avances sociales o, más simple, de mejores condiciones de vida.

       De todo eso saben en un núcleo de nombre acogedor, que sabe a refugio y que irradia ilusión. Los Nidos empezó siendo un caserío condicionado por una carretera sobre los hombros y por complejas calificaciones urbanísticas ante las que algunos no se arrugaron. Al contrario, decidieron desbloquear obstáculos en pos de una ordenación racional, de unas mínimas dotaciones y, sobre todo, de una mejor accesibilidad.

       Es la muralla, son las manos para edificarla. Entre todos, con su esfuerzo, ven cómo cambia la fisonomía del territorio y del sector, asisten a la transformación de su realidad física más próxima. Había unas escaleras, de tierra y barro, luego mejoradas con cemento, el primer modo de llegar y salir. Traer la compra, dejar el coche en la misma carretera, utilizar carretillas, trasladar enfermos entre vericuetos, la lluvia, los charcos, el barro y los agrestes pedregales de los que en verano parecía brotar fuego. Bajar y subir, cuántas veces. Había una rampa de hormigón que servía de acceso. Y un cuarto para los residuos, tan mal utilizado y tan molesto que fue necesario derribarlo. Días de calor y lluvia, siempre con la misma atmósfera y con ruidos motorizados, solo mitigados con el canto temprano de los gallos y el trino matinal de los pájaros, entre el aroma y la frondosidad de los platanares. Hasta que esa rampa de acceso cambió la forma de llegar y salir, hasta que los coches, tan determinantes en la sociedad de nuestros días, hicieron acto de aparición. Y circularon para dar sentido de modernidad y facilitar la movilidad. Es otra etapa de su reducida pero laboriosa historia.

       Los Nidos, según descripción del animoso y atento vecino José Peraza Hernández, empeñado en plasmar vivencias de todo cuanto acontece en La Vera desafiando cuantos imponderables van surgiendo, escribe en la única obra que  trata de los orígenes, las características y la población del  barrio, que “Los Nidos se encuentra bajo el manto de la Cruz del Fraile de La Montañeta; desde esta montaña, junto a la ermita que la preside, se observa un entorno envidiable, al alcance de pocos”.

       En efecto, esa publicación, prologada por el memorialista portuense Melecio Hernández Pérez, es el reflejo de la preocupación del autor “por historiar las zonas periféricas”, es decir, aquéllas que parecen alejadas del núcleo urbano central o principal, donde se piensa que nunca pasa nada, y si pasa, no tiene importancia, salvo que se trate de una desgracia.

       Pero ahí sí que ocurren cosas. Ahí está la gente, ahí se asientan y crecen las familias, ahí conviven las personas y las generaciones que no se conforman, por lo que trazan horizontes -el de la fiesta es uno de ellos- y aspiran a culminar hechos pendientes. El ánimo de quienes aquí habitan ha de seguir latente en pos de las consecuciones que todavía no se han materializado. Por tanto, no es cuestión de dejar caer, rutinariamente, las hojas de almanaque sino de formular propósitos y aunar esfuerzos, de seguir reivindicando porque nada se hace ni se logra sino es con dedicación y con sensibilidad de quienes tienen que demostrarla.

       Como la acreditaron Julia Luis Marrero, Esteban Padilla Acevedo y Antonio González Pérez, ediles que fueron de corporaciones municipales en las que sus respectivos cometidos tuvieron mucho que ver con la canalización de las aspiraciones vecinales y la negociación con propietarios de suelo, afectado por determinaciones de planeamiento y en donde se ejecutarían los proyectos de urbanización y acondicionamiento.

       En esa reducida historia a la que aludimos, sin intentar siquiera reverdecer laureles, hay que valorar la voluntad  del gobierno local del mandato municipal que marcó el tránsito entre siglos para contar con la participación de los vecinos. Así cristalizaron la primera fase del proyecto de accesibilidad que no existía y la segunda consistente en un tratamiento de traslado de la hornacina de la Cruz por entender que no era la más funcional.

