jueves, 16 de junio de 2011

MARIA ROSA ALONSO, LA PREGONERA

Ocurrió en julio de 2002. Costó lo suyo pero desde la alcaldía logramos convencer a María Rosa Alonso para que pregonara las portuenses Fiestas de Julio de aquel año. Lo hizo; fue una pregonera de lujo. Cuando finalizó su intervención y la agradecíamos no pudimos evitar expresar un sentimiento de frustración: aquella pieza suya, tan vibrante, tan vehemente, tan llena de matices y contenidos, no fue recogida por ninguna cámara con sonido incorporado, por ningún magnetofón. Apenas una foto, remitida si no recuerdo mal por Isauro García-Panasco y publicada en el número de junio por la revista Tangentes, daba fe del acto.
Sin embargo, rebuscando en hemeroteca -con la facilidad y la prontitud que aporta internet-, hemos encontrado dos testimonios que propician retrotraerse a aquel episodio y superar el vacío frustrante del que hablamos.
Uno, el de la propia María Rosa Alonso, de su puño y letra, con un texto publicado el domingo 14 de julio en El Día, con el título “Otra vez la ñamera de la plaza del Charco”. Escribía lo siguiente:

“NO QUERÍA HACER LO que llaman un pregón de fiestas. Tengo que terminar unos trabajos, a ver si puedo, antes de cascar, y el señor alcalde de mi antiguo y gran amor, el Puerto de la Cruz, persona atenta y educada en este mundo, donde tales seres ya no abundan, casi me presionó para que este año fuera la encargada de tal misión. Me ha costado un esfuerzo cumplir los deseos de Don Salvador García, además de alcalde, diligente periodista, porque el Puerto ha tenido una extensa cantidad de personas importantes, tanto insulares como peninsulares y extranjeras, que han cantado sus bellezas geográficas y su noble discurrir histórico. Es muy difícil decir algo nuevo sobre el Puerto de la Cruz. Por otro lado, los a veces sufridos oyentes suelen mirar las manos del pregonero a ver si adivinan cuántas hojas le quedan por leer y una de mis más grandes preocupaciones actuales es no dar la lata a mis voluntarios oyentes, ni cansarlos, una tendencia natural de los viejos, porque llevamos mucho pasado sobre nuestras espaldas.
He tenido que ponerme al día releyendo montones de trabajos que conservo sobre el Puerto, pero olvidados, y consultar unos cuantos libros leídos hace muchos años, mas al leer en éste (gracias a la bondad del señor alcalde que me lo ha obsequiado) el libro
Puerto de la Cruz. Historia y anécdotas, del escritor austriaco y senador de Viena, señor Hans Köning, que acaba de aparecer y he leído íntegro, ya vi mi necesidad de saludar a los portuenses que tuvieran la amabilidad de oírme y dar mis excusas y hasta pedir perdón a una vieja amiga, a la que involuntariamente he ofendido, por ignorancia y ligereza mía. El señor Hans Köning, en la página 28 de su ameno e interesante libro, reproduce un articulito escrito por mí, desde Madrid, en 1951. Se trata de tres párrafos nada más que, por no desairar a mis entonces amigos del Puerto, les envié, en los días que me tocó leer mi tesis doctoral sobre Antonio de Viana (1578-¿1650?) en la entonces llamada Universidad Central. Mis amigos del Puerto han muerto casi todos. Hay algunos que ya no viven en el Puerto, como la señora Candelaria Reimers de González, pero entonces era una criatura muy joven y muy bella, por cierto, que a veces me llama por teléfono. Ignoro si está por la patria de los Iriarte, la grata señora María de Cobiella, esposa del desaparecido doctor Celestino Cobiella, muy buenos amigos míos los dos. Recordar tantos amigos que han vivido en este espacio y me los ha llevado el tiempo es para mí sumamente ingrato y doloroso.
El señor Hans Köning reproduce mi trabajito titulado
La ñamera de la Plaza del Charco, que la noche del 5 de julio leyó, después de mis palabras, el señor alcalde. Yo, desde mi ignorancia, había escrito de la ñamera: "anchas y rotundas sus hojas suplen una ausencia de flores que no tiene ni necesita". El señor Köning reproduce íntegro mi citado trabajito y en su libro supone ser una especie de ameno cicerone que enseña los encantos del Puerto a un posible visitante con el que habla y le dice sobre mi prosa lo siguiente: "Quizá encuentre Vd. estos renglones algo exagerados, pero en el futuro Vd. mismo le rendirá más respeto a nuestra ñamera, cuando vuelva a pasar por su lado apresuradamente, o bien a observarla detenidamente. Ciertamente sabe Vd. muy bien por las páginas anteriores, que la planta tiene flores, aunque no se pueden ver bien. Pero desde luego, las poetisas no tienen por qué ser botánicas". ¡Lo que son los años! Al leer el desdén que tan sabio senador vienés lanza sobre esta infeliz María Rosa Alonso, que él supone "poetisa" (¡qué más hubiera querido yo haberlo sido, pero buena!), me reí del justo rapapolvo que me lanza tan excelente admirador del Puerto, pero no piense nadie que se trata de una risa desdeñosa, porque entre mis defectos no figura el de ser maleducada y soy respetuosa con todo el mundo.
Mi risa se produjo al pensar en lo que habrían disfrutado mis enemigos, pues los tuve en mi juventud y madurez, incluso en el Puerto de la Cruz, al leer el justo y merecido varapalo recibido con humildad por mi parte. Pero están todos muertos y también lo siento, porque si uno carece de enemigos se aburre.
