martes, 10 de agosto de 2010

JUAN MARICHAL, EN EL RECUERDO

A la abuela María fue la primera que escuchamos el nombre de Juan Marichal. En voz baja, en conversaciones de personas mayores. Hablaba de la relación de Marichal con su hermano Domingo, absolutamente decisiva en la formación del que luego sería brillante intelectual español.
Después, sus viajes a la isla, acompañado de su esposa, Solita Salinas, hija de Pedro, poeta inmenso, eran recogidos con puntualidad en los periódicos tinerfeños. A Marichal y señora le esperaban, en Los Rodeos, Ernesto Salcedo, Elfidio Alonso, Juan Cruz, Pérez Minik, Julián Ayala y creemos recordar que Alberto de Armas. Leíamos atentamente las impresiones que dejaba el ensayista.
Siendo aún Paco Afonso alcalde del Puerto de la Cruz se interesó por el busto "del tío Domingo" y acudió hasta su ubicación en la plaza del Charco, para emocionarse y refrescar los recuerdos, entre ellos el de sus trabajos nocturnos en una fábrica mejicana de 'PepsiCola', para poder subsistir y ampliar estudios. Enseñó Literatura hispánica en la universidad de Harvard, de la que llegó a ser profesor emérito.
A finales de la primera legislatura autonómica, siendo Jerónimo Saavedra presidente, recibió, junto a María Rosa Alonso, el premio Canarias de literatura. El nombre de Juan Marichal empezó entonces a hacerse familiar.
Con aquel sabio de voz fina, como un hilo, tuvimos oportunidad de hablar en varias ocasiones. Estuvo en la conmemoración del 1º de mayo de 1995, en una convocatoria que los veteranos socialistas del Puerto de la Cruz habían promovido poco antes de las elecciones de 1977. Coincidió con nuestra primera candidatura a la alcaldía de la ciudad. Personalmente, nos sentimos muy honrados en aquella oportunidad, cuando aquella voz tan autorizada habló de la sensibilidad obrerista de la gente del valle de la Orotava y de los valores progresistas de la familia Pérez Trujillo. Fue una lección de historia.
Después vinieron las novedades de sus escritos sobre Azaña, Ortega y Negrín. Y las preguntas sobre su salud. Y la noticia del fallecimiento de Solita. Y las cartas desde el Ayuntamiento hasta su domicilio en Madrid. Y la entrevista de Cruz Ruiz, en El País, con aquella tremenda afirmación: "Los nacionalismos son la peste de este siglo". Y la lectura de El secreto de España. Ensayos de historia intelectual y política, libro con el que ganó el Premio Nacional de Historia.
Había retornado a Cuernavaca (México), donde falleció en la noche del pasado domingo. Un intelectutal admirable en todos los sentidos. Se fue en silencio, como los elegidos. Había quebrado el fino hilo de su voz. Descanse en paz.

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