jueves, 29 de noviembre de 2012

PRESENTE DE INDICATIVO POPULAR


En cualquier informativo, en cualquier cadena, a cualquier hora… hay imágenes espeluznantes. Terribles, durísimas, impactantes…, el adjetivo que quieran. Pero las que han ilustrado un reportaje de Gonzo, en El Intermedio (La Sexta), nos aproximan a un mundo irreal, a un dislate, a una situación que, si no fuera por tales imágenes, dirían que es un montaje, uno más de cuantos circulan indiscriminadamente en los medios para llamar la atención, para alardear, para ganar audiencia, aún a costa de engañar.
En Madrid, capital del Reino, profesores y alumnos de la universidad pública se lanzaron a la calle a impartir y desarrollar las clases. En señal de protesta, claro está, por tanto reajuste y por tantas restricciones.
Había que verles, en un día de ese frío que pela: prendas de abrigo, gorros, bufandas, guantes… Una elemental megafonía y alguna pancarta por todo atrezzo. Sentados en el suelo, o de pie, ante la mirada curiosa e incrédula de los viandantes, escuchando el relato del profesor, tomando apuntes o formulando algún comentario. Materias ‘ad hoc’ de sociología, antropología y ciencia política. Las respuestas de los alumnos consultadas sobre su futuro no podían ser más desalentadoras.
Nadie podrá negar la originalidad de la protesta. En otros sitios, bloquean avenidas o queman contenedores, por decir una estampa que se ha hecho habitual. En varios puntos céntricos de la capital madrileña, estudiantes y profesores, desafiando al frío y a las inclemencias, en condiciones absolutamente inapropiadas, no se resignaban y se resistían a la indiferencia. El aumento de las tasas, la supresión o reducción  de becas, la pérdida de opciones… todas esas cosas, tan del presente de indicativo popular y tan del futuro imperfecto social, desnudaban la cuestión de fondo.
Esta es una parte cruda de la realidad española de nuestros días. Imágenes durísimas: aunque suene demagógico, la enseñanza universitaria pública de nuestro país, por los suelos, por las calles y plazas de Madrid. Para qué preguntarse dónde iremos a parar si lo meritorio es la resistencia y que todavía quede ingenio para rechazar de esa manera medidas gubernamentales que el ministro del ramo se empeña en presentarlas de forma graciosa.
Cuando tales imágenes trasciendan, cuando lleguen a la Unión Europea y a la América hermana, creerán que es un montaje o no se las creerán.
Pero no hay coches volcados ni contenedores atravesados ni mobiliario arrancado ni objetos incendiados: eran catedráticos hablando por un micrófono casero y alumnos grabando en sus móviles o escribiendo apuntes en cuadernos humedecidos. A la vista de todo el mundo.
Un diez para la idea. Otro para el reportaje.
Es la España del presente de indicativo popular. A lo que ha llegado esto.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

TODOS FUIMOS CORRESPONSALES

El número 30 de Periodistas, la revista de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), dedica buena parte de su contenido a la figura del corresponsal, una especie en extinción, titulo genérico de un trabajo muy bien desglosado, con interesantísimos testimonios y puntos de vista que permiten entender perfectamente el papel de quienes han desempeñado una tarea esencial en el conjunto de la comunicación y en el desarrollo de los medios a los que han pertenecido, cuando no al de las ciudades o puntos de la geografía desde donde transmitían sus informaciones.
Hay que diferenciar, naturalmente, entre quienes lo eran de medios o cadenas importantes, de publicaciones de ámbitos nacional o regional y los de ciudades y pueblos. El corresponsal, sobre el papel, era una persona modesta, a menudo con otras ocupaciones profesionales pero que, por vocación y desenvolvimiento, era capaz de prestar unos servicios extraordinarios para hacer llegar la información y hasta para crear hábitos entre los destinatarios de sus mensajes.
Las cosas han cambiado mucho, naturalmente, desde aquella década de los sesenta en que comenzamos a percibir la importancia de la comunicación escrita y audiovisual hasta nuestros días, en que algunas conceptuaciones, especialmente desde el punto de vista tecnológico, son muy distintas. Siempre hubo corresponsales -con el paso del tiempo, empezarían a llamarse delegados o jefes de delegación- y eso, en mayor medida, garantizaba la cobertura de acontecimientos o sucesos salvo que la dimensión de éstos aconsejara la concurrencia de un enviado especial.
En el corresponsal siempre hubo algo de romanticismo y de ternura. Algunos se esforzaban en aprender y otros casi se doctoraron en periodismo. En cualquier caso, debían superar el hándicap de localismo que, con mayor o menor justicia, se tenían atribuido. Era un equilibrio complicado pues, a fin de cuentas, habría de seguir conviviendo en el lugar donde informaba y hasta allí llegaban noticias o pruebas de su quehacer, de sus tendencias y de sus afanes oficialistas, conformistas o críticos.
El corresponsal, ya consolidado, era respetado y empezó a formar parte de cierta grey que accedía a actos públicos y se codeaba en ciertos círculos. Era convocado e invitado. Su presencia era demandada para dar prestancia a cualquier reunión, cualquier visita, cualquier celebración. Y cuando recibía la visita del jefe, o del enviado especial, y se juntaban, era un inevitable introductor y un oportunísimo informador de costumbrismo y valores análogos. Hasta aprovechaba para quejarse del régimen retributivo o de la lentitud y la tardanza con que llegaban los giros. Y no digamos de las dificultades para transmitir: desde las conferencias telefónicas a cobro revertido en viejas centralitas o servicios automatizados pero menos hasta las conexiones más avanzadas y a un clic de nuestros días, pasando por escribir perforando cintas en aquellas dichosas máquinas de telex. Y por el envío del fax. Y por el uso de transportes colectivos -cuyos horarios memorizaban- para poder llegar a tiempo con fotos, rollos y otros materiales. Y por el encargo, más de un favor, a amigos y particulares que se desplazaban hasta la sede principal del medio, muchas veces tomando un avión.
Era gente con nombre y apellidos, que es así como les define Eduardo San Martín, director de Periodistas, en un artículo realista hasta la emotividad. Escribe que “una parte considerable del prestigio de los medios descansaba en su red de corresponsales. Y no solo de los grandes diarios”. El mismo San Martín inserta en su texto la importancia de la oferta informativa “que todavía no había confundido el interés local con el aldeanismo”. Reivindica, en la medida que puede hacerlo salvando las distancias del tiempo y las circunstancias que concurren en la comunicación de nuestros días, la figura de ese corresponsal que ponga su sello personal y sus conocimientos para producir no solo información veraz y de calidad sino aquella alejada de convencionalismos y estandarizaciones. Es lo que llama periodismo con autor. Y el autor es el que pacientemente acumula información, fruto muchas veces de fuentes solventes y seguras que son, a su vez, derivadas de privilegiadas relaciones personales y profesionales.
Para los vocacionales, para los que hemos ejercido como corresponsales, el papel de éstos siempre mereció respeto y admiración. Hasta donde la memoria alcanza, por ejemplo, aquellas intervenciones en serie en “España a las 8”, coordinadas por Victoriano Fernández de Asís que siempre despedía a sus corresponsales nombrando las ciudades donde residían, eran sobresalientes, sobre todo teniendo en cuenta los factores sociopolíticos condicionantes de la época.
Ya metidos, discutíamos quién era mejor, quién aportaba más información en una crónica e dos o tres minutos, si Jesús Hermida o Cirilo Rodríguez.
El Centro Emisor del Atlántico de Radio Nacional de España contó con una estimable red de corresponsales en todas las capitales de islas. Siempre tan puntuales en cada espacio informativo. Así, fue posible conocer cómo José Padrón Machín, en El Hierro, convertía en noticia el asfaltado de un camino rural de apenas un kilómetro. Nos familiarizamos con la voz de Gerardo Jorge Machín, indesmayable en Puerto del Rosario y en toda Fuerteventura. Con ellos, con sus crónicas, desayunábamos y almorzábamos durante una larga época. Fueron quienes primero vertebraron a Canarias con una clara demostración de lo que era el servicio público de una radio.
Durante nuestra estancia en la Cadena de Ondas Populares Españolas (COPE) nos correspondió la gratificante tarea de articular un equipo de corresponsales deportivos que poco a poco demostraron su polivalencia y ahí estuvieron informando de las actividades de todo tipo que se registraban en sus localidades. Siempre ponderé el éxito de audiencia del programa deportivo que coordinamos durante siete años ininterrumpidamente por las aportaciones que suministraban los corresponsales de Radio Popular. Aquellas ruedas informativas, aquellas conexiones sucesivas, inmediatas y con precisión temporal, integradas incluso en programas nacionales, sorteando todo tipo de dificultades técnicas, aquel “Tiempo de juego” y aquellos espacios emitidos con exquisita puntualidad, fueron un modelo radiofónico y una auténtica escuela. Nos cabe la satisfacción de que muchos integrantes de aquella red aún ejercen tareas de responsabilidad o dirección en los medios donde han continuado su labor, donde han acreditado su amor por el medio y donde han abrazado la comunicación entendiendo su dimensión al pie de la letra.
Fuimos, fueron todos corresponsales, dicen que una especie en extinción, por múltiples razones, entre ellas, naturalmente, la cuenta de resultados. Pero quienes han ejercido de tales sabemos que el espíritu y las ganas de cumplir e informar pueden más.
Y lo que es mejor: jamás decaerán.







