jueves, 31 de enero de 2013

APOCALIPSIS POPULAR

Las redes sociales son un hervidero desde que despunta el alba. La información del diario ‘El País’, con reproducción de anotaciones contables manuscritas del ex tesorero del PP, Luis Bárcenas, es demoledora. Hoy no se hablará de otra cosa -bueno, hablarán algunos, todos, menos el presidente del Gobierno- mientras aumenta el desasosiego -que ya no es tal sino asco- del personal. Simpatizantes y militantes de esa formación política aparecen también en las redes expresando su contrariedad. Les resulta muy difícil, por no decir imposible, mantener el tipo. Han llegado demasiado lejos. Algunos ya han declinado. A los corifeos mediáticos, por cierto, les está saliendo muy caro todo esto. Y no todos los días hay ‘mulas’ que ayuden a salir del trance.


Aquí hablamos de guerra sorda y sin cuartel. Las batallas se siguen librando. Ni en las peores pesadillas de los dirigentes del Partido Popular aparecía este apocalipsis. Parece de película todo esto pero es la realidad, ahora que se van conociendo manuscritos. Y lo que rondará morena, según se perfila, según se atisba. A la espera de auditorías que no aportarán nada, y de casos que se destapen en otras formaciones políticas, las pesadillas, deformes y agigantadas, se van sucediendo en un país azotado por los males del desempleo y de las economías estancadas en tanto la mayoría absolutista va despachando a conveniencia las reformas olvidándose de que la fiscalización, si no llega por una vía, aparecerá por la mediática.

Mientras todo eso sucede, la política sigue imparable su curso de desprestigio y rechazo. Esa política, tan necesaria, para la convivencia humana y para los avances sociales.

Desde la sede Génova, desde La Moncloa, desde las instituciones públicas con gobiernos del PP, hay un inevitable mensaje de desespero:

-May day, may day! Tenemos un problema.

El problema es que no hay solución.

miércoles, 30 de enero de 2013

FUNAMBULISMOS, LOS JUSTOS

Vale: si la reforma laboral no era para crear empleo sino para evitar su destrucción, se sigue lejos del objetivo. Y encima, la ministra del ramo se sigue encomendando a la divinidad, recurriendo a cifras propias que cuesta digerir frente a la contundencia de otros registros periódicos.


A ver si en medio de la refriega política, gobierno y oposición encuentran un hueco para converger en la búsqueda de medidas que alivien la tragedia del paro. Si para la banca hubo, en su día, cuarenta mil millones de euros, que los socialistas pidan ahora un fondo de veinte mil es consecuente: quieren que las empresas y emprendedores tengan acceso al crédito y puedan desarrollar su actividad creando empleo.

Ya se sabe que siempre perdemos los mismos pero hay que esforzarse para descargar la tragedia. En momentos que el país se desangra, hay que buscar y explorar, efectivamente, esas “zonas de acuerdo”. Porque la emergencia social se palpa. Y no es cuestión de seguir caminando sobre el alambre. Funambulismos, los justos.

martes, 29 de enero de 2013

EL GRITO DESESPERADO DE RNE


Un grupo de trabajadores, unidos con el título colectivo Salvemos RNE, lanza un grito desesperado. “Esta no es la radio que queremos hacer”, dicen en el arranque de una carta dirigida “a los ciudadanos de este país” que es bastante reveladora de la experiencia que están viviendo desde que accedieron a la dirección los actuales responsables.
No quieren intromisiones políticas ni sesgos. Por eso rechazan también los que pudo haber en el pasado. Quieren la radio de los últimos años, una etapa en la que “la ideología quedó al margen y pudimos trabajar con libertad y con criterios exclusivamente profesionales… [Una etapa] que ha sido reconocida dentro y fuera de España, y por gente de todas las ideologías”.
Se ve que tampoco son buenos tiempos para la radio pública, cuando sus trabajadores denuncian públicamente “la manipulación y el sectarismo”, doble factor que conduce inevitablemente a la pérdida de credibilidad y de calidad en la programación. La conclusión de su carta a la ciudadanía es terminante: “Una radio en la que hemos pasado de la seriedad y la exigencia, a la desorganización, el desconocimiento y la despreocupación”.
Tiene que ser durísimo trabajar en las condiciones que se adivinan  en este escrito, algunos de cuyos párrafos hay que reproducir textualmente para apreciar el malestar que anida en Radio Nacional de España. Por ejemplo, éste, bastante significativo: “…Deben saber que estamos hartos de que a los trabajadores se nos tenga por un ejército que está ahí para obedecer las instrucciones de unos o de otros aunque sean opuestas, ilógicas e injustas. Estamos agotados de que nuestras carreras profesionales fluctúen o ni existan por razones ajenas a nuestro trabajo. Por no aceptar órdenes políticas o porque otros las aceptan demasiado. Y lo que es peor: estamos tristes porque sabemos que no hay mayor mal para una radio que estar cambiando constantemente las voces, los programas y las formas. Porque así es imposible fidelizar oyentes. Y ahora que habíamos empezado a conseguirlo, volvemos a tirarlo por tierra”.
Es fácil deducir que se trata de un grito desesperado.
Conocemos la casa. Colaboramos en los informativos de la radio pública en la segunda mitad de la década de los ochenta. Y luego, siendo José Antonio Pardellas director del Centro Emisor del Atlántico, tuvimos, gracias a su generosidad y confianza, la oportunidad de conducir un programa de opinión que, con frecuencia semanal, se mantuvo ininterrumpidamente durante tres años en antena. Nunca hubo una consigna ni una indicación: invitamos a quienes quisimos y el programa fue un desfile de testimonios que reflejaban la pluralidad política a la vez que un enfoque riguroso de la actualidad canaria y de más allá. Recordamos, por ejemplo, cuando en un día de reflexión de campaña electoral y era norma no emitir opiniones ni valoraciones, hicimos un programa en directo que, pletórico de datos relativos a la jornada de comicios en Canarias, mereció, nada más terminar, el reconocimiento de los estados mayores de organizaciones políticas que nos terminaron pidiendo los datos que ¡ellos no poseían!
Gran elenco de profesionales el de aquella época en Radio Nacional de España en Canarias. Su cobertura era una garantía. Ahora, jubilados una buena parte de ellos, asistirán atónitos a esta situación. Y los actuales, pendientes de una reorganización interna sobre la que pende las incertidumbres de alguna supresión.
Hoy en día, las penurias caracterizan la radio pública que cumplía hace nada setenta y cinco años. Escriben sus trabajadores que han desaparecido la espontaneidad, los debates, la tensión informativa. Se ha apagado la redacción. “Todo ha desaparecido para dar paso a un silencio motivado por el miedo a las represalias”: cuando hacen una afirmación de este tipo, no son necesarias muchas explicaciones más.
Pero no se rinden. Y es entonces cuando aplaudimos su resistencia y su espíritu disconforme que no busca situaciones funcionariales acomodaticias sino dignidad profesional, un ejercicio libre en una cadena de servicio público que logró en el pasado altas cuotas de respeto y de credibilidad. Además de esta carta a los ciudadanos españoles, ya están activos en las redes sociales donde alzan su voz para no ceder ante la presión y la manipulación. Anuncian que no se agotarán con tal de elevar el nivel y de situar a la emisora donde realmente tiene que estar, a la altura de las que compiten y elaboran un esmerado producto radiofónico.
Animo y suerte.