       De modo que había que resolver un evidente problema de incomunicación si no de aislamiento. Permitan que haga una síntesis de la tramitación seguida entonces. Se trataba de actuar sobre un suelo afectado por el uso público especificado en el planeamiento urbanístico. La propiedad solo tenía obligación de cederlo cuando fueran urbanizados otros terrenos, por lo que se inició una negociación dura, prolongada en el tiempo. La legítima posición de la propiedad, impregnada del recelo que suponía no ver correspondidos sus derechos, hizo aún más complicada aquella negociación. Hasta que fructificó con un acuerdo que desbloqueaba las dificultades y satisfacía los intereses generales. Bien es verdad que el objetivo de un dotacional de esparcimiento público -siempre ateniéndonos a las directrices de planeamiento- se convirtió, a la larga, en un aparcamiento. Peraza, con cierto alborozo, relata lo ocurrido un 19 de febrero de 2003: “Por fin se inician los trabajos. Ese día, la lluvia recibe a los operarios. Los vecinos, desde las azoteas y ventanas, no daban crédito a lo que veían. Alguien comenta que el chubasco era apropiado para calmar la polvareda que levantaba el paso de los vehículos pesados. Algunos, emocionados, derramaron lágrimas; la alegría era indescriptible”. Y remata con estas frases: “El comentario general de los vecinos del barrio de Los Nidos es que aquí había gente luchadora; los mayores no quieren dejar este mundo hasta que vean finalizada una ilusión que se ha cumplido pero que se dilató en el tiempo”.

       El presupuesto de las obras ascendía a casi ciento noventa y cuatro mil euros. Fueron dirigidas por el ingeniero Humberto Hernández y ejecutadas por la empresa constructora ‘Probisa’.

       Peraza cuenta con detalle los orígenes y las características del barrio. Su relato se remonta a cuando un niño, Esteban, que jugaba a monaguillo y hasta improvisaba procesiones, vio cómo su padre carpintero un día le prometió una cruz que terminó emplazada en un rincón hasta que los mismos vecinos construyeron una hornacina que fue demolida cuando se ejecutaron las obras para ser trasladada a otro lugar cercano. Una imagen de San Luis, adquirida en el entonces Hogar Santa Rita, de Punta Brava, fue cedida por la comisión de fiestas de 199 que presidía Pedro González González. En Los Nidos, en la calle de unos doscientos metros, también prima la autoconstrucción. En la memoria de su fisonomía se almacena aquel solar o descampado, donde instalaron un tablero de baloncesto y hasta pintaron una zona y donde chicos y grandes jugaron, se entretuvieron y hasta bailaron.

       Este es el núcleo tan apreciado por las familias que resistieron el paso del tiempo, los Abrante, los Ramos, los Trujillo… Perdonen si omitimos alguna otra. El tesón de todos hizo posible que el barrio fuese cobrando personalidad. Eusebia Abrante Siverio, de 91 años hoy en día, acaso encarne el espíritu de laboriosidad que hemos intentado destacar esta noche.

       El espíritu que fue posible contrastar aquel día en que a las siete de la mañana un incendio acabó con la cruz primigenia. Los vecinos sofocaron las llamas pero quedó carbonizada. Recogieron los restos, casi trozo a trozo, y los reunieron en una casa, donde hicieron una foto para trasladar a la carpintería donde habrían de reconstruirla. Se las ingeniaron para insertar tales restos en la nueva confección. A pesar de emplear metacrilato –pues querían que fueran visibles- no hubo modo material de hacerlo.

       Pero, bueno: lo importante es que Los Nidos progresa mientras se va completando el relevo generacional. Los más jóvenes tienen mucho que aprender de quienes no se arrugaron ni se resignaron. Les ayudó la fe pero, especialmente, las ganas de disponer de mejores condiciones de vida. Por eso están hoy aquí y estarán a lo largo de las próximas fechas, en una cita a la que acuden gozosos, pensando en estrechar sus lazos de amistad y vecinales, que, a fin de cuentas, son cien y el número es bueno para compartir la diversión, el recreo, el desenfado y la religiosidad.

       Los Nidos, en medio de su modestia, ya no es caserío. Pero aún tiene pendiente la culminación de algunas aspiraciones, un local social, por ejemplo. Es positivo vertebrarse y cohesionarse: si se dispone de recursos, aunque sean limitados, mejor.

       Con este pensamiento, y con el recuerdo para todos aquellos que de una u otra forma contribuyeron a que el barrio no estuviese aislado ni inaccesible, les animamos a que los festejos de este año sean amenos y participativos y a que sigan trabajando, con el mismo entusiasmo, para nuevos logros.


       Ojalá que lo mejor de Los Nidos esté por llegar. Mucha suerte. Y felices fiestas.