martes, 27 de noviembre de 2012

ANIVERSARIO DE PASIÓN


En la semana que se cumplía un año del indiscutible triunfo del Partido Popular (PP) en las urnas, casi todos los análisis y balances arrojaban una nota negativa. El hipotético examen concluye con un suspenso, fruto, primero, de un fraude masivo, consistente no sólo en incumplir lo ofertado sino en hacer lo contrario de lo anunciado y programado; y después, de unas medidas de reajuste que se han revelado tan improductivas como impopulares. El Gobierno es contestado por todos lados, incluso desde la propia militancia, a la que cuesta seguir dando la cara y argumentando a favor de la acción del ejecutivo. Sólo los medios afines mantienen, a duras penas y con sesgos profundos, el vuelo alto de la gaviota.
            Fue una semana, además, en la que confluyeron varios hechos que acentuaban el malestar y el tono crítico, no complicados al final por el aplazamiento de la enésima cumbre europea para evitar una fractura inquietante y salvar presupuestos, principalmente las partidas de indispensable ayuda para los territorios ultraperiféricos.
            Empeñado en un más difícil todavía de imprevisibles consecuencias, el Gobierno de Rajoy había logrado una curiosa unanimidad: la de todos las representaciones judiciales y la de todos los operadores jurídicos en torno al rechazo al aumento de las tasas judiciales, el mismo que abre una profunda brecha para administrar justicia, ya claramente divisoria entre ricos y pobres destinatarios. La disconformidad se hizo clamor y habitó hasta en los más recónditos juzgados. Ruiz Gallardón añadió una muesca más a sus controvertidas y contestadas iniciativas en lo que va de legislatura. Para más inri, la chapuza final de los formularios no consensuados con Hacienda que impide la entrada en vigor de la norma, puso de manifiesto que de tantos golpes de decreto alguno se tiene que desviar.
            Lo de Catalunya, si permiten la expresión, es para mear y no echar gota. Un fantasmagórico informe policial sobre presunta financiación irregular del partido o evasión de capitales, que vaya usted a saber, irrumpió en la segunda parte de una campaña electoral donde no se hablaba de paro en una comunidad en la que están registrados más de ochocientos mil desempleados ni del progresivo desmantelamiento de servicios públicos. El desconcierto del ministerio del Interior, la gasolina que echó al fuego con sus declaraciones el ministro de Hacienda y la posición fijada públicamente por un sindicato policial, sin entrar a valorar el concurso del mensajero agraciado por el don de las conspiranoias, en plural, sembraron ese caos de impredecible final. Porque, al margen del resultado electoral de ayer, la bandeja del independentismo versus judicialización doméstica ya está servida. Y nadie sabe qué se sirve primero o cómo influirá la segunda en el devenir de las aspiraciones soberanistas catalanas.
            En estas que el esclarecimiento de la tragedia del Madrid Arena sigue enredándose entre averiguaciones, imágenes, ceses, maniobras para no comparecer y evitar desgastes y una acusada sensación de que al final, nadie fue. La erosión política en las filas populares es evidente y sólo la escala de mando y el consabido respeto, tan recurrible en situaciones próximas al caos, evitará una tormenta de mayores proporciones mientras en el horizonte, no lo perdamos de vista, está la muerte de cuatro jóvenes. Hiela la sangre, después de saberse todas las irregularidades, que pudieron haber sido muchas más las vidas cobradas.
            Iba palpándose la peculiar pasión del primer año triunfal traducido al uso absolutista de la mayoría parlamentaria, cuando The Financial Times, la Biblia de los mercados y del periodismo económico-financiero, colocó a Luis de Guindos en el decimonoveno y último lugar de la clasificación de los ministros europeos del ramo; y cuando presidentes autonómicos populares se atrevían a enseñar públicamente su descontento con algunas medidas gubernamentales de eso que llaman Madrid, Génova o Moncloa.
            Y por si los males fueran pocos, aparece en la escena el ex teniente coronel golpista de la Guardia Civil, Antonio Tejero Molina, denunciando al presidente de la Generalitat y candidato a la relección, ’Arturo’ Mas, por provocación, conspiración y proposición para la sedición. De “continuas y reiteradas pretensiones secesionistas de una parte importante de España como es el Principado de Cataluña”, puede leerse en la demanda. Alguien proveerá. Como ya hiciera en este aniversario de pasión Joan Gaspart, por cierto, ex presidente del F.C. Barcelona y titular de una empresa que iba a participar, diestro para que fuera cancelado un homenaje en Madrid al general Franco. Era la última estación.
            A grandes rasgos, estos eran, en una semana, algunos hechos que amargaban el aniversario del triunfo electoral del PP. Ni de aquel acierto de haber rectificado en verano para que los desempleados siguieran percibiendo una prestación de cuatrocientos euros, se han acordado para endulzarlo.

lunes, 26 de noviembre de 2012

PROTECCIÓN DISMINUIDA

Ha venido Inmaculada Montalbán, presidenta del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), a advertir de los riesgos que corre el efecto protector para las mujeres de la Ley contra la Violencia de Género, en caso de que el Gobierno consume algunas medidas que pretende incluir en la reforma del Código Penal.


Algunos antecedentes de resoluciones judiciales y algunas manifestaciones de cargos públicos han suscitado la preocupación de la magistrada, hasta el punto de que en torno a la conmemoración del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, sus reflexiones son oportunísimas.

