lunes, 27 de abril de 2009

INCREDULIDAD

Se pasó de investigar a estudiar en cuestión de meses, el tiempo suficiente para que los mentores contrastaran que su ‘luminosa’ iniciativa no tenía la acogida esperada, era recibida con benévola indiferencia mediática y tenía difícil acomodo competencial en un foro donde se supone que hay que elaborar leyes, fiscalizar la acción pública del ejecutivo y dar soporte adecuado al edificio institucional.
Es tontería meterse en los vericuetos nominalistas o semánticos para determinar si entre las acepciones de investigación figura, inevitablemente, la de estudiar. Que el Parlamento de Canarias dedique unos de sus órganos y parte de su tiempo hábil a observar, a examinar atentamente qué ha ocurrido con menores desaparecidos en las islas, cuyos casos no han sido cerrados en las pertinentes investigaciones policiales abiertas, sienta un precedente difícilmente clasificable.
Dicen ir cargados los socios gubernamentales autonómicos, promotores de esa comisión de estudio de menores desaparecidos en las islas, de buenas y nobles intenciones. La mejor de todas, dicho sea, con el máximo respeto, era dejar hacer a quien realmente corresponde, esto es, a los cuerpos policiales. A estas alturas, nadie duda que quienes han venido averiguando qué pudo suceder o dónde pueden estar Sara Morales y Yéremi Vargas han desplegado un trabajo profesional generoso e intenso. Sin resultados, es verdad, pero hay que seguir resistiéndose a las tesis del crimen perfecto.
Consta que las familias son conscientes de esa tarea, han seguido atentamente las indicaciones que los responsables policiales les han ofrecido y han respondido, con una ataraxia y una entereza muy poco frecuentes por estos lares.
Pero la comisión ya ha cobrado carta de naturaleza parlamentaria y ahora habrá que aguardar a su metodología y a sus resultados. Qué documentación va a manejar, por ejemplo, a quién va a convocar -si es que puede hacerlo-, hasta dónde -sean o no secretas sus sesiones- no interferirá las investigaciones en curso y cuáles serán sus conclusiones.
Es cierto que todo lo delictivamente relacionado con los menores suscita en cualquier ámbito y en cualquier momento la natural reacción de rechazo, de incertidumbre, de preocupación y, por supuesto, de desasosiego familiar. Para colmo, el género de sucesos ha subido muchísimos enteros -quien nos lo iba a decir a los críticos de aquella publicación, “El Caso”- hasta el punto de elevar el morbo a niveles inusitados de modo que algún medio audiovisual ha terminado especializándose y hacer depender sus índices de audiencia y cuotas de pantalla de tratamientos difícilmente clasificables.
Que todos estos factores, nutrientes de alarma social, sean procesados en sede parlamentaria parece inapropiado. Declaraciones de quienes tienen la obligación de justificar la creación de la comisión convergen en que no habrá utilización ni finalidad política, pero ¿la idea, no es en sí misma suficiente como para sustanciar la puesta en marcha de otro cuerpo policial, por ahora con competencias más que dudosas?
Es natural la reticencia con que se han manifestado algunos profesionales y expertos policiales. Es lógico que éstos no anden conformes con los planteamientos generales, entre otras cosas porque no faltarán las interpretaciones que pongan en tela de juicio sus propias prestaciones. Máxime, cuando alguna portavoz parlamentaria ha dicho que “el sistema de localización no funciona”, y otro habla de mejorar los protocolos de actuación y de coordinar y mejorar la participación de la sociedad en supuestos como los que ocupan estas invenciones de parte de sus señorías. Todo eso, aderezado con enfoques políticos apropiados -y es que ha llegado a hablarse de réditos en el debate subsiguiente-, puede resultar, cuando menos, controvertido. Y ya sabemos lo que en Canarias significan ciertas polémicas. Especialmente, las interesadas.
Por eso, y porque va a ser menester la cruz y los ciriales, la comisión específica parlamentaria que brota en medio de un clima de encono político parece generar, más bien, incredulidad.

sábado, 25 de abril de 2009

LOS PASOS DEL MAESTRO

Si la vocación necesita de un ángel protector, de un resorte o de un impulso, sin duda era él.

Y es que a los once años, primero de bachiller, el periodismo ya tocaba a las puertas. Leía con avidez los periódicos y me entusiasmaba la radio. El fútbol también despertaba pasión. Por eso, causaba admiración que él, tan joven, un poco menos niño, tomara notas en el campo y dejara cualquier cosa para llamar desde la central telefónica e informar de resultados o dictar una crónica de lo que había acontecido. Cuando luego veía su nombre y apellidos en los papeles, al pie de algún artículo o información, la admiración aumentaba.

Fue así, con él, con Juan Cruz Ruiz como empezó todo. Me sentía capaz de escribir, le hice una entrevista a mi compañero de pupitre (Andrés Carballo, que jugaba en el infantil Peñón), la pasé a máquina y se la entregué con cara implorante de publicación. Debió notárseme porque la releyó y dijo que la enviaría tal cual. Al lunes siguiente, aparecía publicada en ‘Aire Libre’. Ese fue el bautismo.

Con él aprendí, fue el primer maestro. Me enseñó los géneros y me corrigió. En una ocasión, en privado, después de un cierto alarde, precisó:

—Eres cronista, no periodista.

Y esa lección, entre otras muchas, no se olvida. Como otra más reciente, de hace un año vamos. Desde hace mucho tiempo, al saludarnos, con toda cordialidad, le digo ‘maestro’.

—Oiga, más ‘maestro’ será usted-, replicó de forma ocurrente, reiterando con detalle fotográfico la anécdota y los personajes de tan peculiar réplica.

Desde entonces, hemos seguido nuestros respectivos pasos. El voló alto, muy alto. Lo anticipó un día Genaro Torres, con voz grave, cuando ganó el premio ‘Benito Pérez Armas’, en un vetusto banco de la plaza del Charco, cerca del salón de futbolines donde le entregué aquel escrito con la primera entrevista:

—Aprende, fíjate si hay talento en ese muchacho que va a llegar muy lejos, ya lo verás.

Visto. Periodista y escritor de relieve. Columnista, editor. Conferenciante, contertulio. Siempre con el Puerto natal, con el barranco de su niñez, con su copiosa juventud en las entretelas de su producción, con los personajes que dejaron huella, en el prodigioso territorio de su memoria que reluce en cada cita, en cada entrevista.