viernes, 29 de abril de 2016

PARO Y EXPECTATIVAS

La Encuesta de Población Activa (EPA), conocida ayer, referida al primer trimestre del año, arrojó resultados que siguen ensombreciendo el panorama. Cierto que están en consonancia con el mismo período de años anteriores pero se constata que, pese al crecimiento económico, el rumbo no termina de enderezarse. La tasa de desempleo ha quedado fijada en el 21% después del incremento de once mil novecientos parados. Han desaparecido sesenta y cuatro seiscientos puestos de trabajo, por lo que la cantidad total de ocupados en nuestro país se queda ligeramente por encima de dieciocho millones, un techo que había alcanzado justo al terminar el pasado año. Los datos de la EPA, no obstante, indican que, en este apartado, el de la destrucción de empleo, son los menos malos de los últimos años: en 2015, disminuyó casi el doble, ciento catorce mil trescientas personas. Es el sector privado, por cierto, donde más se nota la caída, en tanto que subió el empleo en el público.
            Los claroscuros de la evolución de las estadísticas del empleo hacen que observemos las expectativas canarias con mucha cautela. Hace unas semanas, cuando se dieron a conocer las conclusiones de un informe sobre la competitividad turística en la Comunidad Autónoma, elaborado por el Centro Atlántico de Pensamiento Estratégico (CATPE), interpretamos que era demasiado generoso el cálculo de la creación de cien mil empleos en Canarias (directos, indirectos y derivados) en el plazo de diez años. Cierto que el turismo se mueve a ritmo de récords y que ciertas coyunturas internacionales están siendo muy favorables, pero así como éstas pueden cambiar, por mucho que el CATPE considere el turismo como “único motor de relevancia en las islas, con potencial de creación masiva de actividad laboral”, y por mucho que la futura Ley del Suelo, teóricamente, propicie dinámicas y sinergias que impulsen tal creación, los riesgos del monocultivo siguen latentes. Y Canarias ya conoce períodos históricos de crisis de algunos sectores productivos. Además, ¿no habíamos quedado en la necesidad de diversificar la economía? Con todos los huevos en la misma cesta, las incertidumbres prevalecen.
            En cualquier caso, los dirigentes del CATPE continúan quejándose de un exceso de intervencionismo, cuando, en su opinión, debería ser el mismo mercado el que opere para acentuar la competitividad y alcanzar el máximo regulador de calidad que, por supuesto, no es el legislativo, pero que es preciso que actúe para evitar ciertos desmanes y los descontroles a los que tan dados somos.


miércoles, 27 de abril de 2016

LO QUE SE BARRUNTABA



Salvo milagro, habrá nuevas elecciones legislativas. Se consumó, pues, lo que se barruntaba. Incapaces de transar, aferrados a posiciones irreductibles, refugiados en personalismos y en argumentos dilatorios, anteponiendo intereses propios a los generales y obsesionados con derribar al adversario, los partidos políticos entonan su fracaso. Vuelta a las urnas. Que, después de todo, no es la peor solución. Sobre todo, después de prever la cantinela de las culpas en un juego absurdo de ida y vuelta.
El pueblo quiso el pasado 20-D que los partidos hablaran y alcanzaran un entendimiento para fórmulas de gobernabilidad, y con seguridad, abrieran nuevas páginas de la historia política que poco tuvieran que ver con la pesadilla de crisis y corrupción de los últimos años. Pero no: ese propósito se ha visto truncado. No han sido suficientes los gestos ni los pasos adelante ni las ofertas ni los intercambios ni las comisiones negociadoras.
La conclusión es que hemos asistido a la legislatura más breve de la historia de la democracia. Breve y singular, tanto, que ni siquiera un diputado dimitido será sustituido mientras un Gobierno que no permitió fuera fiscalizado alargaba sus claroscuros en medio de la indiferencia casi total. Queden para la posteridad escenas que ya forman parte del lado circense de la política y frases y votaciones cuyo valor es el que cada quien quiera darles.
Volver a empezar. Proceso: candidaturas y programas. Debates. Discusiones cansinas por los debates. Encuestas. Manipulación interesada de las encuestas. Hasta el Rey se ha permitido recomendar moderación y austeridad en la campaña que se avecina. Medio año perdido. Advertencias de nueva recesión económica. Cifras mareantes para cumplir con previsiones de déficit. Y la hucha, la de las pensiones, menguando. De la prima de riesgo, aunque crece, pocos se acuerdan.
España es así.
Y eso que venía la nueva política.
País.