Y es que, en efecto, si las condenas por casos de violencia de género se pudieran saldar con una simple multa, como parece que se intenta establecer, estaríamos ante un preocupante retroceso, favorecedor de la propia acción violenta cuyo impacto se quiere minimizar.

La vigente ley, que sepamos, impide esa solución sancionadora y sólo consigna penas de prisión o realización de trabajos sociales. Los más críticos con esta revisión señalan que esta alternativa favorecerá la paradoja de que el hombre no pagaría la multa, de modo que fuese la propia mujer quien la abonase para evitar el embargo de bienes gananciales.

Montalbán apunta también el desacierto que supondría la introducción de la mediación familiar, cuando está especialmente contraindicado en los casos de maltrato y cuando en la misma ley está completamente prohibido. La desaparición de las vejaciones injustas como faltas sería otra de las modificaciones que, de plasmarse, representarían el inquietante retroceso en el efecto protector del que hablamos. Es natural que haya preocupación e inquietud no sólo en organizaciones y asociaciones de mujeres sino en agentes sociales y colectivos profesionales que constatan el carácter regresivo de medidas que, sobre el papel, empeorarían uno de los principales dramas sociales de nuestro tiempo.

Dirán que los principales objetivos de la Ley de Medidas de Protección Integral contra la violencia de género (la primera que aprobó en el año 2004 el primer Gobierno de Rodríguez Zapatero) se mantienen.

Es decir, que se apoya a las víctimas, se persigue a los agresores y se alerta a la sociedad de la necesidad de combatirla sin desmayo; pero la reducción de recursos presupuestarios y la desaparición progresiva de programas de formación y empleo, unida a esas reformas legislativas, indican, precisamente, lo contrario, de modo que los fantasmas de la opresión, del temor ilimitado y los silencios cómplices hacen de nuevo su aparición.

País de pérdidas.



sábado, 24 de noviembre de 2012

SUDANDO TINTA, EL LIBRO DE JAVI


No es muy atinado ni ortodoxo emplear un gerundio en el título pero hasta eso termina convirtiéndose en un reclamo. Realizar un trabajo con mucho esfuerzo es la significación académica de esta locución verbal coloquial que todos hemos utilizado alguna vez y que de la lectura de los cincuenta y dos relatos se desprende porque eso es lo que pretende el autor, aún sin quererlo: indagar en el coste del ejercicio, de la prueba o del rendimiento físico.
            Sudando tinta (Idea Ediciones), que ese es el título del primer libro del doctor Javier González Pérez, prologado con destreza por Juan Moreno, es el reflejo de quien ha querido ver en el deporte su cara interior, de quien ha buscado las respuestas a tantos porqués. El deporte por dentro, el organismo humano a prueba, las reacciones, los estímulos, los contrastes, los miedos, las dudas y las superaciones. No se conforma el autor con las experiencias o los registros, con la evolución de una lesión o con las reacciones del deportista. No se detiene, por tanto, en un lado anecdótico ni en la narración de vivencias de quienes han sido sus pacientes, practicantes o no, profesionales o machacas de amateur puro de todas las edades sino que le echa imaginación a la descripción de horas de consulta y de cuadros clínicos.
            Sudando tinta es, a su modo, el resultado de una profesión ejercida vocacionalmente, del compromiso con la medicina deportiva y de la prestación de ayuda a quien vino a solicitarla. Claro que el autor es un espécimen: el médico al que el espectáculo o el negocio del deporte le trae sin cuidado. Prefirió siempre tratarlo en directo y en el terreno más corto. Cara a cara, lidiando con pacientes de toda condición social e intelectual. A todos trató igual. Con rigor científico. Lo que quería era sanarles y estimularles. Sin alharacas, sin alardes propagandísticos ni efectos estelares. Sus amigos del alma seguro que no se lo hubieran perdonado. Seguro que prefieren el tratamiento destilado con esa sorna ácida que también se adivina en numerosos pasajes de la escritura.
            Buena parte de esa trayectoria ha quedado plasmada en este volumen presentado días pasados en el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC), con lleno de los que no se olvidan, con numerosos amigos y con emociones que no pudo contener, por ejemplo, el presentador de la obra, Juan Carlos Castañeda, aún sacudido por pérdidas familiares registradas en un brevísimo intervalo. Castañeda aprovechó para hacer una reivindicación del periodista deportivo después de desgranar episodios que reflejaban la personalidad del médico metido a escritor, porque seguro que algo más tendrá en cartera, o al menos así lo dio a entender Juan Moreno. El presentador conoce bien al autor: estudiaron juntos, compartieron habitación en período universitario y hasta habrán jugado y corrido en esas prácticas que más o menos son carne de añoranza, siquiera por los ratitos de desconexión y por los reposos posteriores. No se resistieron, por supuesto, a incursionar y pegarse a la Naturaleza, al medio, litoral o senderismo, en el que pusieron a prueba, un suponer, su propia capacidad de resistencia.
            Sudando tinta será bien recibido, incluso entre quienes saben que no hay pretensiones literarias en sus páginas, que se van a leer de un tirón en busca de más y nuevas sensaciones. El libro de Javi, o el libro de Javi el Cura, que ese era el nombrete con que sus compañeros le conocían cuando superaba a defensas y porteros rivales, se dirá en una ciudad y en los círculos del deporte o de la medicina especializada. La que con mucho altruismo, por cierto, también ha ejercido el doctor González Pérez.
            Alguien a quien le gusta sudar tinta y penetrar en las interioridades del ser humano.  

miércoles, 21 de noviembre de 2012

EL OTRO LADO DE LA ALMOHADA


¡Ay Maruja, si fuera tan fácil!
            Tan fácil como esa inversión de la almohada, como ese movimiento buscando el lado fresco, metáfora empleada para hablar del renacimiento del periodismo o de la esperanza de un periodismo renovado, salvable, auto exigente y cualificado como lo hemos soñado y deseado.
            Pero se antoja complicado, Maruja Torres, siempre respetada autora, porque las circunstancias ensombrecen el horizonte hasta eclipsar las esperanzas, en forma de digitales o de nuevos productos. Cierto que queda la capacidad de resistencia y que los roqueros, los últimos, aún siguen afinando como si de teloneros se tratare; pero la precariedad y la incertidumbre son tan grandes que hasta el conservadurismo se ha apoderado hasta de los medianamente optimistas.
            Estará fresco el otro lado de la almohada -y hay que agradecer el alentador mensaje, especialmente por quienes no sólo tienen vocación sino convicciones- pero no basta. La realidad caliente, la que se palpa en el desempleo, en la reducción de retribuciones, en las condiciones precarias y en el riesgo constante de la pérdida del puesto de trabajo, te echa por la borda, con muy escasas opciones de rescate, casi todos los intentos del buen reportaje, de las alternativas y las innovaciones en los tratamientos. Ciertamente, nos hemos vuelto escépticos, hasta los más vocacionales.
            Será que venimos palpando el dolor de compañeras y compañeros cuyos afanes se han llevado los vientos de la crisis imparable. Dolor e impotencia para hacer algo más que la expresión de la solidaridad. Dolor y preocupación a poco que seamos conscientes de lo que significa la degradación de los medios en el contexto de una convivencia democrática que necesita de ellos para mantener unas bases mínimas de libertad y pluralismo. Claro que se necesitan periodismo y periodistas, un clásico ya entre los lemas del gremio y de las tribulaciones que padece. Pero los hechos tozudos -¿te suena?- están en ese lado caliente. Vemos caer gigantes, se tambalean otras poderosas estructuras, desaparecen títulos de toda la vida, se multiplican las redes sociales y el debate sobre el futuro se alarga y se alarga porque el nuevo modelo no cuaja, por muchos multimedia que se tercien.
            Aún así, escépticos por todas estas cosas, Maruja, seguiremos luchando, agradeciendo píldoras estimulantes como las tuyas. Daremos, los que puedan y mientras puedan, vueltas a la almohada, buscando ese lado fresco, los pliegues por incursionar, intentando no desfallecer pero conscientes de que cada día es un auténtico más difícil todavía.