lunes, 28 de enero de 2013

DESAZÓN EMPRESARIAL


Pues frente al lamento resignado del Gobierno, no más, es Alfredo Pérez Rubalcaba, secretario general del PSOE, quien toma la iniciativa para tratar de producir una alternativa allí donde los vericuetos del desempleo se agudizan.
Nada nuevo en el diagnóstico (paro masivo y situación de emergencia social) pero sí en el tratamiento del asunto como hasta ahora no se había planteado: un gran acuerdo político y social que genere una política económica distinta, capaz de superar el estancamiento y los bloqueos derivados de la actual. La gente está cansada de ofertas de este tipo y de planteamientos teóricos, quiere hechos tangibles, pero al menos la propuesta del secretario general de los socialistas tiene fundamentos para ser tenida en cuenta y estimada.
La creación de un fondo público para la financiación de empresas, autoempleo y emprendedores, dotado con veinte mil  millones de euros en el presente año, resulta ser, a la espera de conocer en su totalidad el documento que los socialistas habrán de remitir al Gobierno, empresarios y sindicatos, la medida sobresaliente de esa iniciativa con la que intentar reactivar la economía productiva. Según ha indicado Pérez Rubalcaba, el fondo propiciaría la movilización del crédito que, a su vez, impulsaría el desarrollo de proyectos empresariales mediante convenios con las entidades financieras a un tipo de interés bonificado.
Será interesante conocer la respuesta empresarial. Después de que en un solo año se hayan destruido ochocientos cincuenta mil empleos; después de que el registro de parados haya alcanzado los cinco millones novecientos sesenta y cinco mil y después de que la tasa de desempleo, subiendo más de tres puntos, se haya situado en el 26,02% -esta cuesta de enero no la supera el Gobierno popular ni con todos sus refuerzos mediáticos- se pone de relieve que las políticas de Rajoy son un fracaso estrepitoso. Basadas exclusivamente en el ajuste, la subsiguiente reforma laboral sólo ha servido para abaratar el despido, recortar las políticas activa de empleo… y poco más.
Por eso quedamos a la expectativa de la reacción de los empresarios. Que aplaudieran la reforma, se puede entender. Que algunos sigan con la matraquilla de la necesidad de adelgazar el sector público, es recurrente. Que otros hayan ajustado sus cuentas de resultados con las herramientas legales de la reforma, es consecuente. Pero que pasen los meses y que con los mismos mimbres no haya avances, se traduce en situación inquietante, como se desprende de los resultados del denominado Barómetro Empresarial: un 52% de los empresarios encuestados valoran negativamente el primer año del Gobierno de Rajoy en el que legítimamente confiaron. Ni lo más fieles, el 24% que habla de un balance positivo, supera al mismo porcentaje que habla de un efecto nada significativo en las políticas del ejecutivo.
Curiosamente, el 47% de los empresarios consultados coincide en destacar y considerar positiva la reforma laboral. Pero se constata que no sirve para generar empleo, ahora mismo el principal problema de la población, castigada también últimamente por una oleada de corrupción política a la que no parecen ser ajenos señalados empresarios que deberían ser llamados, mejor, hombres de negocios.
El mundo empresarial empieza a impacientarse. No le gustan los incrementos impositivos para los reajustes presupuestarios. Y es consciente de que una reducción incesante del gasto público contribuye a la contracción del crecimiento. Los horizontes, con informes de organismos internacionales poco sospechosos, siguen estando cargados de negros nubarrones. La recuperación puede esperar: ya no se volverán a fiar de más brotes verdes.
De ahí la oportunidad de la propuesta de Rubalcaba, a ver si entre tantos registros negativos y tanta desesperanza puede verse una luz en el túnel.
No baja el paro cuando Rajoy gobierna, frase que, al revés, empleó el actual presidente cuando se fotografió para la prensa amiga delante de una cola que aguardaba en el exterior de una oficina del INEM. Luego hay que asirse a una propuesta constructiva como parece ser esta que comentamos.

sábado, 26 de enero de 2013

TRES MOMENTOS DE LA VENTA DE PESCADO


Tres momentos, tres, para evocar la actividad pesquera de la ciudad, de las pescadoras, para ser concretos. Hoy, tal actividad ha quedado sensiblemente reducida; menos embarcaciones y menos personas que se dedican a faenar. Y hay menos vendedoras -prácticamente, no hay- porque los tiempos, los enfoques, los hábitos y los métodos son muy distintos.
La pescadería estaba tan cerca de la orilla del muelle que alguna vez se vio invadida, cuando las mareas de luna llena producían una crecida y el oleaje llegaba hasta su interior. O cuando algún temporal violento producía algunos daños materiales. La cercanía era también admirable: desde allí se dominaba el horizonte y donde terminaban las modestas defensas de un refugio, siempre tan llamativo y poblado de gente, desde las primeras luces del alba. Pero admirable también era que las canastas o cestas con el género recién capturado y recién llegado a tierra pasaran, en apenas unos pasos, a las bandejas de exposición, a los puestos de venta de aquella singular lonja que, de vez en cuando, aparecía entristecida porque no había pescado, no había género.
La pescadería tenía unas barandas de madera, pintadas de verde, al menos en la época que uno la recuerda. Allí había unas pizarras que detallaban los precios. Y las balanzas o pesas que estaban muy visibles. Allí las vendedoras vociferaban también las variedades de género y el coste de cada una de ellas. Los extranjeros no paraban de disparar sus cámaras y algunos se asociaban a esa actividad cotidiana que daba vida a este rincón de la ciudad.
Aquella vieja pescadería cedió en el desarrollismo de los años sesenta, cuando se produjo el traslado al nuevo mercado municipal construido en la calle Lonjas, cerca de El Penitente, en la explanada que hoy es la plaza de Europa, y cuando el suelo donde se ubicaba, entre La Marina y el bar “Cayaya”, fue aprovechado para construir un edificio de viviendas.
La pescadería fue escenario de historias personales desgranadas entre la ilusión, el desconsuelo y las dificultades de subsistencia personal y familiar. Desde allí salían vendedoras a protagonizar la economía del trueque, a cambiar pescado por frutas u hortalizas o legumbres. A veces con la cesta en la cabeza, recorriendo el pueblo o pateándolo hasta sus límites, donde aguardaban otras familias y otros clientes. Fueron años difíciles y de cuyas penurias se salía con la gracia que proporcionaba una oferta verbal gritada espontáneamente o con una relación preestablecida que aseguraba de alguna forma parte del sustento diario.
El segundo momento sería en ese mercado. Los puestos de venta de pescado, no mucho más amplios que los anteriores, estaban en la planta baja, en un lateral que miraba al mar y que se conectaba interiormente con el pasillo donde accedían los vehículos de transporte. El muelle seguía estando cerca pero los usos sociales empezaron a cambiar. Las vendedoras, envueltas los días de frío en gruesas ropas de abrigo, se afanaban en seguir captando clientela y hasta terminaron chapurreando algunas palabras de inglés y alemán para general divertimento de los turistas que se asombraban de aquellas dotes de venta.
Ya no había cestas sobre la cabeza. Ahora había vehículos -alguno dotado de megafonía- en los que se desplazaba la vendedora hasta las poblaciones más cercanas. Pero también se había introducido la provisión a hoteles y restaurantes. Eso alteró hábitos y técnicas de comercio. Los coches isotermo y los frigoríficos ambulantes sirvieron para dinamizar esa provisión y la conservación del género.
Pero los años fueron pasando y no se producía relevo generacional. La instauración de nuevas técnicas de negocio, las exigencias de la reglamentación sanitaria y el auge del género refrigerado, gran competidor, fueron factores condicionantes, a los que habría que añadir el que la actividad local marítimo-pesquera menguara progresivamente. Así se puso de manifiesto -tercer momento- cuando fue construido el centro comercial “San Felipe-El Tejar” y el viejo mercado de El Penitente cedía para que se configurara el espacio público conocido por plaza de Europa.
El centro, que popularmente siguió conociéndose por mercado, fue el primer intento serio de modernizar las estructuras comerciales de la ciudad. Hablamos de la primera mitad de la década de los ochenta. El edificio era flamante, espacioso, modernista. Y con el paso de los años mejoraron sus dotaciones. Sin embargo, le encontraron peros, alguno de ellos totalmente injustificado, como la ubicación. A otros les costó asimilar la compatibilidad de ejercer la actividad de venta directa con géneros muy distintos y en ambiente muy diferente.
Lo cierto es que se rompió la cadena de continuidad. Las nuevas generaciones o los herederos no prosiguieron o tuvieron tantas dificultades para hacerlo que terminaron desistiendo. La competencia se había multiplicado, por supuesto. Y en las ciudades cercanas, las mismas a donde tres o cuatro décadas antes se acudía, incluso caminando, para vender el género, ya disponían de sus propios centros y de redes de proveedores. Las grandes y medianas superficies, donde se podía encontrar pescado fresco, marisco y otros frutos del mar, terminaron de apagar la llama de aquellas economías modestas, de aquel medio de vida, mantenido a base de grandes sacrificios.
En la pequeña gran historia local quedan esos tres momentos, descritos a grandes rasgos, como etapas de una actividad socieconómica que la distinguió durante muchísimos años.