Hace algún tiempo, por cierto, compartimos un plató televisivo. Sin explicitarlo, hicimos todo lo posible para que aquello no pareciera una entrevista, queríamos que se convirtiera en una conversación sobre nuestras vidas, sobre los hitos de nuestras trayectorias en el periodismo, en la comunicación, en la política. Creo que lo conseguimos.

Sólo tengo entonces palabras de gratitud y de reconocimiento. Juan prologó mi primer libro y Juan, como ocurriera allá por los sesenta del pasado siglo con aquel semanario deportivo de los lunes, canalizó una colaboración firmada en ‘El País’.

Y su humildad personal. Esa es otra. Y su tolerancia. Más cualidades. Nada deslumbrado por los oropeles de codearse con grandes literatos y con figuras relevantes de la vida pública, siempre se comportó con naturalidad y siempre estuvo a la altura de sus paisanos, de sus amigos y de sus admiradores.

—Presidente, este delegado que tienes en Canarias es paisano y siempre me llama ‘maestro’-, le dijo a Rodríguez Zapatero antes de un mitin en Las Palmas de Gran Canaria. Juan, recuerdo, fue el único periodista que tuvo acceso a la sala de espera del presidente del Gobierno.

Después, cuando el cese en la Delegación, Juan fue de los primeros en llamar para alentar, para dar otra lección de compañerismo y de leal amistad que se traduce casi en cada viaje suyo a las islas, cuando siempre llama, para que esté presente en algún acto suyo o le acompañe a visitar a sus hermanas.

Sin duda, es la prolongación de aquella aparición suya de la infancia, tan determinante en la vocación periodística de uno. Un ángel, un resorte, un impulso… Y sobre todo, un maestro.

Maestro que ha recibido el reconocimiento de su pueblo: la medalla de oro de la ciudad otorgada por el Ayuntamiento tras la iniciativa de la alcaldía. Estábamos presentes en el Castillo San Felipe cuando hicieron el anuncio. Un galardón más que merecido: la producción intelectual de Cruz Ruiz, su contribución a la proyección de la ciudad, su predisposición a cooperar con quien se lo pide son méritos más que suficientes.
Y el pueblo estuvo a su lado: llenó el salón de plenos. Se puso en pie para rubricar el acto de la entrega. Amigos, compañeros, ciudadanos de toda condición quisieron compartir tan emotivo momento. Habló del pasado, de sus progenitores, de coetáneos, de vivencias, de algún episodio vivido en primera persona y subrayó la inutilidad del rencor antes de ponderar la gran lección de generosidad que habían impartido varios médicos locales.
Digámoslo: los prolongados aplausos sonaron más cariñosos que otras veces.
El maestro había impartido otra lección que hacía honor al oro recibido.

jueves, 23 de abril de 2009

LEER, QUE ALGO QUEDA

Primavera es también la estación de los libros.
Y ahora, cuando tanto se especula y tanto se profetiza sobre su futuro -a veces en un tono catastrofista reprobable- es positivo glosar su valor y su significado en una fecha como la de hoy.
Porque hoy es su día. Aunque días del libro deben ser todos los del año. Todos los días, siquiera tres o cuatro páginas del mismo libro, de cualquier libro.
Fomento de la lectura, hábito de lectura. En eso hay que empeñarse, desde cualquier esfera individual y pública. Inculcar esos valores hasta hacer penetrante en el intelecto el beneficio de leer, para enriquecerlo. Para imaginar e interpretar, que son cualidades añadidas.
Leer, que algo queda. Aunque parezca simplón.
Como un regalo, como un instrumento de trabajo, como una necesidad. Acompañado de una rosa. O de cualquier otro detalle.
Este autor, este impacto, esta consagración, este premiado, esta consagración, este descubrimiento... Y hasta releer, que también es positivo.
23 de abril: el libro que se resiste a fenecer.
Leer, que algo queda.

lunes, 20 de abril de 2009

IGUAL A BRONCA

A estas alturas empieza a latir que la presente es una legislatura perdida en la Comunidad Autónoma de Canarias. Falta conocer la suerte que al final correrá la propuesta socialista de revisar nuestro controvertido sistema electoral, de lo poco novedoso y atrayente que cabe registrar en el diario de sesiones, pero la escasa producción legislativa y lo poco que parece interesar la fiscalización de la acción del gobierno, por no mencionar los tediosos debates (el de la nacionalidad, por ejemplo), hacen que vaya enquistándose una sensación de abulia, de hastío y hasta de inutilidad. Preocupante.

Lo malo es que durante este período, tan plagado de contradicciones e incapacidades políticas, al Parlamento de Canarias se le va identificando con bronca. Algunos acontecimientos recientes, que se unen a singulares episodios anteriores, han hecho que los tambores de la crispación, del encono político, resuenen en la cámara legislativa.

Para los que tenemos conceptuado el Parlamento como idea general de la máxima expresión político-democrática, duele escribir sobre hechos que desvirtúan el relieve del foro, su actividad misma, la proyección que anida en la ciudadanía cuando lee manifestaciones tendentes a la descalificación o cuando contempla imágenes impropias de una democracia madura. Quizá el problema sea justamente ese: que la democracia no ha evolucionado lo suficiente, lo que se esperaba. O que la repetición de verbos y personajes, la falta de materias y resoluciones prácticas que interesen de verdad a la población, hayan anquilosado de tal manera a la cámara que su funcionamiento apenas trascienda por hechos positivos y productivos.

Duele porque parece que se está abonando el terreno de quienes no creen en el parlamentarismo o de quienes tienen escasa fe o han ido perdiéndola en cuanto al desenvolvimiento del sistema institucional. Y también porque se respeta mucho la condición de representantes de la voluntad popular, entre quienes hay muchos amigos y compañeros y a los que se quisiera ver en la discrepancia ideológica, programática y dialéctica de la forma más constructiva y elegante.

Pero Parlamento igual a bronca. Malo. Algunos hechos de esta legislatura lo ponen de relieve. Y encima, se ha extendido -no muy justamente- la mala fama de que sus señorías trabajan poco y lo ganan muy bien. Los que acusaban a Juan Fernando López Aguilar de ser el inspirador de un clima tenso, tirante, enfrentadizo y crispador, habrán tenido que callar al haber escogido éste otros destinos y al haber contrastado que otros parlamentarios no le han ido a la zaga a la hora de sustantivar y adjetivar la actuación política de adversarios. O sea, que López no tenía la exclusiva.