martes, 20 de noviembre de 2012

PLEITOS TENGAS... Y LOS PAGUES


Se acusó al PSOE en su día, cuando los gobiernos de Felipe González, de un abuso de su mayoría parlamentaria. De ésta derivaron acusaciones de prepotencia y soberbia que fueron calando, vaya que sí, hasta desvirtuar el comportamiento político de los socialistas. A duras penas, el talante con que quiso adornar su gestión Rodríguez Zapatero, para contrarrestar precisamente los tics autoritarios y aquellos mismos defectos que lució José María Aznar en la segunda legislatura de su gobierno, sirvió para establecer diferencias, el pretendido otro modo de hacer política. Ya se encargó el derechío mediático de socavar, hasta la liquidación, un elemento de sintonía del gobernante con la ciudadanía.
            Quienes reprobaron a González aquel abuso ahora se refugian en él para hablar de la legitimidad. La legitimidad que nadie discute. Quienes entonces pedían consenso, para equilibrar, para estabilizar el pacto social, para no incurrir en desvíos y abusos de poder, ahora ignoran por completo esos conceptos. Así sobresale el mando antes que el gobierno. Es lo que gusta a la derecha: que se note ese poder, esa capacidad derivada de las urnas infalibles. Se siente y se sabe cómoda. Y si tiene respaldo mediático, miel sobre hojuelas. Que la calle protesta, ya se cansará. El ejemplo más reciente es cómo despachó Mariano Rajoy la valoración sobre la huelga más las concentraciones de la semana pasada: como si la cosa no fuera con él. Prosiga la hoja de ruta, por si alguien tiene dudas.
            De modo que la mayoría absoluta se transfigura en mayoría absolutista. Ahí está la prueba de la nueva Ley de Tasas Judiciales para acreditarlo: se hizo la norma, en efecto, en el Senado, solo con los votos populares. Y es una norma a la que hay que dedicar atención pues contribuye a la ampliación de la brecha de desigualdad que divide desde el pasado año a la sociedad española. Los riesgos de una justicia para ricos y poderosos, para quienes puedan pagarla, y otra para quienes, sin recursos, no están en condiciones de afrontar la financiación de sus procedimientos y contenciosos, son evidentes. Malo que esa brecha crezca precisamente a costa de absolutismos parlamentarios.
            En efecto, la nueva Ley comporta un aumento de las tasas judiciales entre los 50 y los 1.250 euros iniciales que, aplicado a determinados procesos judiciales, significará un notable incremento de miles de euros. Es decir, justicia que no es igual para todos. Lo dice hasta el presidente del Consejo General de la Abogacía: “Esta Ley va a consagrar una justicia para ricos y otra para pobres, impidiendo el acceso a la justicia a jun gran número de ciudadanos”. A esta disconformidad, habría que añadir las de la práctica totalidad de los operadores jurídicos y de los grupos parlamentarios.
            Este nuevo incumplimiento del Partido Popular -¿cuántos en un año de gobierno?- claro que supone una disuasión y una obstaculización para acceder a la justicia en condiciones de igualdad, o lo que es lo mismo, dificulta sobremanera el derecho constitucional a la tutela judicial efectiva. En la actual situación de penurias y desventuras, las personas más desfavorecidas y más vulnerables -aquéllas a las que alguien desde un escaño gritó: ¡que se jodan!- se verán seriamente desprotegidas. Más de lo que estaban, desde luego.
            A este paso, con la nueva Ley, hasta el absolutismo de la mayoría popular terminará cambiando el viejo dicho:
            -Pleitos tengas… y los puedas pagar.

lunes, 19 de noviembre de 2012

RECUPERAR LA SONRISA


Ha dicho Kike Sarasola, presidente de una cadena hotelera que intenta aplicar una particular filosofía de su producto turístico desde la utilización de las redes sociales, mediante la interacción y la introducción de determinadas prácticas, que “se nos ha olvidado sonreír al cliente, agradarle, pague un euro o pague trescientos”. Seguro que muchos empresarios y profesionales veteranos, cuando lean esta afirmación, incidirán en la que fue una cualidad distintiva de la atención en establecimientos hoteleros, restaurantes y comercios en los momentos que el turismo empezaba a alcanzar su velocidad de crucero y a consolidarse como medio de vida de tantas y tantas personas. Como más de uno, al calor de su experiencia, la habrá reivindicado en algún momento de la evolución del sector y de su propia trayectoria, dirán que Sarasola no descubre nada pero que tampoco está de más esa apreciación, sobre todo en tiempos de estrecheces.
            Llama la atención, desde luego, que hable de ello quien, según se ha sabido, se esmera en innovar y modular una oferta a base de aplicaciones tecnológicas vanguardistas, sin olvidar, eso sí, el trato personalizado. El negocio está cambiando, se impone la cualificación, las tendencias son cada vez más determinantes y de ellas derivan exigencias a las que las empresas deben dar adecuadas respuestas para ser competitivas y contribuir a una oferta de conjunto mucho más atractiva. El ‘no’ no existe es uno de los principios funcionales de este promotor que demuestra ser consciente de la importancia de los métodos a aplicar con tal de fidelizar clientes.
            En cualquier caso, ese olvido de la sonrisa como expresión de la amabilidad, cualidad del carácter del isleño que ha trabajado en el turismo, es corregible, a base de formación y de programas específicos que favorezcan la recuperación o el cultivo de un factor primordial. La amabilidad, sinónimo de nobleza cuando se emplea sin falsedades o cuando no se interpreta un papel, permitió suplir las carencias profesionales durante una larga época. Los conocimientos idiomáticos, por ejemplo, eran limitados o inexistentes. Pero existían las sonrisas, los gestos, la predisposición y la prontitud para prestar el servicio que se pedía en una lengua distinta. Todo un capital. Era cuestión de talante y el isleño acreditó el suyo hasta que, por múltiples razones, se desvirtuó o se evaporó, como ha venido a recordar Kike Sarasola haciendo una invitación para que el personal, el que trabaja cara a cara con el cliente, y para que la población, la que convive, la que comparte inquietudes y sensibilidades con el visitante, se conduzca con la amabilidad que tan poco cuesta pero que tantos beneficios puede reportar porque al otro lado siempre habrá alguien que lo valore. Seguro. 

sábado, 17 de noviembre de 2012

SIEMPRE NOS QUEDARÁ LA ESQUINA DE "EL CAPITÁN"


Era como ‘Hyde Park corner’, en Londres, en donde podías subirte a un cajón y lanzar una perorata o un mitin, en el idioma que fuese, ante un babélico auditorio en el que unos sonreían, otros aplaudían, unos cuantos ponían atención y otros seguían su camino por las vías de la capital británica. ‘Hyde Park corner’ era un peculiar lugar de encuentro y de paso en la urbe londinense, una posada de la multiculturalidad, uno de los puntos clave para tomar el pulso de la ciudad, acaso donde la libertad de expresión alcanzaba su cenit.