martes, 22 de enero de 2013

AHORA, DESESPERANZA


Anda el personal -hasta el más profano- muy entretenido y muy convulso con todo lo que sucede en torno a las finanzas del partido gubernamental pero no debería perder de vista las medidas que aplica para seguir desmantelando el sistema de dependencia. Porque sí que es otro aspecto relevante no solo para dar por liquidado el Estado del bienestar -lo consiguieron en un año, qué diestros- sino para palpar las dificultades de subsistencia que acumulan quienes se ven directamente afectados por tantas e incesante restricciones.
            Los datos negativos son muy inquietantes. Por decisión del Gobierno, hasta cuatrocientos mil dependientes moderados no han podido acceder al sistema el pasado 1 de enero como en principio estaba previsto. Unos ciento cincuenta mil cuidadores familiares han perdido la cotización a la Seguridad Social que hacía el Estado por ellas. Y es que, claro, en cuestión de números, hay que rendirse a la evidencia: de mil setecientos millones de euros presupuestados en 2011, se pasó a mil cuatrocientos un año después y en el presente a mil ciento setenta millones de euros. O sea que la aportación del Estado a la financiación de la dependencia ha disminuido más de un 30%. Repercusión en esas personas que tanto decían priorizar en campaña electoral: hay casi diez mil menos atendidas al quedar excluidas del sistema.
            Este es el efecto más preocupante. Ya no es una sensación sino una realidad: las personas más vulnerables, las familias en riesgo de exclusión social y las personas que no se pueden valer por sí mismas se están viendo en situación de abandono. Sin demagogias, porque las cifras saltan a la vista: ese apoyo que necesitan, y que en el fondo es un derecho, se evapora. La atención a la dependencia y los servicios sociales básicos empieza a menguar de forma considerable, como puede contrastarse también con la práctica supresión del Programa de Teleasistencia, que ha quedado sin consignación presupuestaria, y con una reducción del 65% con respecto a 2011 de la dotación específica del Plan Concertado para financiar la dependencia.
            De modo que, siendo importante y trascendente para la democracia, para la convivencia política -y para la marca España, ¿o no?- todo lo que está sucediéndose en el seno del partido gubernamental, que se tenga en cuenta el apremio y el sufrimiento -sí, el sufrimiento- de quienes palpan en sus carnes la disminución de la calidad de las prestaciones que reciben y de quienes, como familiares o allegados, padecen un exceso de burocratización para dificultar y disuadir el acceso a sus prestaciones.
            Antes, una conquista o un derecho. Ahora, una desesperanza

lunes, 21 de enero de 2013

GUERRA SORDA Y SIN CUARTEL


‘Corrupsoe en Miami’, decía un grafito repetido en avenidas y calles de Madrid durante los años noventa, cuando una sucesión de escándalos y sospechas ensombrecieron los logros de los gobiernos de Felipe González.  Ahora, apenas cumplido un año del ejecutivo presidido por Mariano Rajoy, en las redes sociales circula “Ay, Suiza patria querida!”, una composición interpretada por Luis Eduardo Aute en el contexto del “Forgesound”, en plena transición política, para escarnio de quienes padecen los efectos de un episodio lamentable que, supuestamente, entremezcla la financiación de la organización con presuntas prácticas políticamente reprobables. Lo de Juan Guerra, hermano del vicesecretario y del vicepresidente entonces, a quien no pudieron probar comisiones delictivas, se ha quedado en chiste de Jaimito al lado de cuanto envuelve el “Barcenasgate”, por citar solo este caso de las sombras -¡y qué sombras!- que envuelven al partido gubernamental.
         La cuesta de enero se está haciendo insoportable para el Partido Popular. Menos mal que una situación solapa a la anterior y se difumina ante la incapacidad de digerir tantos titulares gruesos de tanta información. Y menos mal que aún queda derechío mediático para mitigar los daños, los directos y los colaterales, pero, sobre todo, para socializar las pérdidas, es decir, extender o generalizar los perniciosos efectos de la corrupción política. Cuando es el PSOE, leña al mono que es de goma. Cuando le toca al PP sufrir “el comportamiento irresponsable de algunos” (versión oficial que contradice el buen hacer ensalzado en otro momento), entonces asistimos a un problema serio de la democracia, del desprestigio de la política y de los partidos, del daño tan grande que se causa a la convivencia. Se cuidan de no incluir la marca España, pero… Ya no dispone de muchos recursos para desviar el foco de tamañas presuntas fechorías pero está echando el resto, aunque no pueda atribuir culpas a Zapatero y cuente con la sensata colaboración de Felipe González.
         Lo cierto es que, a la espera de que se vayan esclareciendo cuentas, contabilidades, destinos, métodos, vicios, tramas y anexos, algunos percibimos que asistimos a una guerra sorda y sin cuartel de dirigentes del partido gubernamental. Una frase que patentamos hace unos años, en ocasión de un apasionante debate consistorial, recobra inusitada vigencia: “En la derecha, todos se saben lo de todos”. Y claro, cuando alguien se ve lesionado o ve peligrar su aparente integridad, salta la chispa y ya es de difícil control. En seguida hay un reguero de anomalías -por emplear un concepto benevolente- que suele terminar en la atribución de culpas a los más débiles. Hace poco que se descubrió -y no ha sido desmentido- que se espiaban, luego de qué se fían.
         Todo da a entender que estamos ante un presunto caso de financiación irregular que, en el caso del Partido Popular, hay que identificar con Gürtel. ¿Qué dirán ahora los que ‘crucificaron’ al juez Baltasar Garzón hasta expulsarle de la judicatura? Porque su señoría se había adentrado, precisamente, en las cloacas. Con razón no querían que escuchara ciertas conversaciones. Hay muchos lados oscuros aún en ese caso que ahora, por la conexión suiza y por otras ramificaciones, barrunta movimientos telúricos. Aunque por ahora, como se ve, otra frase doméstica se impone: “Al final, nadie fue”.
         Se cumplen, el próximo mes de junio, diez años de aquella célebre vergonzante ausencia/abstención de los diputados ex socialistas Eduardo Tamayo y Teresa Sáez en la asamblea de Madrid para impedir la investidura del candidato Rafael Simancas como presidente de la Comunidad. Sin querer hurgar en las entretelas de aquel episodio, sólo había una explicación posible: la que usted, lector, se está imaginando. Aunque no fuera demostrable.
         Desde entonces, una sombra de suspicacias con disfraz de corrupción política se ha extendido por la vida política madrileña. Cierto que la hidra o los tentáculos han ido extendiendo su veneno por otras comunidades y por otras organizaciones sin que todas las medidas puestas en práctica, incluidas las penalizaciones judiciales,  hayan servido para erradicarlo.
         Sólo queda el consuelo de afirmar que no todos son iguales. Aunque en eso también la incredulidad se ha elevado exponencialmente.

sábado, 19 de enero de 2013

PARA SEGUIR HABLANDO CON LAS PIEDRAS


Amelia Piñas Pisaca ha pintado un cuadro exquisito -muy en su madurez estilística- para la ocasión. El Museo Arqueológico Municipal ha elaborado un rincón con aportaciones propias. Particulares han contribuido con fotos y objetos de confección o colección propia. El personal del área municipal de Juventud se ha volcado con un trabajo indesmayable.  Descendientes, familiares y allegados respondieron con generosidad y gratitud. Compañeros, discípulos y profesores rememoraron vivencias y situaciones en la primera exposición pública del centenario. Jaime, su nieto, condensó la iniciativa y explicó algunos contenidos de la misma.
Y así, con el calor humano de una nutrida asistencia en la Casa de la Juventud, antiguos instituto Laboral y de Formación Profesional, entendimos todos que el hombre sigue hablando con las piedras, paráfrasis del cinematográfico título de Carlos Pinto Grote que encabezó una bellísima semblanza del inolvidable Telesforo Bravo, el sabio portuense, el naturalista por antonomasia, el científico en permanente estado de humildad, el profesor excursionista, el observador y descubridor de rincones insulares, el investigador que defendió los bajíos y los líquenes de Martiánez hasta el último minuto, el leal asesor que advirtió los peligros de los desprendimientos en los acantilados del mismo nombre, el sereno consultor que tranquilizó de madrugada a toda una isla a través de las ondas radiofónicas cuando la tierra tembló…
Allí, en las vitrinas, mientras se reanudaba el diálogo con las piedras, estaban la medalla de oro de su ciudad, el reconocimiento del Cabildo insular de Tenerife y el premio Canarias de investigación. Y también los contratos con una multinacional norteamericana para investigar la calidad del agua en Irán; los tomos de la Geografía Canaria, publicada por Goya Ediciones; unas notas académicas del instituto y de la facultad; cuadernos de viaje y estudio; gráficas inéditas de su vasta colección; la cámara fotográfica y la pica del geólogo…
Satisfizo, desde luego, que hubiera tanta gente joven interesada en esta exposición (permanecerá abierta hasta finales de febrero) preparada con tanto esmero como entusiasmo y que es una de las convocatorias más atrayentes del centenario cuyas actividades se prolongarán a lo largo de todo el año. Telesforo Bravo es una figura que debe ser recordada. No serán necesarios más honores, en ese sentido, sino la perdurabilidad en forma de otras modalidades (investigación, concursos, rescates, tertulias, audiovisuales, digitalización…) que nos hagan comprender por qué “el hombre que hablaba con las piedras” lo sigue haciendo, enseñando el lenguaje de la Naturaleza que tanto necesitamos.

viernes, 18 de enero de 2013

ETICA Y CIVISMO

Desazón. Cabreo. Rechazo. Asco. Incredulidad. Impotencia. Dolor. Incertidumbre. Desastre. Daño.


Todo esto y mucho más es lo que produce la cascada de noticias e informaciones sobre la corrupción política. Precisamente, en circunstancias que reclaman, por encima de todo, valores, resulta que las cloacas están aflorando los frutos de los delitos, de los vicios, de las ilegalidades y de las transgresiones más rechazables y reprobables en el marco de la cosa pública.

Tremendo. Con razón, las encuestas más recientes reflejan esta preocupación ciudadana como de las primeras y de las más apremiantes.

La política tiene que ser otra cosa. Y tiene que servir para otra cosa.