Que se lo pregunten a Miguel Cabrera Pérez-Camacho, en verso o en prosa, que él domina -con enjundiosa capacidad memorística acreedora de mejor causa- cualquier estilo. Pero el estigma de la procacidad ha quedado ahí, a la espera de que el papel asignado, esto es, revitalizar la producción política de su grupo, frenar las invectivas destinadas a su jefe de filas y contentar al socio de gobierno que, de esta forma, visualizará cómo y satisfecho el enfrentamiento entre socialistas y populares extensivo a otros niveles, el papel, decíamos, sea interpretado a plena satisfacción pues virtudes no le faltan y hasta desaprovechadas parecían.

La espantada del Grupo Parlamentario Socialista de la última sesión tampoco es una estampa edificante. Hay otras formas de protestar, de expresar la disconformidad. En las instituciones se está para defender lo que proceda, exprimiendo el reglamento, y para aguantar la intemerata, aunque disgusten, contraríen y eleven a insoportables los niveles de irrespeto y desconsideración. O de pusilánime dirección. Que los hay.

Se habrán dicho qué es una raya más para el tigre de la bronca pero debieron imaginar otra fórmula -y no faltan experimentados parlamentarios para hacerlo- que significara no abonarse a la bronca y acreditara la decencia del estilo y las formas, tan necesaria y tan ansiada en la política de nuestros días. Que se lo piensen para desmarcarse y no seguir mermando el prestigio de la institución.

sábado, 18 de abril de 2009

ABRIL DEL 79

Abril de 1979 fue un mes extraordinario para la política española, entonces en plena transición hacia la democracia. Se avanzaba a ritmo electoral. Primero, unas legislativas en junio de 1977, de las que salen unas Cortes constituyentes. Después, diciembre de 1978, referéndum para darnos la Constitución. Febrero de 1979 de nuevo, elecciones generales.
El nuevo mapa político estaba incompleto sin el auténtico germen democrático: el germen municipalista. Se trataba de democratizar a los ayuntamientos después de casi cuatro décadas de régimen dictatorial. Otra campaña, fichajes, incorporaciones, siglas a granel, el tardofranquismo, los radicales, formación apresurada, inexperiencia… Pero, sobre todo, entusiasmo e ilusión. Con la perspectiva de tres décadas, en la memoria no se almacena una etapa tan elevada de esos factores.
Y ahí esperaba abril. Fue, desde luego, una primavera floreciente. Primero, con las elecciones celebradas el día 3. Resultados para todos los gustos, las primeras mayorías absolutas. Muchos jóvenes, rostros nuevos, las primeras mujeres… En España, en general, el triunfo de las izquierdas, de las formaciones progresistas. Fue el primer aviso serio para la Unión de Centro Democrático (UCD), con Adolfo Suárez en la presidencia del Gobierno.
Después, con la elección de alcaldes propiamente dicha, señalada para el sábado 19. Nervios, miradas de confianza y también de recelo, expectativas, revisión hasta la extenuación de los pasos que había que dar, repaso de la fórmula de promesa o juramento de la Constitución, preparación de los espacios donde tendría lugar la ceremonia (alguno de ellos, infame, por cierto: Puerto de la Cruz hubo de hacerlo en un pasillo de su casa consistorial), funcionarios que también experimentaban y repasaban la normativa, representantes de medios de comunicación sin saber muy bien qué hacer o cómo registrar el acontecimiento, familiares a caballo entre la esperanza y la inquietud, masas de población agolpándose en las plazas o en el exterior de los ayuntamientos para contrastar los resultados y para vitorear a los ganadores… Una larga carrera política se iniciaba en aquellos momentos.
Era el arranque, en efecto, del municipalismo democrático al que se habían incorporado profesionales de toda condición, empresarios y hasta algunos herederos del franquismo que seguían ostentando su condición de regidores. Quedó dicho: mucha inexperiencia. Una parte de los nuevos ediles no había tenido más contacto con la política que el margen permitido al entonces denominado movimiento vecinal.
Todos llegaron a la escuela, a la escuela del municipalismo, al nivel básico de la política, donde tendrían que aprender deprisa. Ni un día que perder. Había tanto por hacer. En algunos ayuntamientos, ni prestaban los servicios básicos de suministros. Fue un alivio, para entrantes y salientes, una especie de condonación de deuda aprobada por el Gobierno de Suárez. Pero muchos partían de cero y había que reformar estructuras (democratizar, en definitiva) además de propiciar fórmulas de financiación.
Se trataba, en efecto, de poner los cimientos. La ciudadanía, los vecinos, fueron reaccionando paulatinamente hasta darse cuenta de que un gran cambio se operaba en sus vidas, en la del pueblo o de la ciudad. Lo local empezaba a ponerse de moda. Todo empezó en aquel floreciente abril del 79.
(Esta entrada quiere ser un homenaje a todos los ediles de aquel primer mandato municipalista, 1979-83. A todos los que se esforzaron y se esmeraron, a los que trabajaron gratis, a los que renunciaron a sus ocupaciones para dedicarse a la política, a los que acreditaron su amor por el pueblo donde nacieron o residían.
En el Puerto de la Cruz: Francisco Afonso+, Félix Real, José Vicente Hernández, Nicolás López+, Domingo Perera, Cristóbal Díaz, Antonio Ortiz, Manuel Martín, Antonio Méndez+, Elsie Ribal, Alberto Cabo+, Antonio Viera+, del grupo PSOE. Celestino Padrón+, Elfidio García, Salvador González, Julián Rodríguez+, Dora García y Francisco Delgado, del grupo UCD. Y Felipe Machado, José Antonio Marrero y Alcides Díaz+, de la Agrupación Independiente Portuense (AIP). A todos, el respeto, el recuerdo y la gratitud).

