lunes, 8 de diciembre de 2014

ANIVERSARIO CON DISENSO

Sin que se alejen los envolventes vientos de crisis económica -bien es verdad que el repunte publicitario para fomentar el consumismo empieza a resultar atronador, en todas las escalas- y sin que disminuya esa sensación de repulsión hacia la política, el aniversario constitucional parece haber pasado con más pena que gloria. Una lástima porque en la Cartamagna debe haber siempre una referencia para reflexionar y estimular criterios y acercamientos con tal de contrastar sus valores y hasta de hallar en sus contenidos las respuestas que la tan denostada política puede y debe aportar para superar las sombras, las incertidumbres, los gritos y susurros de una democracia amenazada en sus pliegues de participación activa y de convivencia sensible, motivada y eficiente.
         Pero se ve que van quedando cada vez más lejos convocatorias o actos públicos que acojan un espíritu de respeto, tolerancia y pluralismo. Si en centros educativos y en entidades cívicas empieza a predominar la indolencia hacia el significado de una fecha como el 6 de diciembre, es para preocuparse. Si ésta se reduce a un ansiado festivo más del calendario, malo. Esa es otra dimensión de la crisis que conviene tener muy presente, precisamente cuando arrecia la corrupción que es necesario combatir desde todos los ángulos antes que resignarse a convivir con la metastásis, creyendo que se puede tratar con cataplasmas desahogados en consultas demoscópicas. Recordemos que siempre hay alguien a quien gusta ese caldo de cultivo y llega un momento en que, sumando de aquí y de allá, termina produciendo efectos sociales muy nocivos.
         Las notables ausencias de representaciones políticas en el acto convocado en la sede del Congreso son ilustrativas. Que solo hayan acudido cuatro presidentes de comunidades autónomas (todos del partido gubernamental, por cierto) es también relevante. En esta formación política coinciden en recelar de la deslealtad institucional y partidista para afrontar una revisión del texto de 1978, aun cuando admiten la necesidad de hacer ajustes y poner al día el motor constitucional. Pero no se entiende esa cerrazón entonces si se admiten desfases y disfunciones ‘motóricas’ y cuando sabido es que  las organizaciones políticas incluirán proposiciones modificativas en sus ofertas programáticas de las elecciones legislativas del próximo año. De hecho, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, tomó la iniciativa en vísperas del aniversario y registró la petición de iniciar el estudio de la renovación constitucional “para reconstruir muchos de los consensos rotos en la sociedad española” y pensando que ello propiciaría la regeneración política, institucional y democrática.
         De momento, no hay ambiente favorable ni se atisba consenso, siquiera para empezar a debatir. Pero las circunstancias actuales (que tienden a empeorar) no engañan: si la Constitución vino para quedarse, hay que actualizarla. 


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