Cuando faltan palabras para resumir todo esto, brotan dos: ética y civismo.

Claro que no sabemos si hay solución.

Es el otro gran problema.

jueves, 17 de enero de 2013

CONDENA JUDICIAL=DIMISIÓN

Una sentencia condenatoria, una dimisión: es el caso de Agustín Padrón, ya ex alcalde de Valverde y ex parlamentario del Partido Popular por la circunscripción de El Hierro. Autor de un delito de prevaricación y malversación de caudales públicos. Según fue conocida la resolución, así fue presentada la renuncia a sus cargos, aunque aquélla sea apelable.


La secuencia, por tanto, es tan lógica como fluida. Es probable que a algunos llame la atención la dimisión ‘ipso facto’ y hasta que se alardee de ello como si fuera un ejemplar acto de heroísmo. No: ha ocurrido, sencillamente, lo procedente. Cierto que, acostumbrados a que la dimisión no se prodigue, a que haya exceso de tolerancia y de condescendencia en algunos casos, y a que se agoten los recursos con tal de hacer valer la presunción de inocencia y de aferrarse al poder, se viene aceptando y aguantando situaciones verdaderamente insólitas, de modo que cuando algunos toman determinaciones consecuentes -como la que ha hecho Agustín Padrón- ello resulte, cuando menos, atípico.

Si en el pasado, ese dejar hacer/dejar pasar, fue la tónica, las circunstancias del presente, con el rechazo hacia la política y los políticos al galope tendido, inspiran lo contrario. Sin mermar para nada la legítima defensa de cualquier encausado, la situación para los cargos públicos envueltos en contenciosos judiciales ha cambiado sustancialmente. Se les exige al máximo y no se le toleran desvíos o infracciones, sobre todo, cuando están probadas. De ahí que el paso dado por el ex alcalde y parlamentario herreño sea de lo más consecuente y natural.

Por cierto, la sentencia, que afecta también a un teniente de alcalde de la misma corporación responsable del urbanismo, ha tardado trece años en producirse.

Ese sí que es un problema grave.

miércoles, 16 de enero de 2013

FALTÓ FRESCURA; SOBRÓ TIBIEZA

La entrevista de Jesús Hermida a Su Majestad el Rey don Juan Carlos no fue un dechado de creatividad, precisamente. Pero se entiende: ni era el género adecuado para conmemorar públicamente, desde el punto de vista mediático, el 75 cumpleaños del monarca, ni la ocasión se prestaba a experimentos. Demasiado acartonado el resultado final. No hubo frescura; sobró tibieza.


La entrevista estaba condenada antes de ser emitida. Se sabía que no iban a abordar asuntos de actualidad. Y como era grabada, más fácil deducir una edición revisada a conveniencia. Se notó tanto, que en las descompensaciones de sonido (preguntas y respuestas), hasta los más profanos adivinaron que había algo raro. Demasiados corsés para tan sugerente producto.

Los contenidos de la entrevista no dieron para mucho. Difícil encontrar un enganche en las respuestas de Su Majestad para convertir en noticia trascendente, para dar el relieve mediático adecuado y hacer honor a la celebración. Pese a ello, algunos que se acercaron hasta las aristas presuntamente políticas y las han interpretado. Pero sin alharacas.

Hermida hizo lo que pudo en el contexto. Era el mejor de los entrevistadores ‘generacionales’. Algunos compañeros le han defendido mientras encajaba todo tipo de ‘crochets’ tras su cuestionario empalagoso y descafeinado. Le faltó chispa al entrevistador, que tiene tablas de sobra y podía haber hecho de su veteranía un ejercicio elegante y pintiparado. Seguro que él hubiera preferido estar más cerca o ser lo mínimamente incisivo que cabe exigir a quien va a preguntar y a arrancar cosas. Pero ni el personaje ni las circunstancias se prestaban.

Pero hay que entenderlo. Claro que, en ese esfuerzo de comunicación para incentivar la credibilidad de la Monarquía y de la familia real, era una oportunidad en la que los expertos debieron tener otras perspectivas para lograr otros resultados. Seguro que con los vistos y los criticados no se quedaron satisfechos.

Y es que faltó creatividad.



martes, 15 de enero de 2013

SALUD, NEGOCIO

La oposición profesional y social a la privatización de hospitales madrileños es digna de admiración. Una tenaz resistencia, tan digna como capaz de presentar un plan alternativo, hace de esa protesta un ejemplo de lucha: en el simbolismo de las batas blancas hay toda una invitación a no claudicar por muy ‘absolutistas’ que sean las decisiones de quienes tratan de imponer su modelo porque les da igual la salud de las personas con tal de hacer negocio con ella.


En el fragor de esa batalla aún inconclusa, brotó días pasados la noticia:la empresa a cuyo consejo de administración pertenece Juan José Güemes, ex consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, se queda con la gestión de los análisis clínicos que él mismo privatizó. Güemes fue consejero entre 2008 y 2010, cuando todavía Esperanza Aguirre presidía a los madrileños. Cuando renunció a su cargo, declaró que dejaba la política pero no se desvinculaba del PP.

La empresa a la que pertenece el ex consejero, informaba la cadena SER, podrá ahora beneficiarse de la privatización que él mismo aprobó en 2009 y que justificó “por criterios de ahorro”, ya que con la compra efectuada por su empresa Unilabs (que ha adquirido por cinco millones de euros el 55% que el grupo Balagué tenía en una Unión Temporal de Empresas), aumenta exponencialmente su red de gestión de servicios públicos sanitarios pues con anterioridad gestionaba los laboratorios del hospital de Torrejón en Madrid y de los hospitales de Denia, Torrevieja y Elche en la Comunidad Valenciana.

Se han ido sucediendo las explicaciones y las excusas. Respetables, claro que sí. Pero, por muy legítima y ajustada a derecho que haya sido la operación, es natural que planeen dudas éticas y sobrevuelen las interpretaciones sobre el régimen de incompatibilidades. “Plan de Infraestructuras Sanitarias: Una oportunidad de negocio”, era el título de la iniciativa que el propio Güemes trasladó en su día al sector, dejando la puerta abierta, naturalmente, a otros ámbitos privados ajenos al sanitario.

Un título bastante significativo del que puede deducirse la madre de todas las interpretaciones: la salud como una mercancía. Les da igual todo con tal de obtener beneficios.Da lo mismo: en pleno proceso de privatización de la sanidad madrileña, estas operaciones ponen al desnudo que la asistencia sanitaria, para muchos, y especialmente para la insufrible derecha gubernamental, es un negocio. Y ahí está el copago del euro por receta como prueba más reciente.

No hay más vueltas: la gestión de los análisis clínicos en manos de quien privatizó tal asistencia, revela que, ya puestos, y con voracidad insaciable, hay que seguir y seguir.

Después se quejan de que algunos hablemos de mayoría absolutista. Y de que la gente, profesionales a la cabeza, compruebe que no tienen escrúpulos y exteriorice su repulsión.

Al hecho (privatización) y a los métodos, por supuesto.



lunes, 14 de enero de 2013

ATASCO MUNICIPALISTA


El gozo, en un pozo. Cuando parecía que estaban condenados a entenderse, Partido Popular (PP) y Partido Socialista Obrero Español (PSOE) han vuelto a abonar su bilateral territorio de desencuentros a cuenta de la reforma del régimen local. Los acercamientos de las últimas semanas, a los que indirectamente contribuyó el malestar de los propios alcaldes populares, se han diluido al considerar los socialistas que los problemas del municipalismo continuarán sin solución a tenor de la propuesta que hace el ejecutivo. El modelo es el mismo -según fuentes socialistas- luego no habrá ahorro de costes ni de estructura. De no producirse un vuelco en la negociación final o una reconsideración sustancial de las posiciones que se mantienen, todo da a entender que lo local será el escenario de un nuevo campo de batalla política en lo que resta de legislatura.
Una lástima porque había indicios de entendimiento y los avances hacían presagiar un resultado más o menos satisfactorio. En medio de la crisis política y de la progresiva pérdida de credibilidad y de valores en el campo de la política, hasta un acuerdo de mínimos posiblemente bastaría para tranquilizar las controversias y que, trasladado a lo local, vendría a estabilizar los planos desde los que proseguir la lucha a favor de los intereses generales de un municipalismo que, fortalecido, ha de impulsar mejores condiciones para su desarrollo.
Pero negros nubarrones se han instalado en el horizonte que tiene en el próximo 25 de febrero una fecha significativa pues es la que ha anunciado el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, para aprobar el proyecto de reforma de la actual Ley de Bases. El secretario de Política Institucional del PSOE, Gaspar Zarrías, ha declarado que mantiene abiertas las vías del diálogo, pero mucho habrían de cambiar las cosas en el plazo de un mes para que, al final, saliera un texto que contentara a las partes. Queda por ver, en ese sentido, el papel que han de desempeñar en el resto del proceso otras formaciones políticas y la Federación que agrupa a los ayuntamientos de toda España pero, tal como están las cosas en otros frentes, no parece que vaya a atemperar lo que se precisa.
Los socialistas, para fundamentar el ‘no’ en el tramo decisivo de las negociaciones, se basan en un “desapoderamiento de las competencias municipales” que, derivando de la externalización de servicios para favorecer lo privado y de la tutela que para garantizar la eficiencia en las prestaciones practicarán las diputaciones -quién las ha visto y quién las ve: de prácticamente desaparecidas y repudiadas por inútiles a agentes garantes de unas políticas activas-, sólo equivale a una merma de autonomía y hasta de calidad democrática que, en efecto, de materializarse, significará un retroceso considerable en los avances del conjunto del municipalismo de todos estos años.
De ese modo, los objetivos en los que parecía existir convergencia política, esto es, reasignación de competencias, racionalización de estructuras y dotación de mecanismos presupuestarios y financieros estables, empiezan a aparecer lejanos.
Así que, distanciándose de un hipotético acuerdo populares y socialistas, el municipalismo español seguirá envuelto en una nebulosa incertidumbre. Sólo un esfuerzo de última hora, una mayor generosidad y, sobre todo, una visión más amplia de las perspectivas de futuro, de las necesidades reales de la administración local para una mejor prestación de los servicios, impedirían un atasco que sólo agravará las circunstancias de crisis que, desde hace unos cuantos años, atraviesan los ayuntamientos. 