viernes, 17 de abril de 2009

OTRA OPORTUNIDAD PERDIDA

Es interesante escuchar testimonios de empresarios en plena crisis, sobre todo, los de aquellos que, ya con experiencia, son capaces de diagnosticar con sensatez y confesar públicamente algunos hechos. Y aunque a la hora de aportar soluciones o alternativas son menos valientes o suelen refugiarse en lugares comunes, esa palabra empresarial interesa, sobre todo ahora, cuando no hay que resignarse sino estrujar la imaginación y propiciar o hallar oportunidades allí donde el callejón se estrecha.
Es el caso de Alberto Cabré, ex presidente de la Confederación Canaria de Empresarios y del Círculo de Empresarios de Gran Canaria, desde la tribuna de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de la capital grancanaria, cuando en su análisis de la situación, y ciñéndose al ámbito turístico, asegura que hemos dejado pasar el tren de la formación profesional.
No sólo porque el desarrollo del sector no ha estado adecuadamente acompasado con el sistema educativo propio y sus reformas sino porque no nos hemos hecho físicamente con la sede por antonomasia. "¿Por qué Lausanne? ¿Por qué Cornell? ¿Y por qué no Canarias?", se preguntaba Cabré, aludiendo a la importancia del destino turístico de las islas, sin duda uno de los más relevantes en el concierto mundial.
Luego, en sus propias palabras, afloraba el contrasentido pues surgen las limitaciones en el mercado laboral y hasta las dudas para la competitividad y la productividad. Y en el turismo, se ha demostrado, la formación profesional resulta primordial no ya para mantener el puesto sino para todo. "Disponemos de la generación de canarios mejor preparados, pero deben ser más emprendedores, no depender tanto por cuenta ajena... Y, lastimosamente, muchos se tienen que marchar", decía.
Rango universitario de los estudios, hoteles-escuela, centros privados, formación a distancia, programas de todo tipo, recursos inversores... Las opciones no han faltado pero la identificación con un núcleo del nivel de los citados es ya un sueño, una aspiración inalcanzable.
Otra oportunidad perdida.

miércoles, 15 de abril de 2009

ESTAMPA DE ABANDONO

La estampa produce un efecto desconsolador, la verdad.
Parecen los restos de una etapa de opulencia tecnológica, de la sociedad que se sigue llamando de la información.
Es una estampa para contrastar, una vez más, las desigualdades, los descuidos, la desidia y hasta las inversiones improductivas.
La estampa es esa: terminales de ordenador, pantallas y monitores esparcidos o amontonados, a veces hasta rendidos completamente sobre el suelo. En una dependencia, a menudo en cualquier pasilllo. Más o menos visibles.
Los contrastes: en algunos lugares se aspira o se habla ya de un ordenador por alumno y en otros aparecen como inservibles. En muchos sitios apenas se sabe lo que es la computadora, incluso hasta están prohibidos determinados usos de la misma, y en otros se tira o se abandona. En casi todas partes se necesita, hasta se suspira por ella. Y en otras aguarda unos brazos amigos que se compadezcan y la trasladen a algún espacio con la esperanza de reutilización o de reciclaje.
El desconsuelo de la estampa es mayor cuando de la Administración se trata. Hoy en día, cuando ya es impensable el trabajo burocrático sin estos aparatos, resulta deprimente comprobar que hay recursos desperdiciados, por mucho jugo que le hayan sacado a las máquinas durante su etapa vital. En ayuntamientos o en organismos públicos, donde se registra la realidad del abandono, donde se acumula el polvo, la realidad es más doliente.
Cuánto dinero malgastado, cuántas oportunidades perdidas, cuánta tecnología desaprovechada, cuántas necesidades aún por satisfacer...
A ver si alguien se apiada. A ver si alguien inicia una campaña de recuperación. Lo que sea para acabar con esa estampa.

martes, 14 de abril de 2009

UN TRASCENDENTE 7J


Los estudios de opinión que se vienen publicando en torno a las elecciones europeas del próximo 7 de junio confirman tendencias: son unos comicios aptos para castigar a los partidos gubernamentales o para abstenerse. Hay quien todavía cree que Europa queda lejos o que esto poco importa porque poco van a variar las cosas gane quien gane, pero tales consideraciones son erróneas o meras y débiles excusas: estamos ante una convocatoria de notable trascendencia dadas las circunstancias de recesión y otros factores que concurren en los países de la Unión Europea, lo que obliga a los ciudadanos a escoger, a posicionarse con claridad ante los dos modelos que se les ofrece: el conservador, fiándolo todo al mercado; y el progresista, más abierto a la solidaridad interinstitucional y a la solución conjunta de los problemas.
En Canarias se redujo considerablemente desde hace tiempo el debate comunitario, el debate unioeuropeísta, si se admite el vocablo, prácticamente ceñido al proteccionismo de nuestros cultivos, a algunas reivindicaciones, al mantenimiento del estatus, a la presencia en foros y organismos y a la defensa aislada y ocasional de las llamadas especificidades. Hasta los eurodiputados dejaron de interesar, mediáticamente hablando, y bastante han hecho con mantener alguna colaboración periodística o aparecer periódicamente en alguna tertulia televisiva, donde, por cierto, habrían de guiar al informador o moderador de turno, dados sus limitados elementos de información y conocimiento. Esta especie de vacío si acaso ha quedado compensado con la respetable y activa acción que vienen desarrollando colectivos y organismos, sociales y hasta científicos, que ven en las instituciones europeas la última esperanza de resolver contenciosos y de evitar decisiones que consideran dañinas o perjudiciales para el interés general. Han tenido que recurrir, en ese sentido, a algunos eurodiputados de grupos minoritarios para apoyar sus denuncias y para que se hicieran eco de las mismas.
Todo lo anterior no abona la tesis de la lejanía o de la indolencia ante el próximo 7-J. Al contrario: la Unión Europea representa un vínculo fundamental para Canarias en la época de la globalización y también de las incertidumbres, que no son pocas. Porque la recesión se traduce en índices crecientes de desempleo, en el aumento del coste de los alimentos, en el menor poder adquisitivo y en los mayores riesgos de pobreza. Si a estos hechos unimos otros a los que las islas no son ajenas como el cambio climático, las migraciones y la seguridad, nos encontramos con que es necesario afrontar políticas sensibles y globales o comunes para superar los desequilibrios y los problemas que van proliferando.
Para colmo, la crisis financiera prácticamente universal ha desnudado las debilidades de un mercado no regulado. La peor crisis crediticia que se ha conocido desde las primeras décadas del siglo pasado y el aumento de los precios de la energía y de los sustentos alimentarios obligan a medidas proactivas de transformación de la economía -a ver si se entiende de una vez que las inversiones en áreas prioritarios son decisivas-, vertebradas en torno a un eficaz sistema de cooperación. Tan eficaz como que la ciudadanía de las islas palpe eso de que la crisis conlleva también oportunidades.
De ahí la importancia de promover y gestionar, desde el Parlamento Europeo y desde todos los núcleos de decisión de las instituciones, una mejor cooperación para lograr que la globalización beneficie al conjunto de la población, sobre todo aquella que presente niveles más bajos de desarrollo o se vea afectada por factores como la lejanía, la insularidad y la fragilidad de sus estructuras productivas. Ojalá que esta crisis marque el final de una era de mercados mal regulados. Menos egoísmo, menos individualismo; más solidaridad, mejor aprovechamiento de la economía social de mercado en la que hay que seguir creyendo y trabajando.
Por eso, que nadie piense que lo del 7-J, en Canarias, es para desentenderse. Porque hay mucho en liza y tal como están las cosas, decantarse por un modelo o una concepción de cómo afrontar el futuro, es trascendente.

