Escribe Ángel Sánchez Harguindey, superviviente en el diario El País desde su fundación, que
RadioTelevisión Española (RTVE), se está convirtiendo, cada día con más
descaro, en una empresa de manipulación política. La semana pasada,
precisamente, se vivió un episodio que corrobora su apreciación: el nuevo
director de los servicios informativos, José Antonio Álvarez Gundín,
materializaba una reestructuración de áreas y el relevo de personas en las
ediciones del fin de semana que, el Consejo de Informativos, rechazó
públicamente al quebrarse la columna vertebral de los telediarios “sin que
existan razones profesionales que lo justifiquen”. La decisión se unía a la
destitución de la editora y de uno los presentadores de los telediarios del fin
de semana. De inmediato se produjo una sentada de protesta de trabajadores ante
el despacho del director que se estrenaba, pues, con un notable rechazo a sus
primeras determinaciones. Las reacciones de solidaridad no se hicieron esperar,
principalmente en las redes sociales, en tanto que formaciones políticas y
sindicatos expresaban también su disconformidad y alguna anunciaba la solicitud
de comparecencia parlamentaria del presidente de la corporación.
De modo que
estamos ante una nueva crisis que merma la credibilidad de los espacios
informativos de la televisión pública -curiosamente, muchas opiniones coinciden
en que todo lo contrario sucede en Radio Nacional de España-, muy afectada
desde el principio de la legislatura, hasta el punto de haber perdido el
liderazgo en las clasificaciones de audiencias. Pensar que esos telediarios
llegaron a ser considerados de los mejores del mundo hace unos pocos años… Los
contrastados esfuerzos de ecuanimidad, independencia, pluralismo y autoexigente
profesionalidad sirvieron de muy poco.
Recuérdese
que los profesionales destituidos habían sido designados por Somoano, el
anterior director responsable de informativos. Por supuesto, la nueva dirección
-que llega para arreglar algo que no iba bien, seguro- tiene todo el derecho a
conformar un núcleo de confianza y a fijar criterios para, teóricamente, mejorar
los productos y hacerlos más competitivos.
Pero no es menos cierto que en un medio público las normas reguladoras
imponen, tal como se recoge en el comunicado del Consejo de Informativos, la
obligación de perseguir la excelencia informativa, además del respeto a la
trayectoria profesional de sus empleados. En ese sentido, no es de extrañar que
el mismo Consejo haya destapado el temor de que los relevos operados por
Álvarez Gundín entrañen la intencionalidad de imponer controles y sesgos en los
contenidos de los informativos.
El caso es
que mientras los ciudadanos aguardan una información de calidad, ajustada y
pluralista y los profesionales se esmeran en disponer de mejores condiciones de
trabajo, RTVE no termina de superar en esta legislatura las servidumbres de la
manipulación ideologizada que la alejan, sí, del modelo de servicio público que
se ve amenazado, por cierto, por la inserción de publicidad privada. ¿O es que
era eso precisamente lo que querían?
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