sábado, 12 de enero de 2013

LA MENTIRA COMO LEYENDA URBANA


Fueron dichos o relatos más o menos largos que fortalecieron las leyendas urbanas y sustanciaron numerosas conversaciones en cualquier día, a cualquier hora, en cualquier lugar. Han ido pasando de generación en generación, conservada su esencia, puede que deformada por alguna exageración o por algún propósito implícito de querer reforzarla.

Pero el basamento era la mentira. Para causar gracia. Mejor: carcajadas. Para imaginar lo imposible. Para descubrir la personalidad de quien la profería o había hecho de ella un instrumento habitual de convivencia. Una tras otra; la siguiente, aún mayor que la anterior. Una apuesta por lo increíble, una vida animada para suplementar las lenguas del dicho.

Algunas de ellas: por ejemplo, la de los perros y el dominó.
        -Lo que más me impactó de aquella isla es que todo el mundo jugaba al dominó. Hasta los perros jugaban.
      -Pero eso es imposible. ¿Y cuándo tenían que pasar, cómo hacían?- le preguntan.
            -Golpeaban ligeramente sus patas sobre la mesa.

            Otra: la del reloj sobre una caña.
            -Estuve cortando caña. Y me quité el reloj, claro. Cuando terminamos, me lo dejé allí olvidado, sobre la punta de una de ellas. Quedé fastidiado pero un año después fuimos al mismo sitio y el reloj estaba en el mismo lugar. ¡Y seguía andando!

            Esa tendencia a la exageración se aprecia en esta otra:
           -Estábamos jugando al fútbol en unos llanos muy largos. En cierto momento pegué un salto para dar al balón con la cabeza y cuando me elevé ví la torre de la iglesia de Icod el Alto.

            Desde luego, por imaginación que no falte:
          -Nunca pensé que hubiera tantas palomas en aquel palomar. Compré un saco de millo, esparcí los granos y ni uno cayó al suelo, se los comieron por el aire.

            Pero acaso ninguna como la del chorro:
            -Después de ganarle una apuesta, aquel negro corrió detrás de mí por todo el pueblo, hasta que llegué a un callejón tapiado, sin salida, Menos mal que había un chorro de agua. Me subí por él hasta la cima y me quedé arriba, hasta que el negro se aburrió y se marchó.

       En fin. La mendacidad por norma. O casi. Para reír, para animar, para alimentar las leyendas urbanas.
             

viernes, 11 de enero de 2013

LA SANIDAD, NEGOCIO SIN ESCRÚPULOS

En la cadena SER, hoy, desde temprano, van procesando la noticia: la empresa a cuyo consejo de administración pertenece Juan José Güemes, ex consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, se queda con la gestión de los análisis clínicos que él mismo privatizó. Güemes fue consejero entre 2008 y 2010, cuando Esperanza Aguirre presidía a los madrileños.
En la lentitud de la cola de la autopista, la reflexión es clara, por muy legítima y ajustada a derecho que haya sido la operación: interpretan la salud como una mercancía. Les da igual todo con tal de obtener beneficios.
La empresa a la que pertenece Güemes -informan en la SER- podrá ahora beneficiarse de la privatización que él mismo aprobó en 2009 y que justificó "por criterios de ahorro", ya que con la compra efectuada por su empresa Unilabs (que ha comprado por 5 millones de euros el 55% que el grupo Balagué tenía en la UTE) aumenta exponencialmente su red gestión de servicios públicos sanitarios ya que con anterioridad gestionaba los laboratorios del Hospital de Torrejón en Madrid y de los Hospitales de Denia, Torrevieja y Elche en la Comunidad Valenciana.
Ahora llegarán las justificaciones y las excusas. Da lo mismo: en pleno proceso de privatización de la sanidad madrileña, con una protesta y una resistencia dignas de admiración, esta información pone al desnudo que la asistencia sanitaria, para muchos, y especialmente para la insufrible derecha gubernamental, es un negocio. Y ahí está el copago del euro por receta como prueba más reciente.
Pero ésta de ahora mismo, la gestión de los análisis clínicos en manos de quien la privatizó, revela que, ya puestos, y con voracidad insaciable, hay que seguir y seguir.
Después se quejan de que algunos hablemos de mayoría absolutista. Y de que la gente, profesionales a la cabeza, compruebe que no tienen escrúpulos y exteriorice su repulsión.
Al hecho (privatización) y a los métodos, por supuesto.



jueves, 10 de enero de 2013

LA NOBLEZA DE LORENZO SOSA

Tenía Manolo don de gentes. Atento, respetuoso, servicial, observador… Desde que le conocimos, allá por los años setenta, cuando se acercó al mundo de la comunicación y empezó a invertir en los medios su pasión por el deporte, especialmente durante los fines de semana, pudimos contrastar su predisposición, sus afanes, sus inquietudes.


Desde entonces, proyectó el nombre de su Villa amada. Porque era un enamorado de La Orotava, de su costumbrismo, de sus medianías, de su tipismo y de sus solemnidades. Del Camino Polo y de El Rincón. Ya lo hacía desde su etapa de eficaz y probo dependiente en el período floreciente del comercio tradicional villero. Y luego, cuando se hizo con un espacio en prensa, radio y televisión, trabajando denodadamente, a menudo por amor al arte, con celo y con eficiencia.

Firmaba Lorenzo Sosa. Se llamaba Eleuterio Manuel. Todos le decíamos Manolo. Aquel Manolo de gafas negras, trajeado, que formó parte del inolvidable Grupo XDC que, en Radio Juventud de Canarias, constituyó un sólido trampolín de colaboradores y periodistas que se iniciaron en el medio y en la información deportiva. Manolo fue, junto a Antonio Expósito Mesa, la voz de la Villa, la de los resultados y crónicas dominicales. Puntual, dinámico, observador: del fútbol, baloncesto, lucha canaria, atletismo y otras disciplinas. Hasta que fue entrando en terrenos de información general y empezó a firmar crónicas de la actividad orotavense. Fue un corresponsal destacado. Y en Diario de Avisos tuvo a su cargo secciones de información deportiva.

Lorenzo Sosa, atraído por la política y la democracia, fue también miembro de la corporación municipal durante dos mandatos en representación del centrismo. También fue directivo de la Asociación de la Prensa Deportiva de Tenerife.

Después, volcó sus esfuerzos en el Liceo Taoro, del que llegó a ser presidente. Se esmeró en una gestión que se caracterizó por el impulso al quehacer cultural. La organización de la romería de San Isidro fue una de sus principales inquietudes. Participaba como uno más, vestido de mago, entre la seriedad de su fisonomía y la bondad de su carácter, también apreciadas cuando colaboraba con los alfombristas del Corpus y cuando asistía como cofrade a las procesiones y actos religiosos de la Villa.

Pero los medios le seguían atrayendo. Así, no fue ajeno al fenómeno de las televisiones locales y en una de ellas, Tele 21, que emitía desde Tacoronte, dirigió programas y coordinó tertulias. Sus participantes seguro que le recordarán como un hombre tolerante que daba mucho juego y que sabía moderar.

Su última etapa fue en Gente Radio, una emisora afincada en el Puerto de la Cruz. Con José Antonio Reyes, su propietario, mantuvo, pese a los quebrantos de salud, el compromiso de realizar un magacín diario, matutino o vespertino, según las necesidades de la emisora o de su propia disponibilidad. En estos años tomó el pulso a la actualidad y ante sus micrófonos desfilaron representantes de partidos, grupos políticos, organizaciones cívicas y a menudo oyentes, a los que daba paso para conocer sus demandas y sus impresiones.