lunes, 13 de abril de 2009

ANONIMATO Y MENSAJES

Los hay de todo tipo. En foros de diarios digitales, en programas televisivos. En la inmensa mayoría de los casos, anónimos y nombres supuestos o falsos. También seudónimos. La empresa propietaria o editora lo explicita: no se hace responsable de las opiniones, de los contenidos que aparecen.

Y claro, así las cosas, desde el anonimato es fácil insultar, vejar, injuriar y calumniar. Porque hay una sensación de impunidad absoluta. ¿Quién se va a preocupar de identificar? ¿Quién se mete en pleitos judiciales? ¿Quién, siendo destinatario de los improperios, está dispuesto a que sus representantes legales se pierdan en procedimientos que, entre otras cosas, van a contar con una dificultad inicial muy importante como es la casi segura imposibilidad de disponer de los elementos de prueba?
En algunas emisoras locales de televisión, el asunto desborda todos los límites imaginables. Es facilísimo atribuir un hecho a alguien que no lo realizó. Es moneda corriente calificar como delincuente, con nombre y apellidos, a quien ni siquiera está denunciado. Y claro, si los propietarios de la emisora o algunos telepredicadores a sus órdenes, recibiendo instrucciones, fomentan con un lenguaje tabernario a los espectadores y les incitan, pues el resultado es el que fácilmente se imaginan. Encima, muy prestos y diligentes, invocarán la libertad de expresión.
Hay que regular, dirá el lector, y en esas se está, aunque no será fácil. Por los vacíos legales y por la inmensidad del universo mediático y cibernético. Al tratar la evolución de la comunicación en nuestro modelo constitucional en ocasión del 30 aniversario de la Cartamagna, ya advertimos que Internet cuenta con una capacidad incontrolada de difusión que lo convierte en una herramienta potentísima a la hora de difundir tanto las noticias como los bulos, las adulaciones, los infundios y las injurias. O sea, una auténtica perversión. Y como los daños de opinión nunca pueden ser reparados pues… más difícil todavía.
En lo que concierne a los comentarios o frases de los lectores y telespectadores, la cantidad de mentiras, acusaciones e injurias que se vierte es inversamente proporcional a cualquier acción legal que no suponga, como quedó dicho, un camino muy tortuoso pues los autores no tienen la necesidad de identificarse y el medio no se hace responsable.La lucha contra el anonimato es uno de los valores en el ejercicio del buen periodismo. Ninguna opinión debe ser admitida en una redacción o en un programa cara al público si no se sabe quién la ha enviado, al igual que las cartas al director, a las que incluso se les corrige las faltas de ortografía.
Por eso, cabe reafirmarse: el periodismo, como cualquier otra profesión, lleva aparejado unas obligaciones éticas. Periodismo es verificación, contraste de fuentes, capacidad de relacionar los antecedentes con las consecuencias, dar oportunidad de defenderse… Hay que hacer todos los esfuerzos posibles por recuperar esos valores.Lo demás es zaherir, bazofia, abuso, materia deleznable. Así que si usted se ve afectado por uno de esos mensajes anónimos, déjelo, no haga caso, salvo que sea una cuestión de honor y ahí sí es verdad que se respeta la iniciativa. Pero siga el consejo: ni lo comente con sus íntimos. Que se evapore. Que pase al territorio del olvido. Y que con su pan se lo coman los desalmados.
(Publicado en el número 11, abril, de la revista TANGENTES)

jueves, 9 de abril de 2009

MARI TRINI, TODO SENTIMIENTOS

A principios de los años 80, cuando nos tocó presentar "Galas OTA", una iniciativa del 'turoperador' Club de Vacaciones, tuvimos oportunidad de introducir su actuación en la desaparecida sala "Andrómeda", del complejo "Isla del Lago". No había sido la primera suya en Tenerife: en las galas de elección de reina de las fiestas de varios pueblos fue posible verla en directo, cantando con peculiar estilo, exprimiendo su voz, manejando la escena con austeridad.
Mari Trini fue una de las grandes. Cosechó éxitos, uno tras otro, de la mano de Mariní Callejo. La sobriedad caracterizaba su desempeño. "Un hombre marchó", "Algo así", "Cuando la lluvia cae", "Amores", "Una estrella en el jardín", "Yo no soy esa", "Ayúdala"... algunos títulos de su vasta discografía, llena de baladas, de melancolía, de nostalgia, de amor y desamor.
Fue una intérprete singular que poco a poco fue cediendo ante el empuje de cantantes más jóvenes y de las nuevas tendencias.
Sobrellevó su enfermedad en la intimidad, con plena reserva, como si no quisiera extender el dolor y la desazón.
Nos queda su voz, su música, sus canciones... La recordaremos siempre. Y en su memoria, esta entrega, tan llena de sentimientos pasados, presentes y futuros, a la que se accede con sólo pinchar en:

miércoles, 8 de abril de 2009

RESISTE FIDELA, RESISTE

Fidela Velázquez es la concejala portavoz socialista en el Ayuntamiento de San Juan de la Rambla. Antes fue consejera del Cabildo Insular de Tenerife donde, con toda dignidad, defendió las posiciones de su grupo en circunstancias, además, poco gratificantes.

Docente vocacional, ejemplo de compromiso y de entrega en su respetable profesión que ejerce con toda dignidad, Fidela parece nacida para sufrir en política, a poco que se repase su trayectoria. Bien pertrechada ideológicamente, muy juiciosa en cada debate que ha afrontado, defensora de causas nobles, una firme mesura caracteriza la defensa de sus postulados y planteamientos públicos.

Pero lo mejor de Fidela Velázquez es su resistencia. No han podido con ella quienes desde posiciones de poder político han tratado de señalarla como malvada o de marginarla. Lejos de arrugarse ante las injusticias, ante los incumplimientos de normativa, ante los caprichos y abusos de poder, la portavoz socialista ha sabido no descomponerse ni desanimarse.