martes, 26 de abril de 2016

JÓVENES DE EDUCACIÓN NO FORMAL



Veintiún jóvenes originarios de dieciséis países europeos han participado en un curso de ‘Erasmus’ de Educación No Formal, clausurado el pasado sábado en el Puerto de la Cruz.
Interesante iniciativa para promover los valores europeos, para fomentar el aprendizaje intercultural y para intercambiar conocimientos sobre las acciones que cada país desarrolla en materia de juventud. Interesante porque todo lo que sea formación contribuye a un mejor conocimiento de la realidad en la que los jóvenes se van desenvolver. Y porque si es un marco como el de la ciudad turística, que intenta remontar el vuelo a base de aportaciones y convocatorias en las que los jóvenes de todos lados se sientan estimulados e intercambien experiencias y criterios, debe servir para proyectar su nombre y su oferta en todos los ámbitos que se pueda.
Recordemos que Canarias es candidata a Capital Europea de la Juventud 2019 en el marco de la iniciativa “Islas Canarias, Olas de Juventud 2019”. Este curso de ‘Erasmus’, independientemente de los contenidos orientados a mejorar las técnicas de la modalidad de Educación No Formal en los programas europeos, tiene que haber sido una valiosa plataforma de conocimiento. Transferirlo, intercambiarlo, es lo mejor que puede suceder.
El Puerto de la Cruz precisa de incentivos que cualifiquen su oferta, aunque aparentemente tengan un significado o un ámbito reducido. Perdido el turismo de congresos, hay que hacer todo lo posible para recuperarlo, siquiera con materias específicas como la derivada de esta opción para la población juvenil.
De ahí que, en su momento, dijéramos que ésta era una información interesante. Que los valores europeos hayan encontrado en el municipio un espacio donde ser analizados y proyectados repercute favorablemente, seguro.
Ojalá haya más.

lunes, 25 de abril de 2016

LLEGÓ ROMÁN... Y MANDÓ PARAR

El diputado al Parlamento de Canarias por Nueva Canarias y ex presidente del Gobierno autonómico, Román Rodríguez, ha aportado una racional y necesaria dosis de realismo al debate sobre la construcción de una infraestructura marítimo-portuaria en el Puerto de la Cruz, cuya viabilidad económico-fianciera, como era fácil de deducir, es todo menos un chiste fácil o una operación simple de sumas y restas.
Ha dicho Rodríguez que el organismo Puertos Canarios carece de la dotación de veinte millones de euros que el presidente del ejecutivo, Fernando Clavijo, anunció tras el curso de una reunión en la que fue analizada la actuación a raíz de la que mantuvieron el presidente del Cabildo Insular, Carlos Alonso, el alcalde de la ciudad, Lope Afonso, y los portavoces de los grupos corporativos en la que acordaron declarar intenciones y diseñar una hoja de ruta para intentar materializar los propósitos. Sí al puerto del Puerto, pero...
Llegó Román... y mandó a parar (al menos, momentáneamente) la euforia con que algunos sectores acogieron el entendimiento inicial. Otros siguen igual de incrédulos o escépticos: han sido tantos los anuncios en el pasado que luego, por las razones que sea, no han fructificado, que es difícil soslayar la frustración. La trascendencia del asunto cobrada en alguna red social, donde han sido creados grupos específicos y se entrecruzan opiniones de todo tipo, ha alimentado la controversia mientras se palpan los intentos de impulsar y agilizar los trámites para aprobar los proyectos y licitar las obras. Para llegar a ello, sin querer pecar de aguafiestas, aún queda mucho tramo que recorrer. Cierto que hay unas bases mínimamente consensuadas, válidas para arrancar, pero hay que dar muchos pasos todavía y alguna cuesta es lo suficientemente empinada como para evitar alharacas y anticipos jubilares.
Llegó Román, decíamos, que de esto, de manejo presupuestario sabe un rato, y puso las cosas en su sitio. ¿Dónde están las perras?, condensó su mensaje para advertir que la inversión pública puede verse condicionada por el cumplimiento de la estatal regla de gasto a cargo del Cabildo Insular de Tenerife y por la planificación prevista por Puertos Canarios, ya informada, por cierto, en sede parlamentaria. La realidad, ahora mismo, es que en los Presupuestos Generales de la Comunidad Autónoma para el presente ejercicio apenas hay 1,5 millones de euros para afrontar las actuaciones previstas, y que los veinte millones anunciados por el presidente están supeditados, cuando menos, a la distribución final de los recursos del Impuesto General por el Tráfico de Empresas. Los setenta y dos millones de los que se viene hablando desde el Cabildo Insular, aún en el supuesto de que estuvieran garantizados o fuesen inamovibles, son a todas luces insuficientes para acometer la totalidad de la actuación.
Lo demás, diatribas políticas, que son inevitables dadas las características de la actuación y la trascendencia social que ha generado, incluso ya con agravios interinsulares porque esta tierra es como es y difícilmente tiene arreglo plenamente satisfactorio. Así que menos expectativas. O ilusiones, las justas. Que no están los tiempos para zambullirse sin hacer pie, esto es, sin seguridad. Sobre todo, en materia infraestructural. Porque seguro que otro Garachico y otro Tazacorte nadie quiere, ¿verdad?
Román Rodríguez ha venido a echar un jarro de agua no fría sino realista. Si se quiere contrarrestar, habrá que poner sobre la mesa fichas financieras claras y concluyentes que sustancien la voluntad política. Así de sencillo.