Después de larga y penosa enfermedad, Lorenzo Sosa, Manolo, ha dejado de existir. A quienes le conocimos, nos va a doler esta ausencia pues sabíamos de su oficio y de su discreción para ejercerlo. Pero, sobre todo, de su nobleza, exaltada por su discreción. La Orotava se queda sin una de sus voces más características. Claro que le recordaremos.





miércoles, 9 de enero de 2013

SENCILLAMENTE, MALA IMAGEN

Sería bueno comparar las audiencias de los programas deportivos en televisión, en su inmensa mayoría con contenidos futbolísticos, con los registros de los espacios radiofónicos nocturnos, esos con los que desde hace un montón de años se ponía punto final a la jornada laboral, para irse a la cama o para estar a la última en el plano deportivo. Comparar más que nada para comprobar si, en la coincidencia horaria, están arrebatando oyentes y están produciendo un vuelco en los hábitos sociales. Si así fuera, la primera duda que salta es si la radio está perdiendo esa batalla, al menos en tal franja horaria.


Pero la impresión es más bien la contraria. La radio, por muy convencionales y tradicionales que sean sus fórmulas, sigue atrayendo y sigue convocando, no sin esfuerzos de mejora tecnológica y de aciertos en la producción para disponer -si es posible, en directo- de los más relevantes testimonios: goleador, parada, expulsado, actuación brillante, destitución, decisión de dirigentes… Ese directo (desde zona mixta, autobús o avión), ese post partido en el contexto de la inmediatez, ese tercer tiempo en el que acabada la tensión y la pasión hay que dar paso al primer análisis, aún frescas las percepciones y no maniatadas por los mensajes y titulares que pudieran condicionar los juicios, constituyen reclamos suficientes como para continuar decantándose por el medio radiofónico.

Sobre todo, cuando la alternativa televisiva no da para mucho más que algunas discusiones que invitan a apagar o a cambiar de canal. Discusiones que, a menudo, no están siquiera sustanciadas en imágenes que se van comentando. Pierden el norte algunos intervinientes: hablan al unísono, irrespetan los turnos que teóricamente el moderador establece, discrepan de malas formas y hacen gala de un sesgo digno de mejor causa. Olvidan que están en pantalla y que todo ese comportamiento está siendo visualizado. Con razón muchos telespectadores desisten.

Porque si se trata de enganchar, de mantener la atención, hay otros esquemas. El diario El País lo planteaba el mes pasado como un dilema: las tertulias futbolísticas de la tele se hacen al toque o a pelotazos, señalaba un titular, es decir, las opiniones se expresan con mesura y sosiego, de la forma más razonada posible; o con el griterío y la desproporción de quienes se comportan como auténticos fanáticos haciendo ver de forma descarada las inclinaciones. El término medio o lo más próximo a la ecuanimidad y el equilibrio, como que no existe.

Allá cada medio con su filosofía, naturalmente. Con sus métodos para competir. Las cuentas de resultados determinarán, más allá de las preferencias de los televidentes cuya heterogeneidad es consecuente con las preferencias. Moviéndose en unas cuotas de pantalla cuya media no alcanza el 3%, la sensación es que no incentivan al gran público específico, salvo en contadísimas ocasiones.

Lo peor es que se desnaturalizan los contenidos y las propias fórmulas de debate o tertulia utilizadas. Más tarde o más temprano, aparecen las sinrazones y los personalismos entrecruzados a bases de epítetos o acusaciones que no se sostienen. El ¡y tú más! se convierte en moneda corriente. No interesa el criterio o la impresión sobre una disposición táctica o sobre el cambio de un jugador sino un vocablo despectivo, cuanto más grueso mejor. Por cierto, luego se permiten criticar severamente, hasta despedazarles, a algunos deportistas que no han tenido su día, se han excedido en incorrecciones o no se han conducido dialécticamente por el camino adecuado.

Creemos que lo deseable sería el análisis y la disección de lo ocurrido con una perspectiva tecnificada pero también desmenuzada desde otros enfoques, vinculados a hechos que no necesariamente tienen que haberse dado en la cancha. La primera la tienen profesionales, ex jugadores y técnicos que pueden aportar lo mejor de su experiencia. Queden en la otra vertiente las impresiones de periodistas y expertos que atesoren bagaje suficiente como para opinar sin tendenciosidad y sin apasionamientos fanáticos. Con respeto, sobre todo, que el fútbol no es una ciencia exacta.

Quizá los aficionados sigan decantándose por la radio, precisamente porque ese modelo, aunque no se vea o no lo palpe, está más al alcance. Y porque bastante cansados están ya de diatribas y dicterios en todos los órdenes como para tener que revivirlas y soportarlas en la pequeña pantalla después de cada partido o de cada jornada.

Sencillamente, mala imagen, ¿no?



martes, 8 de enero de 2013

NO SOLO SUELDO DE EDILES


Pasados los festejos, hay que poner manos a la obra de la reforma de la Administración Local, frenada en las últimas fechas del pasado año después de generosas expectativas que hacían presagiar si no lo mejor, al menos un acuerdo de máximos entre el Gobierno, la oposición y la representación institucional de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP). No ha fracturado la negociación pero los socialistas han hecho saber que, con el último documento enviado por los populares, aún mantienen distancias que no hacen vislumbrar un entendimiento total o definitivo.
            El caso es que unos y otros, prácticamente todos, incluso los alcaldes de otras formaciones políticas, convergen a la hora de señalar que, tal como evoluciona la crisis, es indispensable afrontar, con voluntad de sostenibilidad, una profunda y racional reforma administrativa en el ámbito local que ha visto cómo a lo largo de los últimos se han multiplicado los problemas, no sólo los de la financiación.
            Estos, unidos a una nueva delimitación de competencias, son, de hecho, los principales obstáculos para el entendimiento. Las partes, por otro lado, han de tener muy presente que la causa común en la que trabajan debe preservar los principios de autonomía que fortalezcan el propio tejido municipal y no debiliten las conquistas y las estructuras que han ido ganando desde abril de 1979, cuando se celebraron las primeras elecciones locales tras la reinstauración de la democracia.
            Se trata, en efecto, de encontrar nuevas fórmulas que permitan apreciar a los ciudadanos la eficacia y la utilidad de su centro de poder político más cercano. Son los propios munícipes quienes empiezan a dudar de tales cualidades, tal es el grado de merma de recursos y restricciones presupuestarias que se ha alcanzado a lo largo de los últimos años, el límite prácticamente para garantizar prestaciones básicas. Eso también ha influido, quiérase o no, en la desafección y en el descrédito que se han extendido entre la ciudadanía a la hora de relacionarse y mantener la credibilidad en la política.
            El municipalismo es consciente de este rechazo, a menudo exteriorizado demagógicamente, pero en el que late un fondo de descontento hacia al mantenimiento de ciertas estructuras públicas o hacia el régimen retributivo de alcaldes y concejales. Pero ojo, esa repulsa, en algunas casos comprensible, no debe ser interpretada o aprovechada para ir menguando libertades, conquistas y hasta representaciones democráticas. Esa austeridad en la que tanto se insiste, y que tanto se quiere aplicar en la esfera político-administrativa, no debe significar restricciones que hagan peligrar la propia calidad del sistema pluralista y de convivencia política. Cuidado, porque ahí puede llegarse a unas arenas movedizas de las que no sería fácil salir. Podrá ser el terreno más cómodo y hasta más deseable para determinada ideología o fuerza política pero, a la larga, el más gravoso y el más pernicioso para el sistema.
            De ahí que si hay que se deba seguir hablando del sueldo de ediles con absoluta transparencia porque es posible un consenso -es previsible un desmarque de los nacionalistas si con él mantienen un pulso- aun cuando haya diversidad de factores poblacionales o presupuestarios para alcanzar el acuerdo. Pero tal es la demanda de austeridad que llega desde la sociedad, que bastaría un gesto simbólico de los principales partidos para sosegar. Porque eso no va a resolver las carencias financieras de las corporaciones pero ayudaría a superar los abusos y a sobrellevar las quejas.
            Quejas que no son las únicas. Hay que dedicar atención también, por ejemplo, a las tentadoras privatizaciones de servicios prestados por las administraciones locales. Que entiendan los ciudadanos que está muy bien que sus representantes, dedicados por entero a la función pública, dispongan de unas retribuciones ajustadas a los tiempos que corren; pero que no es menos preocupante lo que tendrán que pagar en conceptos como atenciones a las toxicomanías, las dependencias, las asistenciales o los servicios socioculturales en caso de que sean gestionados de forma indirecta, entre otras razones porque privatizar no entraña mayor calidad ni eficiencia en la prestación.
            En fin, estas cuestiones, así como el papel de las mancomunidades como alternativa a la reducción/fusión de municipios, y la disminución del número de concejales en los consistorios, hacen pensar que la negociación será aún costosa y que hay ámbitos donde consensuar será un ejercicio que requiere, además de generosidad, la visión de futuro que propicie un régimen local moderno, estable y eficaz. 

