viernes, 4 de enero de 2013

CAUTELOSOS QUE HAY QUE SER


Tiene tantas ganas el Partido Popular de exprimir una buena noticia que va el ministro de Hacienda y señala que “algo se mueve en las entrañas de la sociedad española” a propósito del dato del descenso del desempleo en el mes de diciembre.
Antes, no. Antes, todas esas mareas, blanca, verde y negra, todas esas movilizaciones, todas esas protestas y todos esos rechazos -alguno, como el de los operadores judiciales, de llamativa unanimidad- no eran fruto de algo sembrado. Bueno, igual para Montoro, ni siquiera eran las entrañas.
Ahora sólo le ha faltado decir que la reforma laboral empieza a dar sus frutos. Pero ni los empresarios han querido alzar un poquito la voz para razonar que cincuenta y nueve mil personas menos en las listas del desempleo -nos alegramos por ellas, desde luego- son el fruto del incremento de la actividad en el sector servicios propio del mes de diciembre de cada año, coloquialmente conocido como la campaña navideña.
De modo que sería buena una moderación en los mensajes, que igual en enero, tras la cuesta, las entrañas han dejado de moverse, por seguir con el símil Montoro. Y sobre todo, porque en el conjunto anual de 2012, son más de cuatrocientas veintiséis mil personas (un aumento de 9,64%) las que pasaron a estar paradas, hasta superar los cuatro millones ochocientas cuarenta y ocho mil, una cantidad por supuesto escalofriante.
También sería recomendable esa mesura si tenemos en cuenta los registros de la Seguridad Social: unos ochenta y ocho mil cotizantes menos en diciembre con respecto al mes anterior; más de sesenta y tres mil, por cierto, profesionales vinculados a las prestaciones de la Ley de Dependencia que, por decisión gubernamental, dejaron de cotizar.
O sea, alegría por la reducción decembrina pero contenida. Nadie se cree que el ‘austericidio’, de buenas a primeras, haya causado efectos positivos. No: la contención y las restricciones seguirán estancando. Y como seguimos sin modelo alternativo, pues habrá que ser cautelosos, por muchas ganas que se tengan de estrujar un dato al que aferrarse para lanzar el ¡Viva Cartagena! que algunos conservan sin que se note demasiado.
Pero conservan.

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