sábado, 23 de abril de 2016

LA GUÍA INDISPENSABLE

Un comerciante indio, aquí presente, nos trasladaba hace pocas fechas su inquietud por la carencia de una señalética adecuada en el municipio. Desde los accesos a la movilidad interior, el visitante o el turista conduce o camina si no a ciegas, casi instintivamente, hurgando en su sentido de la orientación -que puede ser escaso- o ayudándose de preguntas en su idioma a los nativos que, no comprendiéndole, hacen todo tipo de gestos con tal de acreditar la amabilidad de la que aún se puede alardear y de guiar convenientemente al emplazamiento solicitado, desde la estación de guaguas al complejo 'Costa Martiánez', desde la Peña de Francia a la parada de taxis más cercana.

      El comerciante cree que no es difícil, a estas alturas, dotar de ese recurso -porque se trata, en definitiva, de un recurso informativo- para facilitar el tránsito rodado o peatonal de quienes quieren descubrir y palpar los encantos que les han brindado. Si en otros lugares, de mayor superficie, de más alta densidad poblacional, lo han logrado y los visitantes no se pierden sino que encuentran, a poco que sigan las indicaciones apropiadas, ¿por qué no conseguirlo en esta pequeña gran urbe, apta para caminar, donde todo está al alcance, caracterizada a menudo por el cosmopolitismo, la multiculturalidad y la concentración en núcleos más reducidos o más localizados?

      Hoy presentamos una publicación idónea para contribuir a enjugar ese déficit. Por eso, condensamos estas palabras bajo el título La Guía indispensable, obra de Nicolás González Lemus que desglosa tres conceptos básicos de la ciudad, Historia, Turismo y Patrimonio, hasta ofrecer una visión -no de urgencia ni apresurada- muy sintética y ajustada de elementos básicos de la realidad portuense desde esos ángulos. La Guía, editada por Le Canarien Ediciones, es un compendio de lo que fuimos y lo que somos, de nuestro ADN, de la evolución histórica desde entonces y de nuestro acervo patrimonial.

      Más de ciento veinte fotos, gráficas, mapas, ilustraciones, localizaciones, fechas, datos y síntesis dan contenido a esta obra, hecha con una nítida vocación historicista. El comerciante aludido seguro que se sentirá más tranquilo ante la carencia que le aqueja porque la Guía propiciará un ‘tour’ por la ciudad, una caminata o un paseo por el Puerto de la Cruz… sabiendo a dónde ir. Para conocerlo mejor, para disfrutarlo con conocimiento y para sentirlo hasta el tuétano, si se nos permite la apasionada expresión, pero ya saben que cuando hablamos del Puerto es inevitable permitirse algunas licencias.

      Aquí empezó el turismo, dicho sea sin exageración. El autor se remonta a 1886, año en que se registra formalmente la inscripción de una pomposamente denominada ‘Compañía de hoteles y sanatorium del valle de La Orotava’, para situar en el tiempo los orígenes. Lo que quiere decir que la aparición de esta publicación se inscribiría en el 130 aniversario del nacimiento del turismo.

      Más de un siglo, entonces, creando, evolucionando, innovando, dotando, sobreponiéndose a adversidades y asumiendo, en los años de reconstrucción de la Europa castigada por las bombas y de la emergencia de una sociedad que experimentaba con el Estado del bienestar -el turismo venía a ser una de las derivadas de su concepción-, una indeclinable vocación turística.

      Más de un siglo abierto al mundo, a sus corrientes, a sus flujos de viajantes y a la consolidación de un sostén fundamental en su economía productiva. El Puerto de la Cruz ha vivido esta centuria y pico con desigual dinámica, forzada por distintas circunstancias, pero siempre con el propósito de acoger y brindar sus encantos a quienes oían hablar de él o a quienes, una vez habiéndolo conocido, quisieron repetir la experiencia, como si siempre quedara algo por descubrir o volver a saborear.

      Pero, cuidado: la historia no lo es todo. Está muy bien conocerla y apoyarse en ella, sobre todo para conservar cuantos elementos han coadyuvado a curtir una personalidad, la idiosincrasia misma. Cuanto más rigor se aporte a ese conocimiento -la Guía es una prueba de ello-, mejor en todos los sentidos. La historia, la nuestra, la de todos los sitios, se enriquece con lo que la sociedad, los pueblos, sean capaces de respetar y proyectar. Empero no cabe dormirse en los laureles ni vivir de la historia.

      La crisis de los últimos tiempos ha hecho, entre otras cosas, que los portuenses añoren su pasado, la época dorada o de esplendor. Es legítima la nostalgia mas no solucionará. Porque esos días de vino y rosas, de extranjeras, de negocios fáciles, de ganancias sin importar mucho o nada el día después, no volverán. Hay que decirlo sin ambages. Es frecuente regocijarse en redes sociales con fotos de aquellos años como es inevitable, entonces, establecer comparaciones. Pero muchas cosas son irrepetibles.