lunes, 7 de enero de 2013

VENCER AL MARASMO


Se encuentra en trámite de información pública, cooperación interadministrativa y exclusión del procedimiento de evaluación ambiental estratégica (ver Boletín Oficial de Canarias 253, del pasado 28 de diciembre), el Plan de Modernización, Mejora e Incremento de la competitividad del Puerto de la Cruz a cuyo acto de presentación, en el pabellón de congresos del Taoro, tuvimos ocasión de asistir para contrastar, por un lado, los avances en los trabajos del Consorcio para la Rehabilitación Turística de la ciudad; y por otro, la falta de identificación que el sector parece dispensar a esta iniciativa sobra la que ya hemos dicho que es una suerte de último tren para intentar revitalizar el destino, hacerlo más competitivo y, de paso, transformar la ciudad, preparándola para el presente y para el futuro tras haber experimentado un período de decadencia. Hay que vencer al marasmo.
            Que nadie sea ajeno al procedimiento, que no parezca éste lejano o reservado sólo a tecnócratas y promotores de diversa laya. Está ahí, además de para cumplir normativas, para aprovecharlo, para exponer criterios e intentar introducir aquellas apreciaciones que, supuestamente, contribuirán a alcanzar los objetivos del Plan y, por ende, hacer una ciudad más atractiva y más confortable, apta para responder a las exigencias de los turistas y de sus propios habitantes. Sería bueno que el Consorcio insistiera entre los agentes del sector y entre los directamente afectados con la mayor difusión posible de los contenidos del Plan y con el estímulo de la participación, una manera directa de superar esas dudas, esos mohínes o muecas de recelo que emprendedores y profesionales hacen al terminar las reuniones para no expresar abiertamente su escepticismo o su incredulidad. El Ayuntamiento también debería implicarse más en ese campo después de haber superado los actuales gobernantes, según se desprende de sus manifestaciones públicas, los desafectos políticos que el Consorcio inspiraba.
            El Plan de Modernización, Mejora e Incremento de la competitividad, dicho de forma muy sintética, gira en torno a tres ejes: destino, promoción y gestión. La implementación del primero, concebida como línea estratégica, engloba varias actuaciones infraestructurales y dotacionales en el espacio público, esto es, en el litoral, en el casco histórico y también en Punta Brava. Hay que añadir la red de dotaciones cultuales y deportivas, además de la infraestructura de movilidad. En la misma línea estratégica, hay que consignar la rehabilitación y mejora de la planta de alojamiento así como las actuaciones en equipamientos privados.
            No sólo es una cuestión teórica, de planimetría y de enfoques tecnológicos avanzados que deslumbran en sesiones masivas: la ejecución del Plan -ya hablaremos de la financiación- comporta cambios sustanciales en la geografía urbana, en la movilidad y en el viario, en la remodelación urbanística y en las tipologías edificativas. Y eso obliga a estudiar y a mojarse. Y en la medida de lo posible, a identificarse.

sábado, 5 de enero de 2013

EXPECTATIVAS Y RÉMORAS


Estrena el año la ciudad con las expectativas puestas en el impulso que el Consorcio de Rehabilitación Turística pueda proporcionar al denominado Plan de Modernización, Mejora e Incremento de la competitividad. No es que el Consorcio esté haciendo un gran esfuerzo -fue creado precisamente para eso- pero teniendo en cuenta las circunstancias de todo tipo que concurren en el Puerto de la Cruz, hay que ponderar los intentos de sus responsables para lograr que sea una referencia sólida de la transformación que precisa el municipio en orden a revitalizar su condición de destino turístico diferenciado y superar los anquilosamientos que condicionan la superación de su decadencia.
Ganar confianza en el sector y hacer creíble la información que se vaya suministrando, basada más en realizaciones físicas o tangibles que en proyectos tramitándose, hasta lograr que el conjunto de la población se identifique con ellas y las haga suyas, es ahora el siguiente paso. Y que el Ayuntamiento se vuelque, que los gobernantes terminen de aportar todo el cariño que una iniciativa así se merece, sería otro avance significativo.
Hay hasta tres propuestas de actuación en ese Plan de Modernización. Una de ellas es la que contiene el Programa de actuaciones en el espacio público, que se identifica con la línea estratégica de implementación del destino. Incluye el programa una serie de actuaciones infraestructurales y dotacionales, entre ellas las que habrán de acometerse en el casco histórico.
Bajo esas pomposas titulaciones, aparece la realidad cotidiana, la que recorren a diario miles de nativos y turistas. Y es en dos o tres de ellas donde queremos detenernos porque requieren de una intervención rápida y porque el impacto estético y funcional de ahora mismo es muy poco favorable. Seguro que los responsables del Consorcio también habrán reparado en ello pero como quiera que andamos en fase de exposición pública, igual sirven estas consideraciones para mejorar esa realidad.
Ejemplo: el pavimento de algunas vías. El estado de la calle Doctor Ingram, por ejemplo, es vergonzante para ser una de las más transitadas en pleno centro de la ciudad. De la calle Cupido, en el tramo que desemboca en Valois-Punta de la carretera, por donde circulan a diario no sólo turismos sino guaguas y vehículos pesados, cabe decir que si ahora es un quebradero de cabeza para los conductores, cómo lo será cuando haya que levantarla para repavimentarla. Suerte que las lluvias no han causado mayor mella.
En pleno casco, el problema/drama de la estación de guaguas, de mayor dimensión, naturalmente, que el reasfaltado de vías. Deben estar sufriendo lo suyo los habitantes de los bloques de viviendas de Cruz del Pino. El cierre que se prolonga, la visible estampa de abandono y erosión que significa, hacen aún más complicado el problema.
Y por último, un asunto que no es competencia estricta del Consorcio pero que igual si recibe quejas o alegaciones haría bien en trasladarlas al gobierno municipal: la ocupación de la vía pública, esa ocupación anárquica y desproporcionada, con zonas por donde empieza a hacerse imposible transitar. Se ha desbordado, ha alcanzado en los últimos dos años niveles de auténtico descontrol. Ni ordenanzas ni nada parecen poder solucionar o paliar un problema que generará otros de mayor consideración -incluida la crematística- si no se pone freno a ese afán de tener en la vía pública un segundo local, hecho que confirma, por cierto, la revalorización del suelo en el Puerto de la Cruz.
El año se estrena así: con expectativas y con viejas y domésticas rémoras a las que hay poner fin, siquiera para que no parezca que seguimos sumidos en el abandono.

viernes, 4 de enero de 2013

CAUTELOSOS QUE HAY QUE SER


Tiene tantas ganas el Partido Popular de exprimir una buena noticia que va el ministro de Hacienda y señala que “algo se mueve en las entrañas de la sociedad española” a propósito del dato del descenso del desempleo en el mes de diciembre.
Antes, no. Antes, todas esas mareas, blanca, verde y negra, todas esas movilizaciones, todas esas protestas y todos esos rechazos -alguno, como el de los operadores judiciales, de llamativa unanimidad- no eran fruto de algo sembrado. Bueno, igual para Montoro, ni siquiera eran las entrañas.
Ahora sólo le ha faltado decir que la reforma laboral empieza a dar sus frutos. Pero ni los empresarios han querido alzar un poquito la voz para razonar que cincuenta y nueve mil personas menos en las listas del desempleo -nos alegramos por ellas, desde luego- son el fruto del incremento de la actividad en el sector servicios propio del mes de diciembre de cada año, coloquialmente conocido como la campaña navideña.
De modo que sería buena una moderación en los mensajes, que igual en enero, tras la cuesta, las entrañas han dejado de moverse, por seguir con el símil Montoro. Y sobre todo, porque en el conjunto anual de 2012, son más de cuatrocientas veintiséis mil personas (un aumento de 9,64%) las que pasaron a estar paradas, hasta superar los cuatro millones ochocientas cuarenta y ocho mil, una cantidad por supuesto escalofriante.
También sería recomendable esa mesura si tenemos en cuenta los registros de la Seguridad Social: unos ochenta y ocho mil cotizantes menos en diciembre con respecto al mes anterior; más de sesenta y tres mil, por cierto, profesionales vinculados a las prestaciones de la Ley de Dependencia que, por decisión gubernamental, dejaron de cotizar.
O sea, alegría por la reducción decembrina pero contenida. Nadie se cree que el ‘austericidio’, de buenas a primeras, haya causado efectos positivos. No: la contención y las restricciones seguirán estancando. Y como seguimos sin modelo alternativo, pues habrá que ser cautelosos, por muchas ganas que se tengan de estrujar un dato al que aferrarse para lanzar el ¡Viva Cartagena! que algunos conservan sin que se note demasiado.
Pero conservan.

jueves, 3 de enero de 2013

EL FIASCO DE UNA TRANSMISIÓN

Era una excelente oportunidad para promocionar, para ganar mercados y para proyectar el nombre de la ciudad. Pero, lastimosamente, ha sido desperdiciada. La indignación de ayer de portuenses en el exterior y la registrada en alguna red social era lógica. En algún medio nacional pudo leerse que las imágenes de la desconexión para dar paso a la hora menos en Canarias habían sido ‘estupefacientes’. Todos, más o menos, hemos sentido vergüenza ajena.