Como tampoco se ha arrugado ante los pretendidamente humillantes vejámenes que desde hace algún tiempo, según cuentan, viene recibiendo de una televisión local.

Fidela es una demócrata convencida y practicante. Por eso ha sabido ganarse el respeto y la estima de quienes la vemos aguantar estoicamente, en silencio, con auténtico espíritu feminista. Ante las incomprensiones y los reveses, la concejala ramblera se ha propuesto, sencillamente, llevar cordura a los plenos de su Ayuntamiento y transmitir a sus vecinos un planteamiento de sosiego tan necesario para apaciguar ánimos y desarmar a quienes insultan y denigran.

Fidela Velázquez resiste. Si la critican por defender su programa electoral, por cumplir con el mandato popular que recibió, por querer acabar con los abusos, por exponer una visión diferente de la realidad, por estar al lado de sus gentes, por soportar tantas vejaciones, por su probada honestidad… es porque reúne cualidades que el pueblo sabrá reconocer en su día. Entonces callarán los déspotas y los insensatos.

Así que resiste Fidela, resiste.

martes, 7 de abril de 2009

INSIGNIA PARA ANSALPE

Lo que es: un gentleman. En la vida. Y del periodismo.
Serio, metódico, pausado, riguroso. Cuesta aceptar que bajo la piel del experto contable o del profesor mercantil, estuviera el amante del pugilismo. Pero allí, en las primeras filas, para no perderse detalle, haciendo abstracción del griterío, gesto adusto, imperturbable, siempre bien abrigado, junto a la fiel Luisa que, de vez en cuando, cerraba los ojos para no compartir el sufrimiento de uno o de los dos contendientes, siempre escudriñaba el combate. Tomaba notas entre asalto y asalto. Algún comentario con algún conocido o algún anónimo. Daba igual que hubiera o no título en juego, los pesos de los pugilistas, la categoría de la pelea. La luz del ring alumbraba siempre su visión y su compromiso.
En Canarias, en su especialidad, el mejor. Sin lugar a dudas. Antonio Salgado Pérez, Ansalpe, el seudónimo que le acompañara en infinidad de colaboraciones periodísticas.
Le conocimos -aunque ya entonces le leíamos- en unos ya muy lejanos Campeonatos de España de Aficionados (años 70), en el parque San Francisco. Es probable que no lo recuerde pero esa noche hicimos pinitos de comentarista con el primer video que llegó a Canarias, propiedad de un empresario alemán. Cuando posteriormente en la casa de éste vimos la reproducción de las imágenes, aún en blanco y negro, todos nos sorprendimos. Y Ansalpe dictó sentencia:
-Desde luego, con este aparato, se podrán evitar muchas decisiones injustas y muchos fraudes. Por fin, veremos los golpes repetidos.
A partir de aquella cita, seguimos aún con más interés su crónica. Y contrastamos telefónicamente, en larguísimas conversaciones, sus juicios sobre cualquier combate televisado. Eran los años del auge boxístico, con el tiempo mermado por aquellas sórdidas entretelas que él se resistía a reconocer y por algún accidente desgraciado que puso en guardia -nunca mejor empleado- a las autoridades y a los políticos.
Antonio cantó las excelencias de Sombrita. Se emocionó con Barrera Corpas. Se rindió a Miguel Velázquez. Y se encandiló con Marichal, el último gran ídolo de la afición tinerfeña que llenaba la plaza de toros, el pabellón de deportes y otros recintos insulares a donde él siempre acudía con solícito afán de plasmar las vivencias del pugilismo. Y aunque la transmisión televisiva de alguno de los grandes duelos fuera a horas intempestivas, ahí se quedaba para contarlo después.
Ansalpe escribe de boxeo como los ángeles. En serio. Sin exagerar. Que se lo pregunten a Fernando Vadillo, a Julio César Iglesias, a Vicente Carreño, los grandes maestros, las plumas más admiradas de esta disciplina. El relato descriptivo de un combate, construido sobre metáforas tan cautivadoras como certeras, fue siempre un ejercicio atrayente que practicó con solvencia. Siempre aguardábamos la entrega siguiente.
Admirador de todo lo británico, es autor de un libro que recoge muy bien las vivencias de los canarios en el Reino Unido. Y si mal no recordamos, hay un opúsculo suyo sobre las primeras experiencias con el fluido eléctrico en la isla. La fábrica de gas -¿te acuerdas, Antonio?- y los años en que el progreso se resistía.
La Asociación de la Prensa Deportiva de Tenerife le acaba de conceder la insignia de oro. Sólo tenemos que congratularnos de este hecho que viene a reconocer una dedicación específica y una calidad como pocas en la escritura deportiva.
Un dorado para un gentleman. Enhorabuena, amigo.
-¡Salud y deporte!, su frase favorita.