      Si se quiere recuperar pujanza, si se quiere estar en posiciones vanguardistas en el contexto turístico, si hemos de procurar avances sociales, es indispensable contar con modelo de ciudad, modularlo, desarrollarlo e implicar a los agentes de la sociedad. Si algo ha enseñado la crisis, si algo hay que aprender de las carencias y de los anquilosamientos, es que, en estos tiempos, nada se hace sin que la gente participe, se implique y haga suyos los planteamientos se supone mínimamente consensuados.
     
El Puerto de la Cruz vive uno de esos momentos en que no se sabe muy bien lo que los suyos quieren, hacia dónde deben caminar. Desean creer en algo, tener un horizonte que no sea un espejismo, vislumbrar una meta que signifique la culminación de un esfuerzo y la consecución del modelo válido para las generaciones futuras.

      En fin, permitan esta digresión cuando en realidad habría que decir algo más de Nicolás González Lemus y su obra. Este amante de nuestro municipio, de sus hitos, este estudioso de sus próceres, de personajes cimeros y de las interioridades de su historia, aporta a su ya densa bibliografía esta obra, válida para consultar en cualquier momento.

      Este ‘tour’, este paseo por el Puerto de ayer y también de hoy, se plasma en las páginas de la Guía que sugieren dos rutas generosamente aludidas como las edades de oro del turismo en la ciudad: una primera centrada en los orígenes y que engloba desde 1880 a 1930; y una segunda, referida a la consolidación, comprendida entre 1950 y 1975.

      En el paseo se evoca a los hoteles que, como el Martiánez o el Taoro -aprovechemos para reivindicar, una vez más, el impulso a una alternativa para el que acogiera uno de los primeros casinos de juego de nuestro país, una vez recuperada la democracia- son pioneros de la industria turística local, mientras van desfilando por calles y plazas, entre hoteles distinguidos, señoriales y ajardinadas mansiones, casas comerciales y monumentos admirables personajes de la realeza europea que aquí disfrutaron de bondades y servicios como Leopoldo II, Federico Augusto III de Sajonia, Alberto I y los duques de Kent, sin olvidarnos del primer emperador de México, Ferdinand Maximiliam, ni de figuras literarias y artísticas como Dulce María Loynaz, Agatha Christie, Marianne North, Olivia Stone ni de celebridades como Alexander von Humboldt,  Bertrand Russell, Sir Winston Churchill, The Beatles, Eric Sventenius, Tony Curtis, Gilbert O’Sullivan o  Carlos Andrés Pérez… La mayoría de los citados son mencionados en las amenas páginas de la Guía.

      Puerto de la Cruz, ¡cuánta historia por descubrir y valorar! Lugar de nacimiento de Agustín de Betancourt y Molina, Luis de la Cruz y Ríos, los hermanos Iriarte, Agustín Espinosa, Luis Rodríguez Figueroa, Antonio Ruiz Álvarez, Telesforo Bravo, Juan Cruz Ruiz y tantos otros cuya consignación sería muy prolija. Emplazamiento de consulados, sede aduanera, templos religiosos, joyas arquitectónicas, fortificación de defensa, monumentos naturales y vanguardistas complejos turísticos, como lo fue ‘Costa Martiánez’, popular Lago…

      Las dos rutas sugeridas para este peculiar paseo son una invitación expresa a conocer y recordar. Nicolás González Lemus, con esta Guía, bien desglosada en sus apartados de Historia, Turismo y Patrimonio, viene a llenar un vacío, hecho que agradecemos todos los que amamos la ciudad y necesitábamos una obra así que se convierte, lo dicho, en la Guía indispensable.


viernes, 22 de abril de 2016

EL MURO Y LA JUSTICIA

Un juzgado de lo contencioso-administrativo de Santa Cruz de Tenerife ha determinado que el antiguo muro de San Telmo, derruido durante la ejecución del proyecto denominado “Mejora y acondicionamiento del paseo” (del mismo nombre), no era tan histórico. “Una antigüedad no superior a cuatro décadas”, se recoge en la sentencia. La resolución judicial hace un peculiar razonamiento: “Una cosa es que se ejecutara un muro en el paseo de San Telmo alrededor del año 1767 y otra distinta es que el muro de 1767 fuera el muro actual...”, puesto que “las distintas intervenciones que se han producido a lo largo de la historia lo han destruido definitivamente”. De ahí que se concluya que la antigüedad del preexistente no superara las cuatro décadas”.

