viernes, 3 de enero de 2020

ADIÓS AL PARQUE


Están desmontando el parque San Francisco, paso previo a la actuación prevista desde el Consorcio de Rehabilitación del Puerto de la Cruz, tras el concurso de ideas convocado para tratar de llevar a cabo un dotacional público en pleno centro de la ciudad. Ayer mismo quitaron las letras que restaban en la fachada principal, prácticamente desaparecida en su totalidad. Desde fuera se podía apreciar el esqueleto, los restos de su estructura. En unas pocas fechas, el solar estará liso y disponible. A ver si no se tarda en la ejecución del proyecto (Por cierto, es el momento de reiterar lo apuntado en algún comentario anterior: a ver si dejan algún testimonio o vestigio del recinto multiusos que sirva para rememorarlo. Allí hubo acontecimientos relevantes).
Entonando la despedida al recinto, tiremos de retrospectiva para ir configurando una breve historia, en la que hay mucho de vivencias personales, episodios y anécdotas que dieron contenido a su versatilidad o polivalencia, herencia de una ciudadela, también conocida popularmente como convoy (de viviendas), calcinada en un pavoroso incendio que costó (al menos) una vida y del que se salvó milagrosamente el templo católico, una de las primeras construcciones civiles del municipio que completaba el conjunto arquitectónico. En una estancia a la que se accedía desde el graderío de madera, quedaron actas, documentos y grabaciones del inolvidable Festival Internacional de la Canción del Atlántico. Y abajo, donde el sin Par Pepín Castilla, factótum del recinto, montó un habitáculo que servía de taquilla, de oficina y de cabina de transmisión radiofónica, habrán pasado a mejor vida planos, talonarios, gráficos y múltiples utensilios que servían para cualquier cosa. En distintas épocas hubo varias remodelaciones internas que sirvieron para obtener distintas dependencias, respetar una balconada canaria que daba empaque al recinto y ampliar el escenario donde, entre otros, desfilaron presentadores de postín: Tico Medina, Isabel Bauzá, Federico Gallo, Joaquín Prat, Marisa Medina... y las espaldas más famosas, las del maestro Rafael Ibarbia. Un auténtico logro consistió en abrir un acceso desde la calle San Juan, adornado con tipología canaria.
Y es que allí, como hemos contado otras veces, se sucedieron festivales, actuaciones y espectáculos, algunos de los cuales tuvimos ocasión de presentar. El parque vino a sustituir al desaparecido teatro Topham y para los jóvenes de entonces se convirtió en una especie de pequeño coliseo donde dar rienda suelta a las inquietudes culturales (sobre todo, teatrales) y otros afanes artísticos. Allí conocimos éxitos y sinsabores de creadores, deportistas, políticos e intérpretes.
En el parque se practicó baloncesto y hubo competición de lucha canaria, cuando Juan Barbuzano -que llegó de la mano de Manuel López, el practicante- derribaba nueve y diez adversarios. Y fue sede de una edición del Boxam, Campeonato de España de Boxeo Amateur, cuando un empresario alemán, Otto Klaus, probó el primer equipo de video, en blanco y negro, que había traído de su país. Fue hasta emocionante poner el agitado relato a la grabación de las imágenes que luego, de madrugada, contemplamos en su casa. El parque, para completar este mosaico deportivo, acogió dos o tres ediciones de las XXIV Horas de Tenis de Mesa que los entusiastas del Cima Club preparábamos con tanto esmero.
Más utilidades: escenario de riñas de gallos; mitines políticos -allí estuvieron, entre otros, Txiqui Benegas, Narcís Serra y Ramón Tamames-; asambleas generales de entidades y confesiones religiosas; exposiciones artísticas -la de Pepe Dámaso, auspiciada por la concejala Nieves García, fue ponderada en medios extranjeros-; conferencias -la de José María García, al regreso del Mundial de 1978, en Argentina, se demoró por el llenazo que se registró-; números carnavaleros y festivos; conciertos y espectáculos, como la final de un concurso de orquestas que había convocado la COPE Tenerife, en la que fue preciso, en medio de protestas, cerrar las puertas de acceso puesto que ya no cabía más gente.
Hasta se perdió una murga, una aspirante a Miss Europa sufrió una indisposición antes de desfilar, un alcalde amenazó con prisión al representante de una cantante si no salía al escenario y el secretario de un jurado se equivocó con la reina elegida al transcribir el acta. Pero esas son anécdotas para otra entrega.


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