Ahora bien, donde se pasa una chispita el ilustre escritor vienés (¡con lo que a mi me encanta Viena!) es el suponer que no tengo respeto a la ñamera. Muy señor mío: sepa usted que no consiento a nadie un amor superior al mío por tan gran amiga, ofendida por mi ignorancia. He aprendido ahora, con nuestro Viera, el nombre científico de mi amiga: es la
Arum Colocasia de Linneo, hoy Colocasia esculenta . Y confieso y así lo dije con la solemnidad de un "confiteor" ante los portuenses que me escucharon la otra noche. Del mismo modo declaro que, aunque no soy poetisa, sí tenía la obligación de saber que la ñamera posee flores y las debe tener, aunque mi mala vista no las haya captado nunca, porque tampoco he vivido en el amado Puerto de la Cruz, pero quitarle a una planta sus flores es como arrancarle a una buena madre sus hijos. Estoy segura que la ñamera me ha escuchado y conoce mi admiración por ella. Al lado de tantos bustos que en el Puerto existen: del gran Franchi Alfaro, del inolvidable Don Francisco Bonnin, de Viera, de Domingo Pérez Trujillo, "el hombre bueno", y algunos más, ella, que no es un recuerdo estatuario, sigue verde, frondosa y está viva. Es el centro de mesa, como ya he escrito de la bella Plaza del Charco; el único testigo de mi juventud perdida, que en el Puerto me queda. Testigo y gran amiga.
Cuando Don Cristóbal del Hoyo, aquel delicioso trapisondista, al fugarse de Paso Alto, se embarcó en el Puerto, rumbo a la Madera, por 1732 escribió un soneto, muy conocido, despidiéndose del Teide. Algunos tinerfeños de mi época nos sabíamos de memoria el soneto, más plagio que imitación del atribuido al poeta portugués Francisco Rodrigues (con ese) Lobo al Tajo, pero el soneto de nuestro Vizconde de Buen Paso está plagiado con un cierto ajuste y le dice al Teide: "Yo me voy, tú te quedas y consiste / tu gloria en eso y la crueldad de mi hado".
Sé que, cuando cumpla mi tiempo, aquí seguirá la ñamera: hermosa, redonda, verde y... con sus flores, aunque pocos las vean, como no supe verlas yo”.
Dos días antes, también en El Día, Luciano Lemus Izquierdo, otro enamorado del Puerto de la Cruz que dejó muchos afanes y la huella de su talante en el Centro de Iniciativas y Turismo (CIT), publicaba una referencia del pregón a cuya lectura había asistido. He aquí su texto:
“EL PUERTO DE LA CRUZ ha contado para las Fiestas Patronales de este año con un Pregón de "Cinco Estrellas de Gran Lujo", como corresponde en el argot turístico: Doña María Rosa Alonso, una vez más, nos ha dejado asombrados con ese verbo increíble, en el que condensa ese "archivo viviente" de sus 92 años, que Dios le conserve, desgranando, en una muy amena charla coloquial, toda esa memoria prodigiosa, sin papeles, exponiendo sus "amores" y vivencias sobre este Puerto de la Cruz, al que desde siempre ha considerado "su amante". Imposible condensar en este comentario la gran cantidad de historias, anécdotas, hechos y sucesos, sobre el Puerto y sus personajes, narrados por Doña María Rosa, con todos los detalles de nombres y fechas, amenizados con su peculiar gracia, a pie firme, como a ella le gusta hablar. Necesitaría medio periódico para el relato.
Pero sí tenemos interés en destacar cómo dedicó la última parte de su brillantísima intervención al turismo, como buena conocedora de la vocación y tradición de la Primera Ciudad Turística de Canarias y, después de referirse al señorío y esplendor de etapas pasadas, se refirió a la necesidad de concentrar esfuerzos "para superar un momento de incertidumbre y afrontar el porvenir con decidido ánimo de superación".
Pidió a los hijos del Puerto de la Cruz que no se arredraran, que lucharan, con el espíritu que les ha caracterizado para sacar adelante su pueblo, que tiene todos los elementos para que cualquier visitante se sienta cómodo y confortable. "No más cemento. Hay que mantener el paisaje, defender el verdor y todo lo que la Naturaleza ha regalado a este pueblo de hijos ilustres y, con paso firme, seguir acogiendo turistas de todas las nacionalidades, atraídos por las singulares cualidades de este destino".
Reflexiones muy atinadas y oportunas. "Cuidado con los ciclos de la historia y lo ocurrido con los monocultivos en Canarias. Ahora dependemos de una industria que debe ser cuidada y atendida por todos".
Para quienes estamos vinculados al turismo estas ideas de Doña María Rosa resultan cautivadoras e invitan a las autoridades y agentes del sector a trabajar, sin descanso, para que cristalicen los proyectos y actuaciones que revitalicen al Puerto de la Cruz, con nuevos atractivos para los mercados emisores que introducen cambios en los sistemas de elección de lugares de descanso a los que el sector debe estar muy atento.
Sugerimos al Ayuntamiento del Puerto y a su Sr. Alcalde, Don Salvador García, que la grabación de tan interesante Pregón se divulgue tanto por TV como, si es posible, en una sesión especial para que pueda ser más conocida. El Salón de Plenos que estaba totalmente lleno, aplaudió, con inusitado calor, esta magistral y cordial charla, que da principio a las Fiestas”.

Recientemente fallecida -vino a decir su último adiós, precisamente, al Puerto de la Cruz-, la valía intelectual de María Rosa, su personalidad, su figura respetada y venerada han sido glosadas con brillantez por distintos autores. De aquel verano de 2002, además de la foto de Isauro y estos testimonios rescatados, nos queda aquella vivencia ya no tan frustrante ni tan vacía.

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