Uf!! Delicada, delicadísima tesitura para el ministro
canario José Manuel Soria. El escenario y sus circunstancias son muy
desfavorables, pese a que el Gobierno, casi en pleno, haya expresado públicamente
la confianza en su quehacer, pese a los errores cometidos y su aura de
controversia permanente. Soria es víctima de los revolucionarios papeles de
Panamá que no dejan indiferente a nadie; al contrario, alimentan morbo,
curiosidad (sana y de la otra) y van dejando cadáveres en el camino.
No es que las pruebas que van apareciendo sean
concluyentes a la hora de vislumbrar si hubo comisión delictiva o no. Pero éste
es un problema de ética y de estética, que se enreda a medida que se ofrecen
nuevas explicaciones o se publica otro dato, firmado o interpretable. Queda la
opción de la comparecencia en sede parlamentaria, acaso la madre de todas las
posibilidades de salir airoso en un trance indeseado. Toda la persuasión, toda
la convicción y toda la documentación puede que sean insuficientes para
despejar las incógnitas, superar las contradicciones y hacer tragar las
palabras y la escritura de quienes han elevado el listón crítico hacia el
ministro de Industria, Energía y Turismo -no es un ministro cualquiera-
posiblemente en un viaje sin retorno, a la vista de cómo ha ido evolucionando
la situación.
Los vientos soplan en contra del ministro Soria y lo hacen
fuertemente en contra del partido gubernamental, asaeteado por una incesante
casuística relacionada con la corrupción en medio de un país para el que ya no
existe capacidad de asombro con esta materia, casi pan nuestro de cada día,
dánosle hoy. Le honra haber querido ser consecuente, o sea, dar explicaciones
públicas una vez su nombre (o apellido) fuera detectado entre los papeles
malditos. Quizás se precipitó, pudo haberse pertrechado mejor desde el punto de
vista argumental. Las prisas volvieron a ser malas consejeras pues luego le ha
resultado difícil manejar los tiempos y no incurrir en contradicciones y
omisiones mientras la ola le envolvía. Y después entra en juego la
credibilidad, claro, con la que se puede hacer funambulismo pero es un
ejercicio arriesgado y para el que no se tienen garantías eternas. Tendrán el
ministro y su partido que evaluar las consecuencias de su comparecencia si es
que al final se consuma. Todo puede suceder. Puede que en medio de todas las
crisis, ésta sea una prueba, acaso la definitiva: blanco sobre negro.
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