Un razonamiento técnico-histórico para abundar en la decisión del juzgado: la intervención registrada en 1975 “no fue respetuosa con el contenido de la Carta Internacional sobre la conservación y restauración de monumentos y sitios, conocida como Carta de Venecia de 1964”, según dictamen histórico del profesor Darias Príncipe, por lo que cabía ser considerada como una obra nueva.

La Plataforma Ciudadana Maresía respeta la sentencia pero no la comparte. Maresía enarboló la defensa del muro, basándose en criterios muy razonables que argumentaba entre el uso social y la utilidad pública, sin renunciar a los valores paisajístico, patrimonial y artístico. La plataforma logró movilizar a numerosos ciudadanos que se manifestaron y expresaron su disconformidad. Es una de las muy escasas respuestas de sensibilidad que los portuenses y allegados han dado en materia de conservación y defensa de su patrimonio y personalidad urbanística. Se personó en la tramitación del proyecto, lo hizo de forma constructiva, ponderó los aspectos positivos de la actuación y agotó, hasta la vía judicial, los soportes de razón que la asistían. Ahora, por evidente falta de recursos económicos, ni siquiera apelarán esta decisión del Contencioso-Administrativo. Pero habrá que agradecer a los componentes de Maresía la lección de coherencia que ha dado, su compromiso con valores que incumben a todos y su afán de participación activa, a sabiendas de que las circunstancias eran desfavorables. Que se tenga en cuenta su iniciativa, su constancia para que se visualizara su afán, incluso en domingos y festivos: en un pueblo indolente y en buena medida adocenado, donde unos pocos ablandabrevas imponen su particularísima visión sin importarles la facha, Maresía defendió lo defendible sin violencias, amenazas ni estridencias, con razonamientos y con criterios. La justicia -y la práctica ejecución de las obras- da por cerrado el caso. A ver si hay sensibilidad y conciencia para impedir que el maltrecho patrimonio del Puerto de la Cruz siga sufriendo fracturas, daños y destrucción.

Porque lo ocurrido, en cualquier caso, ha propiciado, según su propio discurso, la desaparición del muro histórico tratado con mimo en 1976 por César Manrique; la progresiva eliminación de buena parte de la obra arquitectónica, decorativa y artística del artista lanzaroteño; la destrucción irreparable del pavimento de canto del río blanco, loseta idónea tanto para la calle como para el solarium, invención manriqueña, única en el mundo; y la privación definitiva del carácter social del paseo y de la explanada contemplada en la citada Carta de Venecia de 1964.


Que el muro -tan estimado tras la publicación de centenares de fotos en redes sociales- y el paseo no figuren en el decreto en que delimita el Conjunto Histórico del Puerto de la Cruz hasta parece anecdótico.

jueves, 21 de abril de 2016

MANOS MALHECHORAS

A medida que se van conociendo los contenidos de las grabaciones y de los informes policiales, aumenta la repulsión. Solo cabe decir que no hay escrúpulos en los dirigentes de un sindicato que no era tal, Manos limpias, y en los métodos que empleaban para cometer fechorías. Como que la Audiencia Nacional acabó encarcelándoles atribuyéndoles la autoría de delitos de amenazas, extorsión y pertenencia a organización criminal. Casi nada.
         Siendo generosos, se dirá que ésta es una de las grandezas de la democracia: que utilicen sus resortes quienes demuestran no creer en ella, hasta abusar, hasta llevar al terreno de lo delictivo las prácticas para preservar y defender a clientes que, acaso de forma incauta, les confiaban sus discordias y sus contenciosos. Claro que el Estado de derecho -a veces más lentamente de lo deseable, pero las reglas son las reglas- termina imponiéndose porque estos métodos perversos y al margen de la Ley acaban siendo descubiertos y perseguidos. Y ahora, juzgados.
         En la España del saqueo y la corrupción, en medio de un desalentador y caótico oceáno de fraudes y aprovechamiento indebido de los recursos públicos, la noticia de estas detenciones tiene que alegrar y producir satisfacción. Son un peligro inconmensurable bandas de este tipo que operan en la impunidad amparándose, además, en circunstancias de prevalencia, de temor inducido y hasta de ignorancia. Se ha concluido que las manos no estaban tan limpias, que estaban muy lejos de hacer honor al significado de esa denominación, tan recurrente en el lenguaje cotidiano.
         Lo mismo que decimos para todos que se conducen a base de ilícitos: caiga sobre ellos todo el peso de la Ley. Empresas, personas físicas e incluso bancos o entidades financieras cedieron a la extorsión durante los últimos años. Largo es el camino para resarcirse pero, al menos, otros objetivos que podían estar en el punto de mira parecen ahora liberados. No es época de justicieros sino de madurez democrática y de ética cívica que dejen atrás comportamientos reprobables y predominio de las fechorías sustanciadas incluso en móviles ideológicos como los ultraderechistas, transgresores de elementales principios democráticos. Es tiempo de acabar con los desmanes, sobre todo los que infringen normas; y de adoptar medidas ejemplarizantes que hagan recuperar a la sociedad unos mínimos de confianza en la política y en los mecanismos que ésta sea capaz de confeccionar para protegerse de los delincuentes increscupulosos.
Que no tengan reparo los afectados, por cierto, en iniciar acciones de regreso, esto es, en promover las demandas que desnuden a los malhechores y acentúen sus comisiones delictivas si éstas, como se espera, resultan probadas.
Otro por cierto: la sociedad queda a la expectativa de las repercusiones que estas detenciones puedan tener en el caso Noos, donde quienes se llamaban y decían tener las manos limpias ejercen la acusación popular contra la infanta Cristina, hermana del Rey.
Pero el primer paso para desmontar esta red mafiosa, indecente y extorsionadora ya está dado.