La esquina del bar “El Capitán” fue el particular ‘Hyde Park corner’ de los portuenses. Fue el mentidero por antonomasia, tan cerca de la plaza del Charco y del cine y del muelle. Allí había una cita diaria. Para hablar de fútbol, pero también de otras cosas que acontecían en la ciudad. Allí fue donde los chicos empezaron a congeniar con los grandes, rompiendo esquemas de cuando no se podía interferir ni participar en las conversaciones de los hombres o de los mayores.

En la esquina, de pie, o en las mesas que suplementaban los locales del bar, se tomaba nota de la quiniela colgada en una pizarra publicitaria gigante donde figuraban los resultados de la jornada. O se formaban corros junto a un transistor para conocer la última hora del partido televisado o los resultados del fútbol regional. Y se discutía largo y tendido después del encuentro disputado en El Peñón, cuando el Puerto Cruz lucía un fútbol que parecía de otra categoría. En aquella esquina desembocaban los vehículos que con aficionados habían acompañado al equipo en el desplazamiento de ese día. Y bajo el balcón o en el zaguán o en una sala de billares próxima a la entrada se refugiaba el personal los días de lluvia.

Un ex árbitro llegó a decir públicamente que él se sentaba allí a escuchar las conversaciones “porque allí aprendía”. Había quien alardeaba de conocimientos balompédicos mientras otro piropeaba a cualquier extranjera que pasaba extrañada ante el vocerío. Los periódicos y las publicaciones circulaban con facilidad. Hasta que durante años se impuso la costumbre de hacer allí la sobremesa escuchando el programa deportivo de moda.
La esquina del bar “El Capitán” fue escenario de abrazos y reconciliaciones, de alegrías post-partidos y de discusiones que se zanjaban sin miramientos. El propietario se asomaba de vez en cuando y se asombraba, casi siempre contrariado pero muy respetuoso. Los camareros actuaban según las peticiones.
 
Fue el particular ‘Hyde Park corner’ de los portuenses que, como otras muchas cosas, desaparecería con el paso del tiempo. Pero aquella, en cierta medida, fue una de las primeras redes sociales. El bar cerró sus puertas. Los habituales siguieron sus respectivos caminos. Y los modos de concentración o de discusión fueron otros. Brotaron otros mentideros. El edificio fue restaurado y albergó uno de esos establecimientos de comida rápida. Pero ya nada fue igual. Ni el ambiente ni las personas.
Todo tiene su ciclo. Aunque a muchos portuenses siempre nos quedará la esquina de “El Capitán”.

lunes, 12 de noviembre de 2012

LA COLISIÓN NO FUE TAN NIMIA


Se dicen, se escriben, se afirman, se leen, se escuchan, se oyen tantas cosas a cualquier hora, en cualquier sitio del panorama mediático y de las redes sociales, que parece hasta ridículo el episodio de la suspensión de la Televisión Canaria de un programa de humor original del grupo “Abubukaka”.
            Que la madre del cordero haya sido una frase o titular (sic) relativo al choque de dos magos como origen de Colisión Canaria, resulta, cuando máximo, chistoso. Con la cantidad de falsedades que circulan como información, y de opiniones sustanciadas sin el más mínimo fundamento o sobre tales falsedades; con el volumen de insultos y descalificaciones que se vierte sin pudor y en la casi absoluta impunidad; con todos los sesgos informativos habidos y por haber, que formara parte de un programa de humor un dicho como el aludido es de lo más natural y hasta un gag o un golpe malo, si nos apuran, que no todos los espectadores hubieran “pillado” y seguro que no hubiera molestado a los propios dirigentes de esa formación política que deben tener ya las espaldas bien adaptadas al aluvión de críticas que por si mismo genera tantos años de ejercicio en el poder político.
            El episodio es tan burdo que los responsables de la RadioTelevisión Canaria deben estar lamentándose no solo de haber tomado la decisión inicial de no emitir, sino la posterior de hacerlo, mediando un comunicado que desborda lo insólito y pone de relieve que toda mala situación tiende a empeorar, sobre todo si se intenta revisarla o corregirla cuando se va a remolque y no hay gasolina argumental. Llevada al pie de la letra la explicación de que “los programas no deben atentar o menospreciar los valores históricos, culturales o lingüísticos”, sólo cabe preguntarse si se aplica el mismo criterio en el resto de la programación del canal autonómico donde hemos visto y escuchado auténticos dislates. Ese respeto y buen gusto exigido a los promotores del espacio, pensando en el espectador, of course, debería ser el norte práctico de todas las producciones y de todas las realizaciones, propias o contratadas. ¿Ha sido un valor permanente? El humor es cosa seria, lo hemos dicho en infinidad de ocasiones, pero frases más gruesas que esa, en todos los órdenes, se han colado sin la más mínima complicación. Y nadie se acuerda de ellas cuando se evaporaron.
            Ahora no. Ahora el canal se ha hecho un flaco favor. Quedará marcado, sin necesidad ninguna, que diría el respetable mago, como un medio donde todo es posible, incluidas la tendenciosidad y la censura.
            A estas alturas…

MANRIQUE, EL ECO


Es cierto que el Puerto de la Cruz le concedió su dorado galardón y que uno de los centros escolares de la ciudad lleva su nombre pero su inmensa obra, especialmente el complejo turístico “Costa Martiánez” (Lago) y playa Jardín, merece un permanente tratamiento de cuidado y mantenimiento si es que queremos entender de verdad lo que es la sostenibilidad, vocablo que cuando César Manrique eclosionaba aún andaba en pañales, y si es que queremos identificarnos con el patrimonio que confiere una personalidad o presumir de él como lo harían en cualquier ciudad del mundo. Eso y la dotación de un museo o similar que recoja hitos y testimonios secuenciados de la creación manriqueña en el municipio. El Consorcio de Rehabilitación Turística, a propósito, tiene recogidas entre sus actuaciones futuras la apertura de un espacio subterráneo en la avenida Colón, en el interior del complejo y sólo hay que congratularse de la iniciativa que promovimos hace ahora diez años.
            Esa es una de las conclusiones obtenidas sobre la marcha del coloquio posterior a la proyección de la película “Taro, el eco de Manrique”, acto convocado por “VecinosxelPuerto” con motivo del vigésimo aniversario de su fallecimiento en jun desgraciado accidente de circulación. Acompañamos a Rafael Díaz, director pedagógico de la Fundación que lleva el nombre del artista lanzaroteño; José Luis Olcina, ingeniero que, junto a Juan Alfredo Amigó,  interpretaba sus sueños y los plasmaba sobre la realidad física; y Juan José Sánchez, profesor universitario comprometido con las causas del ecologismo y el medio ambiente. Intercambiamos criterios en torno a la presión y los límites del territorio, la actitud ética y el abrazo estético, la búsqueda de la excelencia a partir de la intervención apropiada y el respeto sublime a los moldes naturalistas, el rechazo a los especuladores y la destrucción…
            En medio de todo eso estaba Manrique. El eco nos llega ahora, con el largometraje documental cuyo visionado tuvo algunas anomalías técnicas que no mermaron, en todo caso, el excelente acabado de Miguel García Morales y su equipo. Que no se preocupe el director por la amargura: la filmación hubiera hecho honor a cualquiera de la sección oficial de las ediciones del Festival Internacional de Cine Ecológico y de la Naturaleza que contó con carteles anunciadores de César y con sus aportaciones contrastadas con Petra Kelly, la líder de los Verdes alemanes que recaló también en aquella malograda cita cinematográfica.
            En la película queda claro que la de César fue una revolución artística y cultural. En el caso del Puerto de la Cruz transformó una ciudad y dejó un sello indeleble. La otra revolución, la medioambiental, quedó sin completar. A los seguidores faltó el entusiasmo que él lució y puede que  mayor compromiso. Rebelde, díscolo, inconforme, valiente, osado, creador revolucionario… su eco, veinte años después, sigue retumbando.
            