lunes, 6 de abril de 2009

MEDINA ORTEGA

Ahora que ya hay confirmaciones periodísticas de que no va a continuar y antes de que la vorágine de la campaña nos envuelva, glosemos la contribución del lanzaroteño Manuel Medina Ortega a la política canaria, hecha en el primero de los foros políticos: el Parlamento Europeo.
De éste se despide después de haber accedido a un escaño en 1986, cuando se completaba, de alguna manera, la plena incorporación de España a la entonces denominada Comunidad Económica Europea. Medina tenía el perfil idóneo: había ejercido como catedrático de derecho Internacional en la universidad de La Laguna, de la que fue vicerrector, y después anduvo enseñando en la Complutense desde la cátedra de Relaciones Internacionales.
Con dotes de diplomático, Felipe González entendió muy bien que los asuntos de Canarias que habrían de negociarse y debatirse en el Parlamento Europeo (PE) iban a tener en Medina Ortega un adalid de primer nivel. Serio, caballeroso, riguroso, realista, respetado… el profesor Medina tenía el suficiente predicamento y gozaba de la necesaria confianza política como para afrontar la interlocución ante las autoridades comunitarias.
A medida que crecía su prestigio en la eurocámara, se desenvolvía en las entretelas de los debates y de las negociaciones con permanente motivación y con clara voluntad de aportar resultados prácticos. Desde aquella modalidad de integración de Canarias en las estructuras comunitarias de la primera legislatura autonómica, desde aquel célebre Protocolo II hasta nuestros días, con la actual configuración de la Unión Europea (UE) y el tratamiento específico de la ultraperificidad en los tratados y acuerdos suscritos, Manuel Medina ha sido un valedor esencial de los intereses canarios en Bruselas y Estrasburgo.
Medina trabajó con denuedo a favor del sector primario canario, de la salvaguardia de la comercialización de plátanos y tomates producidos en las islas, del proteccionismo de nuestra flota pesquera… Y también del sector servicios, consciente de lo representa el turismo en nuestro producto interior.
Con Medina Ortega -y con otros eurodiputados canarios, desde luego- fue posible familiarizarse con siglas como PAC, REGIS, INTERREG y POSEI. Siempre estuvo presto para explicar una asignatura que parecía -y de hecho lo es- complicada: la estructura y el funcionamiento de la Unión Europea (UE). Por eso, siempre se prestó a un ejemplar papel de anfitrión en los viajes que desde su grupo parlamentario se organizaban para conocer in situ las instituciones comunitarias.
Durante más de veintitrés años, Manuel Medina se ha granjeado el aprecio y la consideración de cuantos han contrastado su capacidad. Enemigo de los espectáculos circenses, profesoral más que mitinero, dialogante y transigente, firme en sus convicciones… Fue el presidente y el portavoz de los eurodiputados socialistas. Lo hizo bien. Y Canarias tiene motivos para reconocerle esa aportación, plasmada también en ponencias, monografías y artículos periodísticos, además del blog del que aún sigue siendo titular.
En cierta ocasión, compartimos tribuna en el parque San Francisco con él y con Fernando Morán. Años más tarde, anticiparía los contenidos del programa REGIS en un programa radiofónico que resultó premiado. Siempre atendió cualquier consulta que se le hizo ya desde un menester periodístico ya desde cualquier desempeño político.
Medina Ortega dice adiós desde su escaño europeo. Lo hace conforme a su personalidad, sin alharacas. Para Canarias, ha sido un privilegio. Para quienes le conocemos, sabemos que se ha comportado como un caballero de la política y que ha prestado unos servicios extraordinarios. El tiempo hará justicia a su contribución sin la cual no se entendería, por supuesto, el papel y la evolución de Canarias en el ámbito comunitario.
Loli agradecerá esta retirada. Por fin le tiene en casa.

sábado, 4 de abril de 2009

EL RETORNO DE LA TEMPORADA BAJA

Parece, turísticamente hablando, que volvemos a la estacionalidad, con lo que, una vez más, la historia se repite. Expliquemos que la estacionalidad es el vocablo con que se conoce en el modo de explotación turística el período de tiempo en que la unidad residencial u hotelera deja de funcionar debido, principalmente, a que durante el mismo no hay afluencia de turistas o clientes. Es lo que se llamaba temporada baja.
Así se trabajó hace décadas hasta que la estacionalidad se evaporó por sí misma, con toda naturalidad, al nutrir los mercados emisores todos los meses del año, un factor más para el crecimiento empresarial y la estabilidad laboral.
Eran uno o dos meses, todo lo más, el tiempo en que el hotel permanecía cerrado, circunstancia que era aprovechada por la propiedad para realizar obras de reparación o tareas de mantenimiento. Los trabajadores tomaban sus vacaciones o firmaban contratos temporales en otros destinos. Ese período de tiempo solía coincidir con los meses preveraniegos, es decir, después de Semana Santa, fechas en las que había exámenes de estudiantes, en Europa ya hacían la declaración de la renta y los funcionarios se preparaban para su descanso estival.
El hecho influye en el conjunto del destino pues si son muchos los establecimientos que cierran durante esa época los mercados y los potenciales clientes lo tienen en cuenta. Paradójicamente, eso debería favorecer, en el sentido de que muchos turistas que huyen precisamente de la masificación y prefieren sosiego y menos mundanal ruido, tienen al alcance una opción válida, a poco que ese destino mantenga unos mínimos de atracción.
La recesión que nos ha tocado vivir en esta primera década del siglo XXI restituye la estacionalidad, aconseja a algunos empresarios a dejar de operar. A fuentes de la patronal hotelera se las escuchado decir que la medida es una alternativa al reiterado descenso de precios que han venido realizando, lo cual repercute en la pérdida de prestigio. De esta conclusión, no se olvide, somos culpables todos, empezando por quienes han malbaratado los precios o no han sabido dar con fórmulas que permitieran combatir los planteamientos de los ‘turoperadores’ cuyo calificativo nos ahorramos para no echar más pimienta al pote en estas circunstancias.
Reaparece pues la temporada baja. O lo que es igual, sobran camas. Al menos, en un par de meses del año. Para un destino como el Puerto de la Cruz, el hecho debe ser analizado con rigor porque, en principio, se trata de un retroceso. Ya están la Administración y la iniciativa privada obligadas a dialogar y poner en marcha alternativas para superar ese vacío. Ya se pueden poner a pensar, un ejemplo, en la idoneidad de convocatorias y acontecimientos en estas fechas que actúen como reclamo, convenientemente programado y proyectado, no quince días antes, estilo compadre y en plan improvisación.
Algo deben hacer antes que aceptar resignadamente este cierre temporal que, por otro lado, no nos engañemos, siempre favorece a unos cuantos, en este caso a los que tienen unidades de explotación en otros núcleos turísticos o en otros destinos. Algo deben hacer porque el destino se resiente y porque la productividad, en su conjunto, merma. Y esto sí que es malo para todos.