miércoles, 20 de abril de 2016

¡ARREGLEN ESA VALLA!

Está tan despintada, tan dañada, tan afectada por la corrosión, tan oxidada… que nadie se apiada de ella.
Es la valla del distribuidor de tráfico de Las Cabezas en el Puerto de la Cruz,  por la que discurren a diario centenares de coches y de viandantes. Conexiones a cinco vías. Pero nadie parece haber advertido los desconches y los efectos de la erosión. Y es como si ningún concejal, ningún policía, ningún funcionario, nadie de personal laboral municipal, ningún militante de partido político en disposición de hacer méritos haya recorrido el pulpo y sus alrededores y se haya percatado del penoso estado en uno de los principales accesos de la ciudad.  La valla metálica se va quedando sin soportes; ni siquiera aquella elemental de la avenida de Colón, en Martiánez, cuando el bum turístico, sufrió tanto desdén.
Que alguien haga algo. Que ese alguien sienta vergüenza propia y acredite unos mínimos de sensibilidad para enlucir esa valla, sustituyéndola o repintándola… algo, con tal de corregir ese aspecto tan horripilante, esa evidente falta de mantenimiento, otra prueba de la decadencia. Doméstica, si se quiere; pero visible y criticable.

Unas brochas y unos kilos de pintura, por favor. Es para deprimirse, de verdad.

martes, 19 de abril de 2016

LA SOBRADEZ DE LUIS ENRIQUE



Sobradez es un vocablo que se emplea mucho en Colombia, Perú y Ecuador. Viene a significar, según la Real Academia Española (RAE), petulancia o engreimiento.
Algo de ello se ha detectado en el entrenador del F.C. Barcelona, Luis Enrique, quien a respuestas ocurrentes en los días de vino y rosas, ha añadido algún desplante cuando ahora que vienen mal dadas. Como por ejemplo, la del domingo, tras la derrota ante el Valencia: un periodista, Víctor Malo, “osó” preguntar por el estado físico del plantel, si estaba repercutiendo en el rendimiento de las últimas confrontaciones.
-¿Cómo dices que te apellidas?-, respondió el técnico blaugrana. Y sin margen de réplica, espetó:
-Siguiente pregunta.
Somos conscientes de que todos los entrenadores tienen su carácter o su temperamento y que los de los equipos grandes son escrutados al máximo, especialmente en época de vacas flacas. Hasta el punto de que una mala racha de resultados puede agravarse e influir en un posible cese si va acompañada de contestaciones o actitudes que bordeen la malcriadez o el desplante.
Pero, por esa misma razón, los técnicos, además de saber que lo de las críticas va en los suculentos ingresos, deben ser conscientes de su condición de imagen del equipo o del club y, por consiguiente, conducirse de la manera más ortodoxa posible, especialmente cuando le toca su turno de comparecer ante los medios. Sus gestos, sus palabras, sus risas y sus respuestas son miradas con lupa. No digamos sus decisiones. Y si hay alguien con mala uva, la interpretación de ese comportamiento visible puede ayudar muy poco.
Hasta ahora, Luis Enrique acreditaba un punto de sobradez, amortiguado por los resultados y los récords de la formidable escuadra que dirige. Puede que hasta le rieran las gracietas y los zascas. Pero el domingo, utilizando entre interrogantes un juego de palabras con el apellido de un periodista y cortando, sin contestar la pregunta, ya desbordó ese punto.
Alguien le habrá advertido de que así es difícil ganarse las simpatías. Se puede estar de mal humor por un resultado adverso pero nunca perder la compostura. Y menos en el F.C. Barcelona.