sábado, 10 de noviembre de 2012

EL HOMBRE QUE SIEMPRE QUISO SABER MÁS


Su aparente estado de seriedad permanente apenas disfrazaba el talante desprendido y generoso que acreditaba su personalidad. No digamos el humor, la sorna con que adornaba muchas conversaciones y vivencias. Observador, servicial, atento, humanista… procuraba que nada a su alrededor le fuera ajeno.
            Así era Ignacio Torrents González, un portuense afincado en la Villa de La Orotava, donde casó, funcionario del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, fallecido hace pocas fechas y a quien debemos estas líneas. Pese a esos factores de distancia, Ignacio jamás perdió su condición de portuense. La lucía donde podía, donde le dejaban, donde con orgullo la proclamaba sobre todo a la hora de recordar situaciones y personajes.
            Sin presumir de ella, tenía buena memoria. En ella almacenaba claves de humor local, como heredero de aquel estilo que caracterizó la convivencia durante décadas de un pueblo, con “un mal Círculo de Iriarte, donde cuatro ranilleros hablan de ciencias y arte”. En la posguerra y hasta bien entrados los años cincuenta, en el Puerto de la Cruz de las lenguas, viperinas y de las otras, cuando los celos y las rivalidades personales se libraban a base de versos anónimos que circulaban clandestinamente y cuando el uso de mensajes e indirectas para criticar sustanciaba agudas interpretaciones, Torrents debió añadir a sus asignaturas del peritaje industrial y de la profesión que ejercería el espíritu y el imaginario de un pueblo que abría paso a la modernidad resistiéndose a perder su costumbrismo y sus señas de identidad.
            Ignacio, con el tiempo, se haría periodista, mejor dicho, licenciado en Ciencias de la Información. Su afán por ampliar conocimientos era evidente. Hizo bueno desde luego lo del saber no ocupa lugar. Del peritaje industrial dio el salto, organizado metódicamente como le gustaban las cosas, al mundo de las letras y las ciencias sociales. Y es que tenía vena de escritor. Le apasionaban los medios de comunicación y la lectura. No quedaba acto social, conferencia, exposición o sepelio al que asistiera en el que no comentara una publicación reciente. Y no fue de los que se ancló o refugió en el pasado, precisamente. Lo demostró en varias ocasiones, cuando apareció en las versiones televisivas de la Tertulia Villera que coordinaba Bruno Álvarez. O cuando leyó el pregón de una Semana Santa portuense en el que expuso no sólo creencias sino convicciones de su filosofía de la vida y del mundo.
            Ignacio Torrents González, probo y respetado funcionario municipal, vivió con entusiasmo el retorno y la consolidación de la democracia. Buen conversador y atento a lo que decían terceros, siempre preguntaba por antecedentes familiares de alguien que le presentaban o no conocía lo suficiente. Su vida, a caballo entre La Orotava, el Puerto y Santa Cruz, fue modelo de inquietud social y rectitud familiar.
            Un hombre que siempre quiso saber más. Así será recordado.

viernes, 9 de noviembre de 2012

EN BUSCA DEL DEBATE PERDIDO

Érase una vez un pueblo en el que todo se debatía. Cuando se consumó la reinstauración de la democracia, los hábitos de contrastar ideas, criterios y opiniones -con otros esquemas y otros cauces, naturalmente- hicieron pensar que se avanzaba a buen ritmo y que se maduraba como era deseable. No importaba el desnivel intelectual o de formación e información que lógicamente se daba entre muchos sujetos activos: casi todos expresaban su parecer o rebatían el de terceros. La política, naturalmente, influía poderosamente: eran nuevos tiempos en los que, de alguna forma, se ponía a prueba la inquietud y la sensibilidad ante los problemas del pueblo.


Se debatía, por ejemplo, sobre la presencia en las calles de la policía local, especialmente los fines de semana. Que si era insuficiente, que si no atendía adecuadamente las demandas de la población. Se polemizaba en torno al horario de los espacios polideportivos. Que si no cubría las necesidades de los usuarios. Rompieron el cristal de un colegio y aún no lo han arreglado, fíjate tú, con los riesgos que comporta para el alumnado. Que si el asunto termina siendo objeto de tratamiento en el pleno de la corporación. Y así sucesivamente…

El caso es que esa efervescencia, ese espíritu debatiente, han ido menguando hasta casi desaparecer. Es como, si por ensalmo, se hubieran evaporado las ganas, el ánimo… y, sobre todo, las ideas. Más que otra víctima de la crisis, pues ya se advertían síntomas antes de que ésta se llevara por delante tantas cosas, el debate feneció desvalido, sin que nadie le echara una mano, sin que hubiera un cataplasma de última hora para auxiliarlo y revitalizarlo. Es como si ese pueblo estuviera anestesiado y toda su jovialidad, su dinámica social, su tradicional tolerancia y sus ganas quedaran adormecidas, a la espera no se sabe muy bien si de algún revulsivo para reverdecer laureles o para seguir latiendo con el auge de otrora.

Es que ni siquiera los agentes sociales más llamados a interpretar un papel en ese contexto estaban por la labor. En sentido contrario al de las situaciones reseñadas anteriormente, ahora podía hablarse de incremento de tasas y tributos sin que las voces de rechazo o protesta pudieran ser percibidas con nitidez de lo bajas y distorsionadas que emitían. Ni siquiera la anarquía palpable en la ocupación de la vía pública suscitaba una polémica de esas de andar por la plaza. El colmo, seguramente, quedaba establecido en que la Administración cobraba una tasa por un servicio que no prestaba y apenas un colectivo vecinal era el que se quejaba públicamente.

Claro que el pueblo empezó a perder su identidad. Resignarse, conformarse sin más, era una mala y preocupante señal. Se quebrantaba uno de los factores que le distinguían y reflejaban su estado de salud. Empezó a dejar de ser un pueblo socialmente avanzado, pese a que las redes sociales y su imparable desarrollo, merced al empleo de nuevas tecnologías de comunicación, sembraron semillas de nuevos modos de opinar.

El caso es que las nuevas generaciones aún tienen que demostrar que pueden restaurar, a su modo y en el espacio virtual, el debate perdido. Se han lanzado en su busca pero como que no terminan de encontrar el camino adecuado. Aunque suene a obviedad aplastante, es esencial para la democracia, el pluralismo y la libertad de expresión.

