Se han cumplido en 2008 cincuenta años de la presencia de los padres Agustinos en el Puerto de la Cruz. Quienes han sido profesores y alumnos del colegio que regentaron siempre hablan con agrado de su estancia allí, del buen ambiente y hasta de la disciplina religiosa. Los curas tuvieron a su cargo también las parroquias de la Peña y la Peñita y sobre ellos hay opiniones para todos los gustos pero, en general, se les reconoce dedicación y sensibilidad.
Hay que situar los orígenes del colegio en un proyecto, la "Ciudad de los muchachos", y en su promotor, el mejicano padre Flores, cuya iniciativa fue apoyada por el obispo Domingo Pérez Cáceres en la segunda mitad de los años cincuenta del pasado siglo. Andrés Cañibano fue su primer rector.
El colegio estuvo enclavado en la singular Casa de Ventoso, que data del siglo XVIII y cuyo frontis da a la plaza Concejil. Antes fue casa consistorial y acuartelamiento militar. Perteneció a familias comerciantes del municipio.
En este inmueble se juró en 1812 la Constitución Liberal. Describe Agustín González en Diario de Avisos que "en la trasera lleva anexo un torreón de seis pisos de altura y base cuadrada. Construido en piedra y madera y rematado con balcones en cada una de las caras, está catalogado como una de las soluciones más esbeltas de la arquitectura isleña. Esta torre fue construida a comienzos del siglo XVIII por el comerciante Nicolás Blanco y servía de atalaya a sus propietarios para conocer el movimiento portuario".
En efecto, la edificación principal es de tres plantas, con un imponente patio interior rectangular, escalera adornada con lacería que asciende hasta una galería acristalada que lo circunda. En el patio trasero tenemos el denominado Torreón Ventoso, único en su clase con cinco plantas cuadradas y sótano, que termina en un mirador en la azotea. Está catalogado como bien de interés cultural desde 1988.
El colegio San Agustín, el colegio de los curas, como era conocido popularmente, cerró sus puertas en el curso 1995-96. No sólo fue centro de enseñanza: en el patio principal se disputaron competiciones deportivas y en un salón de actos que disponía de un fondo de escenario bastante estimable hubo teatro, festivales, conferencias y proyecciones de cine. Siempre hubo alguna reticencia por parte de los curas para su utilización, especialmente por los trastornos que causaban los ensayos y los preparativos. El salón fue de los pocos espacios disponibles en la ciudad para cualquier convocatoria tras la desaparición del teatro Topham. Alguna consideración personal que no viene al caso y que tiene que ver con nuestra trayectoria de presentador de actos públicos dejamos en aquel oscuro salón rectangular.
En las aulas del San Agustín se formaron varias generaciones de portuenses. Hay que recordar los nombres de los padres Saturnino, Lucinio, Federico y del hermano José. Algunos de ellos enseñaban la religión del bachillerato en colegios e institutos de la localidad, entre los cuales hay que citar al padre Moisés Montaña, posiblemente el más breve a la hora de pronunciar las homilías.
Pero fue el padre Pablo Díez el más popular, el más querido, el cura bonachón, tan elegante vestido de 'clergy'. El padre Pablo consolaba a todo el mundo, casó y bautizó a muchos portuenses. El día de su sepelio fueron los antiguos alumnos quienes cargaron el féretro desde la sede del colegio -que ya sólo albergaba las viviendas de los agustinos- hasta la Peña de Francia.
Los agustinos tuvieron mucho que ver con el desaparecido Cima Club, un club juvenil residenciado en el denominado Hogar Parroquial de la plaza de la Iglesia durante la década de los sesenta. Funcionó razonablemente bien unos años, hasta que la rutina y otros hábitos causaron mella en los jóvenes integrantes. Ciertamente, era uno de los pocos sitios físicos donde éstos pudieron reunirse, desarrollar actividades, incursionar en otras inquietudes y hasta disponer de un lugar para estudiar.
En la sede del Cima, por ejemplo, vivieron su primera noche fuera de casa quienes asistieron a la procesión de madrugada del Viernes Santo. Allí se concentraban quienes se peleaban por empujar y conducir los pasos. Y allí despidieron el año, en unas memorables cena-baile, quienes ya tenían formales relaciones de noviazgo.
Muchos años después, el Hogar Parroquial fue restaurado y en la parte trasera, la que da a la calle Benjamín J.Miranda, quedó instalado un tanatorio que no tenía futuro pues el inmueble estaba destinado a acoger las viviendas de los curas. En muy contadas ocasiones las estancias de la zona delantera acogieron velatorios.
Los agustinos se han centrado durante los últimos lustros en las dos parroquias. Jorge Dulanto y Lucas García son sus actuales responsables. En la Peña se mantiene desde hace muchos años una misa domunical en inglés. En esta iglesia, precisamente, coincidiendo con el cincuenta aniversario de la presencia agustina en el municipio, han concluido las obras de restauración del retablo de mareantes o del corazón de Jesús, una construcción compleja que combina las tres artes: arquitectura, escultura y pintura. Marcos Hernández e Isidro Larizgoitia compusieron el equipo de restauración.
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