viernes, 23 de febrero de 2024

Sin agua, qué difícil

 

A este paso, la factura del agua será más elevada que la de la luz eléctrica, vaticinó el buen amigo con el que solemos compartir el primer café de los sábados. Su paso a las clases pasivas no le ha impedido seguir analizando con pragmatismo la evolución de los acontecimientos y de la actualidad, especialmente cuando nos acercamos a los asuntos cotidianos, esos que como la sequía  o el calentamiento global ganan en interés al seguimiento político de estas y de otras latitudes.

La escasez de los recursos hídricos, en escalada a medida que se acerca el verano, está causando estrago y ya es un serio problema para el campo y para el futuro de la convivencia. De ahí sus dudas: ¿hasta dónde llegará la facturación del agua que consumimos, podremos soportarla, habrá restricciones en el suministro, tendrán que transportarla en barco desde otras fuentes? Preguntas inquietantes para respuestas que son una incógnita si no llueve. Seamos conscientes de la seriedad y de la gravedad del problema.

Las certezas de que el cambio climático está intensificando las sequías en todo el mundo van en aumento. En aquellas zonas donde golpean con más fuerza, como el Cuerno de África, pueden llegar a paralizar la producción de alimentos y agotar los pastos para el ganado, agravando la inseguridad alimentaria que ya sufren los territorios más vulnerables.

En otras regiones, como Europa, las políticas de gestión del agua resultan cruciales. Especialmente, en lo que respecta a la agricultura. En torno a tres cuartas partes del agua que se extrae de la naturaleza se destina a regar los campos de cultivo. Por eso es fundamental que los agricultores tomen decisiones teniendo en cuenta las limitaciones del recurso. “No es la ausencia de lluvia lo que vacía los embalses sino el exceso de consumo”, subrayaba hace pocas fechas María José Polo, de la Universidad de Córdoba. Un consumo que, paradójicamente, aumenta si se incrementa la disponibilidad de agua. “Modernizamos las estructuras de abastecimiento y de regadíos y no ahorramos recursos porque aumenta la población o la superficie regada”, lamentaba la experta.

Las consecuencias ya se conocen: además de propiciar una cultura intensiva de regadío, el proceso de desertificación sigue galopando. Peligran las reservas de agua y se altera la composición química del suelo, independientemente de que lo sufren los hábitats de las especies adaptadas a la aridez.

Sería bueno que se supiera cuál es el estado de reservas y funcionamiento de las balsas construidas hace años en Tenerife, cuando José Segura, siendo presidente del Cabildo Insular de Tenerife, decidió emprender un plan al que no faltaron críticas pero que con el paso de los años se reveló como una actuación seria y decisiva para afrontar el futuro de sectores productivos, no solo el agrícola sino el propio turístico, absolutamente indispensable para la convivencia y la supervivencia de nuestra economía.

Sabemos que muchas galerías y muchos acuíferos muestran señales de sobreexplotación. En algunos municipios, la superficie de suelo cultivable va disminuyendo considerablemente. El paisaje, otro recurso, se va deteriorando de forma alarmante, como se puede apreciar desde varias perspectivas del valle de La Orotava.

Las soluciones a esta pugna entre la actividad humana y los límites de la naturaleza –escribe Lucía Caballero, periodista especializada en ciencia, medio ambiente y tecnología- se concentran en dos vías. Por un lado, una planificación agrícola acorde a los recursos de las regiones áridas y una mayor concienciación para que los agricultores hagan un uso racional del agua. Por otro, los adelantos tecnológicos que ya permiten optimizar el riego y monitorizarlo y prácticas alternativas como la reutilización de agua y la agricultura vertical. 

Caballero estima que “afrontar los retos del agua en un contexto de cambio global y de incremento de la población mundial exige compromiso por parte de todos. Se trata de un recurso escaso y estratégico en la mayor parte de los países. Por eso cada vez hay más presiones políticas, económicas y sociales para poder disponer de él”.

Meses inciertos se avecinan. Con sacrificios.

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