Se pregunta Momo Marrero,
emprendedor y observador turístico, además de excelente creador de moda, qué
hacer después de tantos registros de
crecimiento y de récords que distinguen la pujanza en uno de los sostenes
principales de nuestro sistema productivo, como es el sector servicios. Porque,
por un lado, habrá que hacerse a la idea de que las actuales circunstancias de
bonanza pueden invertirse; y por otro, es necesario reflexionar y analizar sobre
el hipotético aprovechamiento, a medio y largo plazo, de todo lo que comporta
este ciclo favorable: ¿basta con alardear de promociones imaginativas, seguir
impulsando llenos en los establecimientos y reivindicar nuevas
infraestructuras? ¿O debe haber margen para debatir el por qué de las
carencias, las limitaciones y los descontentos consecuentes que pueden quebrar
la fidelizació? ¿Es el momento para afrontar retos de innovación y crear o
fortalecer soportes que nos metan más en las tripas del negocio turístico hasta
sentirnos más dueños de su porvenir?
Habrá que replantearse, en ese sentido, la puesta en marcha
de un ‘lobby’ turístico de ámbito internacional, idea que nunca cristalizó
acaso porque no se profundizó en ella lo suficiente dentro del propio sector.
El ‘lobby’, teóricamente, serviría para disponer de voz propia e influir en la
capacidad de decisión en los núcleos principales de la esfera internacional. Si
se persigue la competitividad como meta, es indispensable contar con recursos
propios consistentes para posicionarse en mercados y dejar de estar
constantemente supeditados a los vaivenes e intereses de los vectores del
negocio. Canarias, destino turístico, ocupa, sobre el papel, un lugar
privilegiado y sobresaliente pero, con la experiencia que atesora y con los
asuntos aún pendientes de resolver en orden a mejorar y cualificar ese mismo
destino, necesita de agentes profesionales que, en representación institucional
pública y privada, obren con diligencia para que allí donde se discutan y adopten
las decisiones importantes o de peso, estén presentes y traten de influir en la
dirección más adecuada y beneficiosa para todos. No es de recibo que, a estas
alturas, una buena parte de las determinaciones que afectan al sector turístico
nacional se decida en una isla que no es canaria.
Hay que aplicarse entonces en disponer de turoperadores y
agencia de viajes (OTA) propios, con capital y basamentos canarios, si es que
se quiere ganar competitividad y si es que se pretende innovar y cualificar la oferta.
Sobre todo, porque cualquier estrategia para consolidar y ampliar la
conectividad aérea -otro de los elementos de la coyuntura pujante- pasa por
disponer de ese ‘lobby’ turístico.
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