viernes, 3 de abril de 2009

UNA FECHA MUNICIPALISTA

Se cumplen hoy treinta años de las primeras elecciones locales tras la dictadura del general Franco. Merece recordarse la ilusión con la que se llegó y se vivió aquel 3 de abril de 1979. Una ilusión distinta, un ánimo participativo estimulado y diferente, unas ganas de sentirse dueño de los propios destinos como jamás antes se habían experimentado. Sin más experiencia de campañas electorales que las vividas en las legislativas de 1977, en el referéndum constitucional del año siguiente y de otras legislativas apenas un mes antes, España, pese a los rescoldos del antiguo régimen, viviía frenéticamente, con entusiasmo, aquellas fechas.
El paso, aquel 3 de abril, era significativo: elegir ayuntamientos democráticos. Casi nada. Decenas de partidos que concurrían. Centenares de candidatos, bisoños en su inmensa mayoría, poco o nada curtidos en lides democráticas, pero dispuestos a prestar servicios en la nueva hora de un país que, por fin, pudo subirse a un tres progreso y avence social.
La izquierda salió airosa de aquella cita en la que los registros de participación eran altísimos. Fue el primer aviso para la UCD y para los agentes conservadores.Per más allá de los resultados de entonces, estaba el significado de aquel paso, de aquella convocatoria que hizo efervescer las ciudades y los pueblos de España. Era unade las primeras pruebas para sabe cómo maduraba la democracia.
Ya nada sería igual en los núcleos de administración local, aquellos que tenían que ser los más cercanos a la ciudadanía, donde mucha gente no entraba o no acudía sencillamente porque tenía miedo o porque no sabía para qué servían.
Se inició entonces un larguísimo proceso de renovación y de reivindicación. Las viejas y obsoletas estrucuras eran un problema de funcionamiento. La condonación de las deudas era vital para que las haciendas municipales pudieran responder en la nueva era. Había que revisar nombres de calles, rehabilitar funcionarios, modernizar servicios... Tanto que hacer. Los plenos adquirieron relieve y trascendencia pública. Las páginas de los periódicos empezaron a entender la importancia de la información local.
Y al frente de instituciones democráticas, representativas de la sobranía popular, alcaldes y concejales en su mayorá inexpertos. Todo lo más, algunos sólo traían el bagaje que habían sumado en las asociaciones vecinales, calificadas entonces como auténticas escuelas de democracia. Algunos aprendieron muy pronto y al cabo de un año ya eran líderes políticos. Otros tuvieron una tarea más dura, como fue la de asimilar y aplicar los cambios en materias como la hacienda y los servicios sociales. Par muchos fue un cambio sustancial en sus vidas: dejaron trabajos, oficios y profesiones para dedicarse de lleno a la política. Y que ésta exigía dedicación.
Fue una etapa inolvidable aque primer mandato municipalista (1979-83). Un tiempo rico en experiencias, en vivencias políticas y sociales. Los ayuntamientos empezaron a ser otros y los ciudadanos entendieron muy bien que ese primer escalón de la política era esencial para cualquier cosa.
Esta entrada quiere ser, en esta fecha, un modesto homenaje a todos aquellos ediles de ese mandato, a los que la vena municipalista les marcó una parte de sus vidas. A todos aquellos que trabajaron con denuedo por su barrio, por su pueblo y por su ciudad. Cada quien, a su manera; pero todos con ganas y con un entusiasmo que hoy, sinceramente, se echa de menos.

jueves, 2 de abril de 2009

DEUDA MUNICIPAL

Otro indicador de la crisis. Por aquello de la cercanía administrativa, no debe pasar inadvertido: los municipios canarios adeudan 718 millones de euros, según datos facilitados por el Ministerio de Economía y Hacienda.
Hemos sabido, personal y directamente, lo que son las penurias en la administración local. Lo de menos son los cálculos presupuestarios. Lo difícil es que funcionen los mecanismos recaudatorios y que la participación en los ingresos se haga regularmente. Lo difícil es que no merme mucho la liquidez, que no haya tensiones de tesorería, dicho en lenguaje económico-financiero.
Y esas penurias las padece el administrado: el particular, el proveedor, el empresario, da igual su tamaño. Un Ayuntamiento debe hacer frente a sus obligaciones y para el alcalde o para el concejal-delegado es esencial -y acertar- la prioridad de pagos. O lo que es igual: con escasos recursos poder atender a quienes demandan una solución para lo suyo -el pago, en definitiva- en el plazo más breve posible. Difícil y casi inalcanzable consecución.
Ahora, cuando la luz en el túnel de la recesión sólo se atisba en declaraciones voluntaristas, el índice deudor de los ayuntamientos canarios viene a reflejar también las carencias y las limitaciones. Con una conclusión muy sencilla: con menos recursos, menos posibilidades de cumplir con todas las obligaciones. Y otra: las tasas de endeudamiento no pueden crecer indefinididamente. Más: es una irresponsabilidad aplicar aquello de sigamos gastando y el que venga detrás, que arree.
La deuda municipal canaria, pues, debe preocupar. Sanearla, ahora mismo, una asignatura complicada.
ADIOS A SANTIAGO ESTEVEZ GONZALEZ
Precisamente, una persona que entendía bastante de estas cosas, Santiago Estévez González dejó de existir en la tarde de ayer. Ejerció como interventor accidental del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz durante varias temporadas. Se preciaba de haber servido a ocho alcaldes. Buena gente, buen profesional, discreto, cumplidor, jugador de baloncesto, cazador federado...
Le encantaba una mesa de negociación. Y como le encantaba dar vueltas a la plaza del Charco, a horas tempranas, al alba, en un sano ejercicio que practicamos juntos para hablar de fútbol, de cacería -su gran afición- y de cosas domésticas.
Conservo en la memoria una frase suya que ahora hago pública. A la mañana siguiente de la jornada electoral de 2003, tras el saludo al comenzar aquel ejercicio, comentó:
-Pierdes las elecciones y vienes como todos los días. Eso te honra pues significa que sigues siendo el mismo.
Descanse en paz.

miércoles, 1 de abril de 2009

CONCORDIA ANTES QUE ENCONO

Está en el despiece, por si alguien había olvidado la fecha. Lo llamaron, durante décadas, día de la victoria, que debe ser escrito, preferiblemente, con minúsculas. Mejor está decir el día del final de la guerra, el día en que acabó la contienda entre españoles.
Hoy, 1 de abril, 70 años después, sigue habiendo testimonios desgarradores, interesantísimos. La guerra incivil -aún recordamos la extrañeza del auditorio cuando empleamos este vocabo en un debate municipalista- sigue generando literatura y reportajes periodísticos. Las imágenes en blanco y negro reflejan la crudeza de aquellos tres años terribles de la historia de España. Sangre, dolor, muerte y represión... El encono, el enfrentamiento entre paisanos y familiares años y años. La proscripción de las libertades. Las secuelas. Sí, la guerra incivil.
Hoy, 1 de abril, 70 años después, socialistas y populares se ponen de acuerdo para iniciar una nueva era en Euzkadi y sólo hay que alegrarse, más allá de coyunturas políticas e ideológicas, que el diálogo y la concordia sienten bases de concordia y de convivencia plural y armónica.
El silbido de las balas y los estampidos de las bombas quedan lejos. El uso de la palabra y las reglas democráticas, felizmente, los han sustituido.
De ahí el deseo. Guerra: nunca, ninguna más.