(Publicado en Tangentes, número 52, noviembre 2012)


miércoles, 7 de noviembre de 2012

OBAMA, QUÉ BIEN

En la madrugada permanentemente lluviosa, con las calles inundadas vistas desde el balcón, el anuncio de la victoria de Barack Obama suena bien, reconforta. Era una victoria cantada pero las encuestas apretaron tanto con tal de dar emoción que alguna duda suscitaron y hasta alimentaron la ilusión de quienes consideran al reelegido presidente un comunista. Un comunista Obama, vaya por Dios.
Luego, en los atascos monumentales de la autopista, los corresponsales radiofónicos envían informaciones de urgencia mientras declinaba el recuento y comprendemos mejor la grandeza la democracia. Hablan del voto hispano. Se ha hablado mucho castellano en este proceso. Y eso también emociona. Los primeros testimonios de vencedor y derrotado son sensibles, cada quien en su tono. Romney, que tardó más de lo esperado en reconocer su revés, demuestra entereza justo en el momento de pasar a la historia.
Aguardemos análisis y repercusiones. La crisis no se ha llevado por delante a Obama cuyo triunfo, en cualquier caso, despierta menos expectativas que el anterior. Nos preguntamos si es posible otro mundo, otra Europa en el segundo mandato del presidente reelegido. Y cómo va a conducirse éste ante problemas inhumanos como el de Siria.
Ha ganado Obama. Qué bien.

martes, 6 de noviembre de 2012

EL ALTAVOZ DE LA INSTITUCIONALIDAD


El periodismo recurre a las instituciones públicas. ¿Qué es esto a estas alturas de la crisis? ¿Es que guardan alguna panacea para aliviar los males del sector y de la profesión o disponen de alguna alternativa? Nada de eso: se trata de sensibilizar a los representantes de la voluntad popular y de la ciudadanía en general para que, de alguna manera, se identifiquen con los problemas que están agravando la precaria subsistencia de quienes, empresas, editores y profesionales,  se dedican a la comunicación. No es que tengan en sus manos la solución pero pueden cobrar más conciencia de lo que significa un periodismo débil y con una proyección, paradójicamente, cada vez más limitada.
            Las razones están prácticamente todas dichas. A medida que la crisis se ha cebado con el ámbito mediático, queda en evidencia el riesgo de una democracia de menor calidad y de un sistema de convivencia cada vez de más reducida transparencia. El pluralismo también flaquea. Crecen las debilidades y las fortalezas hay que encontrarlas con lupa, en campos, además, donde se tarda en hacerse con las riendas y donde ni hay empresarios que conozcan a fondo el sector ni emprendedores dispuestos a invertir porque creen que el negocio, si lo hubiera, está muy lejos de producir rentabilidades a corto y medio plazo.
            El periodismo se resiente y lo sabemos. Y lo palpamos. Hay situaciones concretas que producen verdadero escarnio. Por eso es necesario hacer todo lo que esté al alcance para defenderlo. La Federación de las Asociaciones de la Prensa de España (FAPE) espera que su manifiesto sea tramitado en la forma que cada institución púbica estime más adecuada pero que debe significar una sola voz, unida, un grito que se escuche en rincones y recodos por donde la información debe fluir inspirada en la libertad y en la necesidad de disponer de ella para que la democracia no se vea amenazada. Sería llamativamente paradójico que en la sociedad del conocimiento desapareciera el periodismo.
            Precisamente, el primero de los factores en los que incide ese manifiesto estriba en hacer un periodismo sólido y riguroso, ajustado a sus principios sagrados, para evitar la desnaturalización de sus fuentes, las falsedades y la manipulación, el sensacionalismo, los odios y la tendenciosidad. Cuando estos hechos concurren, está claro que se defienden intereses ajenos al bien común y se pierde toda credibilidad. Por ahí tiene que doler a todos: a los profesionales, a la sociedad misma.
            Se trata de que las instituciones se hagan eco y hagan suyo el problema. Y si pueden aportar, mejor. De alguna manera, esta crisis también las afecta. Se han perdido puestos de trabajo, han cerrado emisoras o publicaciones municipales o de otro nivel, las opciones de difundir su propia actuación y su propia obra han disminuido considerablemente… Los gabinetes de comunicación, en fin, que han desempeñado un papel destacado para dar a conocer el trabajo institucional y dimensionarlo de forma apropiada, corren peligro. Y es una lástima, en verdad, que esa labor -en algunos casos, sobresaliente- por sus iniciativas, por su labor investigadora, por su enriquecimiento de archivos y documentación, por su contribución  a la Historia, se viera interrumpida, se marginara o se perdiera.
El último apartado del manifiesto es la FAPE habla por sí solo: la defensa de la libertad de prensa, del derecho de información y del ejercicio de un periodismo digno y dignamente remunerado, atañe también a las instituciones y a los ciudadanos.          
En definitiva, otro amplificador, el de una apelación que casi suena a desespero. El altavoz de la institucionalidad representativa. Ese es el objetivo, sabiendo que está en juego, sin exageraciones, la convivencia democrática. Convencidos de que sin periodistas no hay periodismo y que sin periodismo, no hay democracia.

lunes, 5 de noviembre de 2012

TURISMO, POLÍTICA DE ESTADO


Primeros timbres de alarma, empresarios removiéndose en sus asientos, cifras y porcentajes en recesión, políticas poco sensibles… El sector turístico anda desconcertado entre unas cosas y otras pero principalmente porque advierte que entre disminución de la inversión pública, recorte de consignaciones presupuestarias e incremento de impuestos la cosa no marcha. Y eso que “el turismo va a ser política de Estado”, frase dicha por la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, cuando el ejecutivo aprobó el Plan Nacional Integral de Turismo (2012-16). En ese momento, los prebostes que más habían apremiado para que por fin el turismo tuviera rango ministerial creyeron que se cumplían sus designios, que la cosa iba en serio… hasta que han comprobado que no es orégano todo lo que puebla el monte del negocio.
            La Alianza para la Excelencia Turística (Exceltur), por ejemplo, se queja de la reducción de las partidas de promoción turística en los Presupuestos Generales del Estado 2013 que se queda en 21,3 millones de euros frente a los 35 del presente ejercicio y los 76 del año pasado. En tres años, el desplome en este capítulo alcanza el 72%. Quienes incluyen este concepto en el contexto de la “marca España” ya tienen un motivo más de preocupación.
            Otra prueba, que ya describimos hace unas semanas, es la reducción operada en los programas de turismo para mayores que tan buenos y rentables resultados han venido aportando para algunos destinos a lo largo de los últimos años. Hasta un 34% menos en los viajes del IMSERSO bien es verdad que se trata de partidas presupuestarias del ministerio de Sanidad.
            A menores recursos presupuestarios, más impuestos. Esto no les cuadra a los empresarios. O esto no es lo que aguardaban, de ahí que empiecen a insistir en medidas alternativas, como la de los incentivos fiscales que compensen la falta de fondos. Por supuesto, mientras se mantengan estas tendencias, nada de generar o conservar empleo. Y es que mientras se pueda argumentar que suben el IVA o el IGIC, que las tasas aeroportuarias se han elevado hasta un 18% en dos años y que para segmentos especializados como parques temáticos, ocio nocturno o turismo de golf se ha registrado un incremento de ocho puntos, del 13 al 21%, las conclusiones que se obtengan sobre el presente y el futuro del sector se tiñen de oscuro. No es lo que el empresariado esperaba, desde luego.
            De ahí que empiece a negar que 2012 sea un buen año para el turismo. Desde alguna organización patronal, en efecto, se han escuchado voces en el sentido de que las interpretaciones que se hacen sobre que se está sorteando la crisis con buenísimos registros en los tres primeros trimestres del año, “nos estén engañando a todos”.
            Hablar entonces de competitividad, de innovación y cualificación turística, de promociones vanguardistas y de mejora de la oferta o de los productos parece, cuando menos, bastante arriesgado. Está claro que faltan estímulos a la actividad.
            Y eso que el turismo iba a ser política de Estado.

sábado, 3 de noviembre de 2012

LO QUE VA DE AYER A HOY: NUEVO CICLO EN EL SOCIALISMO PORTUENSE


El socialismo portuense ha iniciado un nuevo ciclo con la elección de una dirección local al frente de la cual se sitúa Marcos González Mesa, como secretario general. La comisión ejecutiva está integrada por personas que atesoran alguna experiencia orgánica y han desempeñado o están desempeñando distintas responsabilidades públicas.

