Uno se resiste a hablar en primera persona, y de sí mismo, y de las cosas más cercanas, y del entorno... Lo habrán notado, ¿no? Lo saben los pacientes lectores, aquellos que conocen del estilo y de las formas de trasladar las cosas.
Es una colisión, una duda, una lucha con uno mismo. No quiere hacer el bloguero un diario personal y tampoco quiere rellenar.
De ahí que no hagamos una nueva entrada todos los días. La piden visitantes habituales, lo trasladan amigos que se cruzan en la plaza, en la avenida, en la sobremesa y hasta en el bocadillo de la cena.
La misma explicación: escribir requiere sosiego, búsqueda de temas, interpretación de las imágenes, de las palabras y de las lecturas... Y tiempo, mucho tiempo para plasmar las ideas y situarse en el nivel que uno desea.
Y ocurre que el trabajo cotidiano, las gestiones, los teléfonos, los preparativos de otros documentos, los horarios de aviones, las ayudas para el traslado terrestre... con frecuencia no propician el sosiego. No lo hay ni para leer... Han sido, son tantos los frentes...
Tampoco hay que ser tan rígido, dirán algunos, de modo que hasta se podría hacer una concesión a sus expectativas, revisando esos esquemas y contando cosas que son las propias vivencias. Hoy mismo, esta entrada ya es un avance. O lo parece.
Pero, de verdad, me resisto: ¿qué le importará a los visitantes del blog las cuitas, las sensaciones, las cosas que a uno le suceden? El periodismo, la comunicación es otra cosa. O al menos, así lo tengo asimilado. ¿Será eso? ¿Será una deformación profesional?
Es lunes por la mañana y el conflicto -bueno, no tanto: el dilema, la disyuntiva- no ha hecho más que desatarse. Opinen y dejen sus comentarios, si quieren. Me serán de utilidad para despejar dudas.
domingo, 7 de septiembre de 2008
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