El caso es que las campanadas de año nuevo, anunciadas y ofrecidas en directo por Televisión Española han sido el mayor fiasco que se recuerda en orden a transmisiones en directo. Desde el complejo turístico “Costa Martiánez”, ese Lago universal cuyo creador, César Manrique, por cierto, ni siquiera fue mencionado. Y con cámara fija sobre el reloj de la Peña de Francia, cuya cuadratura y cuyos efectos lumínicos, a propósito, hicieron dudar a más de uno de su autenticidad, fueron sucediéndose las imágenes, desabridas, sin chispa, arrítmicas, como si de una fiesta de barrio se tratara, con el alarde de un escenario-pasarela sobre la lámina de agua.

Pero ni flores ni adornos ni un fondo con el que jugar. Ni alguien que se lanzara al Lago, siquiera con traje de neopreno. Ni una émula de sirena para llamar la atención en los últimos minutos del año que decía adiós así, con mucha pena, con abono del austericidio, y sin ninguna gloria.

La cosa empezó en La 2 pero los momentos culminantes -¿se puede escribir culminantes en este contexto- también fueron vistos en La 1 y en el Canal Internacional. Unas imágenes sin sonido sobre la ciudad, se vio que tomadas con prisas y sin detenerse en espacios o lugares emblemáticos, ensombrecieron aún más la penosa transmisión.

Lo demás, taciturno, elemental, tristón, impropio… O acaso el reflejo de lo que es en estos momentos la producción de Canarias en Televisión Española.

El caso es que la oportunidad ha sido clamorosamente desaprovechada. Para una ciudad o un destino turístico que intenta remontar, opciones como ésta no pueden despacharse a la ligera. Se agradece el empeño de quienes pusieron en el intento su voluntarismo. Pero se requería algo más: desde una mejor preparación de los contenidos y de tan singular ‘atrezzo’, hasta el asesoramiento pertinente para que los locutores dijeran menos tópicos y menos reiteraciones que sonaban absurdas. Debieron estar más atentos y vigilantes los responsables municipales y más diestros los profesionales del medio.

Porque el resultado final ha sido una transmisión que ha llenado a miles de portuenses de vergüenza e indignación. Un episodio que será recordado de forma muy negativa.

Para lo que se vio, con sinceridad, hubiera sido preferible no hacer nada.



miércoles, 2 de enero de 2013

ESCENAS POCO EDIFICANTES


Es tan poco edificante la escena del abandono de los miembros de un grupo político del salón de plenos como la expulsión de éste de un miembro de la corporación decidida por quien presida. A estas alturas de la democracia y cuando la vida institucional se construye a base de acuerdos y determinaciones que procuran el bien general, cuando se supone que ya hay suficiente madurez para hacer las cosas con más racionalidad política, nada se resuelve con espantadas ni con autoritarismos que no parecen sino que son voluntades anacrónicas.
            Hay maneras de protestar y de excluir, veamos. Cierto que los incumplimientos formales o el irrespeto reiterado de normativas y disposiciones reglamentarias por quienes ejercen el poder y confunden el gobierno con el mando -especialmente aquellos que se amparan en la mayoría absolutista- puede llegar a exasperar. Y que dan ganas de reaccionar, hacer algo para frenar o poner en evidencia los desmanes. Cierto. Pero marcharse del foro para el que has sido elegido no es el mejor modo. Primero porque los ciudadanos te han puesto allí para trabajar, para aportar ideas, para argumentar, para producir alternativas, para discrepar y para fiscalizar. Y para aguantar, por qué no decirlo. Nada se gana marchándose de ese sitio. Quizá es lo que provocan o buscan quienes se comportan de manera poco democrática. ¿Cuánto dura ese efecto, de qué sirve el gesto, la protesta? Hay que permanecer allí y concebir otros métodos que pongan en evidencia a quienes abusan del poder.
            Y ordenar la retirada de un componente de la corporación, reclamando la concurrencia policial, si es necesario, ya desborda el control de quien tiene que acreditarlo y ejercerlo. Se pregunta uno si es necesario llegar a esos extremos cuando incluso se dispone de mayoría absoluta. ¿Es ejercer la autoridad, aun cuando hayas agotado los previsibles recursos reglamentarios (llamadas al orden a los capitulares que supuestamente están conduciéndose de forma inapropiada) para dirigir los debates y desarrollar el orden de las sesiones, indicar el desalojo del salón de plenos mediante la intervención de la policía local? ¿Se es más autoridad o se es más alcalde-presidente por eso?
            En el primer mandato democrático municipal (1979-83) hubo en muchos sitios de España auténticas alteraciones del orden en el interior de las propias instituciones locales. Natural, se podría decir. Salíamos del régimen dictatorial, había escasa cultura democrática, había provocadores natos e inmaduros correspondientes, se producía una colisión de normativa franquista con vacíos y situaciones democráticas nuevas que era necesario resolver con sensatez, primero que nada. Hubo momentos en que llegamos a temer: muchos ayuntamientos se convirtieron en un campo de batalla política donde los radicalismos y las intolerancias amenazaban claramente el diálogo y el consenso. También el progreso. Por fortuna, con el paso del tiempo y con las experiencias que se ganaban y acumulaban, la vida local superó esas circunstancias y se normalizó allí donde entendemos que residen los centros de poder político más próximos y por tanto, donde se preparan, tramitan y resuelven las cosas que nos son más cercanas.
            Por eso, a estas alturas resultan tan negativos y tan paradójicos hechos como los planteados al principio que son inaceptables. Las instituciones no se enriquecen con abandonos o exclusiones. Se fortalecen con tolerancia y con diálogo, con llamamientos a la reflexión, con actitudes cabales y consecuentes. Lastimosamente, negar principios democráticos o distorsionar el funcionamiento de órganos a base de martingalas e incumplimientos amparándose en la mayoría o en la más que probable impunidad, es una muy dudosa cualidad.
            Que lo sepan quienes aún practican tales métodos.

martes, 1 de enero de 2013

IMAGEN DE CONTRICIÓN


Nos pidieron en una comparecencia televisiva que pone a prueba la capacidad retrospectiva, condensada, además, en pocos minutos, una imagen del año que concluyó, un momento determinado que merezca ser destacado y recordado, que haya sido noticia y que haya entrañado una cierta trascendencia.
            Y en la memoria estaba, naturalmente, el perdón del rey don Juan Carlos, un hecho insólito, un acto de contrición sin precedentes que sirvió al menos para mitigar la controversia que alimentaba el desprestigio derivado del comportamiento de algunos componentes de la familia real, entre ellos el del propio monarca con aquella cacería de elefantes que tuvo el disgusto añadido de la lesión tras una caída.
            Fue una imagen sobresaliente, sin duda. Como lo había sido aquella otra de hace unos años, en el curso de una Cumbre Iberoamericana, cuando el rey, inopinadamanete, le preguntaba al presidente venezolano Hugo Chávez por qué no se callaba. La diferencia entre ambas es que así como la cuestión regia brotaba fresca y espontánea, interrumpiendo incluso la intervención del mandatario bolivariano, la petición de perdón había sido meditada hasta la saciedad, por mucho que fuera dicha, aun portando muletas, en la planta del centro hospitalario donde había sido atendido.
            En el primer caso, digamos que no estaba en el guión o que su majestad se saltó todo esquema protocolario, hasta el punto de ganar simpatías. En su expresión de disculpas, respondía a la única salida posible adivinada por la Casa Real en aquellos momentos: las palabras justas, las frases exactas y ensayadas, la naturalidad para hacerlas más creíbles y el volver a empezar, sabiendo que “no volverá a ocurrir”, hasta el punto de producir un efecto condescendiente casi inmediato.
            Fue una imagen inusual, desacostumbrada, por supuesto, con un valor social y político elevado, ahora que ya empieza a ser mirado con perspectiva en un país donde cada vez se tolera más, pese a las reformas gubernamentales. Todo un rey, todo un jefe de Estado, pidiendo perdón públicamente. Puede que ese día los que se han proclamado como no monárquicos reafirmaran sus convicciones juancarlistas. En una tertulia radiofónica, recordamos, alguien quiso acuñar el término “monarcano”, una suerte de licencia dialéctica que daba a entender algo así como respetuosos con la monarquía pero con esperanza republicana.
            En el año del retroceso -porque 2012 lo ha sido, desde luego- ese acto de contrición, esa imagen, bien merece estar por encima de otros momentos que, como las lágrimas de Obama, demuestran que las personas, por muy alto que sea su rango, son de carne y hueso y las emociones les desbordan.
            P.S.- Salud, suerte y venturas para el año recién estrenado.