            El nuevo ciclo comienza con el partido en la oposición municipal, fruto del peor resultado cosechado en convocatorias electorales desde la reinstauración de la democracia. Ese hecho no es nuevo pero se produce ahora en un momento muy desfavorable para la acción política, tan condicionada por la desafección y el rechazo que la crisis se ha ido encargando de generar. Es el principal obstáculo al que se enfrenta el órgano ejecutivo de los socialistas portuenses. No será fácil sortearlo.

            Lo que va a de ayer a hoy: un partido hegemónico que enarboló la bandera del cambio político en el municipio, tomó la iniciativa, rescató los valores progresistas históricos y tradicionales de la mayoría de la población, se convirtió en referencia sólida para la ciudadanía tanto por su acción de gobierno como por su implantación social y concatenó victorias electorales desde 1979 a 1995,  se ha convertido ahora, con la más exigua representación institucional de su historia democrática (6 concejales), en una organización más debilitada, con dificultades para sostener la credibilidad y con  menor capacidad de movilización y persuasión.

            Errores propios, unidos a una falta de generosidad y visión política, han contribuido a la situación actual. De la voluntad de autocrítica y del firme propósito de no repetir los yerros ni los métodos políticos basados en los unipersonalismos, los clanes y las exclusiones, dependen las posibilidades de superación. El valor de la historia intramuros del PSOE es ese: aprender las lecciones de la crisis una vez se extendiera (no irremediablemente, pero…) y ocurriera lo que a otras agrupaciones locales del PSC-PSOE: se desata hasta generar una fractura militante y difícilmente levantan cabeza.

            Pero bueno: importa más en este artículo hablar del porvenir. Tan fundamental como que cicatricen heridas es evitar tendencias de continuismo en los modos de hacer política. De ahí que otorguemos perfil alto al relevo generacional. Seguimos con atención las palabras del nuevo secretario general cuando, como candidato aún, hizo su declaración de intenciones: “Trabajemos en un mismo rumbo”, “Pido que se venga a votar una idea”, “Rescatemos las cosas buenas del pasado”, “Abogo por la integración de las distintas inquietudes”, “¡Cómo vamos a proyectar fuera si no creemos en el partido!”, “Quiero impulsar una participación real y efectiva”, “Hay que desarrollar políticamente la mayor horizontalidad posible” y “La nueva ejecutiva está conformada desde el consenso con perfiles muy aprovechables de las personas que la integran”. Estas frases sirven para ir midiendo y descubriendo las intenciones.

            Ya se verá pero a todo grupo humano que se inicia hay que concederle la oportunidad de acreditar estos valores, pese a que la inexperiencia  sea un factor siempre condicionante y que, además, hace dudar. Se verá cuál es el plan de trabajo y el desenvolvimiento de quienes asumen las arduas tareas de dirección de una organización política que ha pasado de tenerlo todo a verse muy mermada. Hay que incrementar, por ejemplo, el número de afiliaciones. Ojalá que en ese plan se ponga énfasis en la formación cuya carencia ha sido uno de los grandes males que ha caracterizado el desarrollo del personal y de la organización misma. Y ojalá que se entienda que la política no es una panacea personal sino una herramienta para trabajar con vocación, para acrecentar la solidaridad y la cohesión social. Más ideología, menos ambiciones.

            Con las circunstancias presentes, todos convendrán en que el reto es muy difícil. Se trata de levantar esto, por emplear una expresión coloquial. Pero por fin la palabra reto cobra su auténtico significado. Levantar significa en este caso recuperar espacios políticos y apoyos electorales; pero también valores personales de lealtad, confianza y cohesión interna.

            Hay que escribir nuevas páginas, en definitiva. Por ahí ha empezado el nuevo ciclo. Hay que ganar al desencanto y al desapego. Sin incidir en nostalgias porque algunos resultados no se reeditarán. Eso tiene más peso que reverdecer laureles electorales, que duran lo que duran. Lo que debe prolongarse, lo que debe enquistarse en la sociedad, es una obra prolongada y sostenible de ideología, programa y presencia. Los nuevos tiempos exigen que la política sea algo más que un ejercicio voluntarista o una vía de acceso al mercado laboral.

            Lo dicho: suerte y aciertos para el nuevo ciclo.

viernes, 2 de noviembre de 2012

LA NORMA, A CONVENIENCIA

A estas alturas, nadie se extraña ya de las contradicciones en política. Pero no esaas facilonas de anunciar una cosa y hacer la contraria, que abundan. Ahora ya, hay que acostumbrarse a que las paradojas menudeen a conveniencia entre representantes de una misma formación política.
Recuerda uno la censura a Jerónimo Saavedra, siendo presidente de la Comunidad Autónoma, allá por marzo de 1993. Entre las incógnitas que se planteaban era el propio funcionamiento del Parlamento de Canarias, teniendo en cuenta que al principio de la legislatura se había configurado una mayoría que ya no era tal. Y claro, cómo iban a funcionar los órganos de la cámara si éstos eran de un determinado signo político y el Gobierno, de otro. Pues bien, cuestionado en los pasillos de la institución uno de los jerifaltes de la nueva mayoría, respondió rotundamente:
-Pues cambiamos la Ley, y los reglamentos si hace falta, para que se vea que mandamos nosotros.
Ayer, circulaba en una red social una llamativa composición de titulares de prensa. En la parte superior, podía leerse uno de Ana Botella, alcaldesa de Madrid: "La Ley está para cumplirla, aún en los casos más tristes y dolorosos". En la inferior, este otro: "El Gobierno cambiará la Ley para que Eurovegas casi no pague impuestos".
Creemos que no hacen falta muchas explicaciones para entender lo de la doble vara de medir y demás tópicos que sirven de ejemplo no ya a la desigualdad con que se afrontan ciertas situaciones sino a la alegría y la superficialidad con que se interpreta el Estado de derecho. A medida de los intereses. O lo que es igual: la coyuntura da la función. Que la alcaldesa de Madrid se ampare en el respeto escrupuloso a la norma para justificar cierta incapacidad (en este caso, tema desahucios), podría pasar.
Pero que se modifique otra disposición legal con el fin de que un grupo empresarial dedicado al juego y negocios derivados practicamente no pague impuestos, habla bien a las claras de a quien quiere de verdad favorecer el Gobierno del Partido Popular.
Son las flagrantes contradicciones que desnudan los contrasentidos y hacen que ese principio tan sagrado de la defensa de los intereses generales sea un elemento sin valor alguno en el papel mojado de los discursos y las declaraciones de intenciones.
No hacen falta más explicaciones: para impedir o hallar alternativa a un desalojo, cúmplase la ley. Para tener menos cargas en negocios dudosos, modifiquése la ley a conveniencia.
Y como la ley es la ley.